Cyberapuestas (20 al 27 de enero 2006)

Una industria que parece haberse sustraído de los vaivenes de la economía mundial, y de las críticas que le llueven desde múltiples sectores, es la de los casinos en línea.
Existen dos grandes modalidades en esta materia. Hay empresas de envite y azar que tienen una sede física y que utilizan los recursos de Internet para recibir apuestas y para hacer los cobros o pagos por los resultados de cada jugada. De esta forma, pueden extender su clientela a las personas que no desean salir de sus hogares, o que se viven en un lugar alejado de la sede del casino, incluso en otro país.
Otra alternativa es la de las salas de apuestas totalmente virtuales, cuyas operaciones de juego se realizan siempre a través de la web y que no poseen una sede física equivalente al nombre de la empresa en la que se desarrollan las operaciones. Según la Red de Acción contra Crímenes Financieros (FinCen, según sus siglas en inglés), una institución gubernamental estadounidense dedicada a la investigación de los llamados delitos de “cuarta generación”, estas compañías a menudo están inscritas en lugares con legislaciones ambiguas o laxas con respecto al tema de los juegos de azar. Estos “casinos” dicen poseer una licencia de funcionamiento emitida por alguna entidad gubernamental, pero en realidad lo que poseen es un registro mercantil.
Aún así, el rastro en Internet es indeleble. Esto le permitió a la entidad estadounidense calcular que para el año 2000 había en la red hasta 700 portales dedicados a los juegos de azar. Tres años antes, solamente existían 12. En los últimos estudios la estadística se eleva hasta mil 800.
La expansión de esta industria ha sido evidente. Es muy difícil precisar el monto de lo jugado. Según la fundación CATO esto ocurre porque los casinos virtuales son ilegales en muchas jurisdicciones de Estados Unidos. Una noticia divulgada recientemente por el gobierno de Gran Bretaña indicó que solamente en esa nación son apostados 12 millardos de dólares anualmente. El reporte del FinCen fijó en 60 millardos de dólares la cifra de dinero jugado a través de los casinos en línea.
Las preocupaciones con respecto a esta modalidad de juegos han tomado dos vertientes. Una se refiere al impacto de esta actividad en la salud de la población, especialmente entre los menores de edad que cada día gozan de un creciente acceso irrestricto a los recursos informáticos. Esto llevó al gobierno de la provincia de Notario (Canadá) a instituir el Centro de Investigaciones sobre el Problema del Juego. La página oficial del organismo sugiere que el juego es una suerte de droga, que ocasiona dependencias en lo físico y psicológico. Una persona que desarrolla esta patología, además, sufre un daño en sus relaciones personales en la medida en que las apuestas se convierten en el centro de su actividad diaria. Hay, por decirlo así, un efecto expansivo sobre el entorno del “ludodependiente” (término nuestro).
Los argumentos de salubridad pública como base para establecer regulaciones en actividades humanas deben ser vistos con mucho tacto. Por regla general, son invocados por gobernantes o legisladores que piensan en las poblaciones como si fuesen entidades pueriles, de baja responsabilidad, que por lo tanto deben ser cuidadas en extremo a través de medidas que generalmente afectan las libertades civiles. En Venezuela, por ejemplo, llegó a prohibirse momentáneamente la proyección de “El último tango en París” por considerarse que atentaba contra la estabilidad de la familia.
El punto que más interesa en esta oportunidad se refiere a la segunda categoría de preocupaciones con respecto a las apuestas en línea: su utilización como herramienta para la legitimación de capitales y el manejo de fondos por parte de la delincuencia organizada.
Este aspecto también fue estudiado por el FinCen. En términos teóricos, existe la posibilidad de que dineros sucios entren en el circuito financiero de alguna nación a través del juego en línea. Esencialmente, se utilizarían los mismos mecanismos aplicados en las casas de apuestas con sede física, aunque con mayor rapidez y anonimato.
Los casinos virtuales, según el organismo estadounidense, tienen sedes en por lo menos 20 países, entre los que figuran Antigua, Australia, Austria, las islas Bahamas, Belice, Costa Rica, Dominica, República Dominicana, Ecuador, Gibraltar, Grenada, las Antillas Holandesas, Saint Kitts y Venezuela. Muchos de estos territorios con conocidos como “paraísos fiscales” o lugares donde existían escasas regulaciones para conocer el origen de los fondos que circulan por el sistema financiero. No obstante, hay que aclarar que naciones como Austria, Ecuador, Gibraltar y Venezuela han aplicado controles posteriores al momento en que los estadounidenses hicieron este informe, por razones no necesariamente vinculadas a los juegos de azar.
Pero el crecimiento explosivo de los sitios de apuestas en Internet indica que a pesar de las restricciones éste sigue siendo un negocio muy lucrativo. El jugador dispone de varias alternativas para poner su dinero en la mesa: abriendo una cuenta en el sitio, previa emisión de una orden de dinero (money order); haciendo una transferencia a la cuenta del casino o suministrando su número de tarjeta de crédito. El grado de identificación del jugador varía, y este es un punto muy importante pues el anonimato es el caldo de cultivo para las operaciones ilícitas.
Otra modalidad de pago es mediante la adquisición de “tarjetas virtuales” o “e-cash”. Aquí resulta aún más sencilla la colocación de recursos mal habidos. El interesado puede ser un individuo ligado a la estructura del propio casino o a una organización delictiva que lo use como herramienta para la legitimación de fondos. Envía a un grupo de individuos a comprar las tarjetas. El monto de la jugada queda en poder del casino, excepto una pequeña cantidad que es repartida en calidad de “comisión” para los que han participado en el procedimiento. El dinero es enviado directamente por medios electrónicos a empresas asociadas al casino, que pueden dedicarse a actividades legítimas. De esta forma, se llevan a cabo las últimas y más complicadas etapas del lavado de dinero, que son la colocación e integración de fondos.
Estados Unidos aprobó una legislación que hace perseguibles desde el punto de vista policial a los individuos que operen casinos en línea dentro de su territorio. Pero ésta es una noción inaplicable cuando se habla de Internet. En la práctica, los portales de juego en línea serán activados en jurisdicciones con las que este país no tenga tratados de extradición o con las que no exista una afinidad política.

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