Anarquía y desorden emergentes

Si alguien quiere tener una visión particular y amplia sobre el fenómeno del crimen organizado y sus nefastas consecuencias a nivel global, se debe leer«Convergence. Illicit networks and national security in the age of globalization» (Convergencia. Redes ilícitas y seguridad nacional en la era de la globalización). Este libro fue publicado por el Center for Complex Operations, Institute for National Strategic Studies, National Defense University Press, Washington, D.C. 2013.
Casi una veintena de académicos e investigadores,  en su papel de ensayistas  abordan diversas e interesantes aristas de las redes ilícitas.
Phil Williams es Director del Matthew B. Ridgway Center for International Security Studies de la Universidad de Pittsburgh. Del 2007 al 2009 fue profesor invitado del Strategic Studies Institute at the U.S. Army War College. Es un reconocido profesional en temas de seguridad internacional, la trata de personas, el crimen organizado ruso y el tráfico de drogas entre otros.  Williams es el autor de «Lawlessness and Disorder: An Emerging Paradigm for the 21st Century», ensayo que forma parte de Convergence, y el cual vamos a analizar en varias entregas donde en cada una, se abordarán temas específicos.
El siglo XXI se perfilaría como un período donde la anarquía y el desorden amenazarían a los Estados, hasta lograr a largo plazo su total declinación bajo los esquemas de funcionamiento que actualmente se conocen. Factores tales como los mercados ilícitos, terrorismo, crisis demográficas, ambientales y energéticas tenderían a agravarse, afectando a la comunidad global, debido a las numerosas interconexiones y dinámicas implícitas.
Sobre esta teoría existen varias posturas, entre ellas la de cómo enfrentar esas amenazas. Por una parte, existe el consenso que los esfuerzos unilaterales no serían suficientes, pero por otra parte la implementación de soluciones multilaterales implica sus dificultades ya anteriormente experimentadas: retardos en las gestiones, dobles discursos, inacciones, violación de acuerdos y dependencias excesivas entre otras.
Así mismo, hay optimistas que minimizan las amenazas ya que consideran que han sido magnificadas injustificadamente, por lo que las redes pueden y deben ser fácilmente vencidas por los Estados.
Otros consideran que el foco está en la prosperidad económica, por lo que a la medida que la estabilidad se extiende y comparte, los márgenes de riesgo disminuyen. Su punto de vista considera a las democracias y el libre mercado como opciones claves a donde deben dirigirse los esfuerzos.
De lo que no existen dudas es que las redes ilícitas en general pueden ser vencidas, pero sólo después de una desproporcionada asignación de tiempo y valiosos recursos. A esto debemos sumarle los dilemas morales que implica la pérdida de vidas humanas, muchas veces inocentes y que algunos califican de «daños colaterales».
Las redes criminales y terroristas tienen características que favorecen su permanencia y dificultan la derrota definitiva. Ejemplo de este pensamiento es el teatro de conflicto de Siria, Irak o Afganistán, con la fuerte resistencia de los combatientes, y el casi permanente resurgimiento de nuevos protagonistas, incluso desde cimientos que se creían totalmente desmantelados.
Así mismo, las redes tienen una amplia capacidad de sustitución de unos actores violentos por otros. Mientras los carteles colombianos de la droga en Medellín y Cali, eran vencidos, surgía como su sucesor las FARC, quienes se harían cargo de una buena parte del negocio. Unos pasos más allá de las fronteras los Zetas y la Federación de Sinaloa se consolidaban como redes ambiciosas, complejas y organizadas.
Otra visión es la de quienes ven poco atendidas las amenazas emergentes y dirigidos los recursos a los problemas globales tradicionales. Habría que considerar que las amenazas tradicionales no han sido reemplazadas por las emergentes, sino que las últimas han venido a sumarse a las primeras. Estas nuevas amenazas de crimen y terrorismo, representan un importante reto, dada la dificultad que muchas veces presentan las redes para ser delimitadas, definidas, disuadirlas o atacadas.
En todos los casos, no es menos cierto que se ha propagado en los últimos años un manto de fragilidad institucional en más Estados. Esto crea un entorno que potencia la inestabilidad y el desorden, al ceder espacios a las redes criminales las cuales no dudan en ocuparlas y hacerlas productivas a sus fines.
Son varios los factores que pueden servir como catalizadores de la anarquía, la inseguridad y el desorden: la globalización, las tendencias demográficas, las áreas urbanas y los cambios climáticos.
En todos los casos las advertencias no deben ignorarse y son los Estados los primeros y máximos responsables de implementar opciones de contrapeso, que minimicen los impactos negativos sobre quienes son la máxima prioridad, sus ciudadanos.

@alfredoyuncoza