La expansión y el fracaso del terrorismo islámico

EL ISLAM: FENÓMENO POLÍTICO, RELIGIOSO Y CULTURAL.
I PARTE
Franklin Barrientos Ramírez
Abstract
El fundamentalismo islámico es un fenómeno político, religioso y cultural que surge en el Medio Oriente a fines de los años 60. Se origina como respuesta al fracaso del nacionalismo y el socialismo árabe, pero también a la crisis de los modelos de desarrollo capitalistas inspirados en Occidente. Sus principales ideólogos son Sayyid Qutb en Egipto, Ala Mawdudi en Paquistán y Ruholla Jomeini en Irán. El fundamentalismo islámico tiene un componente piadoso y quietista que busca la instauración de una sociedad islámica, desde abajo, y un componente de acción y revolucionario, que quiere instaurar un Estado islámico a través de la toma del poder por la violencia. Esta última estrategia, es la que han seguido los terroristas de Al Qaeda y otros grupos que han participado y cooperado en los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York, la estación de Atocha en Madrid y el Metro de Londres. Según algunos expertos, el terrorismo islámico ha fracasado, porque después de treinta años de lucha, no ha logrado conquistar el poder ni instaurar un Estado islámico en ninguna parte, a excepción de Irán. Este revés ha llevado a las elites políticas e intelectuales islámicas a pensar en la posibilidad de crear una democracia islámica, basada en los principios del Corán.
I. INTRODUCCION
El Islam, el Cristianismo y el Judaísmo son de las tres religiones monoteístas más importantes del mundo. Se calcula que el número de fieles del Islam llega a los mil doscientos millones de personas, repartidos en 56 países, desde Africa hasta Asia, pasando por Europa y América. El Islam, es la religión que experimentó la mayor expansión en los últimos cincuenta años. Su influencia es tan grande, que a comienzos del siglo XXI, estaba presente en los gobiernos y en la oposición política de casi todos los países del norte de Africa y del Sudeste asiático. Luego de la disolución de la ex Unión Soviética surgieron 6 nuevas repúblicas islámicas en Asia Central: Azerbaiyán, Kazakistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán. Los militantes islámicos han sido elegidos en los parlamentos, sirven en los gabinetes y han sido presidentes, primeros ministros y diputados en naciones tan diversas como Argelia, Egipto, Indonesia, Jordania, Kuwait, Líbano, Malasia, Paquistán y Yemén.
En Europa, el Islam es la segunda religión después del Cristianismo. Se calcula que en Francia viven actualmente unos 4 millones de musulmanes; en Alemania, 3 millones; en Gran Bretaña, 1,7 millones; en España, medio millón, lo mismo en Holanda, y en Bélgica unos 300 mil. Por otra parte, países europeos como Albania, Bulgaria, Bosnia, Macedonia y Georgia también cuentan con importantes comunidades islámicas.
La ciudad de Londres, se ha convertido en una importante plaza del islamismo debido a los lazos políticos, culturales y económicos que mantiene con los países musulmanes. En Gran Bretaña, la estructura comunitaria del Islam se ha visto favorecida por la tradición de tolerancia religiosa y por la política de inserción colectiva de los inmigrantes que tiene ese país. La política de asilo practicada con los prófugos y exiliados de las guerras del Medio Oriente y Africa, han convertido a Londres en un verdadero santuario del islamismo. En “Londonistán”, se publican periódicos y se editan discos y videos difundiendo el mensaje del Islam. Las mezquitas de Londres y Paris son utilizadas, a veces, como espacios políticos, para hacer reuniones y reclutar voluntarios para combatir la yihad en cualquier parte del globo. Europa se ha convertido en tierra del Islam.
En Estados Unidos, el Islam es la tercera comunidad religiosa en importancia. Según el Servicio de Prensa de las Fuerzas Armadas norteamericanas, se calcula que en Estados Unidos existirían entre 5 y 7 millones de musulmanes. Los soldados de religión musulmana que sirven bajo la bandera norteamericana, serían entre 10.000 y 20.000 e incluso cuentan con un capellán para sus servicios religiosos.
II. CONCEPTOS FUNDAMENTALES DEL ISLAM
La palabra Islam, significa en árabe, sumisión, pero tiene además otros dos significados relacionados, en un sentido denota una religión, un sistema de creencias y culto y en el otro, la civilización que creció y floreció al amparo de esta religión.
