Personalidad del delincuente sexual

Introducción
Es tarea de la sexología y la psiquiatría forenses poder establecer los aspectos de la personalidad de un delincuente sexual y diferenciar un caso de otro al reconstruir con la mayor exactitud posible la génesis y dinámica del fenómeno criminal en particular.
La personalidad del delincuente sexual, en este caso con características de modalidad serial, es el centro de nuestra investigación actual.
De manera tal que, el examen de todas las manifestaciones del accionar, las motivaciones de la conducta delictiva, etc., deben investigarse en función de la personalidad total del individuo y su inseparable contexto social y el perito médico debe descubrir el valor y la significación que ese mundo adquiere para el delincuente.
La significación y la intencionalidad de la conducta constituyen un todo organizado (portador de un sentido) que se dirige a un fin.
Diremos entonces, que la conducta sexual delictiva es una conducta concreta del individuo, expresión de su relación con la víctima en un lugar (espacio) y en una fecha (tiempo) determinados.
La dificultad del delincuente para aceptar la ley, significa desde el punto de vista social una alteración, violación o transgresión de la norma establecida que implica una anomalía adaptativa en el desarrollo de su personalidad.
El examen psiquiátrico general de los delincuentes sexuales seriales nos ha demostrado que el grupo mayoritario (80 al 90 %) no presentan signos de alienación mental franca, es decir, que son jurídicamente imputables.
De ellos, la inmensa mayoría está compuesta por individuos con trastornos de la personalidad, psicópatas antisociales y/ o sexópatas con o sin perturbaciones sexuales manifiestas ya sea disfunciones sexuales y/o parafilias o desviaciones sexuales.
Sólo algunos de este grupo, (excepción) hemos visto que presenten alteraciones neuróticas sobre todo de tinte obsesivo-compulsivas. El grupo minoritario, (10 al 20%) está compuesto por individuos que presentan graves problemas de personalidad de características psicóticas enajenantes, es decir, jurídicamente inimputables.
La creencia de que el delincuente serial actúa siempre impelido por fuertes deseos sexuales, se ha visto desacreditada en la actualidad, al menos como explicación genérica. Otro tanto ocurre con la aseveración consistente en calificar a los agresores sexuales seriales como enfermos mentales alienados.
La ausencia de enfermedad mental alienante sobre todo en los violadores es habitual, y por lo general, lo que se observa son individuos con conductas aprendidas en el marco de una socialización deficitaria.
Debemos distinguir el desviado sexual (parafílico) del delincuente sexual (transgresor de normas jurídicas). Así por ej: un exhibicionista puede ser un delincuente y un parafílico; un masoquista puede ser un parafílico y no ser un delincuente, un proxeneta puede ser un delincuente y no un parafílico; un sádico puede ser un parafílico y puede ser o no un delincuente, etcétera.
Semiología de la conducta delictiva
Para poder realizar una pericia médica sexológica correcta sobre un delincuente sexual, en este caso serial, debemos partir de
la realización de una buena semiología de la conducta delictiva.
Para ello se debe tener en cuenta el actor y el acto delictivo (ver esquema).
En el primer caso, por tratarse de un delincuente sexual, se debe hacer el examen de la víctima y el victimario, sobre todo de este último en lo referente a su biopsicogénesis individual y su sociogénesis o factor ambiental (mesológico); para configurar con su personalidad de base más las influencias ambientales, la historia vital que nos permita interpretar la criminogénesis o las causales para delinquir.
En el segundo caso, se debe investigar el acto delictivo, para a través de los mecanismos utilizados observar la criminodinamia del delito. El acto delictivo se debe estudiar antes, durante y después del hecho.
Por lo tanto, la conducta delictiva surge de la interacción entre un delincuente y un hecho delictivo.
Para los fines prácticos se debe tener en cuenta un trípode inseparable:
a) personalidad psicofísica del delincuente
b) criminodinamia
c) reacción del medio ambiente
Empezamos por el análisis de la víctima y el victimario.
La víctima
En el examen de la víctima se deben tener en cuenta:
Edad
La edad no suele ser determinante para ser víctima de un delincuente serial en tanto y cuanto ésta cumpla con las expectativas y motivaciones que requiere el victimario.
Número de agresiones
El agresor serial no suele tener un número límite de agresiones, por lo general el límite lo determina su detención o arresto.
Cuando las agresiones cumplen con un ritual homicida, el cuerpo de la víctima es el testigo del hecho y lo que permite hacer la interpretación psicodinámica de la agresión.
Cuando las agresiones terminaban en lesiones y, sobre todo, en atentados contra la libertad sexual, era un hecho común que las víctimas y testigos no hicieran la denuncia, con lo cual la impunidad del actor se prolongaba en el tiempo. En la actualidad se observa, en los tribunales, mayor número de denuncias que tiempo atrás y, la colaboración más eficiente de los testigos, favorece que el delincuente sea apresado mas rápido.
Condiciones físicas
No se han detectado condiciones físicas genéricas en las víctimas de los delincuentes seriales. Las características físicas de las víctimas dependen de la psicodinamia delictiva de cada actor. Es habitual observar que son
mujeres jóvenes, no necesariamente bellas, con ciertas particularidades que encuadran dentro del ritual del victimario.
Así las víctimas pueden ser niñas o niños, púberes, embarazadas, prostitutas, etc.
Circunstancias de lugar y tiempo
Los escenarios de los sucesos delictivos pueden ser variados y concordantes con la psicodinamia delictiva del delincuente.
Así se observa, en general, que los delitos pueden ocurrir en lugares ocasionales o predeterminados.
Los lugares ocasionales, son aquellos en que la víctima «aparece» en un momento no buscado pero que dadas las circunstancias y el hecho de cumplir con las «necesidades» del victimario, éste la agrede en el lugar que encuentra más apropiado a sus propósitos.
Los lugares predeterminados, son aquellos que forman parte del «programa» que elabora el actor para satisfacer sus necesidades agresivas.
