El dominó de la inestabilidad suramericana (10 al 17 de junio 2005)

Durante los últimos tres años y medio, los gobiernos de tres países suramericanos literalmente han caído ante el peso de las protestas sociales, escenificadas mayoritariamente en sus capitales. Dos de estos cambios se han producido en menos de tres meses en países andinos: Ecuador y Bolivia. El otro caso fue en Argentina, donde a finales de 2001 y principios de 2002 la primera magistratura cambió de manos en 4 oportunidades, en medio de una profunda fragilidad institucional.
Los casos de Bolivia, Ecuador y Argentina difieren en sus raíces. Uno no puede caer en el simplismo de atribuir las protestas sociales a las consecuencias supuestamente devastadoras del “fondomonetarismo” aplicado por los gobiernos suramericanos durante la última década del siglo XX. De hecho, cuando se analizan las incidencias de cada caso nos damos cuenta de que, salvo en el episodio argentino, las movilizaciones sociales se produjeron en reacción a un suceso de orden político: abusos de poder, corrupción y ausencia de un liderazgo consolidado y capaz de manejar con asertividad las complejas situaciones del momento.
En Argentina a finales de 2001 cobró fuerza una movilización popular con la que convivieron los bonaerenses durante meses, expresada en una auténtica tropa de desempleados que cada vez con mayor tino organizativo bloqueaba las principales vías de acceso a la capital en protesta por la inflación y el deterioro de las condiciones sociales, acelerado por el fracaso del llamado “plan Cavallo”, llamado así en honor al ministro de Economía del gobierno de Fernando de la Rúa, Domingo Cavallo. La paciencia popular se perdió en diciembre, y comenzaron los saqueos. La fuerza pública salió a intentar la reposición del orden. Los enfrentamientos dejaron 16 muertos.
De la Rúa entregó el mando al presidente del Senado Ramón Puerta, quien a los pocos días deja el gobierno en manos del gobernador de San Luis, Adolfo Rodríguez Saa. Se suponía que este funcionario encabezaría una transición de 60 días, pero poco después de una semana este peronista tuvo que dejar el cargo, esta vez en manos de Eduardo Camaño en forma interina. Luego vino Eduardo Duhalde, hasta que una votación otorgó el mando al actual presidente Néstor Kirchner. En total hubo 6 presidentes en menos de 7 meses.
Los casos de Ecuador y Bolivia todavía están muy frescos, pero a simple vista tienen algo en común con el argentino: los cambios políticos se produjeron tras intensas movilizaciones populares que no pudieron ser sofocadas por las fuerzas del orden. En Ecuador el coronel retirado del Ejército Lucio Gutiérrez fue destituido por el Poder Legislativo y se vio obligado a solicitar asilo en Brasil, en medio de intensas manifestaciones lideradas por estudiantes y campesinos, quienes se oponían a las maniobras del gobernante para modificar la composición de la Corte Suprema de Justicia y permitir el regreso del ex presidente Abdalá Bucaram.
En Bolivia la inestabilidad venía en forma continuada desde 2003, cuando Carlos Mesa fue designado en reemplazo del presidente Gonzalo Sánchez de Losada, quien renunció debido al mal manejo de una situación de orden público que dejó decenas de muertos en las principales ciudades. La responsabilidad de los desmanes policiales fue asignada directamente al jefe del Estado. El vacío fue subsanado de inmediato por el vicepresidente.
Pero Mesa a la larga fue presa de la misma ingobernabilidad gestada en ese país andino por un sindicato que tiene en su núcleo a un numeroso contingente de sembradores de coca, asentados en los alrededores de la capital y en Cochabamba. Las protestas que desembocaron en la renuncia de Mesa se originaron en la controversia por la aprobación de la Ley de Hidrocarburos. Pero en realidad pudieron comenzar por los planes de erradicación de cultivos ilícitos, la creciente miseria en torno a las ciudades o cualquier otra razón. Lo importante para los opositores era mantenerse en la calle y obtener por las vías de hecho lo que hasta el momento no podían lograr a través de los votos.
A pesar de la gravedad de las situaciones descritas, en todos los países mencionados las situaciones políticas tarde o temprano tomaron un cauce “institucional”. En otras palabras, el hilo constitucional no se rompió. En Venezuela, en abril de 2002 una masiva protesta y una represión descabellada desencadenaron la renuncia del presidente Hugo Chávez. El sucesor, Pedro Carmona Estanga, rompió la continuidad de la Constitución (refrendada por votos en diciembre de 1999) y generó una situación de fragilidad interna que desembocó en el retorno del gobernante. Una prueba más de que cuando se habla de política la ruta más corta entre dos puntos no siempre es una recta.

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