El narcotráfico en una villa porteña
La violencia generada por narcotraficantes en una villa de emergencia del Bajo Flores es un hecho de por sí inquietante pero, además, una señal de alerta sobre un fenómeno que podría extenderse a otros conglomerados urbanos.
En los últimos tiempos se produjeron, en la villa 1-11-14, varios enfrentamientos y asesinatos, protagonizados por narcotraficantes de origen peruano, ex miembros de la organización terrorista Sendero Luminoso. Según los testimonios de los vecinos, los narcos controlan una parte de la villa, en la que fabrican y distribuyen droga, y entran en conflicto con otros grupos de delincuentes en un aparente intento de ampliar su control territorial. Los vecinos también han dado a conocer sus sospechas de que los narcos cuentan con encubrimiento policial.
El asentamiento de delincuentes y narcotraficantes en centros urbanos precarios no es nuevo, pero en la villa del Bajo Flores la situación parece tener una gravedad mayor que en otros lugares.
En ese contexto, los vecinos de la villa, en su mayoría personas de trabajo, están sometidos al chantaje de la delincuencia y desprotegidos de quienes deberían resguardar su seguridad.
Como respuesta a los hechos que se comentan se realizaron operativos policiales y se anunciaron programas para mejorar las condiciones de vida y de seguridad del lugar. Es de esperar que estas acciones cumplan los objetivos buscados y que el Estado actúe preventivamente en otros centros urbanos en riesgo para evitar una escalada del problema.
Hay que tener presente la dramática experiencia de ciudades y regiones que han caído bajo el control del narco en otros países.
Varios delitos pusieron de manifiesto la extensión del narcotráfico en una villa del Bajo Flores, cuyos habitantes están en peligro e indefensión. Es necesario tomar medidas para esa villa y otros lugares con problemas similares.
Editorial del diario Clarín