Estos lugares pueden ser la residencia de la víctima, lugares exteriores como baldíos u obras en construcción u otros más sofisticados como colegios, conventos, oficinas, ascensores, etc.
Con respecto al momento de ataque, se observa que el día de la semana, el momento del día o la hora tiene que ver con el cumplimiento de un ritual que satisface las necesidades del actor, en cuanto suelen ser recordatorios de algún hecho de significación personal, el aniversario de algo que se tiene que reivindicar o vengar, etc.
Las lesiones producidas
Las lesiones que se observan suelen ser:
a) intimidatorias destinadas a acallar a la víctima o a someterla (contusiones en general);
b) motivacionales del acto violento para satisfacer las necesidades agresivas (que van desde golpes, violaciones, hasta homicidios, etc.) a través de heridas, traumatismos, mordeduras, contusiones, estrangulamiento, etc;
c) de ensañamiento como lesiones punzocortantes múltiples, golpes de cráneo, descuartizamiento, etc, así como marcas o leyendas que son como la firma identificatoria del autor, en franco desafío intelectual con los investigadores, o como forma omnipotente de vanidad delincuencial.
En los casos en que se observan además lesiones genitales, paragenitales y extragenitales, se puede pensar en la motivación sexual de la agresión o en lesiones específicas de atentados contra la libertad sexual (delitos sexuales o contra la honestidad).
En general el delincuente serial casi siempre tiene en forma primaria o secundaria una intencionalidad sexual en su agresión.
El daño psíquico emergente
Las víctimas que han sobrevivido al ataque de un delincuente serial por lo general suelen padecer por largo tiempo las consecuencias psíquicas al mismo. En la inmensa mayoría de ellas el daño psíquico emergente que presentan se traduce en perturbaciones mentales que requieren tratamiento psiquiátrico. Las secuelas habituales suelen ser fobias con perturbaciones sexuales cuantitativas de tipo disfuncional.
Consecuencias de la acción policial y judicial
Las denuncias que realizan las víctimas de un agresor serial suelen traerle efectos perniciosos ya que el interrogatorio, las declaraciones, el reconocimiento de sospechosos, el tener que aportar pruebas, los exáme
nes periciales, etc., la obligan a revivenciar el hecho.
La curiosidad morbosa de la gente, de los allegados, conocidos, y hasta de amigos y familiares aunque con buena intención, actúan como factor realimentador traumático que le impiden la elaboración rápida del trauma psíquico.
Si el hecho, por tratarse de un delincuente serial, tuvo repercusión pública, el asedio periodístico también suele ser un factor conflictivo para la víctima.
Importancia del interrogatorio científico de la víctima
Las víctimas de un agresor serial suelen describir mal a sus agresores quizás como producto del impacto del hecho que le ha acaecido.
No obstante lo expresado, el interrogatorio de la víctima es de capital importancia para obtener datos que orienten acerca de la personalidad y características físicas del victimario, su estatura, edad, tipo constitucional raza, vestimenta, fisonomía, señas particulares, etc.
El delincuente serial suele adoptar un comportamiento similar cada vez que ataca a sus víctimas. Suele vestirse de la misma manera particular, hecho que permite a veces su más fácil identificación, ya que las víctimas suelen coincidir en la descripción de su atuendo, así como con ciertos comportamientos que se reiteran en los distintos hechos que realiza.
El victimario
Cuando se estudia al actor debemos tener en cuenta los factores individuales (biopsicogenésis) y los ambientales o mesológicos (sociogénesis).
Biopsicogénesis
Se investigan factores tales como:
Edad
Los delincuentes seriales suelen ser adultos jóvenes o de mediana edad. Es raro observar a menores de 18 años y mayores de 50.
Vestimenta
Como se ha dicho, la vestimenta que luce el delincuente serial suele ser siempre la misma cuando realiza el acto agresivo. La vestimenta forma parte de un ritual que tiene un simbolismo particular para el agresor, razón por la cual, como si fuera un «uniforme de combate», siempre utiliza el mismo atuendo.
Cada agresor utiliza un equipo personal. En general no es frecuente que el delincuente utilice un traje, salvo aquel caso en que el modo operandi requiere de tal vestimenta, por ejemplo, para seducir mujeres en confiterías de lujo y luego ir a un Hotel o la residencia de la víctima, drogarlas, robarles y eventualmente violarlas.
Lo habitual es que usen pantalón, campera, zapatillas y algún atuendo destacado como pañuelo, bufanda, alguna cadenita, etc., y adopte algún gesto o actitud particular. Así en las crónicas aparece su identificación justo por estos hechos particulares «el de la campera de cuero negra», «el de la bufanda», etc.
Estado civil
Se observa que predominan los solteros, de personalidad inmadura e inestable, de 30 a 40 años, dependientes emocionalmente y habitualmente hijos únicos que conviven simbióticamente con su madre, por general viuda y dominante.
Aspecto psicofísico
Difícilmente el delincuente serial presenta la imagen del «perverso lombrosiano»es, por lo contrario, un individuo que a nivel social se comporta en forma cordial, se muestra saludable, seductor, educado, es por lo general inteligente y astuto, con lo cual su criminalidad pasa desapercibida en el ámbito de la comunidad y hasta para los conocidos y, si tiene un trabajo estable, también para sus compañeros laborales.
Paralelamente, cuando desarrolla su «actividad delictiva», desdobla su personalidad, adopta otra identidad (en realidad la auténtica, ya que la social es una postura) y no sólo cambia su conducta social habitual sino que esta representación da paso a su verdadero comportamiento ritualizado y estereotipado que sigue los designios de su conducta perturbada y delictiva.
Así se observa una serie de características especiales que lo identifican y a veces el periodismo lo apoda por ello con alias como «el loco del martillo», «el sátiro de la carcajada», «la viuda negra», etc.
