EDITORIAL
Dos asesinatos con autor
Aunque el uno ha sido inesperado y el otro estuvo precedido por una breve y cruel agonía, dos asesinatos ocurridos con diferencia de pocas horas ensombrecen aún más el panorama político de Oriente Medio y Rusia. El martes murió baleado en su automóvil el ministro de Industria libanés, Pierre Gemayel, y el jueves falleció envenenado en Londres el ex espía ruso Alexander Litvinenko.
Enemigo jurado de Siria, Gemayel, de 34 años, era miembro de una de las más notables familias libanesas y líder de los cristianos maronitas. Enemigo jurado del presidente ruso, Vladimir Putin, Litvinenko, de 43 años, había sido coronel de los servicios secretos. El atentado contra el ministro ocurrió en Beirut a pleno día y provocó también la muerte de sus guardaespaldas. Gemayel era nieto del fundador de las Falanges Libanesas, hijo de un ex presidente y sobrino de otro presidente asesinado en 1982, cuando ocupaba la jefatura del Estado. Es el quinto crimen político desde enero del 2005, cuando murió en atentado el influyente ex jefe de gobierno Rafik Hariri. El asesinato de Gemayel responde, precisamente, a los esfuerzos por crear un tribunal internacional que juzgue el de Hariri.
En cuanto a Litvinenko, estaba dedicado a atacar al gobierno ruso.
Residía en Londres desde hacía cuatro años y allí había publicado un libro contra Putin. En las últimas semanas investigaba el asesinato de la periodista Ana Politkóvskaya, opositora del gobierno que murió baleada en Moscú a principios de octubre. La causa exacta de la muerte del antiguo agente secreto sigue siendo un misterio. Inicialmente se pensó en envenenamiento con talio, pero los médicos descartaron luego esta posibilidad. Litvinenko llegó al hospital el 17 de noviembre y fue imposible salvarle la vida. Los atentados con veneno no son insólitos en la antigua Unión Soviética. El líder ucraniano Viktor Yushchenko, que más tarde fue elegido presidente, sufrió un envenenamiento en diciembre del 2004.
El gobierno ruso niega cualquier vinculación con la muerte de Litvinenko, y el de Siria calla respecto a su posible papel en el asesinato de Gemayel. Pero a ambos les conviene. Al ruso, porque es otra advertencia sobre el peligro de enfrentarse al régimen. Y al sirio, porque su aliado libanés, el movimiento Hezbolá, se beneficiaría si el gobierno del primer ministro Fouad Siniora se desploma. Para eso se ha acudido casi siempre a los magnicidios: para causar caos, miedo, desorientación…
Redactor de EL TIEMPO.
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