MAHOMA
La historia del Islam está íntimamente ligada a la vida del Profeta Mahoma y a la península de Arabia, lugar donde surgió, se desarrollo y expandió como religión. Según los historiadores, Mahoma nació en La Meca el año 570 y murió el año 632 d. de J.C. Pertenecía a la familia de los hachemitas, de ascendencia aristocrática, pero de posición humilde. Sus padres fallecieron siendo él muy joven, por lo que fue criado por su tío Abu Talib. Se desconoce la mayor parte de su niñez y juventud, en que la tradición islámica supone que realizó varios viajes, estableciendo contacto con monjes cristianos. Se casó a los veinticinco años con una viuda acaudalada, llamada Jadicha, con la que tuvo varios hijos, sobreviviéndole sólo su hija Fátima, que se casó más tarde con Alí, primo del Profeta. De este matrimonio, surgiría la familia de los descendientes legítimos del Profeta.
A los treinta años de edad, Mahoma experimentó una crisis espiritual y luego de una serie de visiones nocturnas le fue revelado el Corán. Asombrado y temiendo ser objeto de ilusiones, confidenció estas revelaciones a su esposa Jadicha, quien creyó en él y en la palabra recibida. Al cabo de algunos años se reanudaron éstas manifestaciones por lo que decidió informar de ello a sus parientes más cercanos; su primo Alí; su hijo adoptivo Zayd y su amigo Abu Bakr, uno de los más notable comerciantes de La Meca, quienes constituyeron el primer grupo de fieles. Pero, como sucede al comienzo con todos los profetas, cuando Mahoma empezó a predicar chocó con la indiferencia de sus conciudadanos y, muy pronto, con la oposición abierta de los ricos, a quienes molestaba su mensaje de justicia social.
Luego de predicar por años en La Meca, decepcionado y viendo que el número de prosélitos era todavía exiguo, Mahoma decidió abandonar su ciudad natal y emigrar a Yarib, para continuar con su misión de divulgación del Islam. La emigración o “hégira” ocurrió el 16 de julio del año 622, este un día muy importante para los musulmanes porque marca el inicio del calendario musulmán y es la fecha de nacimiento de la “umma” o comunidad musulmana. Como veremos más adelante, se trata de una comunidad que no se funda en lazos de sangre, sino que es un pacto religioso libremente consentido donde sus seguidores hacen parte de una gran fraternidad espiritual. El recibimiento encontrado en Yarib, fue cálido y entusiasta por lo que el Profeta determinó establecer allí su centro de operaciones religioso y militar. A partir de ese momento Yarib, se convirtió en la “Ciudad del Profeta” o Medina (Madinat al Nabí). En esta ciudad vivió once años, hasta su muerte acaecida el 8 de junio del año 632.
Los habitantes de Medina le apoyaron con firmeza y Mahoma trató de hacer lo mejor por la ciudad, ya sea negociando con los judíos que le eran hostiles o arbitrando entre las distintas tribus rivales para dar unidad al pueblo árabe. Pasado algún tiempo, Mahoma obtuvo la jefatura política y religiosa de la ciudad, desde donde emprendió la “guerra santa” contra los infieles de La Meca. Esta fue una lucha larga, prolongada y extenuante. El año 2 de la hégira, los musulmanes vencieron a los mequeses que eran superiores, en la batalla de Badr; pero al año siguiente, los musulmanes que ésta vez eran más numerosos, fueron derrotados en la batalla de Uhud. En el año 5 de la hégira, Mahoma logró vencer definitivamente a los mequeses en la “batalla del foso”. En el sexto año, se realizaron las negociaciones de Hudaybiyya, donde por primera vez los mequeses aceptaron tratar con los musulmanes. El año 7, los musulmanes ocuparon el oasis judío de Khybar, desde donde el Profeta envío mensajes al Gran Rey de los Persas, al Emperador de Bizancio, al Negus de Abisinia, al Gobernador de Alejandría y a otros mandatarios para que se convirtieran al Islam. El año 8 de la hégira, marca el primer retorno oficial de Mahoma a La Meca. Se trata de un viaje corto, donde logra que un número importante de personas se conviertan al Islam. Al cabo de poco tiempo, Mahoma rompe la tregua y a la cabeza de un gran ejército avanza contra los mequeses que fueron nuevamente obligados a negociar, luego de este hecho de armas, casi todos los mequeses se convirtieron y aceptaron el Islam. El año 9 y 10 de la hégira, son conocidos como los “años de las embajadas”, que fueron testigos de la sumisión y conversión de numerosas tribus árabes. Durante el año 10, algunos pequeños enclaves cristianos y judíos del norte de la península arábica, aceptaron la protección musulmana. Este año se conoce también, como el año del “peregrinaje del adios”, porque es el último que realizó el Profeta a La Meca, antes de su muerte. A esta fecha, se puede decir que toda la península arábica estaba ya unida en la fe musulmana.
