¿Colombianización de la guerra en Afganistán? (4 al 10 de junio de 2007)

¿Colombianización de la guerra en Afganistán?
Por Fabián Calle
«El propio presidente Bush subrayó la posibilidad de emular (en Afganistán) programas de asistencia militar y de seguridad como el Plan Colombia (…) y su continuidad en el Plan Colombia II (actualmente debatido en Washington e involucrando 3,9 mil millones de dólares en 7 años)»
En los últimos años, y especialmente en los meses recientes, se han producido un conjunto de cambios en los destinos de funcionarios diplomáticos y militares de los EE.UU. que de una manera u otra parecen demostrar el interés estratégico de la superpotencia de utilizar en Afganistán las experiencias acumuladas en la guerra civil y la lucha contra el narcotráfico que viene dando en Colombia desde hace décadas.
En este sentido, se destaca la decisión de enviar al actual Embajador de Washington a ocupar la estratégica Embajada en Kabul. La ex Embajadora en Colombia, Anne Paterson, actualmente es la responsable de monitorear las tareas de organización y entrenamiento de las fuerzas de seguridad afganas.
En Enero pasado, el Jefe del Estado Mayor Conjunto de los EE.UU., General P. Pace, afirmó que las políticas que el Presidente Uribe ejecuta contra el terrorismo y el narcotráfico podrían servir de ejemplo y guía para su par afgano. Asimismo, el hasta hace pocos meses Jefe del Comando Sur, General B. Craddock, ahora conduce las fuerzas militares de la OTAN que entre sus principales misiones sobresalen las acciones bélicas en Afganistán.
Actualmente Colombia entrena oficiales de las fuerzas de seguridad afganas en campos de entrenamientos para fuerzas especiales de la Policía Nacional y se han producido visitas de oficiales del país andino a Afganistán con el objeto de brindar conferencias y asesoramiento.
Por último, el propio Presidente G.W. Bush subrayó la posibilidad de emular programas de asistencia militar y de seguridad como el Plan Colombia (aprobado en el último tramo de la administración Clinton en el 2000 y que implicó 4 mil millones de dólares) y su continuidad en el Plan Colombia II (actualmente debatido en Washington e involucrando 3,9 mil millones de dólares en 7 años).
El “modelo colombiano” impulsado desde el 2002 por el Presidente A. Uribe se denomina “Seguridad democrática” y tiene como algunos de sus pilares:
1) el aumento del presupuesto de Defensa y de seguridad
2) el cobro de impuestos especiales a los sectores de mayores ingresos para financiar la guerra)
3) la recuperación de la presencia del Estado en amplias regiones del país
4) la organización de “rondas campesinas” para hacer frente a la guerrilla
5) una activa tarea de fumigación de las plantaciones de coca
6) ofensiva para presionar a los paramilitares de ultraderecha a negociar su desmovilización
7) reforzar el control civil de las FF.AA
8) atacar los flujos financieros del narcotráfico y los grupos armados y
8) potenciar el control de las fronteras nacionales.
A primera vista surgen tentadoras semejanzas entre Colombia y Afganistán:
1) la primera concentra una abrumadora mayoría de la producción de cocaína del mundo y en mucho menor medida de heroína, en tanto que Afganistán produce casi el 90% de la heroína
2) existen grupos armados (FARC y paramilitares y los Talibanes y “señores de la guerra”) que son acusados de financiarse con las actividades del narcotráfico.
No obstante las semejanzas parecen limitarse a esos puntos:
1) Afganistán es un país invadido (bajo mandato de la ONU y con la presencia de más de 20 mil efectivos de los EE.UU. y el Reino), en tanto que en Colombia existen menos de 2000 militares y contratistas estadounidenses
2) El régimen de Kabul opera en un país colapsado y con todas las características de “Estado fracasado”, una versión claramente mucho más extrema de lo que sucede en Colombia
3) el destino del país musulmán, está estrechamente ligado a lo que ocurrirá en la lucha global contra el terrorismo, no así el caso colombiano.
Lamentablemente, y volviendo a las semejanzas, en ambos casos queda demostrado los serios problemas para controlar el narcotráfico: según la ONU en el 2006 el narcotráfico aumento un 56% en Afganistán, en tanto que en Colombia la producción de cocaína es casi igual o un poco mayor que antes que comenzara el tan mentado “Plan Colombia” poco más de un lustro atrás.
El juego de espejos entre Afganistán y Colombia se complementa con el creciente interés del Pentágono en la experiencia contrainsurgente de los EE.UU. en El Salvador en los ´80 (o sea un grupo reducido de asesores militares, asistencia económica y bélica e inteligencia humana y electrónica), en este caso para el pantano iraquí.
El mismo “Iraq Study Group” (o Comisión Baker-Hamilton) que brindó su asesoramiento a la Casa Blanca y diera a conocer su informe pocos meses atrás, incluye algunos cursos de acción que guardan ciertas semejanzas con lo visto en el país centroamericano. Uno de los miembros de ese grupo, integrado tanto por especialistas demócratas como republicanos, era Robert Gate el actual Ministro de Defensa de la superpotencia.
Llegado a este punto cabría recordar que el conflicto en El Salvador, aun en fechas tan tardías como fines de 1989, presentaba una fuerte ofensiva guerrillera sobre la misma capital (la cual fue repelida con gran esfuerzo) y negociaciones políticas entre las partes que derivaron en la paz sin vencedores ni vencidos de 1992.
Estas readaptaciones de experiencias insurgentes del pasado o de situaciones históricas y culturales muy diversas al Medio Oriente son vistas como inconducentes por uno de los mayores teóricos en contrainsurgencia, el Teniente Coronel (retirado) del Ejército australiano y Doctor en antropología, David Kilcullen.
El mismo, se desempeña como uno de los principales asesores del Departamento de Estado en esta materia y es hombre de consulta de otro referente ineludible en este campo, y actualmente al comando de las fuerzas militares de los EE.UU. en Irak, el Teniente General D. Petraeus como nuevo Jefe de las fuerzas militares en Irak.
Proveniente de los “Rangers” y reconocido especialista contrainsurgencia y Operaciones de Estabilización Posbélicas (o Fase IV), tiene como algunos de sus principales antecedentes el haber redactado en el 2006, junto al Teniente General J. Amos de los Marines, un manual (destinado al Ejército, Marines, Reservas y Guardia Nacional) titulado “Counterinsurgency”.
Kircullen subraya las fuertes particularidades que presente el fenómeno del terrorismo internacional de alcance global de inspiración islámica-radical y convoca a no despreciar pero tampoco considerar una guía muy adecuada a los manuales clásicos de insurgencia y contrainsurgencia que signaron el período entre los años ´40 y los ´80.
En sus escritos, diferencia claramente el actual caso en Colombia y de lo ocurrido en El Salvador vis a vis lo que viene aconteciendo en Irak y Afganistán y su interacción con el movimiento ideológico en el cual se han transformado Al Qaeda.
El carácter fuertemente transnacional y multinacional la misma, el uso intensivo de la propaganda por medio de un sofisticado uso de Internet, videos, etc., la inexistencia de jerarquías claras y organizaciones estructurales.
En la visión de este militar y académico, conceptos tradicionales como “célula”, “foquismo”, etc., son de escasa utilidad para comprender el fenómeno.
En otras palabras, hay que desarrollar, eso mismo está haciendo su área en el Departamento de Estado, un nuevo paradigma para lo que el define como “insurgencia globalizada”.
Tomado del sitio Web del Centro de Estudios Nueva Mayoría, www.nuevamayoria.com , un excelente sitio Web de análisis político latinoamericano. Visítelo!

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