A nivel psíquico, suelen ser alfabetos, de buen cociente intelectual, algunos con nivel de estudios secundarios y hasta terciarios. En estos casos por lo general en forma incompleta por alguna frustración o conflicto.
Excepcionalmente se han registrado seriales con características «lombrosianas» y de escaso nivel intelectual como el recordado «petiso orejudo». El lenguaje que suelen utilizar durante la ejecución del acto delictivo propiamente dicho es el de las amenazas, insultos, descalificación, agresión, procacidad, auto revalorización, venganza, etc.
Ocupación
Casi en todos los casos los delincuentes seriales tienen trabajos efectivos y se comportan en ellos en forma responsable, suelen ser puntillosos y cumplidores, obteniendo de los dueños, jefes o autoridades reconocimiento y buenas referencias. Algunos trabajan por su cuenta, otros tienen un buen pasar familiar y se dedican a tareas recreativas, hobbys, coleccionan objetos artísticos, poseen refinados gustos culturales o realizan acciones de beneficencia en la comunidad, en actitud paradojal con sus tendenciasdelictivas.
Los que tienen hijos, suelen ser padres rígidos y autoritarios e imponen una férrea disciplina familiar con total oposición a los comportamientos transgresores que cumplen durante su actividad delictiva.
Modalidad de la actividad sexual
La modalidad de la actividad sexual que realiza tiene que ver con la forma de compensar las dificultades sexuales que sabe que presenta cuando intenta una relación convencional.
De manera tal que la agresión sexual ya sea violenta o intimidatoria suele ser un estímulo erótico compensador de la hiposexualidad que presenta habitualmente frente a una relación convencional.
Si bien se ven ataques bajo la forma de violación, ya sea por vía vaginal o anal, también se observan, con bastante asiduidad, ataques sin acceso carnal, es decir, por ejemplo, a través de equivalentes agresivos sádicos con lo que logran la detumescencia orgásmica.
Antecedentes penales
Es raro que presenten antecedentes delictivos de otra índole, aparecen debutando con una serie de delitos similares que motivan su detención, a veces luego de largo período de búsqueda.
Los que poseen antecedentes suelen ser por hechos similares en otras regiones del país o que fueron recientemente liberados y han reincidido rápidamente.
Así como hay delincuentes seriales que presentan una doble vida entre la imagen social y la delictiva, se encuentran también algunos que tienen una doble vida dentro del ámbito delictivo, es decir, presentan una «carrera» delincuencial habitual, casi siempre como ladrones y la «auténtica» de agresor serial. A veces utilizan la primera para lograr la segunda.
Personalidad social
No es cierto la noción generalizada de que estos delincuentes sean torpes y agresivos o con antecedentes de conductas sociales violentas y menos libertinos sexuales. Es de excepcional observación que las conductas delictivas seriales se den en pornógrafos o «liberados sexuales» o personas que se vanaglorian socialmente de su vida sexual abiertamente. Lo habitual es que se dé en reprimidos sexuales, introvertidos, timoratos, mojigatos, misóginos o dependientes afectivos, sobre todo de la madre.
Estado mental
No es común ver delincuentes seriales francamente alienados (psicóticos), lo habitual es ver trastornos de la personalidad y delincuentes psicópatas instintivos sobre todo a nivel gregario y sexual, es decir, que descargan su agresión contra lo humano del medio circundante al que no se adaptan. Las variantes esquizoide e histeroparanoide son las de mayor prevalencia.
El delincuente serial por lo general se mimetiza en el medio social para pasar desapercibido, como ya hemos dicho.
Los neuróticos obsesivo-compulsivos si bien están descriptos, no son de observación tan frecuente como habitualmente se cree.
Sociogénesis
Se deben investigar también los factores ambientales que han influido para forjar el desarrollo de la personalidad básica del actor. Para ello se debe tener en cuenta:
1) la personalidad del individuo que delinque y
2) su inseparable contexto social.
La personalidad del delincuente debe ser el centro de nuestra investigación, porque es la unidad a la que quedan referidas todas las manifestaciones de su accionar: conducta, motivación, etc., por lo tanto el estudio de la conducta delictiva debe hacerse en función de la personalidad total del individuo (comportamiento de acuerdo a su historia vital) y su inseparable contexto ambiental, muchas veces socialmente deficitario.
La dificultad del delincuente para aceptar la ley implica dificultades en el desarrollo de su personalidad. A su vez, desde el punto de vista social, significa una alteración, violación o transgresión de la norma establecida.
En el caso del delincuente sexual serial no siempre se encuentran circunstancias socioambientales desfavorables que hayan influido decididamente para explicar su conducta delictiva.
En la inmensa mayoría de los casos se observa que la psicogénesis (traumas psíquicos personales) tiene mayor predominancia que la sociogénesis (factores ambientales). No obstante ello se debe investigar el marco social donde el delincuente se crió, es decir, su grado de educación y escolaridad, su relación parental, el grado de marginalidad social, experiencias laborales, abandono familiar, antecedentes delictivos de menor, etc.
Siempre se ha insistido en acentuar la diferencia que existiría entre el individuo delincuente y el hombre socialmente adaptado.
Sin entrar en polémicas estériles se puede decir que es evidente que existe en el delincuente una historia personal con determinadas características, un contexto social y ciertas disposiciones que fallan en determinadas circunstancias que explicarían las conductas delictivas en general y las sexuales en particular.
Criminogénesis
La criminogénesis, o la explicación de las causas que tuvo el delincuente sexual serial para delinquir, es la resultante del estudio de su historia vital, es decir, que tiene importancia capital el perfil de personalidad básica del actor (factor individual o biopsicogénesis) y de las influencias ambientales (factor mesológico o sociogénesis).
Así, se observan con frecuencia alteraciones psicopatológicas de cierta significación. Como ya dijimos, son individuos inestables, inmaduros, proclives a la agresividad frente a la frustración, hostiles, reprimidos, con baja autoestima, necesitados de afecto, inseguros, timoratos, temerosos, etc.