LA COMUNIDAD MUSULMANA. (UMMA)
En la tradición musulmana, la “umma” o comunidad musulmana, es ante todo una comunidad política y religiosa, creada por Mahoma. Los primeros miembros de esa comunidad de creyentes, fueron sus familiares y los amigos que lo acompañaron en la huída o “hégira” hacia Medina. A diferencia de las tribus árabes que estaban unidas por lazos de sangre, la nueva comunidad estaba unida por vínculos religiosos, más fuertes incluso que los vínculos familiares. La”umma”, es una asociación informal que está abierta a cualquier persona que de testimonio de fe y sea leal con ella.
Según John Voll: “Desde sus comienzos quedó establecido entre los musulmanes, que el sentido de la “umma” o comunidad de creyentes era religioso. La comunidad de creyentes no era, ni una iglesia ni un Estado. Es por ello que el islamismo es descrito, más bien como una forma de vida y no como una religión separada de la política o de otras dimensiones de la sociedad”.
El concepto de umma surgió cuando la primera comunidad musulmana de Medina se expandió con rapidez y consolidó su hegemonía en el centro de Asia bajo la guía de Mahoma. Mediante acciones militares y astutas iniciativas diplomáticas, las tribus de Arabia se unieron formando una nación árabe con una fe, ideología, autoridad centralizada y ley comunes. Por primera vez, se había hallado un medio eficaz para poner fin a las disputas tribales, para inspirar, unir y reemplazar la lealtad hacia la tribu por un vínculo religioso común. Como declaraba el Corán, los musulmanes eran una comunidad de creyentes que mantenía una alianza especial con Dios que trascendía todas las demás lealtades. Conocerían su obligación de esforzarse (yihad), de someterse (islam) a Dios y de difundir su fe como individuos y como comunidad.
Aquellos que adhieren al Islam, constituyen una entidad a la vez religiosa y política. Los textos religiosos islámicos, cualquiera que ellos sean, están siempre vinculados al poder, pues nunca existió en el Islam, un poder religioso independiente de los otros poderes. Aún más, para el Islam, el jefe religioso es al mismo tiempo el jefe político. Todas las escrituras islámicas, desde el comienzo se constituyeron como textos a la vez religiosos, sociales y políticos. En el Corán, como se sabe, se pueden encontrar temas tan variados como las leyes de la guerra santa, la organización de la sociedad y otros tópicos.
A la muerte de Mahoma, fueron los califas quienes lo sucedieron como jefes políticos y religiosos. El Islam está tan ligado a la política, que los primeros cuatro califas murieron asesinados, por conflictos y cuestiones de poder. Esto marca una profunda diferencia con la comunidad cristiana que desde un comienzo separó el poder político del poder religioso. A esto se refiere San Mateo (22:21) cuando señala que el fundador del cristianismo mandó a sus seguidores “dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Durante siglos el cristianismo creció y evolucionó como una religión de los oprimidos, hasta que con la conversión del emperador Constantino, el propio Cesar abrazó el cristianismo e inauguró una serie de cambios por los que la nueva fe conquistó el Imperio romano y transformó su civilización.
LAS FUENTES DEL ISLAM
La primera fuente de conocimiento religioso es el Corán. La doctrina predicada por el Profeta fue recogida en el Corán, libro sagrado de los musulmanes que reúne una serie de oráculos o de textos escritos en lengua árabe, predicado a sus discípulos por el fundador del Islam entre los años 610 y 632 d.J.C. El Corán está compuesto por un conjunto de fragmentos, repartidos en 114 capítulos, también llamados “azoras” o “suras”, con un total de 6.206 versículos más o menos largos de estilo y contenido muy variado, llamados “aleyas”. Para el musulmán, el Corán no es una palabra humana, sino la palabra misma de Dios, traída a los hombres por un enviado especial, el Profeta. El Corán contiene los mensajes que Mahoma recibió de Dios por intermedio de un mensajero divino, el arcángel Gabriel, durante su recorrido por La Meca y Medina.
La segunda fuente de inspiración sagrada es la Sunna o Tradición islámica compuesta por un conjunto de dichos, “hadits”, atribuidos a Mahoma y por informaciones transmitidas por sus compañeros. Los hadits reportan las tradiciones relativas a lo que dijo el Profeta, a la revelación del Corán, etc. Su escritura fue ordenada por los primeros Califas que sucedieron a Mahoma, a diferencia del Corán que es una escritura divina, los hadits son una tradición humana que puede ser discutida, validada y autentificada por los exégetas y los juristas. La tradición sunnita cuenta con seis grandes obras, compuestas de muchos volúmenes cada una, recopiladas y ordenadas en el siglo IX, siendo la más conocida la compilación hecha por Al-Bukhari.
