Huracanes y libertad (17 al 24 de septiembre 2004)

El paso del huracán Iván fue una prueba para todos. Esta perturbación atmosférica fue un duro examen para los estados de Sudamérica, Centroamérica, la Comunidad del Caribe y, finalmente Norteamérica. Afectó directamente a 12 países con vientos que promediaron los 150 kilómetros por hora, aunque cuando se acercaba al Golfo de México éstos llegaron a tener más de 200 kilómetros por hora, con lo que se colocó en la magnitud 5, tope de la escala internacionalmente aceptada para la medición de estos fenómenos.
En algunas localidades, como en Cuba y México, los gobiernos no dudaron en ordenar la evacuación de las poblaciones que estaban en el trayecto del huracán. En la isla, donde los procedimientos fueron más compulsivos, los vientos ocasionaron importantes destrozos pero no fueron reportadas muertes. Los habitantes de Pinar del Río, en el extremo occidental de la geografía cubana, fueron obligados a dejar sus casas y buscar refugio en lugares apartados y preferiblemente altos, donde se reduciría el riesgo de una muerte por inmersión. Si hubo algún fallecimiento, no fue atribuido directamente a la contingencia. En todo caso, siempre quedará la duda, debido a las restricciones impuestas allí a la circulación de informaciones.
Jamaica y Grenada también sufrieron el paso de Iván. Son localidades depauperadas, donde el Estado no ejerce un control estricto sobre las actividades de los ciudadanos. A pesar de que allí los huracanes pasan con cierta frecuencia –especialmente en Jamaica- los muertos fueron contados por decenas. Esto prueba que la organización social no fue tan efectiva. En un cable divulgado el 11 de septiembre, la agencia Reuters reportó que el gobierno jamaiquino se limitó a exhortar a los habitantes a buscar refugio lejos de las zonas bajas, “pero muchos se quedaron en su casas para protegerlas de saqueadores”.
En Colombia, Venezuela y Trinidad-Tobago el paso de huracanes en poco frecuente. Los dos primeros países cuentan con una protección natural representada por una extensa cadena de montañas. Los vientos, además, suelen desviarlos hacia el norte. Pero esta vez Iván pasó muy cerca. Aún así, la gente no creía que algo muy grave podría sucederle. Los gobiernos se declararon en alerta, pero no hablaron de evacuaciones. De las 4 muertes conocidas en Venezuela, 3 fueron de surfistas que deseaban aprovechar el fuerte oleaje.
Estados Unidos, en cambio, tiene una conocida condición de riesgo durante la temporada de huracanes. Nada les impide llegar a tierra firme y devastar todo lo que encuentran a su paso. Esta es la principal razón por la que allí cuentan con los sistemas más importantes del hemisferio para el monitoreo de estos fenómenos. El Centro Nacional de Huracanes, además, presta un servicio al enviar alertas a todos los países de la región.
Solamente en el sur de Florida, la proximidad de huracanes como Iván o su predecesor, Charnley, suscitó una movilización calculada en un millón de personas hacia los refugios. A pesar de esto, hubo por lo menos 20 decesos por los vientos en esa región y en Alabama, Mississippi y Louisiana. Las víctimas, según los reportes, se negaron a dejar sus casas. Escogieron esa alternativa y pagaron el precio.
Afortunadamente, Iván ya no representa un peligro para las américas. A su paso dejó 70 cadáveres, y eso debería representar un aprendizaje. Vendrán Frances, Jeanne y otros tantos. Por ende, hay que estar informados y preparados como si la emergencia de un nuevo tifón fuera a presentarse mañana.

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