Huellas borradas (30 e julio al 5 de agosto)

“Haces lo que debes hacer porque eso es lo que el muerto merece. Pero no haces más de lo necesario, porque ellos merecen eso también”.
Un cadáver merece, cuando menos, el nombre que tuvo en vida. Salir de la condición del anonimato, del John Doe o Señor X. Buena parte de las primeras actuaciones de los expertos forenses como Michael Maden (de quien tomamos la frase del párrafo anterior) van encaminadas al logro de este objetivo.
A veces, para identificar a un cadáver humano es necesario hacer cosas que el ciudadano común no imaginaría, pero que en los laboratorios criminalísticos son práctica frecuente. ¿Qué se puede hacer, por ejemplo, cuando la piel de ese ser sin vida se ha deteriorado de tal forma que resulta imposible tomar las huellas digitales?
Todo depende de las condiciones de ese deterioro. Lo principal es recuperar el pulpejo de uno o más dedos. Los pulpejos son las zonas donde tenemos las crestas y los pliegues que conforman las huellas digitales. Darío Aliaga, en su obra Identificación judicial venezolana dejó una detallada explicación al respecto.
En oportunidades, la mano del difunto está húmeda y tiene pliegues superficiales, debido al inicio del proceso de putrefacción. En estos casos, los dedos deben ser sometidos por separado a un proceso de desinfección en formalina al 5% durante un día. Luego, el experto suele inyectar en la cavidad dérmica una solución salina al 15% o agua, tapando de inmediato el hueco dejado por la aguja con parafina derretida o un material similar. Esto permite rescatar el pulpejo y hacer una impresión dactilar.
Si la putrefacción del cadáver ha avanzado, es necesario aplicar otras técnicas. La fetidez debe ser atacada mediante la aplicación de formalina al 10% durante un día. Luego se corta la pulpa del dedo procurando obtener toda la zona de la huella. Se extrae la dermis para dejar solamente la epidermis, y trabajar con ella en el proceso de identificación. Cuando la muestra está lista, se recomienda fijarla mediante el entintado y el fotografiado, así como dejarla debidamente clasificada y marcada para evitar posteriores confusiones.
Si la piel del cadáver está “friable”, es decir, se deshace con facilidad, lo primero es detener el proceso de descomposición. Aliaga recomienda aplicar astringentes como jugo de limón. Luego una solución con alta concentración salina, formalina al 15% y luego alcohol metílico para deshidratar los tejidos. Como en la modalidad anterior, se debe extraer la dermis y trabajar con la epidermis, rellenada con yeso fino o pasta de dentista.
Cuando la epidermis se ha desprendido, el tegumento debe ser deshidratado y luego cubierto con polvos colorantes para dar una impresión contrastada. Se recomienda el fotografiado de la muestra lo antes posible.
Por último, se da el caso de que la piel del cadáver está momificada, con pliegues profundos y unidos a los restos óseos. Entonces, se intenta la rehidratación de los pulpejos en una solución de sal y bórax.
Debido a la alta demanda de trabajo en los laboratorios forenses, los expertos recomiendan mantener especial atención en el mantenimiento de la cadena de custodia. Esto garantiza que las pruebas no serán enrarecidas y que la identificación del cadáver finalizará de manera exitosa.

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