La tercera fuente de conocimiento del Islam son los juicios por analogía. Puede darse el caso, que se necesite aclarar algún hecho o circunstancia que no esté mencionada ni en el Corán ni en la Sunna, para resolver esta situación los musulmanes recurren a la interpretación en base a la analogía. Este juicio de analogía se denomina “quiyás”, y se considera habitualmente como la tercera fuente de derecho y del pensamiento musulmán.
La cuarta fuente es el consenso unánime de la comunidad, se denomina “ichmá” o “ijma”. La “ichmá” absoluta y admitida por todos, es aquella de los Compañeros del Profeta, la primera comunidad. La mayoría de las escuelas coránicas reconocen el valor de la ichmá o consenso de los doctores de una época dada, a condición que su decisión se apoye en un texto del Corán o de los hadits, siempre que no se contradiga con algún texto escrito.
LAS ESCUELAS JURIDICAS ISLAMICAS
En lo que respecta al derecho musulmán o “fiqh”, existen cuatro escuelas de pensamiento consideradas ortodoxas en su interpretación de la ley musulmana, éstas se desarrollaron a partir de los siglos VIII y IX, la gran época “formativa” del islamismo, llegando hasta la actualidad.
1. La escuela malequií malikí o medinesa, creada en Medina por el imán Málik Ibn Anas (m. 795). Esta escuela le otorga gran importancia a los “hadits”, pero completa la tradición con la costumbre de Medina y el consenso de los doctores. Es la escuela sunnita por antonomasia. La opinión de cada uno de los primeros jueces medineses se considera fuente indiscutible de ley por sí misma, con lo cual valora extraordinariamente la sunna profética. Actualmente es la escuela dominante en España, Túnez, Argelia y Marruecos.
2. La escuela hanafi o siria-iraquí, fue fundada por el imán Abu Hanifa (m. 767), alcanzó gran prestigio en Turquía, Asia Central y en la India islamizada. Su método tiende a tomar al Corán como base y comparar las sentencias de los jueces buscando analogías, con lo cual valora el razonamiento individual (rai) como fuente de la ley, y permite seleccionar la mejor sentencia, en caso de oposición entre la base coránica y la tradición local.
3. La escuela shafií o xafei, iniciada en Irak por el imán ash-Shafií (m. 819), critico de Hanifa, fue la primera que dominó bajo los abbasíes. Sus partidarios difundieron el método de la “risalah” que admite cuatro fuentes jurídicas: el Corán, la Sunna, la Ichmá y la analogía o quiyá Este método es intermedio entre el de los malequíes y el de los hanafíes, tiende a conciliar los dos anteriores y a precisar la función que respecta a la analogía (quiyás) con objeto de prevenir interpretaciones abusivas. La escuela shafií domina Egipto y el Medio Oriente.
4. La escuela hanbalí, ideada por un discípulo de ash-Shafií, el imán Ahmad Ibn Hanbal (m. 855), partiendo en parte de la tendencia dahirí, literalista o zahirí, tuvo muchos adeptos en Siria y en Mesopotamia. Es la más rigurosa, la más tradicional y la que menos se presta a interpretaciones libres del derecho canónico, pues acepta al Corán y la Sunna, pero rechaza la analogía y reduce la validez de la ichmá al caso del consenso unánime de los compañeros directos del Profeta. “Violentamente reivindicada como la única escuela jurídica válida por la estricta reforma Wahhabita del siglo XVIII, el hanbalismo es hoy día el rito oficial del reino de Arabia Saudita”.
LOS CINCO PILARES DE LA FE ISLAMICA
Los cinco preceptos que constituyen los pilares del islamismo son: 1) el testimonio de fe; 2) la oración; 3) la limosna; 4) el ayuno y; 5) la peregrinación.
Comandados por la “shahada” – dice Louis Gardet-, por el testimonio de la fe en su formulación explícita, un conjunto de deberes culturales y sociales van a informar la vida del musulmán. Algunos son estrictamente personales y obligatorios como los “pilares del Islam “: oración, limosna legal, ayuno y peregrinación; otros, como el “esfuerzo en el camino de Dios” para expandir el Islam (Yihad), obligan la Comunidad y no a cada creyente en particular. Otros, en fin, se refieren a las relaciones de los hombres entre ellos, éstos tienen un carácter a veces obligatorio y a veces quedan a la voluntad de cada uno, porque dependen más bien del lugar y del tiempo. Estas prescripciones y observaciones tomadas en su conjunto, constituyen aquello que los juristas denominan “los derechos de Dios y de los hombres”. Ellos son los signos distintivos, los blasones del Islam.
