La amenaza del fraude

Cuando se consulta en el diccionario de la Real Academia Española el significado de la palabra “fraude”, encontramos tres enunciados: “Acción contraria a la verdad y a la rectitud, que perjudica a la persona contra quien se comete”. “Acto tendente a eludir una disposición legal en perjuicio del Estado o de terceros” y “Delito que comete el encargado de vigilar la ejecución de contratos públicos, o de algunos privados, confabulándose con la representación de los intereses opuestos”.

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El fraude como delito, representa una seria amenaza a nivel local e internacional, tanto para las organizaciones, como para los individuos.

Una de las organizaciones más reconocidas a nivel internacional sobre el tema del fraude, es la Association of Certified Fraud Examiners. La ACFE es una organización sin fines de lucro con cerca de 75.000 miembros y presencia en más de 150 países. Dicha organización es la autora del documento “Report to the nations on occupational fraud and abuse”. (2016). Este informe cuya primera publicación se produjo en 1996, incluye valiosa información sobre indicadores que permiten cuantificar las pérdidas por fraude, las modalidades utilizadas, las características de los individuos que se dedican a este delito, así como de las organizaciones que son víctimas. Algunos de los datos de interés basados en 2.410 casos de fraude, en 114 países entre enero 2014 y octubre 2015, son los siguientes:

La región con el promedio más bajo de pérdidas por caso en dólares americanos, es el Sr de Asia (100.000) y el promedio más alto el Medio Este y África del Norte (275.000). América Latina y el Caribe se sitúan en 174.000 dólares de pérdidas.

En el 94,5% de los casos, quien realiza el fraude trata de ocultar sus acciones, principalmente mediante alteración o creación de documentos físicos.

Cuando los fraudes se evidencian mediante métodos de detección activa como por ejemplo el seguimiento o la vigilancia, las pérdidas y la duración de los escenarios son más bajos, que cuando se detectan accidentalmente o mediante la denuncia a cuerpos policiales.

Las pérdidas promedio sufridas en empresas grandes (más de 10.000 empleados) son iguales a las incurridas en empresas pequeñas (menos de 100 empleados), con la diferencia que el impacto para las últimas es mucho mayor. En contraste a estos datos, la mayoría de las pequeñas organizaciones tienen una menor tasa de implementación de medidas de control antifraude, que las grandes organizaciones.

En poco más del 40% de los casos, las organizaciones víctimas optaron por no canalizar los fraudes con las instituciones policiales, principalmente por el temor a los efectos de una mala publicidad.

La mayoría de los autores de fraudes habían incurrido en el delito por primera vez. Sólo el 5% de los perpetradores habían sido previamente condenados por delitos vinculados al fraude.

Los autores de los fraudes, tienden a manifestar ciertos comportamientos que deben servir de advertencia: un sistema de vida muy por encima de los medios que se supone normalmente tiene el individuo, resistencia excesiva a la aplicación de con­troles, problemas familiares recientes, una relación anormalmente estrecha con un proveedor o un cliente. Por lo menos una de estas “señales”  se manifestó en el 79% de los casos de fraude.

Se estima que una organización típica pierde el 5% de sus ingresos en un determinado año, a consecuencias del fraude.

Los casos de fraude objeto del estudio tenían una duración promedio de 18 meses, aunque en extremo algunos esquemas duraron más de cinco años con una pérdida promedio de 850.000 dólares

Los mecanismos de notificación de fraudes más comúnmente utilizados en las organizaciones son hotlines o “líneas calientes” (39%), correo electrónico (34%) y formularios en línea vía web (23%).

Aunque los delitos de fraude pueden ejecutarse en cualquier momento y existen múltiples motivaciones para ello, en momentos de crisis económicas ciertos individuos deshonestos consiguen la “excusa perfecta”, para poner en peligro los activos de las organizaciones públicas o privadas, sin importar la naturaleza y dimensiones de las mismas. Por tanto, es importante involucrar en las labores de prevención y control a trabajadores, clientes y proveedores, para conformar un sólido frente común en el combate a este tipo de delito.

Twitter: @alfredoyuncoza