En el mes de abril se conoció que el BankAtlantic, una de las instituciones financieras más grandes del estado de Florida (EE.UU.) llegó a un acuerdo con el Gobierno para evitar ir a juicio por no haber aplicado los correctivos necesarios mediante la institución de normas y procedimientos que impidieran la legitimación de millones de dólares de procedencia ilícita.
Una declaración incorporada al expediente tribunalicio y conocida a través de un reportaje publicado en El Nuevo Herald indica que la entidad financiera no cumplió su obligación de emitir en forma oportuna los reportes sobre transacciones sospechosas, relativos a una operación encubierta que habían orquestado agentes de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés). Al parecer, durante la pesquisa que duró aproximadamente cuatro años se detectó que el dinero procedente de la venta de drogas tenía puertas abiertas en el BankAtlantic, debido en esencia a la conducta negligente de importantes empleados.
El balance final: BankAtlantic deberá cancelar 10 millones de dólares en penalidades. También tendrá que aplicar un riguroso programa para la prevención del lavado de dinero. Pero lo que no podrá evitar es el terrible desprestigio que viene con el conocimiento público de las prácticas “non sanctas” de la entidad financiera.
Es difícil entender cómo un banco tan importante puede asumir este tipo de conductas, a sabiendas de que uno de los aspectos más relevantes de la guerra mundial contra el terrorismo pasa por el escrutinio de las operaciones sospechosas en el sistema financiero doméstico. Este, como sabemos, es un importante indicador para la detección del blanqueo de capitales.
Debe destacarse que estos conceptos no son nuevos. Desde hace más de 15 años, el sistema financiero internacional viene adaptándose a la exigencia de un mayor rigor en la detección y la denuncia oportuna del dinero ilícito, así como también en lo referente a la correcta identificación de sus clientes, sean personas naturales o corporaciones.
Por lo tanto, no es admisible que un banco (mucho menos uno como el BankAtlantic) invoque el desconocimiento de las normas para su defensa. Sus representantes no lo hicieron, pues era obvio que esa no sería una defensa creíble. Por el contrario, admitieron su falta, y esto allanó el camino hacia un acuerdo.
Según el Departamento de Estado estadounidense y la Organización de Naciones Unidas, la industria de la droga genera entre 350 millardos de dólares y 500 millardos de dólares anuales. Es imposible guardar estas fortunas debajo del colchón. De alguna manera, los delincuentes buscan introducirla en el torrente financiero. Si los bancos no aplican las normas y procedimientos establecidos en las regulaciones locales y nacionales (muchas de ellas producto de convenios internacionales), pronto verán cómo sus arcas se llenan de dinero negro.
La experiencia demuestra que el afán de captar recursos a como dé lugar, el interés de mantener las cuentas en azul ha llevado a más de un gerente bancario a hacerse de la vista gorda frente a ese aspecto, cada vez más incómodo, que se refiere a la obligación de conocer el origen de los fondos que entran por taquilla. Los casos del Banco de Crédito y Comercio Internacional (BCCI), el Banco Industrial de Venezuela, el Banco de la República colombiano, la Banca Serfin y muchos otros han servido como antecedentes a lo que ahora vemos en el BankAtlantic.
Michael Mc Donald, un ex agente del Servicio de Renta Interna estadounidense advirtió que los organismos de aplicación de la ley y este tipo de entidades financieras “están en un curso de colisión justo ahora porque hay un principio legal llamado ‘ceguera voluntaria’, lo que significa que si no pones atención a los hechos y circunstancias que podrían conducirte a creer y saber que hay dinero ilegal, viene a ser lo mismo que saber que es dinero ilegal”.
Para los bancos, el riesgo de nuevos casos como los citados está presente. Es necesario asumir entonces la actitud del buen padre de familia, que previene por su experiencia de los hechos vividos, pero también por las que otros han vivido y padecido.