1) El testimonio de fe (Shahadah). Cada musulmán debe repetir como un testimonio de su fe y convicción la frase: “No hay más Dios que Alá, y Mahoma es su Profeta”. Esto significa que nadie tiene derecho de ser adorado sino Dios y que Dios no tiene ni socios, ni hijo.
2) La Oración (Salat). Los musulmanes deben rezar cinco veces al día, vueltos en dirección al santuario de La Meca. Las oraciones deben realizarse al amanecer, al medio día, a media tarde, durante el ocaso y en la noche. En cualquier lugar donde se encuentre un número suficiente de musulmanes, están obligados a hacer la oración. La oración del viernes a mediodía que se realiza en la mezquita, bajo la dirección del imán, es otra manifestación de la vida comunitaria de los musulmanes.
3) La Limosna (Zakat). Es otra manifestación de la vida comunitaria y consiste en la obligación de entregar, según el caso, un décimo o un quinto de las entradas a las gentes necesitadas. El que paga la limosna se “purifica” y además sus bienes se verán acrecentados a futuro.
4) El Ayuno (Sawn). Es otra manifestación de vida comunitaria y pública. Cada año durante el mes lunar de Ramadán, todos los musulmanes ayunan desde la salida del sol hasta la puesta del mismo. Durante ese período se deben abstener de comer, beber y tener relaciones sexuales. El ayuno, es considerado por los musulmanes y otras religiones, como un método de purificación espiritual. La fiesta del término del ayuno (fitr), es la segunda de las dos grandes fiestas anuales del Islam.
5) La Peregrinación. (Hayy). La peregrinación anual a la Meca, es una obligación que todo musulmán debe cumplir, por lo menos una vez en la vida, siempre y cuando tenga los medios físicos y financieros para realizarla. La peregrinación tiene lugar entre las colinas de Safa y de Marwa, cerca de La Meca, es un territorio prohibido, bajo la pena de muerte, a todos los no-musulmanes.
Para los neofundamentalistas como Hasan Al_Banna, Ala Mawdudi y Sayyid Qutb, a los cinco principios anteriores se agrega un sexto que es el de la Yihad o Guerra Santa. El significado de la palabra árabe yihad, es “empeño” o “esfuerzo” y se emplea en los textos clásicos con el significado de pelea, y de lucha. Existe una yihad espiritual (yihad mayor) y una yihad militar (yihad menor).
LA YIHAD O GUERRA SANTA
“Los creyentes que se quedan en casa, sin estar impedidos, no son iguales que los que combaten por Dios con su hacienda y sus personas. Dios ha puesto a los que combaten con su hacienda y sus personas un grado por encima de los que se quedan en casa. A todos, sin embrago, ha prometido Dios lo mejor, pero Dios ha distinguido a los combatientes por encima de quienes se quedan en casa con una magnifica recompensa, con el rango que junto a El ocupan, con perdón y misericordia. Dios es indulgente, misericordioso. (Corán 4: 95-96)
La yihad es el fundamento de la doctrina y la práctica musulmana, pero, es un concepto que encierra múltiples significados, que se ha usado y del que se ha abusado, en toda la historia islámica. Se puede decir que existe una interpretación de la yihad pacífica y una violenta. Según Esposito:”La historia de la comunidad musulmana desde Mahoma hasta la actualidad se puede interpretar dentro del marco de lo que el Corán enseña sobre la yihad. Las enseñanzas coránicas han tenido una importancia esencial en la autocomprensión, devoción, movilización, expansión y defensa musulmanas. La yihad como esfuerzo tiene que ver con la dificultad y complejidad de vivir una vida buena: luchar contra el mal en uno mismo para ser virtuoso y moral, realizar un serio esfuerzo para hacer buenas obras y ayudar a reformar la sociedad. Dependiendo de las circunstancias en las que uno vive, también puede significar combatir la injusticia y la opresión, difundir y defender el Islam, y crear una sociedad justa a través de la divulgación, la educación y, si es necesario, la lucha armada o guerra santa.”
Para Bernard Lewis, en cambio, el significado militar del término es inequívoco, y señala que durante la mayor parte de los catorce siglos de la historia musulmana documentada, la yihad ha sido más comúnmente interpretada en el sentido de lucha armada para la defensa o el fomento del poder musulmán.
