Cadena de violencias/ Maryclen Stelling

as circunstancias de la muerte de Eliécer Otaiza nuevamente disparan las alarmas sobre el peligro de la entronización de la violencia en el país. Sorprende el solazamiento con su muerte expresado por determinados sectores de oposición cobardemente escudados tras las redes sociales. Queda al descubierto el odio profundo que, en una relación circular, alimenta y avala la propia violencia en complicidad con la indiferencia de otros grupos y actores sociales. El Gobierno, dadas las características del caso, mantiene desde el inicio una cuidadosa estrategia informativa.
Al conocer la noticia, inmediatamente nos surgen una serie de angustiosas interrogantes. ¿Otra muerte producto del hampa común? ¿Obedece a una violencia anómica o a móviles más complejos? ¿Será un caso de violencia organizada? Es precisamente la organización el criterio diferenciador entre la violencia difusa y la organizada. Esta última alude a manifestaciones de acciones violentas que persiguen determinados fines estructurados y organizados colectivamente por un conjunto de individuos o por redes de acción colectiva. Además de la estructura organizativa, aparecen otros componentes tales como los medios económicos y técnicos para el logro de sus fines… Algunas voces se apresuran a alertar que «la forma como fue asesinado no es una cultura venezolana… Creemos que ha permeado la cultura paramilitar», y así temerosamente asoma la hipótesis de asesinatos selectivos.
Desde el campo de la cultura política nos demandamos ¿es esa muerte fruto de un perverso juego político en el que la afirmación de unos supone la desaparición de otros? Y ese odio que estalla, ¿valida cualquier tipo de prácticas que procure la eliminación del «otro»? Otras voces advierten razones políticas en el caso Otaiza, dado que la muerte por móviles políticos es aquella «en que la víctima ha tenido una representatividad o una capacidad de liderazgo».
Ese miedo que nos interroga nos lleva al siguiente cuestionamiento: ¿es la violencia nuestro destino ineludible? Y desde el temor que no queremos comprobar, ¿habremos construido una cultura política que legitima la violencia de cualquier tipo?
Cerramos citando una de las recomendaciones que surgen del libro Colombia: Violencia y democracia: la violencia es la síntesis de diversas violencias con lógicas específicas que se interfieren y retroalimentan…
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