¿Rumores en cuarteles?

Javier Ignacio Mayorca«>;

Política ¿Rumores en cuarteles?

Javier Ignacio Mayorca

Una ola de rumores ha cruzado el país durante las últimas dos semanas. Nació con la supuesta destitución de José Vicente Rangel de la cartera castrense, luego de que el presidente Chávez refrescó el affaire Sierra Nevada a su paso por Londres. Creció con el mentido desconocimiento de un grupo de oficiales a la autoridad del comandante del Ejército, general de división Víctor Cruz Weffer. Algo que en otros tiempos se llamaría sublevación. El fin de semana le pusieron el cénit: el jefe del principal componente militar habría sido destituido calladamente por el primer magistrado durante una reunión con el alto mando, celebrada en la que fue la residencia oficial del ministro de la Defensa, en Cumbres de Curumo.

Las “bolas” corrieron libremente. Nadie se preocupó por enderezar los entuertos. Rangel, por ley el principal vocero de la FAN, se mostró esquivo. Convocó a ruedas de prensa y no asistió; eludió a los periodistas de la fuente militar e impidió la divulgación de su agenda, al restar así un punto de referencia para saber qué hace y qué deja de hacer.

El general en jefe Lucas Rincón también optó por el bajo perfil, luego de aclarar su posición en torno al conflicto en Afganistán. Su último contacto con los periodistas fue hace dos semanas. Habló brevemente sobre la imposibilidad de cambiar el calibre del fusil para la FAN, luego de aclarar –cortésmente, eso sí– que no deseaba meterse en temas que olieran a política. Mientras tanto, los teléfonos suenan y las murmuraciones continúan.

El comandante del Ejército no hace apariciones públicas. Es el jefe de componente que menos habla a la prensa capitalina. Desde su designación en el cargo sólo lo ha hecho una vez, durante la transmisión de mando en la Tercera División de Infantería. Cuando rinde cuentas a Rangel, entra y sale por el sótano de La Carlota. Su silencio abona el terreno para que germinen las interrogantes. ¿Qué pasó con el general de brigada subinspector del Ejército? ¿Es cierto el enfrentamiento con la Guardia Nacional a raíz de la distribución de roles en las maniobras Bolívar? ¿Cuánto de la capacidad operativa del componente será afectado por el recorte presupuestario? ¿Qué dice sobre los grafittis que supuestamente aparecieron la semana pasada dentro del Fuerte? La ausencia de una política informativa perdurable es un karma para los militares. Si en algún sector de la vida nacional se confirma el principio esbozado por Kapferrer, en el sentido de que los rumores germinan en forma directamente proporcional al nivel de incertidumbre sobre un tema de interés, es en la Fuerza Armada Nacional.

Son pocos los que quieren dar la cara. Oficiales de alto rango justifican su silencio en el vetusto Reglamento de Castigos Disciplinarios 6, y se omite la existencia de una Constitución que los obliga a informar. El nombramiento de José Vicente Rangel en el Ministerio de la Defensa generó la expectativa de una glasnot en la FAN. Hubo atisbos positivos: los reporteros obtuvieron un carnet que facilitó el paso por algunas alcabalas. El ministro–periodista supo concitar la atención de sus colegas durante más o menos dos meses. Pero el ascenso de Lucas Rincón al grado de general en jefe, y su nombramiento en la Inspectoría de la FAN, puso en evidencia que la verdadera fuente militar permanecería en Fuerte Tiuna, aunque Rangel mudase sus corotos a La Carlota.

Fue formándose así una situación de absurdo: un ministro, que por ley es vocero de la FAN como un todo, en la práctica no maneja sino ciertos aspectos administrativos de la institución. Pero lo sustantivo, que es lo militar, continúa bajo el mismo manto de silencio que tuvo antes de llegar al poder el teniente coronel Hugo Chávez. El silencio oficial multiplica los rumores.



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