El ojo en los detalles (28 de febrero al 7 de marzo 2003)

 

Como ocurre en las demás áreas de la actividadpolicial, en las pesquisas sobre explosiones el cuidado de los detalles hace ladiferencia.  En tales casos, sinembargo, la actividad de los investigadores se dificulta desde el mismo inicio,pues a menudo la escena del crimen no se restringe a los confines de unahabitación, sino que abarca cuadras y hasta poblaciones enteras.

 

Luego de la voladura del vuelo 103 de Pan Amsobre el pueblo escocés de Lockerbie, en diciembre de 1988, fue iniciada lainvestigación criminal más ambiciosa hasta ese momento.  El Buró Federal de Investigaciones (FBI)designó a un equipo especial que colaboraría con los órganos de policíacientífica de Escocia e Inglaterra.  JamesThurman, explosivista del FBI recordó que la escena del crimen teníaaproximadamente 845 millas cuadradas. Toda esa área fue subdividida en cuadriláteros.  Los agentes tenían que ir de rodillas,prácticamente “peinando” cada pulgada en la búsqueda de las partes que cayerondel cielo tras la voladura.

 

Fueron diversos los factores que permitieronidentificar a los autores materiales de este atentado, que acabó con las vidasde 259 pasajeros y las de 11 habitantes de la localidad europea comoconsecuencia de los impactos de las partes que cayeron sobre ellos.  Pero el punto que inclinó la balanza segúnlos relatos disponibles fue el hallazgo de un pequeño circuito deradiotransistor marca Toshiba, adherido a una de las placas del tabaco delavión.  La parte fue a dar allí comoconsecuencia de la violenta onda de choque generada por la explosión delsemtex.

 

Al determinarse en pruebas de laboratorio lacantidad de explosivo utilizado, también pudo precisarse la localización de lamaleta.  La Samsonite estaba ubicada enel compartimiento de equipaje procedente de otros vuelos.  Luego fue encontrado el borde de otrocircuito, entremezclado con un ropaje que preservó su integridad a pesar de ladetonación y caída desde 15 mil metros. Esta pieza electrónica era idéntica a otras incautadas en casos deatentados en Togo y Senegal.  Al revisarlas partes completas, los pesquisas lograron determinar que el fabricante teníasu oficina en Zurich, Suiza.

 

Meister et Bolier –nombre de la empresa queconfeccionaba los circuitos- reveló que tanto los componentes hallados enLockerbie como los colectados en los países africanos fueron suministrados afuncionarios libios entre 1985 y 1986, dos años antes de los atentados.  Esto permitió el descarte de algunasvariables, y concentrar las energías en otras, que finalmente dieron con losnombres de dos agentes de inteligencia libios, directamente vinculados con elrégimen de Trípoli.

 

La pesquisa de Lockerbie no hubiese tenidoéxito sin un rastreo minucioso de la escena del crimen, independientemente delo extensa que ésta fuese.  Cada piezafue  fotografiada en el lugar de suhallazgo y guardada en forma individual para su posterior manipulación y análisiscomo posible evidencia. El procedimiento fue homogéneo, a pesar de las distintasnacionalidades de los funcionarios policiales involucrados en este trabajo.

 

También quedó demostrada la importancia decontar con un equipo especializado en el estudio de casos de terrorismo.  De no tener las bases de datos adecuadas,hubiese sido imposible determinar la analogía con los expedientes reportados enAfrica.

 

El caso Lockerbie, finalmente, dice mucho de lonecesaria que es la cooperación entre los órganos de policía judicial de losdistintos países.  Para laindividualización de los responsables de este crimen fueron necesarias más de14 mil entrevistas, realizadas por las autoridades británicas, escocesas,estadounidenses y alemanas.  Las pruebasde laboratorio fueron ejecutadas en tres naciones.  Aún así el intercambio de la información y las experticias fuerondesarrolladas siguiendo protocolos homogéneos. Catorce años después, en territorio holandés, fue posible llevar ajuicio a quienes habían colocado las bombas, en retaliación al ataque militarde EEUU sobre la capital libia.  Terrorismo,puro y simple.

 

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