El secuestro express

El secuestro express es una nueva modalidad delictiva, que amenaza con ircreciendo día a día y que es muy difícil cuantificarla contando con las cifrasoficiales, dado que es un delito poco denunciado, que lo hace más impune y porende más atractivo para los delincuentes.

Ante la pregunta de dónde y cuándo se originó, muchos aseguran que loimportamos de México. Pero quizás en nuestro país sus antecedentes más remotosdatan de hace un año o dos y provienen de las organizaciones delictivas que sededican al robo de vehículos, ya que los delincuentes encargados de apoderarsedel bien (vehículo), quisieron obtener una plusvalía en su parte del trabajo, osea superar los ingresos que le iba a cancelar la organización por el carro.Para lograr esto en principio comenzaron por despojar a sus víctimas de bienestales como celular, dinero, joyas, etcétera, luego pasaron a pasearlas por loscajeros automáticos usando sus tarjetas de débito y de esta forma obtenerdinero en efectivo, pero querían más y entonces optaron por telefonear a lafamilia a fin de solicitarle una cantidad de dinero por la entrega delfamiliar. Hoy cualquier grupo de delincuentes sin contar con muchaplanificación y logística, ni pertenecer a ninguna organización delictiva, sededica a cometer este delito por demás lucrativo, rápido y con una altaimpunidad, lo que significa para el delincuente poco riesgo.

El modus operandi es muy simple, ya que como lo mencioné anteriormente no esnecesario para los delincuentes contar con una gran logística y menos con unaplanificación, dos o tres de ellos se pasean por la ciudad en busca de suposible víctima, -95% de ellas son mujeres solas- las que son divisadassaliendo de residencias, de locales en centros comerciales o de gasolineras, acualquier hora del día principalmente en la mañana y luego de un cortoseguimiento en espera del momento más propicio, ocurre lo que los delincuentesdenominan en su argot «el entrompe» o «cantarle un quieto»,luego de amenazar con sus armas de fuego, entran en el vehículo y tomando bajoamenazas el control de la situación, interrogan a la víctima para saber elpotencial de pago de sus familiares y el tiempo que les tomará a éstosconseguir la suma requerida, que puede oscilar entre tres y 50 millones debolívares, aunque aceptan dólares o joyas, entonces desde el celular de lapropia víctima proceden a llamar y negociar, ya que saben qué negociar y conquién. El familiar procede a recolectar lo solicitado y en raras ocasiones daaviso a las autoridades; como es lógico prefiere pagar y recuperar sano y salvoa su familiar. Una vez hecho el pago, a las horas, en cualquier calle solitariaaparece el secuestrado, la alegría vuelve al hogar y nuevamente surge elinterrogante ¿denunciaré? Pero el miedo también regresa, ya que los agraviadossaben que los delincuentes conocen mucho de la familia y pueden tomarrepresalias. Aunado a esto la confianza ante los organismos de seguridad y elsistema judicial no está pasando sus mejores momentos, entonces optan por nodenunciar y este nuevo hecho pasa a formar parte de esta gran cifra -delitoscometidos más no denunciados, por ende oficialmente no cometidos- que tenemosen Venezuela.

Por razones totalmente diferentes a las nuestras, en Colombia se calcula queocurren anualmente más de 3.000 secuestros que sirven, algunos, para financiara los tres grandes grupos guerrilleros que desde la década de los 60 operan enese país; otros secuestros son efectuados por paramilitares y algunos pormiembros del hampa común para lucro particular. Ante este panorama estamanifestación delictiva en sus dimensiones pudiera ser comprensible. Pero ennuestro país pareciera inimaginable que sin estar ni remotamente en la mismasituación, transitemos por el camino de igualarlos y hasta superarlos en lacomisión de este horrendo delito.

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