Detector de mentiras (17 al 24 de enero 2003)

Cuenta David Owen que la primera aproximación al detector de mentiras fue confeccionada a finales del siglo 19 por un italiano de apellido Patrizi. Se llamaba “guante volumétrico”, y estaba hecho sobre la base de un derivado del látex extraído de Malasia. El artefacto encajaba perfectamente en la mano y era cerrado a la altura de la muñeca. Luego era llenado de aire y conectado mediante un tubo a un medidor de los cambios de presión sanguínea en las venas de la extremidad.

La idea del italiano, contemporáneo de Cesare Lombroso, era que las mentiras producen tensiones emocionales que modifican tanto el pulso como la presión.  El aparato, sin embargo, resultó un fiasco pues arrojaba resultados carentes de confiabilidad.

Pero el principio que orientó la invención del “guante volumétrico” todavía se mantiene en su esencia. La confiabilidad del detector de mentiras o polígrafo (nombre derivado de los numerosos registros gráficos que arroja sobre diversos indicadores) ha crecido enormemente. Pero no es infalible, y por lo tanto aún se le tiene como una prueba de orientación.

Los polígrafos son usados tanto en las policías de investigación como en ciertas empresas privadas que necesitan eliminar dudas acerca del personal que tiene acceso a información sensible, o que de alguna forma lo tendrá.  Es utilizado en averiguaciones sobre espionaje, y también para medir la rectitud de los funcionarios que participan en casos de drogas. Los informantes de los órganos de seguridad, cuyo prestigio deriva casi exclusivamente de su fiabilidad, deben someterse con regularidad asesiones ante el detector de mentiras. No obstante, las características autoincriminatorias de la prueba poligráfica hacen que las legislaciones por regla general no establezcan una obligación taxativa de exponerse a esta tecnología.

Estos aparatos están hechos para detectar significativas respuestas involuntarias en el cuerpo de un sujeto, una vez sometido a stress.  Un principio de psicofisiología indica que ese stress puede denotar que la persona dice algo no acorde con la verdad o, mejor dicho, con lo que esa misma persona cree que es lo verdadero.

Los detectores de mentiras tienen al menos tres componentes: 1) neumógrafos para medir la frecuencia respiratoria. Estos son tubos de goma llenos de aire que son colocados en el pecho y el abdomen; 2) un brazalete para medir la presión arterial y la frecuencia cardíaca, y 3)dedales destinados a medir la llamada resistencia electro dérmica, que señalan si la persona está sudando en sus dedos como consecuencia de la tensión generada por la necesidad de mentir.

La eficacia del polígrafo depende en mucho de la experiencia de quien administra las preguntas, así como también de las percepciones de los interrogados sobre la realidad. Para ello es necesario establecer los patrones de reacción psicofisiológica del individuo sometido a prueba. Esto se logra mediante la administración de preguntas de distintos tipos. Unas irrelevantes sobre las cuales ya el investigador y elentrevistado tienen una respuesta conocida (p.e: “¿hoy es martes?”).  Otras llamadas “de control”, no se refieren al tema central del interrogatorio, pero buscan determinar cómo reacciona el organismo del entrevistado ante la perspectiva de decir mentiras. Finalmente, están las interrogantes relativas al caso investigado.

A veces, una persona sometida a prueba poligráfica cree decir la verdad, pero tal creencia deriva de una percepción equivocada. El examen no detectará mentira alguna, y la pesquisa podría tomar un camino incorrecto. Ronald Kessler cita las indagatorias sobre el asesinato del juez John Wood en Texas. Como principales sospechosos aparecían Los Bandidos, una banda de motociclistas.  Varios de ellos fueron sometidos al detector de mentiras, y la prueba los incriminó. Sin embargo, según se determinó luego, ninguno de ellos había sido el homicida. Pero los pandilleros sí sabían que Jamiel Chagra, un mafioso de la localidad, les había ofrecido dinero para hacer el “trabajo”. Eso fue suficiente para hacerles creer que alguien de la banda estaba detrás de la muerte del administrador de justicia.

En la década pasada el Buró Federal deInvestigaciones (FBI) hizo una revisión de todos los casos en los que utilizó el detector de mentiras. El grupo debía precisar si los resultados arrojados por las pruebas sirvieron para dilucidar los casos. Se corroboró que esta tecnología no es infalible, pues de los 20 mil expedientes revisados 91% estaban probablemente equivocados. De ellos 64% eran “falsos positivos” como en el episodio de Los Bandidos, mientras que en los demás la tecnología –o su administrador- se mostraron incompetentes para detectar que estaban ante el responsable del delito.

A pesar de las presiones para que el polígrafo sea descartado como un instrumento de la investigación criminal, es poco probable que esto suceda. Sin embargo, mientras siga existiendo ese 1 por ciento de casos fallidos, el detector de mentiras continuará siendo sencillamente una herramienta de orientación policial, nunca de certeza.

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