Según Gilles Kepel, para entender mejor el concepto de yihad, se lo puede distinguir en dos niveles. A nivel de la vida privada y a nivel de la sociedad. En el primer caso, la yihad del musulmán es un esfuerzo sobre el mismo para liberarse de los instintos, de las pulsiones, de las tentaciones, de las influencias extranjeras, que lo empujan a contravenir los principios del Islam. En el segundo caso, la yihad consiste en un esfuerzo común- y sobre todo del Príncipe- por hacer que las reglas de la vida comunitaria se asemejen lo más posible a las reglas del ideal islámico, aquellas de la “edad de oro del Islam”, de los tiempos de Mahoma y de los cuatro primeros califas, que son los que sirven de paradigma. Consiste igualmente en la decisión tomada por el Príncipe-como comandante legítimo de los creyentes- para llevar la guerra contra los infieles para el engrandecimiento del Islam, el “Dar al Islam”.
Kepel, también advierte que el uso del término yihad, solo en determinados contextos toma el significado de lucha armada contra los impíos, pues, en la historia del Islam ha sido usada por los ulemas con mucha parsimonia, porque es un procedimiento de doble filo y puede fácilmente volcarse contra quienes la han proclamado. La yihad suspende las obligaciones que regulan la sociedad, crea una suerte de estado de excepción y si no es bien controlada puede desembocar en la sedición y en la guerra civil (fitna), con las consecuencias obvias de un gran debilitamiento social.
Diferente es el pensamiento de Khaled Abou El Fadl, pues, señala que en la tradición islámica no existe la noción de guerra santa. Yihad, simplemente significa esfuerzo o lucha para seguir la justa causa, y de acuerdo con el Profeta del Islam, la forma más elevada de yihad es la lucha sostenida para limpiarse a sí mismo de los vicios del corazón.
Según la ley islámica, es lícito hacer la guerra contra cuatro tipos de enemigos: los infieles, apostatas, rebeldes, y bandidos. Si bien los cuatro tipos de guerra son legítimos, sólo los dos primeros cuentan como yihad. Así, la yihad es una obligación religiosa, pero al comentar la obligación de la guerra santa, los juristas musulmanes clásicos distinguen entre guerra ofensiva y guerra defensiva.
LAS DOS CASAS DEL ISLAM
En la tradición islámica el mundo se divide al mundo en dos zonas. La casa del Islam (Dar al-Islam), en la que dominan los gobiernos musulmanes y prevalece la ley musulmana, estos componen la umma o comunidad islámica, y la casa de la Guerra (Dar al-Harb), el resto del mundo, los países gobernados y habitados por infieles los cuales deben ser combatidos y convertidos al Islam.
El la casa del Islam, los no musulmanes son tolerados, si éstos son monoteístas o adeptos de alguna religión abrahámica, como los judíos y cristianos. A éstos se le denomina la “Gente del Libro”. Ellos tienen que someterse a la ley islámica y están obligados apagar un impuesto que les permite ser protegidos, en virtud de un pacto de sumisión a la ley islámica. Estas personas son protegidas, pero no tienen la calidad de ciudadanos.
Entre el Dar al-islam y el Darb al-harb, solo pueden haber relaciones de hostilidad, porque según la teocracia islámica, toda alteridad religiosa es entendida en términos de enemistad política. En la visión monista del mundo, propia del Islam ortodoxo, se enseña que el mundo no-musulmán, el mundo de la incredulidad, es una sola nación. El fin del Islam es extenderse a la totalidad del mundo, hay que convertir al otro o someterlo a sus leyes político religiosas. Bernard Lewis, dice que la yihad continuará, ininterrumpida sólo por treguas, hasta que el mundo abrace la fe musulmana o se someta al dominio musulmán. Sin embargo, el Corán contempla una excepción a esta regla, la casa del Islam puede acordar una tregua con la casa de la guerra, si la coyuntura política lo impone y si esta tregua permite a los musulmanes predicar su doctrina en territorio de los infieles, pero sin que la contraparte exija el mismo derecho, es decir, predicar en tierra musulmana. A esta tregua se la denomina “zona de conciliación”, Dar al-sulh. Es momentánea y se establece en el sólo interés del campo musulmán, en espera que éste reúna los medios para hacer o continuar la guerra. La conciliación es susceptible a ser denunciada unilateralmente por el imán y es limitada a diez años. Según algunos comentaristas, Europa sería actualmente una “zona de conciliación”, donde vive una gran cantidad de inmigrantes musulmanes que practican su fe y además la propagan al resto de la población. Esto constituiría, en el largo plazo, una amenaza a los intereses de Europa.
LA LEY ISLAMICA: SHARIA
La palabra “Sharia” significa en árabe, “la vía”, “el camino”, “la ruta”. Denota un modo de vivir islámico más que un sistema de justicia criminal. La sharia es un código religioso para vivir, del mismo modo que la Biblia ofrece un sistema moral para el cristiano. Es adoptado por la mayoría de los musulmanes, en mayor o menor grado, como una cuestión de conciencia personal. Pero también puede ser formalmente instituido como ley por ciertos estados y así también los tribunales pueden velar por su cumplimiento. Muchos países islámicos adoptaron elementos de la sharia en áreas como el testamento y la herencia, la regulación de las actividades bancarias y la legislación de contratos.
