En las revistasespecializadas, se ha presentado este tema de vez en cuando, y la respuesta siempre ha quedado en el ambiente sin que las opiniones provocadas permitan una conclusión precisa y convincente. Y es difícil que se obtenga, pues cada vez que plantea el asunto,, siempre se oye como respuesta: “DEPENDE”. Lo que equivale situarse frente a una gama decontestaciones que pueden ir desde el extremo: “POR SUPUESTO”….al extremo: “ DE NINGUNA MANERA”.
Entre esas dosposiciones se sitúan las apreciacionesque mucha gente tiene sobre el asunto. Es muy probable que si el que recibe lapregunta se toma un tiempo pararesponder, no se precipitaría a ser tan radical. Hay multitud de circunstanciasque colocan la respuesta lógica a igual distancia de los dos extremos, comoocurre normalmente con la verdad.
Leyendo algunosde esos artículos que personas conmucha experiencia han escrito sobre esta materia, me he encontrado con ideas que creo convienereplantearse y entonces si, asumirposiciones razonables ante la pregunta que he elegido como título de estasnotas.
En los principiosde la aparición de la Seguridad Privada, nadie tenía dudas al respecto,pues la desaparición del “Guachimán”(especie de sereno, precursor del actual vigilante) y su sustitución por el vigilante privado, debidamenteadiestrado, estuvo caracterizada por la indudable aceptación de que eseseñor, estaba cumpliendo funciones, que eran una prolongación de las que un policía cumplía; significando con ello, la economía de recursos humanos en el Örgano de Seguridad del Estado (Policía), cuya acción este hombreprolongaba. Proceso que sigueevolucionando y dentro del cualaparecen las Empresas de Vigilancia, que comparten día a día las labores de protección de áreas en las queellas son contratada para este servicio.
La seguridad quepodríamos llamar “PUBLICA”, integradapor las Policías, está limitada en sudeseable desarrollo, tanto en recursos humanos como de equipo, por las limitaciones del presupuesto delorganismo público en que esté encuadrada. Cada día la amenaza de la delincuencia se acentúa y los requerimientos de seguridad, tanto delas residencias , como de las empresas, desbordan la capacidad en recursos,de nuestras policías.
Desafortunadamente, noha habido el énfasis lógico para que laarmonía entre seguridad privada y la pública se desarrolle y se consolide.Y además, que se transforme en unverdadero equipo, de forma tal que sumando los medios de la una con los de la otra,eleven el nivel de su poder, a tono con la amenaza de la delincuencia que ambasestán obligadas a neutralizar.
Volviendo a nuestra preguntainicial, la necesidad de portar un arma, no se siente con igual intensidad, en todas las diferentesposiciones que puede ocupar un vigilante. En algunas de éstas será evidente llegando a ser casiinnecesaria en otras, donde los riesgos son muy inferiores. Ahora, pese a queel vigilante está rodeado de una serie de medios que la tecnologíapone a nuestra disposición , sigue y seguirá siendo el representante del factor humano presente e irremplazableen cualquier sistema de Seguridad, por sofisticado que sea.
Los teóricos, lostecnólogos y los vendedores de equipos de seguridad , utópicamenteentusiasmados con los adelantos tecnológicos, pretenden relegar al hombre a laposición de “recurso desechable” antelas innegables maravillas que ofrece la tecnología. Es un error tan frecuente como aquel en que incurren quienesplanifican una barrera perimétrica ypretenden crearla y mantenerla, sin la presencia humana; olvidando que todo su sistema tiene fundamentalmente la utilidad de una alerta temprana, paraque haya tiempo de lanzar una reaccióncon eficacia. Pero olvidan que esareacción no la producen los medios de detección. Éstos simplemente detectan la amenaza y si están bien ubicados, nos dan el tiempoque necesitamos para reaccionar. Allí termina, prácticamente en la mayoría delos casos, la misión que la Seguridad Privada puede cumplir SOLA ( sin laparticipación de la Policía). Ya que lo que llamamos “REACCIÓN” suele ser misión específica de laSeguridad Pública
El vigilanteprivado, es el primer obstáculo que un delincuente debe hallar al tratar de penetrarun ambiente protegido en el que él ha decidido incursionar. Si se trata de un simple “raterito”,pareciera que el vigilante que se le oponga, no ha de requerir usar arma. Un buen vigilante puede afrontar estasituación sin grandes derroches de energía. Pero si sus recursos son más que suficientes en estos casos, no todocandidato a intruso es tan inofensivo. Si por alguna razón el ladrón, por ejemplo,ha logrado burlar los medios de detección, la presencia sorpresiva del mismodentro de un recinto “protegido”, deberá encararla el vigilante con todoslos riesgos que esto implique. Es por ello indispensable que el vigilante haya tenido un buenadiestramiento, para que sepa situarse entre los problemas que genera el simpleraterito y el delincuente de actitud inicialmente desconocida, cuya actuación puede oscilar entre un mínimo y un máximo peligrosidad.