En el caso particular del violador serial típico se observa habitualmente una personalidad agresiva con fuerte componente sádico y con gran hostilidad consciente o inconsciente hacia la mujer (sentimiento de inseguridad) y temor sobre su masculinidad.
Se debe recordar que el violador se diferencia del sádico genuino en que aquél ejerce la violencia para someter a la víctima posesivamente (penetración peneana) a diferencia de éste que puede obtener placer por la violencia ejercida sobre la víctima aunque no medie la penetración, es decir el objetivo es la violencia.
El hecho sexual punible está dado por la actividad sexual ejecutada mediante violencia, engaño, coacción física o psíquica a otra persona o con un menor de edad.
El violador serial no suele presentar las manifestaciones clásicas del violador ocasional, es decir, las del psicópata impulsivo o explosivo, el alcohólico, el deficiente mental, el psicótico, o los violadores culturales (culto de la fuerza, el poder y el machismo), que ejerce el acto violatorio porque su impulso o las circunstancias se lo posibilitan.
El acto violento sexual responde, en general, a la necesidad del delincuente sexual serial de:
a) Reafirmar su poder en el sometimiento de la víctima que siente que lo ha traicionado (por lo menos en sus fantasías). El acto violento viene a compensar o reafirmar su dominio (superioridad sexual) frente a la inseguridad sobre su capacidad que lo tortura. (compensación con un «plus» de un «mi-nus»).
b) Lograr una gratificación orgásmica libidinal en el sometimiento, es como la «solución última» del violador frente a su conflicto para obtener placer orgásmico.
La utilización de la fuerza (agresión) tiene por objetivo la detumescencia, ya que a través del peligro o la violencia logra lo que no consigue en una actividad sexual convencional.
c) Afirmación sociocultural machista en forma excepcional ya que habitualmente esta necesidad se expresa a través de violaciones en gavilla como una forma grupal de prepotencia masculina para reafirmar la identidad sexual escudándose dentro de un grupo de protección.
En el caso de los delincuentes seriales, esta expresión es poco frecuente ya que casi siempre actúan solos.
De manera tal, que las motivaciones más comunes que se observan en los delincuentes seriales para la ejecución del acto agresivo según la personalidad del agresor son:
La hostilidad
El agresor hostil emplea por lo general más violencia de la necesaria para consumar el acto, de modo tal, que la excitación sexual es consecutiva de la propia exhibición de fuerza al tiempo que es una expresión de rabia hacia al agredido, es decir, debe infringir daño físico a su víctima para lograr excitación sexual.
Es un agresor por venganza o reivindicación que quiere desquitarse mediante la agresión de todas las injusticias reales o imaginarias que ha padecido en su vida.
Puede encontrarse antecedentes de haber sufrido malos tratos en la infancia, ser hijo adoptivo o de padres divorciados. Su percepción de sí mismo es la de «macho», suele estar casado y es descripto por su familia como impulsivo y violento.
Es frecuente la observación que cuando estos individuos realizan actos agresivos sexuales, éstos suelen estar precedido por algún conflicto anterior recurrente que les detona la agresión. Luego se descargarán contra la víctima empleando cualquier arma a su disposición y ejecutarán sobre ella (a la que pretenden atemorizar) cualquier vejación y humillación y, por venganza proyectada, pueden llegar hasta el asesinato si ésta opone mucha resistencia. Los asaltos pueden tener una ritmicidad de semanas a meses.
La afirmación
El agresor dependiente utiliza la violencia para afirmar su poder en un intento de elevar su autoestima. Cuando se trata de un minusvalente sexual vemos que se impone como meta la posesión sexual violenta de su víctima como forma de compensar la frustración que siente y vive.
Por la sistemática mala elección que realiza del objeto amoroso suele sufrir desaires reiterados bajo la forma de rechazo, burla o desprecio. Este hecho va minando su capacidad adaptativa ya que se frustra ante cualquier acercamiento amoroso que intenta.
Luego, frente a la incapacidad de obtener el objeto deseado a través de la seducción, actúa utilizando la violencia para lograr su objetivo y reafirmar así su poder sometiendo a la víctima.
Frente al despecho, el actor motivado fundamentalmente por el deseo de demostrar a la «traidora» su competencia sexual, la hace víctima de una agresión reivindicatoria. Como su inadecuación emocional se mantiene, nuevamente «elige» mal a sus presuntas parejas tornándose un agresor serial. Es decir, la violencia sexual es el medio por el cual el sujeto afirma su identidad personal y sexual.
No obstante ello, por las características de su personalidad, suele ser el menos violento de los agresores sexuales (premedita y rumea largamente la decisión del acto agresivo) así como también es el menos competente desde el punto de vista social.
Este tipo de agresor suele aparecer como un individuo de bajo nivel cultural, tiende a permanecer soltero y a vivir con sus padres. Tiene pocos amigos, no logra pareja sexual estable y usualmente es una persona pasiva, poco atlética.
Algunos presentan desviaciones sexuales como el fetichismo, transvestismo, exhibicionismo, voyeurismo o disfunciones sexuales como la impotencia erectiva o la eyaculación precoz.
Su agresión sexual es una materialización de sus fantasías, de ahí que opere bajo la idea de que sus víctimas realmente disfrutan de la violencia sexual en forma oculta, razón por la cual, pueden llevar o conservar un diario de sus asaltos. Estos asaltos suelen continuar por sus problemas de personalidad hasta que es atrapado.
El sadismo sexual
La violencia sádica no suele ser la expresión de una explosión de agresión, sino un asalto premeditado. La perpetración de lesiones a la víctima provocan en el agresor una satisfacción sexual ascendente en modo de espiral a medida que avanza la agresión.
La agresión sádica, en la inmensa mayoría de las veces, no tiene expresión coital (verdadero sadismo). Cuando se trata de un violador con características sádicas, vemos que éste utiliza la agresión en forma desplazada, ya que la víctima no suele jugar ningún rol directo en el desencadenamiento de la agresión porque no es la fantasía de posesión sexual la que motiva la agresión inicial. Aquí la violación tiene el sentido de agraviar y humillar a la víctima empleando el sadismo.
