Arte falso (12 al 19 de septiembre 2003)

 

 

En un reportajepublicado en el mes de agosto El NuevoHerald de Miami reveló las dificultades que están teniendo loscoleccionistas de arte para determinar la autenticidad de los cuadros hechospor pintores cubanos.  Esto, indica eltrabajo periodístico, ha propiciado una “epidemia” de obras falsas en Floridaque ha obligado a las casas de subastas a tomar medidas drásticas, comosacarlas de sus programas de ventas.

Las falsificaciones de obras pictóricas no son asuntonuevo.  Por el contrario, llegaron a sertan frecuentes que originaron consejas como: “Corot pintó unos 10 mil cuadros,de los cuales hay 25 mil en Estados Unidos”.

 

En su Diccionario de criminalística, FélixJosé Alvarez define una falsificación como la “adulteración o contrahechuravoluntaria (…) destinada a equivocar”. Hay falsificaciones por adición, por alteración, borrado y raspado,imitación, integral o por supresión. Este es uno de esos delitos de cuelloblanco o de astucia, en los que la finalidad primordial es producir unaganancia económica a quien hace la (s) copia (s).  En el caso de las obras cubanas, por ejemplo,la casa Christie´s desistió de la subasta de 5 pinturas valoradas inicialmenteen medio millón de dólares, debido a la sospecha sobre su autenticidad.  En mayo de este año, Sotheby´s negoció laobra El Guitarrista de Mario Carreñoen 456 mil dólares.  Un plato apeteciblepara cualquier falsificador.

 

Curiosamente, losmanuales de ciencias forenses hacen poco énfasis en los métodos para ladetección de imitaciones en el campo del arte. Las secciones para el análisis de documentos generalmente se concentranen objetos tales como firmas, billetes, bonos y títulos, aunque sin duda laventa de obras falsas como si fuesen las originales constituye cuando menos unaestafa.  Una simple exploración en la webnos indica que son las escuelas de arte las instituciones más interesadas eneste tema.

 

La mayor dificultadpara determinar con precisión criminalística si una obra es auténtica se refierea la ausencia de estándares de comparación. En el caso de las firmas, billetes y otros documentos “dubitados” porregla general es posible obtener otros similares cuyo origen sea totalmenteconocido e “indubitable”.  Pero en loscuadros no, pues uno de los principales elementos de su valor artístico es queson únicos.

 

Harry Sodermann y JohnO´Connell (Métodos de investigacióncriminalística) relataron cómo fue posible determinar que una serie de 8 obrasatribuidas a Vermeer en realidad habían sido imitadas por el holandés Jan VanMeegeren, en 1945.  A pesar del enormeparecido con los originales –que se habían extraviado-, y que llevó a muchosexpertos a reconocerlos como tales, una prueba de rayos X permitió determinarque los cuadros habían sido montados sobre una lona donde antes fue pintadaotra obra, y que el falsificador lavó para montar su engaño.

 

“Desde el punto devista del escrutador científico, y del falsificador, una pintura clásica es unobjeto estratificado que típicamente se compone de cuatro capas: apoyo, fondo,película de pintura y película de barniz. La tarea que se asigna a sí mismo el falsificador consiste en simularcada una de estas capas de manera que estén de acuerdo con la edad que se atribuyea la pintura y a las técnicas conocidas del maestro”, explicaron los autores.  Como el científico del laboratorio nonecesariamente conoce cuáles son los componentes que los artistas han utilizadoen cada época, es necesario que la pesquisa cuente con la participación de unespecialista en la tendencia o incluso el autor objeto de escrutinio.

 

Más de medio siglodespués de este episodio el desarrollo tecnológico hace posible una mayorprecisión en la determinación de la edad de las pinturas.  No obstante, el criterio de los expertos en determinadascorrientes del arte siempre será indispensable. El año pasado la Universidad Federal de Minas Gerais examinó 28 cuadrosque constituían evidencia en un proceso judicial por supuesta falsificación.  El equipo que llevó a cabo la tarea estuvo conducidopor Patricia Schossler.  Los analistastomaron muestras microscópicas de las obras dubitadas y las sometieron a calor(pirólisis).  La composición de los gasesque se desprendían de esta combustión fue leída por un cromatógrafo yposteriormente por un espectrómetro de masas. De esta forma se pudo conocercuáles fueron los pigmentos utilizados. Pero en última instancia fueron los académicos de la Escuela de BellasArtes de esa localidad quienes indicaron que ni el brasilero José Pancetti niel español Joan Miró, dos de los autores a quienes les atribuían las obras,habían utilizado “aglutinantes acrílicos y vinílicos” sobre sus lienzos.

 

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