Guerra preventiva (14 al 21 de marzo 2003)

 

El mundo está a punto depresenciar una nueva guerra.  No solosería nueva desde el punto de vista cronológico sino también por sunaturaleza:  un Estado o coalición deestados –en el mejor de los casos EE UU, Gran Bretaña y España- adelantaríanuna acción bélica para impedir que otro Estado adquiera la capacidad deatacarlos mediante la utilización de armas de destrucción masiva.

 

Esta es la concreción de unateoría promovida por la administración del presidente George W. Bush,denominada “ataque preventivo”, cuya aceptación entre el público estadounidensefue posible gracias a la conmoción generada por las arremetidas terroristas del11 de septiembre del 2001.

 

Los primeros destellos de estadoctrina fueron esbozados por el propio mandatario durante una conferencia enla Academia Militar de West Point, en junio del año pasado.  En ella advirtió a los futuros oficiales delEjército de ese país que debían estar listos para efectuar “un golpe preventivoen la guerra contra el terrorismo”, destinado tanto a los grupos que tienen ala violencia como forma de acción política como a los “tiranos” que los apoyan,especialmente si están cercanos a la obtención del poder atómico, o aldesarrollo de armas químicas o biológicas.

 

En diciembre del año pasado,el Consejo Nacional de Seguridad de ese país emitió la Estrategia para elCombate a las Armas de Destrucción Masiva. Su principio esencial es la “contraproliferación”, y está explicado enestos términos:

 

“Sabemospor experiencia que no siempre podemos ser exitosos en prevenir y contener laproliferación de armas de destrucción masiva en estados hostiles yterroristas.  Por lo tanto, losmilitares de Estados Unidos y las agencias civiles apropiadas deben poseer todoel rango de capacidades operativas para contrarrestar la amenaza(cursiva nuestra) del uso de armas de destrucción masiva por Estados yterroristas contra EEUU, nuestras fuerzas militares, amigos y aliados”.

 

La doctrina del ataquepreventivo, por lo tanto, se sustenta en la eliminación de las amenazas,siempre que éstas pongan en peligro la seguridad de la nación que lapreconiza.  Ya en Israel, país bajopermanente riesgo, hubo una primera aplicación en 1981, cuando cazas de esepaís entraron en cielo irakí y volaron una planta nuclear ubicada a pocoskilómetros de Bagdad.  Esta acciónmilitar fue conocida como Operación Babilonia. La diferencia con la situación presente es que no habrá sorpresas, puestanto Estados Unidos como Inglaterra y otras naciones europeas vienenanunciando la inminencia de una avanzada militar si el régimen de SaddamHussein no elimina por completo sus armas de destrucción masiva, algunas de lascuales ya fueron utilizadas contra la minoría kurda, con propósitos de exterminio.

 

Pero, en estricto sentido,Irak no ha cometido actos de agresión contra Estados Unidos ni contra susaliados o intereses, nada que de acuerdo con los cánones tradicionalesjustifique un ataque contra ese país. No hay Pearl Harbor, ni siquiera otro 11 de septiembre.  Por otro lado, y a pesar de las innumerablesresistencias encontradas antaño por los inspectores de la Organización deNaciones Unidas, el desarme irakí avanza. En la medida en que eso ocurre, la coalición va quedándose sinargumentos para explicarle al resto de la comunidad internacional por quédecidieron ir contra ese país.

 

Es por eso que lasresistencias a una acción militar contra Irak son cada vez mayores, inclusodentro de los Estados Unidos.  Enarbolarla doctrina del ataque preventivo, por otra parte, podría ser muy peligrosopara la propia potencia, en un mundo regido por normas elementales dereciprocidad.   Nada impediría, en unfuturo cercano, que Korea del Norte decidiese ir contra Washington comoconsecuencia de las amenazas públicas de voceros como el canciller CollinPowell, en virtud de los logros registrados por los asiáticos en su programaatómico.

 

Lo que es bueno para uno, esbueno para el otro.

 

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