De todos los tipos de violadores es el más peligroso. El propósito de la violación es la expresión de sus fantasías sexuales sádicas (no por deseo coital) y tiende a dañar a sus víctimas psicofísicamente a través del coito para lograr su fin. Muchos tienen una personalidad antisocial y son agresivos en su vida diaria.
Suelen tener antecedentes de malos tratos familiares y provenir de hogares desorganizados y con padres proclives a las desviaciones o represiones sexuales, situaciones por ellos experimentadas.
De especial interés resulta el hallazgo de que las personas con trastorno sádico de la personalidad suelen registrar historias de abusos físicos o sexuales en la infancia, de abandono, hospitalización prolongada, de muerte o separación parental, etc.
En la edad adulta pueden estar casados y ostentar una posición social de clase media, gozando a veces hasta del respeto de sus vecinos. Se trata de una persona inteligente que planea bien sus asaltos y que no es fácil de apresar.
Su agresión está dirigida a disfrutar horrorizando a la víctima, de ahí que utilice parafernalia variada y un ritual de ejecución.
Puede ir perfeccionando el mismo y llegar a matar a sus víctimas convirtiéndose en un «serial killer» (asesino en serie).
La periodicidad de sus ataques no está establecida y dependerá de los planes que establezca, las motivaciones de los mismos, el uso de drogas, y/o alcohol, etc.
La agresión como rasgo de personalidad, está reconocida desde hace mucho tiempo, pero no existe todavía el diagnóstico clínico correspondiente.
Los rasgos de personalidad sádica fueron descriptos por analistas como K. Horney y E. Fromm y conductistas como Millon que habla de la personalidad agresiva.
El trastorno sádico de la personalidad se encuentra incluido en el DSM IV dentro de las categorías propuestas que requieren estudios ulteriores (trastornos pasivo-agresivos).
Para nosotros, la personalidad sádica tiene un patrón de conducta cruel, vejatoria y agresiva utilizada con el fin de establecer una relación dominante.
Este tipo de conducta, esta «manera de ser» es egosintónica, por lo que el sujeto no buscará atención médica y solamente si se ven envueltos en algún problema con la justicia (por ej., maltrato a la esposa o los hijos o cualquier otra consecuencia derivada de su conducta sádica) serán evaluados médicamente en un contexto forense.
Por lo expuesto, pensamos que debe llevarse a cabo un estudio psiquiátrico pormenorizado de la personalidad de estos sujetos para destacar la presencia de un trastorno de la personalidad (antisocial, paranoide, narcisista, bordeline), si tiene dependencia de drogas o antecedentes de episodios psicóticos de características básicamente esquizofrénicas, así como también la posibilidad de encontrarnos con un caso de simulación (aparentar ser psicótico).
El impulso sádico no siempre es la expresión de una personalidad sádica y tendría distintas interpretaciones de acuerdo al diagnóstico del trastorno que presente el actor. Cuando el impulso tiene una intencionalidad determinada se trasunta por una conducta sádica.
Así la conducta sádica derivada de un proceso psicótico (por ej., esquizofrénico) siempre que exista relación directa demostrada entre la acción y la patología psicótica debe estar incluida como un síntoma más dentro del más amplio cuadro clínico que se padece (alucinaciones o vivencias delirantes).
A veces debuta con crimen inmotivado de inusitada violencia, que en algunos casos puede ser la más extrema, dependiendo del trastorno psiquiátrico al que se encuentre ligada.
La impulsividad
El agresor impulsivo, no es habitual encontrarlo entre los seriales ya que la acción es el resultado de aprovechar «la oportunidad» que se le presenta en el transcurso de otros hechos delictivos, como por ejemplo, el robo, la violación de domicilio, el encontrar sola a la víctima, etc., hecho que no responde a la modalidad delictiva de los delincuentes seriales.
De manera tal, que se debe distinguir el agresor sistemático (patrón de conducta) del agresor ocasional que lleva a cabo su agresión bajo la influencia de un impulso (a veces sádico) o algún tóxico (alcohol y /o drogas) o por alguna circunstancia imprevista o por presentar algún trastorno mental agudo o transitorio.
La degradación
El agresor degradador, que produce delitos ritualizados y reiterados, somete primero a la víctima a una seducción o acoso iterativo, no se preocupa por ocultar su identidad ya que especula con el temor que despierta en la víctima y hará que ésta calle a través de la intimidación, la coacción o por sentir vergüenza.
La violación surge así como inevitable y la violencia puede incrementarse con las violaciones subsiguientes, llegando a planear ciertos aspectos de las mismas como ir armado o ejercer un sinnúmero de coacciones sobre la víctima, la que se siente degradada e indefensa ante cada nueva agresión.
El acto delictivo
Criminodinamia
En el estudio de la criminodinamia se debe tener en cuenta:
a) La caracterización del delincuente
No se trata de una entidad nosológica propia. Seeling los denomina «delincuentes por falta de dominio sexual» y agrupa a violadores, incestuosos, pedófilos, exhibicionistas, sádicos, masoquistas, homosexuales, zoofílicos, voyeristas, transvestistas, etc.
Nosotros observamos que sólo algunos son básicamente parafílicos o desviados pero casi todos son astutos y temerarios.
No son frecuentes los cuadros de alienación entre estos delincuentes, así como tampoco suelen encontrarse drogadictos ni alcohólicos.
El delincuente sexual serial es peligroso por su «forma de ser», su conducta delictiva es egosintónica con su personalidad anómala (no necesariamente enferma), y la proclividad a la agresión sexual, con secuencias temporales del ataque sin cómplice.
Las conductas agresivas son voluntarias y sin compulsiones, con un móvil de gratificación personal y no económica.
Es frecuente observar que coleccionan objetos de sus víctimas sin valor económico.
