Al empezar el año 96, la División de Homicidios del Cuerpo Técnico dePolicía Judicial nos sorprendió esclareciendo un caso que tenía todas lascaracterísticas de convertirse en cangrejo: el homicidio del economista CésarManduca, suceso que nos debe llevar a una amplia reflexión, ya que en Venezuelase han conocido muy pocos casos de «asesinatos por contrato». En épocaspretéritas se ha hablado de ello, producto de las famosas vendettas en losestados Falcón y Zulia y otros casos aislados dentro de la historia criminalvenezolana. Sin embargo, el fenómeno es preocupante ya que por las condicionesque actualmente atraviesa el país, puede convertirse en la punta de un graníceberg. El aumento de la criminalidad debido a la situación de pobreza críticaque vive el cinturón de marginalidad en el Area Metropolitana, aunado a unaalta inflación, aumento de la tasa de desempleo, y el deterioro de la clasemedia, ha creado un clima de criminalidad violenta y una «cultura de lamuerte». Nada más y tomando como referencia el mes de diciembre del añopasado, en el Area Metropolitana de Caracas se cometieron 211 homicidios, sietediarios, un 93% por armas de fuego; todo esto sirve como caldo de cultivo paracrear una nueva empresa delictiva «el sicariato» tal y como sucedió enColombia, específicamente en Medellín.
Medellín, al igual que Caracas, es un valle, pero situado entre dos montañasque fueron ocupadas desde los años 50 por familias pobres, exiliadas del campo;allí nacieron los barrios, donde habita una tercera parte de la población de laciudad, con un nivel de criminalidad y desempleo muy parecido al queactualmente vivimos en nuestra capital; el ingreso promedio de un profesionaluniversitario jamás sobrepasa a los 180 mil pesos (más o menos 300 dólares) yexisten nada más dos clases sociales: ricos y pobres; allí nació el sicariato,«el asesinato por contrato», «el matón a sueldo». No solamente losnarcotraficantes, sino grandes hombres de negocios, ordenan, mediante pago,darle muerte a un enemigo o a un rival; para ello cuentan con un ejército dejóvenes habitantes de esos barrios, debidamente adiestrados en el manejo dearmas de fuego, que a veces, en empresas suicidas, pretenden solucionareconómicamente su problema o el de su familia.
Por eso insisto que el caso del homicidio Manduca, por suscaracterísticas, no debe pasar desapercibido como una historia más dentro de lacriminalidad venezolana.