Uso de hipnótico obliga a extremar precauciones

A merced de la delincuencia
Usada por brujos, nazis, espías y delincuentes, la escopolamina está irremediablemente unida al lado oscuro del hombre. Se trata del componente de la llamada burundanga, una sustancia que prácticamente hipnotiza a las víctimas dejándolas a merced de los delincuentes y cuyo uso entre los criminales está en franco aumento.
Los efectos de la burundanga son hasta cierto punto similares a los que tienen los roofies, nombre común de un compuesto químico (rohypnol) que se usa en Estados Unidos con varios fines delictivos, entre ellos la violación de mujeres, como ha ocurrido en varios sonados casos.
Usualmente, la burundanga, que no tiene un sabor u olor característico, se mezcla con bebidas o comidas cotidianas y se suministra a potenciales víctimas. Las precauciones han sido útiles y el recelo de la población ha conducido a los delincuentes a crear otros mecanismos para proporcionarla. Ahora se encuentra en forma de spray que es esparcido en la cara, mimetizada en un cigarrillo o puede ser inyectada en cualquier calle o en medio de una multitud.
La reacción que produce la burundanga varía mucho. Para algunos afortunados los signos como mareos, visión borrosa o la boca seca les ha servido de alerta para buscar ayuda inmediatamente. Otros, la mayoría, no alcanzan a reaccionar y la confusión, desorientación y pérdida de la voluntad los pone a merced de los malhechores.
El «paseo millonario»
El burundangiado queda a disposición del delincuente y sigue sin resistencia las órdenes que se le impartan. Ciertos métodos ya han sido institucionalizados por los malhechores.
Un clásico en Colombia es el «paseo millonario», como le pasó a Juan Pérez (nombre ficticio). Lo último que recuerda Juan fue el pasillo del edificio gubernamental donde queda su oficina.
Eran aproximadamente las seis de la tarde y salía a su casa. Las siguientes 12 horas fueron completamente borradas de su memoria. Las consecuencias y los hechos llenaron el vacío. Juan regresó a su oficina y de allí tomaron equipos de computación, una máquina de escribir y a través del cajero automático le saquearon sus cuentas de ahorro.
Hay un registro que indica que aproximadamente a las nueve de la noche compró equipo deportivo en una tienda exclusiva de un concurrido centro comercial.
Juan fue encontrado al día siguiente por un labriego en un lote baldío al norte de la ciudad.
Eran las cinco de la mañana. Golpeado, sin carro ni objetos personales, Juan no recordaba nada más allá del momento en que salía para su casa. No recordaba y nunca recordará los hechos ni las personas que le hicieron esto.
Juan, según muchos, «estuvo de buenas». Sobrevivió y no hizo una tradicional parada en este aterrador trayecto: pasar por su casa a «recoger» electrodomésticos, joyas o cualquier otro artículo de valor. Allí se pueden correr peligros mayores si la familia está presente.
La historia oscura
La historia de la escopolamina, el componente de la burundanga, está relacionada a episodios fatídicos desde épocas remotas. Pero, tal parece que la atracción que ejerce sobre mentes perversas cuyo fin es manipular la voluntad de otras personas la mantendrá vigente por mucho tiempo. La medicina ha intentando extraer elementos benéficos de esta droga pero su uso es cada vez más limitado.
En la actualidad son los criminales los que más uso están haciendo de ella, para someter a sus víctimas y robarles o para abusar de las mujeres.
Pero fueron las culturas precolombinas de Los Andes sudamericanos las que primero usaron los extractos de una especie de árboles llamados Brugmansias y que son conocidos en la actualidad con nombres como Borrachero, Campanilla, Floripondio, Huanto, Huacacachu, Maicao, Tongo y otros.
El uso generalmente estaba limitado al shaman o curandero de la tribu quien la utilizaba para el tratamiento de enfermedades. Los chibchas en Colombia la mezclaban con un fermento obtenido del maíz (chicha) que lo bebían los esclavos y viudas de los líderes muertos para llegar a un estado de letargo antes de ser quemados vivos junto al cadáver de su amo o esposo.
En Perú era fermentada y agregada a otras sustancias para producir el medio ideal de comunicación con sus ancestros en lo que al parecer era una hipnosis colectiva con alucinaciones. Rituales del vudú usan comúnmente esta sustancia como parte de la manipulación o sugestión de sus seguidores o víctimas.
Su uso transcendió el ámbito local y primitivo cuando una expedición alemana llevó muestras de la planta a la Alemania nazi. Allí el Dr. Mengele, un nefasto médico, experimentó con ella en lo que denominó «el suero de la verdad».
Durante la Guerra Fría parece que las grandes potencias retomaron ese uso y llegó a ser conocida como «la droga de la CIA» o «la sombra de la noche».
Actualmente los delincuentes la usan para llevar a sus víctimas a un estado en el que se vuelven totalmente indefensos. Y bajo estas circunstancias cometen cualquier tipo de delito.
Los extractos de las hojas de los árboles de brugmansia contienen una sustancia llamada escopolamina. Las propiedades farmacológicas de la escopolamina, incluida en un grupo denominado anticolinérgico, le permiten actuar sobre los músculos del ojo, glándulas secretorias y sistema nervioso.
Sus efectos principales son visión borrosa, resequedad en la boca y estreñimiento. A nivel del sistema nervioso produce sedación, embotamiento, alucinaciones, confusión y alteración de la memoria y la conciencia. Estos últimos efectos son lo que se ha denominado una hipnosis química y es lo que, desafortunadamente, hace a esta sustancia atractiva.
Estos son efectos similares a los que producen los roofies, una versión química de la escopolamina cuyo nombre científico es Rohypnol y que se usa mucho en Estados Unidos para drogar y violar a mujeres.
La escopolamina fue introducida a la práctica de la medicina en 1902 cuando, inyectada junto a la morfina, fue una técnica usual para producir un parto sin dolor. A esto se le llamó «el sueño crepuscular».
Los efectos de la morfina como analgésico y de la escopolamina como amnésico hacían que las madres despertaran plácidamente después del parto con la ventaja de que no recordaban lo sucedido.
Los efectos depresores en los recién nacidos, que algunas veces llegaba hasta la muerte, hicieron que esta técnica fuera abandonada definitivamente a mediados de los años 60.
Durante muchos años la escopolamina fue usada antes de las operaciones para reducir la salivación y las secreciones del aparato respiratorio y aprovechando además sus efectos tranquilizadores y amnésicos.
Algunas veces se usaba después de cirugías para combatir la náusea originada por la anestesia. Actualmente, aunque se han realizado estudios que indican que la escopolamina podría ser útil para disminuir la presión arterial, su único uso es para el tratamiento del mareo de los viajeros.
Proporcionada a bajas dosis por medio de parches en la piel, la escopolamina disminuye la náusea, vómito y malestar general ocasionada por el movimiento.
Hoy, sin embargo, es sinónimo de peligro.

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