De pandillas a mafias (22 al 28 de septiembre de 2008)

De pandillas a mafias
En la actualidad, en algunos países de América Latina, se está viviendo un rápido proceso de transformación de las pequeñas pandillas y bandas delincuenciales en grandes estructuras delincuenciales que le sirven al crimen organizado transnacional y que manejan en cada país, fundamentalmente, el mercado de consumo interno de drogas.
Son organizaciones con una dirección centralizada, están compuestas por miles de miembros, controlan territorios, manejan negocios ilegales, mantienen estrechas relaciones con el crimen organizado transnacional y tienen presencia en ciudades importantes de Latinoamérica y de otros países como los EE.UU. y de Europa.
Estos grupos de delincuencia organizada, permeados fundamentalmente por el negocio del narcotráfico, han creado y/o están creando verdaderas estructuras mafiosas que controlan los mercados internos de distribución de drogas en cada país, además de vincularse con otros delitos transnacionales, como el comercio ilegal de
armas, la trata de personas y el contrabando.
Es el caso de las Maras en Centroamérica que, según las autoridades de esos países, cuentan con algo más de 100.000 miembros y que tienen presencia en casi todos los países de la región, inclusive en México y en algunas ciudades Norteamericanas y de Europa. Las Maras, que son señaladas como los responsables del creciente deterioro de la seguridad ciudadana en la región, se están involucrando con el tráfico de drogas que atraviesa Centroamérica hacia los mercados de EE.UU. y Europeos y tienen relación con los carteles de Tijuana, Juárez y los del sur del continente, incluidos los colombianos.
En Brasil el “Primer Comando de la Capital PCC” que recientemente se
amotinó en 105 cárceles, paralizó por varios días Säo Paulo, la ciudad comercial e industrial más importante de América Latina, asesinó más de 100 personas, especialmente policías, incendió 82 buses y atacó 17 agencias bancarias, se ha constituido en una importante organización criminal que controla las cárceles y el mercado de drogas de esa ciudad y otras ciudades de ese país.
Con similares características en Río de Janeiro “Comando Rojo”
y “Amigos de los Amigos” controlan las Favelas y el mercado local de
drogas. Según las autoridades de inteligencia de Brasil, estos grupos tienen relación con los carteles de la droga y los grupos insurgentes de Colombia, en especial con las FARC.
Ecuador es otro país que esta viviendo esta situación con “Los Ñetas” y “Los Latin King”, grupos delincuenciales que tienen presencia en algunas ciudades de ese país y en importantes ciudades de EE.UU. y Europa, como es el caso de Madrid y Barcelona en España y Nápoles en Italia. Estos grupos, además de ser señalados como los responsables del deterioro de la seguridad ciudadana en esas ciudades, en el Ecuador están incursionando en el mercado interno de la droga y otras actividades ilícitas.
En Colombia los grupos paramilitares que no se desmovilizaron con el
proceso de paz que impulso el Gobierno del Presidente Álvaro Uribe, así como algunos exparamilitares que siguen delinquiendo, controlan, en algunos casos desde la cárcel, a los diversos grupos delincuenciales, constituyéndose en verdaderas estructuras criminales que manejan territorios de cultivos ilícitos, el mercado interno de droga, el comercio ilegal de armas y otras actividades ilícitas.
Estos grupos, que no solo deterioran la seguridad ciudadana en sus países sino también en otros países, se han constituido en organizaciones criminales que atentan en contra de la legitimidad institucional estatal, en la medida en que han hecho evidente la debilidad de los estados para combatirlos y eliminar esa amenaza a la seguridad interna.
En todos los casos, a los gobiernos les ha tocado negociar con esos grupos y sus líderes para que la violencia que generan sea menor, como es el caso de los diálogos con “el viejo Lin” de las Maras en el Salvador, con Marcola, líder del Primer Comando Capital, en Säo Paulo en Brasil, con Novoa líder de los Ñetas en Ecuador y Don Berna en Colombia, que paso de las bandas delincuenciales a los paramilitares que se sentaron a negociar la paz con el Gobierno.