Son proclives a la reiteración de delitos similares (patrón de conducta). No realizan otros delitos, y son raros los actos de pillaje.
Entre los mecanismos utilizados con más frecuencia por los delincuentes sexuales seriales se encuentran:
b) Armas utilizadas
El sujeto delincuente serial suele actuar en silencio, de allí lo infrecuente de la utilización de armas de fuego. Lo usual es el empleo de un arma blanca (cuchillo, navajas, destornilladores, etc.) ya sea para amenazar, intimidar, o eventualmente, dar muerte a su víctima. En este último caso es frecuente la utilización de la asfixia mecánica o los golpes en el cráneo.
c) Lugar de elección del ataque
El delincuente serial actúa casi siempre siguiendo un ritual, dentro de una misma zona a la que estudia puntillosamente y que tiene una significación especial dentro de todo el contexto delictivo.
Es como un coto de caza que conoce perfectamente y que investiga en sus mínimos detalles y en la cual «elige la presa» que debe encuadrar dentro de su patrón delictivo o cumplir con sus necesidades impulsivas particulares.
Para ello algunos agresores seriales llevan un diario de sus víctimas, un plano de los lugares donde van a llevar a cabo sus ataques, o un mapa detallado de los puntos donde ya los hayan realizado.
Es común también, que informen a los investigadores de sus crímenes o a los periodistas sobre los hechos que realizan dándoles pistas sobre los hechos que han realizado o avisando sobre los que están por realizar, en abierto desafío intelectual, compitiendo en astucia, hecho que los lleva a exponerse cada vez más peligrosamente «jugando al gato y el ratón» lo que les despierta un enorme placer sadomasoquista y un oculto deseo inconsciente de ser atrapado y castigado.
d) Planificación y lugar de acecho
No es habitual encontrar (contra la creencia popular) que la reiteración de actos delictivos sean el producto de conductas irrefrenables o compulsivas en estos delincuentes. Todos los casos que hemos observado premeditan cuidadosamente los hechos y se toman todo el tiempo que sea necesario para cumplir con el ritual que satisface sus necesidades.
Sólo si fracasan en su plan por algún imponderable, se frustran y hasta pueden llegar a descontrolarse, pero es habitual que controlen sus impulsos para lograr sus objetivos y no se exponen desaprensivamente a ser atrapados (como ocurre con los compulsivos) salvo que en la lucha u obstinación por cumplir con el ritual del plan elaborado egocéntricamente o por presentar un franco desafío con la autoridad, se expongan a ser atrapados en un juego peligroso de vanidad y omnipotencia.
Los lugares de acecho suelen ser los vehículos públicos, la calle, las circunstancias de encuentros ocasionales «con la futura víctima», lugares de recreación como bailes, confiterías, bares, etc.
e) Medio de movilización
Utilizan el medio de movilidad que mejor se ajusta a sus necesidades delictivas. Pueden ir a pie, en bicicleta, moto, vehículos públicos (sobre todo si allí viaja la víctima y desciende con ella), y mucho más sofisticadamente en su automóvil, donde reúne y tiene preparados los elementos que requiere su plan.
f) Modus operandi
En general se realiza a través del ataque sorpresivo o el traslado de la víctima bajo amenaza de arma al lugar que tiene establecido para consumar el hecho.
No obstante, se han observado también formas más sutiles, como la seducción, el engaño, la coacción, etc., siendo una conducta premeditada, anterior a la ejecución del acto delictivo propiamente dicho.
Reacción del mundo circundante
Cuando el hecho delictivo serial toma conocimiento periodístico o social, se produce el pánico en el ambiente.
A veces, aparece la patrulla de vecinos que exigen castigos severos (pena de muerte). La histeria colectiva estimulada por la imaginación favorece las falsas denuncias y acusación a inocentes.
En algunos casos se ha visto la atracción sexual de algunas mujeres por el criminal con el que llegan hasta formar pareja (enclitofilia de Loccard).
Conducta delictiva
De la interacción entre el delincuente y el delito que comete surge la conducta delictiva de ésta debe evaluarse en general el antes, el durante y el después del hecho.
El asesino serial que habitualmente se observa, es por lo general un varón introspectivo, tranquilo, reservado, distante, de buenos modales, agradable, sin amigos, solitario en sus decisiones, hipobúlico, tímido, estudioso. Suele ser fácilmente descartado como sospechoso por su historia de persona pasiva que no reacciona frente a la violencia. Ordenado, meticuloso, pulcro, es común que no fume, beba ni consuma drogas y si lo ha hecho, no es un adicto. Suele ser mojigato y condena la obscenidad, la vulgaridad y las palabras soeces.
Es particularmente propenso a delinquir cuando ha sufrido una pérdida en su autoestima, se han burlado de él, ha sido rechazado sexualmente o han cuestionado su masculinidad.
Compensa con el acto delictivo esta situación de minusvalía recuperando su narcisismo, su egocentrismo y su vanidad hasta estar convencido de su poder al llevar acabo sus delitos y escapar de la investigaciones policiales por ser más inteligente.
Quiere ser notorio antes que ignorado, y pasar a la historia como el criminal más importante (vanidad delincuencial). Es por ello que suele hablar, leer y hacer comentarios a personas sobre las noticias que se refieren a su accionar (antes de ser capturado) manifestando opiniones punitivas muy fuertes sobre lo que se debería hacer con el asesino cuando lo detuvieran.
Tras una fachada distante existe una profunda agresividad que no puede expresar. Imagina escenas que luego interpreta en sus agresiones. Su inteligencia le permite planear detalladamente el delito con mucha anticipación para luego poder evitar con éxito las investigaciones policiales.
En el momento del crimen se excita mucho, se transforma, adquiere la seguridad que le falta y el impulso sexual asume el control de sus acciones.
Por lo general, luego del hecho no tiene remordimientos, no tiene piedad por sus víctimas ni está preocupado por las connotaciones morales de sus actos a los que alude sin mayor resonancia afectiva.
