Amenaza racista (29 de octubre al 4 de noviembre de 2007)

Amenaza racista
La agresión de un joven español a una quinceañera ecuatoriana en un tren de Barcelona ha suscitado una ola internacional de indignación. En España lleva tres días entre las noticias principales, en la edición virtual de EL TIEMPO es una de las informaciones más comentadas y en YouTube registraba ayer más de 100 mil visitas. No es, ni mucho menos, el peor ataque sufrido por un inmigrante en España y en Europa, pues varios han padecido palizas atroces y algunos han sido asesinados. Pero de este episodio hay imágenes, y esas imágenes son más revulsivas que muchas estadísticas.
Ellas demuestran que a Europa la amenaza un grave problema racial y debe obrar con decisión para evitar que se desborde. Tan escandaloso como la agresión triplemente cobarde -por ser menor, mujer e inmigrante- ha sido el hecho de que el autor quedara en libertad poco después, pese a tener antecedentes delictivos. Entre el 4 de octubre, cuando ocurrió el ataque, y el 22, cuando la prensa difundió las imágenes, el agresor anduvo tan campante. Confiamos en que la actuación de la embajada de Ecuador y varias organizaciones de derechos humanos lograrán que esta historia termine con una moraleja mucho más edificante que la que hasta ahora ha tenido.
Preocupa ver que el virus xenófobo se extiende sutilmente a niveles oficiales y políticos. En las recientes elecciones parlamentarias suizas avanzó seis curules el Partido del Pueblo, que considera a los extranjeros ovejas negras; el gobierno francés se propone exigir en ciertos casos pruebas de ADN a los inmigrantes, algo que critican incluso algunos de sus ministros; en Austria, las deportaciones de extranjeros provocan explosivos debates; en Alemania, la animadversión contra los turcos en ciertos sectores solo es comparable al aporte de estos trabajadores a la economía nacional; Gran Bretaña, Bélgica y Grecia figuran con los más altos niveles de intolerancia étnica en encuestas de organismos internacionales.
Pese a todo, sería injusto tildar a España de país xenófobo o afirmar que lo es el continente europeo. Abundan los ejemplos de solidaridad y una mayoría de los ciudadanos critica las actitudes racistas. Pero se señala el aumento de delitos raciales cometidos por grupos neonazis en ciertos países. Y mucha gente (51 por ciento de los españoles, según una reciente investigación) cree que la inmigración es causa del aumento de la delincuencia.
Las banderas del nacionalismo y la xenofobia rinden pingües ganancias electorales a algunos partidos. La respuesta de los grupos políticos defensores de la tolerancia debería ser mucho más contundente, y empezar por explicar claramente a los ciudadanos que, sin inmigración, Europa está llamada a languidecer como potencia económica y cultural. El continente afronta un creciente déficit demográfico, que solo subsanarán los inmigrantes que ocupen puestos en toda la escala laboral y ayuden a sostener la seguridad social. Lo que no puede pretenderse, como lo anunció la Comisión Europea esta semana, es extender alfombra roja a los extranjeros con estudios superiores y especializaciones universitarias y aceptar como mal menor a los que trabajan laboriosa y honradamente en oficios humildes. Esta discriminación es peligrosa, puede ser imitada e implica un plan para sustraer cerebros a países del Tercer Mundo, que los han preparado con enormes costos y dificultades. ¿Quién no quiere doctores? ¿Qué país negaría la residencia a un Premio Nobel? Esto no es muestra de tolerancia, sino de oportunismo.
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Redactor de El Tiempo.

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