Consideraciones generales
Con el objeto de aportar elementos para el análisis de estas nuevas
estructuras criminales, a continuación se exponen una serie de
consideraciones:
1. Los mercados de consumo interno de droga que están afectando la
seguridad ciudadana en todos los países de América latina, desde Canadá hasta La Patagonia en el extremo sur del continente, cada vez más están siendo manejados por estructuras criminales locales que logran reclutar y dominar a las pequeñas pandillas y bandas delincuenciales.
Es decir, ya no estamos ante un fenómeno pandillero típico y de delincuencia menor, sino ante verdaderas estructuras criminales que tratan de asemejarse a las organizaciones mafiosas transnacionales.
2. En el manejo de esos mercados internos juegan un papel importante las pandillas y bandas delincuenciales que, poco a poco, se están
transformando en estructuras criminales bien organizadas que responden a grupos mafiosos transnacionales y a sus actividades, como son: el tráfico de drogas, el comercio ilegal de armas, la trata de personas, el contrabando, el lavado de activos, etc. Es decir, ya no estamos hablando de pequeños grupos delincuenciales, sino de estructuras que controlan territorios y negocios ilícitos.
De esta situación no se salva ni los países que tienen buenos niveles de seguridad ciudadana, como es el caso de Chile, donde algunos barrios de Santiago son controlados por comerciantes de droga y donde Carabineros de Chile apenas intenta retomar estos territorios.
3. Los gobiernos locales como alcaldías, prefecturas, gobernaciones y en algunos casos los gobiernos nacionales, no están preparados para
enfrentar estos nuevos retos que impone la delincuencia organizada
transnacional, la cual está utilizando y profesionalizando estructuras criminales nacionales para su interés, en especial para la comercialización local de droga.
4. Estas estructuras criminales han incursionado y van a seguir
incursionando en la política para poder incidir en las decisiones de los estados, en especial en los poderes legislativos y judiciales; quizás no lo hagan tan directamente como lo hicieron los narcotraficantes colombianos, sino que lo hagan a través de testaferros a quienes les financian sus campañas y les asignan recursos ilegales.
5. Cada vez más estas organizaciones se están constituyendo en verdaderos grupos de presión perversos, en la medida en que intimidan con violencia criminal y chantajean a los gobiernos y a sus ciudadanos con la amenaza de utilizar esa violencia en cualquier momento si no se cede a sus pretensiones, como ha sucedido en Brasil y Colombia o la amenaza de las Maras de matar a los presidentes o a los funcionarios, como ha sido el caso de algunos países de Centroamérica.
6. Frente a este nuevo reto, que atenta en contra de la seguridad de los ciudadanos y de los gobiernos democráticos, no se puede seguir
trabajando solo con la óptica de la represión directa, es necesario que las instituciones, en especial las de inteligencia, coordinen; tampoco se puede centrar la solución en métodos de control y represión únicamente, es necesario desarrollar políticas integrales de largo aliento que vayan desde la prevención hasta el control y la coerción; hay que desarrollar políticas públicas integrales de convivencia y seguridad ciudadana.
También es importante que los Estados Latinoamericanos coordinen
esfuerzos, no se puede seguir trabajando cada uno por su lado como si
fueran problemas particulares de cada país, es necesario aunar esfuerzos de cooperación para entender esta problemática y enfrentarla de la mejor manera posible.
Una política de seguridad conjunta pasa por comprender que se ésta ante estructuras criminales de carácter transnacional, que si bien hay que enfrentarlas desde lo local, su accionar va mas allá de los municipios, prefecturas, gobernaciones y países.
7. Finalmente, si los gobiernos Latinoamericanos no adoptan políticas
integrales locales, nacionales y trasnacionales para combatir estas
estructuras criminales, que ya no son simples pandillas o bandas, cada gobierno por su lado, ante la imposibilidad de controlarlos, optará, como lo están haciendo algunos, por ceder ante los criminales y negociar a través del diálogo como si fueran organizaciones políticas.
Cabe anotar que con esta opción los están fortaleciendo y convalidando como interlocutores sociales válidos, cuando lo que cabe frente a este tipo de organizaciones criminales es la persecución policial y judicial o el sometimiento a la justicia.
POR: Hugo Acero Velásquez
Fuente: https://www.convivenciayseguridadciudadana.com/

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