De manera tal que el delincuente serial de modalidad sexual habitual no es un psicótico, ni un insano, ya que conoce la naturaleza y la calidad de sus actos y sabe que son malos. No sólo no cometería el hecho si hubiera alguien que lo viera, sino que tampoco lo haría si pensara que hay alguna posibilidad de ser apresado.
De acuerdo con la «Regla de M’Naghten» una persona carece de responsabilidad penal sólo cuando carece de juicio moral. En los EEUU añadieron a la prueba de responsabilidad penal la del «impulso irresistible». Esta prueba se basa en una fórmula desarrollada en 1869, en New Hamsphire, en el caso Estado/Pike por Isaac Ray y el Juez Charles Doe, donde se hizo una pregunta que quedó como popular: ¿habría sucumbido la persona a ese impulso de tener un policía al lado?.
Algunos autores hacen hincapié que los asesinos seriales estan obsesionados con fantasías sexuales desde mucho tiempo antes de la realización de los asesinatos, hecho que tiene importancia capital, por cuanto, por un lado comparten importantes similitudes con otras parafilias como el exhibicionismo y la pedofilia y por otro, porque nos sitúa en el camino de la comprensión psicodinámica de la conducta del sujeto.
Estas asociaciones son importantes porque sugieren que las condiciones necesarias para el desarrollo de un tipo de preferencia pueden estar facilitando el desarrollo de otras.
El CIE 10 habla de anomalías múltiples de las apetencias sexuales (F65,6) y ninguna de ellas es de primer grado. La combinación más frecuente es la de fetichismo, transvestismo y sadomasoquismo.
No obstante ello en el análisis del delicuente sexual serial se deben tener en cuenta todos los factores y no se debe descartar el estudio completo de su personalidad, debiendose incluir el examen neurológico de su cerebro ya que puede existir la posibilidad de que presente una desinhibición instintiva consecutiva a una patología cerebral grave.
Cuando el hecho tiene un componente emocional inicial que catapulta la acción violenta, la mediatización sería más límbica que prefrontal. La incapacidad para inhibir la acción tendería a la «perseveración» de sus acciones, recayendo en las mismas con mucha facilidad siendo resistentes a toda socialización.
En 1972, Goldar y Outes expresaron que los impulsos nacidos en el cerebro externo posterior no sólo se dirigen al cerebro externo anterior para iniciar las respuestas psicomotoras voluntarias o motoras reactivas, sino que también alcanzan la corteza temporal basolateropolar para proseguir hacia el cerebro interno y, de esta forma, originar respuestas vitales instintivas.
A su vez, los impulsos nacidos en el cerebro externo anterior se dirigen, desde la corteza orbitaria anterior y por medio del fascículo uncinado, a la corteza temporal basolateropolar; en esta última interaccionan con los impulsos de origen cerebral posterior.
Cuando por alguna razón se destruye la corteza orbitaria anterior, el cerebro interno responde exclusivamente a los impulsos que llegan desde el cerebro posterior, por lo tanto los mecanismos vitales del sistema límbico permanecen desinhibidos; los procesos psicomotores volitivos del lóbulo frontal no pueden influir sobre la excitabilidad límbica y todas las experiencias sensoriales pueden
generar, de manera inmediata, reacciones instintivas, configurando una franca patología orgánica cerebral.
A manera de síntesis graficamos las características que según la patología psiquiátrica se pueden detectar y sus implicancias antes, durante y después del acto.
Algunas consideraciones médico legales
En psiquiatría forense es de capital importancia tener un concepto claro sobre términos como agresión y violencia, sobre todo para comprender, desde el punto de vista sexológico, la problemática de la violencia sexual.
La agresión implica el ataque a una persona con la intención de causarle daño, es decir, es la conducta por la cual una persona inflige daño a otra.
Frente a lo objetivable (conducta), surge la necesidad de explicar la intención (motivos).
La violencia es, como la agresión, una conducta que produce daño, pero existe la tendencia a utilizar el término violencia cuando la acción es muy intensa e involucra a múltiples víctimas.
Toda conducta violenta es mejor comprendida como el resultado de una interacción entre la personalidad previa del actor, su estado actual, su situación interpersonal y el contexto social en que desarrolló el acto agresivo.
Así, por ejemplo, si el comportamiento sexual de una persona daña el cuerpo o la salud de otro, distorsiona la sexualidad de un menor, aunque medie consentimiento de quien lo sufre, constituye un delito, ya que, la producción de lesiones está contemplado en los art. 89, 90 y 91 del CP.
Los actos de violencia contra las personas por motivos sexuales (al decir de Mayer-Gross, 1958) constituyen una parte importante de todos los delitos serios y pueden llegar a adquirir las formas más inhumanas de asesinato.
El crimen por placer constituye casos extremos de sadismo donde la víctima es asesinada y a veces mutilada con el fin de provocarle al ejecutante gratificación sexual (orgasmo por el acto violento y no por acción coital).
El llamado crimen sádico serial (parafilia como móvil del homicidio) está contemplado en el art. 80 inc. 4º del C.P. (homicidio por placer) ya que la causa y la razón del hecho tiene un origen sexual.
Quedan descartados aquellos en que la muerte es el resultado de una violación (ocultación del delito, art. 81 inc. 7º del C.P.) y la actividad necrofílica (el cadáver es una cosa, es decir, no hay homicidio, por lo tanto no hay delito).
En ciertas ocasiones un cuadro de automutilaciones puede inducir a error en el diagnóstico diferencial con el homicidio sádico.
Aunque las automutilaciones son raras en sus formas letales, pueden representar un problema diagnóstico en medicina legal, puesto que pueden simular un crimen sádico.
Lo importante con relación a la asfixia sexual es lo relativo al diagnóstico diferencial, dado que la víctima de asfixia sexual puede serlo de un homicidio secundario. Una agresión sexual (por ej., violación) puede terminar en homicidio por estrangulamiento.