Dentro de la sharia existe un tipo específico de ofensas, denominadas “hadd” . Se trata de transgresiones como el adulterio, consumo de alcohol, robo y asalto en las rutas, son crímenes castigados con penalidades severas, como la lapidación, los azotes e incluso con la amputación de una mano.
Como en las otras religiones semíticas, las leyes no son producto de la inteligencia humana, éstas provienen de una inspiración divina y por ello son inmutables. Para los musulmanes, el Corán y la Tradición constituyen solamente las fuentes de la ley, pero no son las bases de la especulación legal. El conocimiento de la sharia esta limitado a ciertas personas, los ulemas o juristas, que interpretan frecuentemente la religión de forma legalista. Los ulemas, son los doctores de la ley musulmanes, equivalentes a los escribas del judaísmo, Son personas que se ocupan profesionalmente de la interpretación del Corán. Los ulemas representan la comunidad en todas las materias relacionadas con la fe y la ley, incluso contra la autoridad del Estado
Muhammad Khalid Masud, asevera que actualmente existe una clara contradicción respecto a la aplicación de la sharia, por que a través de toda la historia del Islam, los ulemas, siempre trataron de impedir que el Estado interfiriera en la sharia. Ellos querían que ésta permaneciera fuera de la jurisdicción del Estado y ahora, son ellos mismos quienes piden al Estado que aplique la sharia. Dice que se trata de un fenómeno nuevo, asociado a la existencia del Estado-nación, porque las personas ven al Estado como un ente todopoderoso, capaz de hacer cualquier cosa. Las iniciativas que durante el periodo pre-moderno, eran tomadas por las organizaciones, los grupos o los individuos, ahora se delegan al Estado.
Una de las razones del redescubrimiento de la sharia, se debe a que durante los últimos setenta años, los países musulmanes han experimentado diversos tipos de sistemas legales: leyes occidentales, leyes de inspiración socialista, pero ninguna ha resuelto los problemas de la gente y es por eso que las personas y algunos los políticos se imaginan ahora que la sharia podría ser la solución.
LAS SECTAS ISLAMICAS: SUNITAS Y CHIITAS
En el Islam existen dos grandes familias o tendencias divergentes respecto a la sucesión del Profeta y a la interpretación del Corán. Se dice que Mahoma predijo que su religión se dividiría en setenta y tres fracciones, una sola de las cuales estaría en posesión plena de la verdad. Los sunnitas u ortodoxos creen ser esta fracción
A partir de la muerte de Mahoma empezaron las divergencias entre sus seguidores debido sobre todo al problema de la sucesión. La pregunta que todos se hacían era, sí el sucesor del Profeta debía ser elegido entre sus familiares más cercanos, por sucesión o debía ser elegido por la comunidad, es decir mediante una elección. La respuesta a esta pregunta es la que causó la diferencia entre los sunnitas y los chiítas.
John Esposito señala al respecto que los orígenes del Islam chiíta se remontan a la muerte del carismático Profeta del Islam en 632. La comunidad se vio inmersa en una crisis desencadenada por la sucesión de Mahoma. ¿Debería ser el sucesor el musulmán más piadoso o un descendiente directo del Profeta? Las semillas de la disidencia brotaron en la comunidad islámica cuando los compañeros del Profeta se apresuraron a designar a Abu Bakr, el suegro de Mahoma, uno de los primeros conversos y un respetado miembro de la comunidad, como primer sucesor, o califa, de Mahoma. El califa sería el máximo representante político de la comunidad. Aunque no era un profeta, el califa disfrutaba de un cierto prestigio religioso y de autoridad en tanto jefe de la comunidad. Dirigía la oración comunitaria del viernes y se mencionaba su nombre durante la plegaria. Como protector del Islam, el califa dirigía la yihad y gobernaba a la comunidad a través de la sharia. A los que aceptaron la elección de Abu Bakr, que fue la mayoría de la comunidad, se les conocería como sunníes o seguidores de la Sunna, o ejemplo del Profeta.
