El dilema de las armas

El dilemade las armas

 

Tener o noun arma es el producto de una decisión personal del mismo estilo que gestionaruna licencia para conducir o aprender a volar en ícaro:  son múltiples los factores que puedenincidir en que nos inclinemos hacia una u otra alternativa, en que las hagamosu orientemos nuestra voluntad hacia otros fines.

En lacultura de la delincuencia común, poseer un arma puede ser un símbolo depoder.  Para los lectores deSegured.com, en cambio, puede ser simplemente una herramienta que contribuya enla preservación de nuestra integridad física y la de nuestros bienes.

Uno de loserrores más comunes al momento de decidir si conviene o no poseer un arma surgede las apariencias y estereotipos cinematrográficos, que le dan a la violenciaun barniz de glamour.  Seamosclaros:  la posesión de un arma y suadecuada utilización puede representar la diferencia entre la vida y la muerte,tanto propia como de nuestros familiares.

Estaslíneas no deben ser interpretadas como una apología al armamento.  En realidad, tienen dos lecturas.  Una es obvia:  al usarlas adecuadamente, las armas pueden repeler a eventualesagresores.  Pero a veces –y ésta es laotra interpretación- resulta más aconsejable no andar armado.

Generalmente,los agresores tienen a su favor el factor de la sorpresa. Si se percatan de queposeemos algún instrumento capaz de hacerles daño pueden inferir que estamosdispuestos a hacerles frente, y actuarán en consecuencia.

Las armasen general requieren de ciertas aptitudes físicas para poder obtener deellas el mayor provecho (buenos reflejos, vista y oído en perfecto estado,puntería, pulso, etc.) El que las porta, además, debe tener una actitud,una disposición psicológica que le permita enfrentarse con prudencia asituaciones comprometedoras, sin necesidad de tener que resolverlas atiros.  Debe estar consciente de que sila desenfunda es porque está dispuesto a usarla, y a asumir lasresponsabilidades que ello acarrea. Aquí, como en muchas facetas de la vida, la técnica debe complementar ala ética.

De allí quepara obtener una licencia o porte de arma, los gobiernos exijan certificados desuficiencia tanto en lo físico como en lo psicológico.  Pero eso no es suficiente.  Mucho se ha dicho en cuanto a que las armasson herramientas para la defensa personal. Algunos teóricos distinguen entre las que tienen un uso defensivoy las destinadas a los cuerpos de seguridad del Estado, de mayor calibre ypoder destructivo, que son de guerra.

Pero enrealidad ningún arma es defensiva, a menos que entendamos que la mejor defensaes el ataque oportuno.  Al utilizarlas,buscamos neutralizar a un agresor, sea factual o inminente, generalmenteinhabilitándole en su capacidad de lograr su cometido infligiéndole cortes,perforaciones o impactos.  En otraspalabras, neutralizándolo antes de que seamos sus víctimas.  Si no estamos conscientes de la capacidad dedaño que tenemos al llevar un arma en el cinto, su utilización puede traernosseveras consecuencias, tanto legales como psicológicas.

No hacenfalta encuestas para entender que, en sociedades como las nuestras, las armasgeneran mensajes ambiguos y, a menudo, contradictorios.  Por una parte, el discurso oficial destacala inconveniencia de que las comunidades se armen.  Pero por la otra, el tema de la inseguridad no es asumido demanera coherente y eficaz, lo que produce en el individuo la convicción de quepuede tomar la justicia por cuenta propia, con una pistola en sus manos.

Las armas,pues, han generado todo tipo de fundamentalismos.  La sociedad está dividida en relación con el tema, tanto comopuede estarlo frente al aborto.  Loimportante es que el individuo asuma una posición consciente al respecto, yactúe en consecuencia.  En todo caso,siempre es importante conocer cómo son las armas de uso más frecuente, y másaún, conocer a quien las lleva.

 

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