EE.UU. espiaba comunicaciones de las FARC

GERARDO REYES y STEVEN DUDLEY / The Miami Herald
COMBITA, Colombia
ARCHIVO/Cortesía de El Tiempo
El narcotraficante Nelson Urrego fue clave en el operativo.
Documento contra las FARC
Documento contra las FARC II
Parece una novela de espías: con la cooperación de un narcotraficante, funcionarios norteamericanos colocaron varios teléfonos satelitales, supuestamente imposibles de ubicar, en las manos de las FARC, las guerrillas colombianas y luego escucharon sus conversaciones.
Pero la redada contra la guerrilla más secreta de América Latina –acusada de estar directamente involucrada en el narcotráfico hacia Estados Unidos y Europa– sí ocurrió realmente, dijeron varios funcionarios federales norteamericanos al Herald.
Las intercepciones de las comunicaciones de la FARC fueron mencionadas en una instrucción de cargos de siete altos líderes de las FARC y otros 43 comandantes por dirigir una red de tráfico de drogas de $25,000 millones responsable del 60 por ciento de la cocaína en las calles de EEUU.
No se sabe si las conversaciones secretas a través de los teléfonos satelitales proveídos por EEUU contribuyeron a la instrucción de cargos de los miembros de la FARC. Pero está claro que los teléfonos se entregaron a los altos líderes de las guerrillas, incluyendo su jefe principal, el comandante conocido como Mono Jojoy.
Los funcionarios estadounidenses dicen que la redada comenzó cuando los agentes de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) obtuvieron la cooperación de Nelson Urrego, un especialista en comunicaciones colombiano que supuestamente ayudó a coordinar embarques de cocaína de 10 a 15 toneladas mensuales para el Cartel del Norte.
Urrego fue capturado, condenado y encarcelado en la prisión de la Picota en Bogotá, en 1998. Mientras estaba allí conoció a Yesid Arteta, un importante miembro de las FARC que también había sido capturado, así como a Ferney Tovar, un supuesto mensajero de las FARC que ocasionalmente visitaba a Arteta.
Entonces Tovar era gerente general de Contrafluvial del Caguán, una compañía basada en su ciudad natal de Cartagena del Chairá, que usó sus 65 embarcaciones de motor para llevar gente y provisiones por el río Caguán, la principal ruta de transporte en esa parte del sureste de Colombia.
Tovar fue capturado el año pasado y afronta a una extradición a Estados Unidos por narcotráfico.
En una declaración jurada presentada por el fiscal federal de EEUU, Tovar es descrito como un «intermediario y ayudante de los miembros más poderosos de las FARC y distribuidor de narcóticos para esa organización».
Rufus Wallace, agente de la DEA en Miami, presentó otra declaración jurada en la que asegura que Tovar prometió proveer testigos colaboradores involucrados en el narcotráfico.
Tovar negó haber sido miembro de las FARC durante una entrevista reciente con el Miami Herald en la prisión de Cómbita, en Colombia. Pero confirmó abiertamente varios aspectos del negocio de los teléfonos satelitales.
Los funcionarios federales estadounidenses, que pidieron el anonimato por lo delicado del caso, dijeron que desde la prisión Urrego primeramente ofreció a sus contactos de las FARC sacar cocaína desde las áreas controladas por ellos para ser enviada a Estados Unidos.
Tovar le dijo al Herald que rehusó. El encausamiento sostiene que aceptó e hizo los arreglos para que varios cargamentos fueran enviados a Miami.
Tovar agregó que él y Urrego se mantuvieron en contacto y en una fecha del 2001 o 2002 –después de que Urrego cumplió su condena y fue liberado de la prisión– que éste le ofreció cuatro teléfonos de satélite, marca NERA, que permiten hacer llamadas telefónicas desde los lugares más remotos. Urrego fue liberado en septiembre del 2001.
De acuerdo con Tovar, Urrego, sostuvo que la localización de los teléfonos, la propiedad y el historial de las llamadas era técnicamente imposible de rastrear. Es más, Urrego dijo que nunca verían una cuenta de teléfono.
De hecho, los teléfonos de satélite fueron suministrados por la DEA y preparados por EEUU para escuchar las conversaciones, dijeron los funcionarios federales.
Tovar informó al Herald que envió a un mensajero para recoger los cuatro teléfonos en Panamá. Al regreso, uno de los teléfonos fue confiscado por la aduana colombiana. Tovar se quedó con uno y dio los otros a un comandante de las FARC conocido como Orlando Porcelana y a José Benito Cabrera Cuevas, del bloque sureño de los rebeldes.
Cabrera y su hermano, Erminso Cuevas Cabrera, se encontraban entre los 50 miembros de las FARC recientemente acusados en los Estados Unidos. Tovar informó que cree que Cabrera entregó más tarde su teléfono NERA a un miembro de menos rango de las guerrillas y que ambos teléfonos siguen en uso.
Agregó que en el 2004 Urrego le dio otros cuatro teléfonos, esta vez fabricados por la firma Thrane&Thrane, pero con las mismas supuestas características de seguridad.
Después de que los nuevos teléfonos llegaron a la región del río Caguán, prosiguió Tovar, le entregó uno a Jorge Briceño Suárez, conocido como Mono Jojoy, el jefe de las operaciones militares de las FARC y miembro de su alto comando. Suárez también fue nombrado en la reciente instrucción federal de cargos en EEUU.
Tovar se quedó con uno, dio otro a Cabrera y el último a un alto líder de las FARC conocido como Jairo Martínez.
El ardid para la redada a las FARC con equipo de comunicaciones monitoreado por EEUU fue revelado por primera vez en internet en el sitio de narconews.com, cuando publicó un memorando en el 2004 escrito por el entonces abogado del Departamento de Justicia, Thomas Kent, describiendo parcialmente la operación.
Un subsiguiente artículo publicado en El Nuevo Herald reveló el papel de Urrego –y el hecho de que proveyó a la DEA un video grabado por él secretamente en la cárcel sobre sus conversaciones en torno a los teléfonos con [Yesid] Arteta, el alto miembro de las FARC– aparentemente en un esfuerzo por demostrar su capacidad para infiltrarse en la organización rebelde.
La historia de Tovar también fue verificada al Miami Herald por un miembro de las FARC que participó en el negocio de los teléfonos satelitales, pero que continúa activo y no quiso que su nombre fuera publicado por temor a ser capturado.
Urrego ya salió de la cárcel y no pudo ser localizado para que comentara sobre este artículo. Arteta sigue en una prisión colombiana.
Y Tovar, que resultó herido cuando lo capturaron el año pasado, continúa en prisión, lamentando ahora el negocio de los teléfonos.
Afirma que usó sus teléfonos sólo para »conversaciones amistosas, para hablar no de drogas, sino con su familia y amigos». Insiste en que los comandantes de las FARC hicieron lo mismo.
Pero cuando le dijeron que la instrucción de cargos federales contra los comandantes de la guerrilla estaba basada en parte en la intercepción de las comunicaciones de las FARC, pareció resignarse.
»Fui engañado y atrapado», dijo al Herald. «Lo que iba a suceder, sucedió».

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