Aún el simpleraterito, es posible que ya haya caídoen manos de las autoridades, y que habiendo sido fichado, se le haya advertido la suerte que correría en caso de reincidencia; en esta nueva aparición ya nosea tan inofensivo. Muchascircunstancias que se llegan a conocer a posteriori, hacen de cada intruso un caso diferente. A la hora en que se produce cualquier enfrentamiento sólo el buen adiestramiento, y el uso profesional del armamento, evitarán consecuencias lamentables. Hoy es posible que un policía que acude a donde un sospechoso que pareciera estar en plan de hurtar algode un auto o al auto mismo , interrumpe, sin saberlo,por ejemplo, una operación de tráfico de drogas, y en vista de laselevadas sumas de dinero que están normalmente envueltas en esasactividades, la reacción del delincuente puede serinesperadamente muy violenta.
En el caso del supuesto hurto delvehículo, si el vigilante en cumplimiento de su deber, anda desarmado, no escuestión de darle protección alauto. Puede tratarse de salvar su propiavida en un trance en el que irse a buscar a un policía es más que imposible.Del mismo modo, puede que con la actitud que haya asumido, salve la vida de otras personas que estuvieran corriendo ese peligro. Y todoesto sin que sea indispensable onecesario agredir defensivamente a nadie. El arma de un vigilan
te es unpoderoso disuasivo, por inspirar el “respeto” que un arma proyecta.
Ha habido casos, en los que, aunen ausencia de delincuentes, el arma deun vigilante ha ayudado con su sola presencia, a resolver casos en los que peligraba la vida de alguien. Es el caso, por ejemplo, de un marido enfurecido que sepresenta armado y sorpresivamente enuna empresa con el propósito deagredir a su esposa ( lo cual haocurrido más de una vez ). Todo puede ser tan precipitado que, solicitar y esperar la presencia de la Policía, podría resultar trágico. La llegada de las autoridades requeriría más tiempo que el necesario para salvar vidas.
La razón que másjustifica el que un vigilante esté armado, es precisamente el hecho de que el hombre de seguridad, en ciertos momentos,no tiene la forma de saber sobreun sospechoso a quien deba enfrentar, su historia delictiva, la motivación quelo impulsa, ni su estado, ni mental, ni emocional ..
En lasestadísticas (no muy recientes ) delFBI se estimaba que un ataque armado duraba en su desarrollo unos dos segundos y medio, aunqueesta cifra se discute mucho. En esosmismos datos ellos dicen que entre elaño de 1979 y el de 1988, a más del 56 % de oficiales de policía se les disparódesde una distancia de 5 pies (metro y medio), y fueron muertos. En ese mismo periodo enel 74 % de las agresiones se les disparó a policías desde unos 10 pies de distancia (3 metros aprox).
Con lo cualllegamos de nuevo a la conclusión de que un vigilante desarmado en una posiciónde riesgo, no tendrá forma de escapar , salvo que se limite a observar e informar posteriormente lo que logró verde lo que ocurrió. Muy probablemente,llamar a la policía puede resultar en muchos casos innecesario, pero lo peordel asunto es que si llegara a ser preciso, puede resultar muy tarde, sitenemos en cuenta los tiempos y lasdistancias citadas anteriormente.
Se discute muchoel que alguien con la misión de dar protección a bienes, no debeusar armas capaces de causar la muerte. Eso es lo que la policía (en USA) suele pensar, pero si el que cuida los bienes, corre el peligro se su vida, debetener la forma de darse él mismo su protección, sean del valor que sean los bienes que estén a su cuidado.
Se dice mucho, yes cierto que, el total de horas en que un policía o un hombre de seguridad se ven sometidos a graves confrontacioneses mínimo. Pero NADIE puede prever elinstante preciso en que se presente esa situación. A nadie, basándose en este razonamiento se le ocurriría afirmar que la policía debería andar sin armas.
Los pocos argumentos en contra de que elpersonal de la Seguridad Privada esté armado son producto del temor en la calidad del adiestramiento que este personal recibe. No se justifica que alguien asuma posiciones irreductibles contra el armamento de la Seguridad Privada, en vez deatacar la calidad del adiestramiento que ese personal recibe y proponer fórmulas para mejorarlo.
Entre losexcelentes autores que han escrito sobre este tema hay uno -Gilbert A. DuVernay – que dice: “ La clave del problema de armar a los funcionarios deseguridad estará en LA CALIDAD DELADIESTRAMIENTO, LAS POLITICAS ADECUADAS, LA CALIDAD DEL EQUIPO Y UNA BUENA SELECCIÓN DEL PERSONAL”(mayúsculas nuestras). Quien esoescribe, para nuestro modo de pensar, SI ha enfocado el problema debidamente. Las otras actitudes siempre noshan parecido que equivaldrían a lamedida de cerrar TODOS losrestaurantes, porque en ALGUNOS de ellos se descubrió que carecían de lasdebidas condiciones higiénicas .
El hombre armadosin adiestramiento, es un peligro paraél y para todo el que lo rodee. El adiestramiento borra esa peligrosidad y laconvierte en fortaleza de él mismo y de quien lo emplee. La política de laempresa debe señalarle claramente sus alcances y sus limitaciones. Para la inmensa influencia que una política acertada tiene en la IMAGEN DE LA EMPRESA y en el logro de aquel tipo de hombre queésta aspira a formar y aconservar, nada tan efectivo como un magnífico esfuerzo de reclutamiento y selección.