La observación de criminales seriales con motivación sádica no es frecuente. Tampoco es habitual encontrar insanos (alienados o enajenados de larga data) entre los seriales.
Lo que es frecuente es hallarlos en la literatura y la bibliografía. Allí se citan ejemplos temibles de asesinos sádicos que degüellan, decapitan, estrangulan, o mutilan a sus víctimas con más o menos ciega impulsividad o con un refinamiento llevado al máximo de crueldad.
Algunos de estos casos descriptos buscan un tipo definido y concreto de víctima; otros matan en forma indiscriminada y en serie, muchos buscan niños, otros animales.
Se trata de individuos que suman, a la tendencia homicida, un auténtico interés sexual sustitutivo de la finalidad sexual adecuada, ya que su sexualidad es deficitaria o permanece insatisfecha.
De ahí que los homicidas suplan esta insatisfacción inasequible, como parece ser el célebre caso del Mariscal de Francia, Gilles de Rais, que pasó de valeroso guerrero y pródigo hacedor de conventos e iglesias a un pedófilo que degollaba luego a sus víctimas para utilizar su sangre en prácticas mágicas y luego quemar sus cadáveres.
Entre ellos, hay que citar también a aquellos que comen parte de la carne de sus víctimas o que beben su sangre, asociando a su sadismo supervivencias de una sexualidad digestiva (mezcla de los instintos de nutrición y reproducción).
Hay casos célebres, como el de Peter Kürten, el asesino de Düsseldorf ,que fue juzgado por nueve crímenes y que confesó muchos más. Había comenzado sádicamente su carrera delictiva torturando animales en la infancia y a los nueve años realiza su primer crimen cuando impidió volver a bordo a un compañerito que se cayó de una balsa mientras se estaban bañando. Fue luego agravando sus crímenes al ver que no llegaba al orgasmo con actos de menor violencia.
En general, lo que se observa es que el delincuente sádico usa la violencia como medio para conseguir lo que quiere (dinero, poder, sexo, etc). La humillación de la víctima y el causarle dolor se constituye en el componente integral de su satisfacción sexual (verdadero sadismo).
El agresor hostil por reivindicación es de frecuente observación ya que estos individuos realizan actos agresivos sexuales seriales por venganza proyectada y puede llegar hasta el asesinato como respuesta agresiva a su sentimiento de perjuicio.
El agresor dependiente es también de observación frecuente. Utiliza la violencia para reafirmar su poder porque se trata de un incompetente sexual que necesita ejercerla sobre su víctima como intento de reparar la frustración sexual histórica, que a pesar de las reiteradas agresiones nunca la llega a compensar.
El agresor impulsivo, no es habitual encontrarlo entre los seriales ya que la acción es el resultado de una situación ocasional o para aprovechar «la oportunidad», que se le presenta en el transcurso de otros hechos delictivos, por lo que no sigue el patrón habitual que se observa en los seriales.
El agresor degradador se observa con cierta frecuencia y produce delitos ritualizados y reiterados para someter primero a la víctima a una seducción o acoso iterativo, y luego planear la acción violenta para degradar y hasta aniquilarla con profundo desprecio. Cualquiera que sea la motivación sexual que lleva al delincuente a reiterar sus agresiones sexuales, al examen pericial que nos solicita el magistrado debemos poder precisar el diagnóstico psiquiátrico forense de las facultades mentales del actor al momento del hecho que se le imputa.
De manera tal que la valoración médico-legal de los delitos de origen sexual supone poner en relación el tipo de delito cometido, con la personalidad del delincuente, valorando su capacidad de comprensión del hecho y la voluntad para dirigir su acción como consecuencia de padecer una alteración morbosa de sus facultades, una insuficiencia o un estado de inconsciencia de las mismas (Art. 34 inc. 1º C.P.).
La comprensión suele estar conservada en todos los trastornos psicosexuales, salvo el caso de algunos oligofrénicos, en demencias con trastornos orgánicos de la personalidad y ocasionales cuadros psicóticos. También debe valorarse la situación del conocimiento bajo la influencia de sustancias tóxicas como el alcohol y/o drogas. En general lo único que hacen los tóxicos es aflorar la patología de base, por lo tanto, en la mayor parte de las ocasiones, el sujeto conoce lo que realiza y el valor antijurídico de su conducta.
Más complejo es el estudio de la actividad de la voluntad de los sujetos que, llevados de su trastorno psicosexual, llegan a la comisión de un delito en situación de compulsión. En estos casos la conducta sexual perturbada se expresa como un patrón de comportamiento que se reitera y se sistematiza frente a los estímulos sexuales que «detonan» la compulsión, hecho que los torna a veces reincidentes y peligrosos. A medida que se tornan inimputables su tratamiento suele ser más dificultoso, a veces estéril y aumenta paralelamente su grado de peligrosidad.
La imagen del sexópata agresivo y compulsivo, insaciable en su necesidad de ultrajar y/o asesinar a sus víctimas, no es un hecho habitual o común dentro de la delincuencia sexual. La mayoría de los agresores sexuales no matan a sus víctimas, solamente disfrutan o gozan con el placer que le determina su conducta sexual perturbada.
Por lo tanto, deben diferenciarse las perturbaciones sexuales sintomáticas, dadas en una personalidad psicótica o con disturbios mentales graves (oligofrénicos, trastornos de la personalidad con las distintas variantes psicopáticas, la estructura bordeline y los episodios o reacciones vivenciales anormales), de los perturbados sexuales genuinos, cuya disfunción y/o desviación o parafilia configura un patrón sexual impulsivo o una estructura sexopática de difícil modificación.
En resumen: el examen pericial psiquiátrico sexológico del delincuente sexual serial requiere un meduloso estudio para llegar a las conclusiones médico-forenses que como asesores nos requiere la Justicia. El Tribunal, en última instancia, es el que decide sobre la imputabilidad o no del delincuente.
Fuente: Prof. Dr. Juan Carlos Romi

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