Una minoría de la comunidad, los chiítas, que significa partido de los seguidores de Alí, se sintieron muy ofendidos por la designación de Abu Bakr. Creían que antes de su muerte, Mahoma había designado al varón de más edad de su familia: Alí, primo y cuñado del profeta, para que fuera jefe, o imán, de la comunidad. Alí finalmente fue elegido como el cuarto de una sucesión de califas, pero sus seguidores chiítas sufrieron el asesinato de Alí tras cinco años de mandato (656-661) y a continuación el brutal asesinato del hijo de Alí, el valiente y carismático Husein, cuando él y su ejército combatían para intentar recuperar el poder y restaurar los verdaderos valores del Islam. Husein y sus fuerzas fueron derrotados por el ejército del califa Yazid en 680. La muerte o martirio de Husein en la batalla de Kerbala se convirtió, para los musulmanes chiítas, en un símbolo definitorio de la profunda injusticia en el mundo. .
Los chiítas introdujeron en el Islam la creencia de los imanes, doctores de la religión. Estos rechazan la Sunna o tradición sunnita por creerla muy adulterada y en consecuencia, poco digna de fe. Se llaman a sí mismo “alidios” o partidarios de la justicia, y creen en la reencarnación parcial de la divinidad en sus personas, la reaparición y la metapsicosis, y la supervivencia del imán chiíta. Niegan además que el califato, pueda ser objeto de elección, por quedar exclusivamente vinculado al matrimonio de Fátima y Alí. Cada califa debe designar su sucesor entre sus hijos, sucediéndose dentro de la familia. Todos los miembros del la misma, descendientes del primogénito de Alí, Hasan, se consideran nobles.
Los chiítas se dividen en duodecimanos y septimanos, debido a sus divergencias sobre el liderazgo. Los duodecimanos, sostienen que luego de la muerte del Profeta, hubieron once imanes y que el doceavo iman, el “iman oculto”, llamado el “Mahdi”, regresará como una figura mesiánica al final del mundo para anunciar una sociedad islámica perfecta.
FATWA
Las fatwas son opiniones relativas a la ley islámica, emitidas generalmente por los ulemas y otras personas calificadas en la ley sagrada. Los libros de los juristas proporcionan los elementos para definir quien puede emitir una fatwa.
II. EL ISLAM POLITICO O FUNDAMENTALISMO ISLAMICO
En los últimos años del siglo XX, hemos sido testigos del resurgimiento del Islam en la escena política mundial, a esto se le ha llamado “islamismo”, y a veces “integrismo islámico” o “fundamentalismo islámico”. Este fenómeno político estalló con el triunfo de la revolución islámica del ayatolá Jomeini en Irán, a mediados de los años 1970, y condujo al nacimiento y proliferación de partidos y movimientos islámicos en todo el mundo. Los orígenes del islamismo político, datan de 1928, cuando surge en Egipto el movimiento de los Hermanos Musulmanes, fundado por Hasan Al Banna.
Actualmente, se denomina “islamismo” a aquellos movimientos que ven en el Islam una ideología política y que consideran que la islamización de la sociedad pasa por la instauración de un Estado islámico, y por la implantación de la sharia o ley islámica. El prototipo de gobierno islámico que esperan instaurar los fundamentalistas es el sistema creado en Arabia el siglo VII d.c. por el profeta Mahoma, antes de su muerte. El fundamentalismo religioso se basa en la idea que se debe efectuar un retorno a los textos del pasado, por eso, el enemigo no es la modernidad, sino la tradición, o más bien, en el contexto musulmán, todo lo que no es la Tradición del Profeta (Sunna). El fundamentalismo puede adoptar muy diversas formas. En primer lugar, retorno puede ser la estricta práctica religiosa, como se observa en muchos medios de emigrados musulmanes, también se puede considerar como retorno la práctica del texto, es decir, los estudios del Corán y de los hadits, como lo hacen las madrasas y finalmente, retorno puede ser la práctica de la sharia, que es el fundamentalismo de los ulemas.
Para Máximo Introvigne, Director del Center for Studies on New Religions de Italia, el fundamentalismo islámico es una corriente de pensamiento y de acción, propia del mundo islámico, que se propone tres objetivos:1) la aplicación de la sharia en todos los países musulmanes; 2) la unificación de todos los países con mayoría musulmana en una sola entidad político-religiosa guiada por un califa; 3) la recuperación por parte del califa restaurado del sueño originario de la islamización del mundo entero.
Bernard Lewis, sostiene que la lucha de los fundamentalistas es contra dos enemigos: el secularismo y el modernismo. La guerra contra el secularismo, es consciente y explícita, y existe ahora toda una literatura denunciando al secularismo como una peligrosa fuerza neo-pagana compuesta por los judíos, el Occidente y los Estados Unidos. La guerra contra la modernidad, no es ni consciente ni explícita y está dirigida contra todos los procesos de cambio que tuvieron lugar en el mundo islámico el siglo pasado y que de una u otra manera han transformado las estructuras políticas, económicas, sociales e incluso culturales de los países musulmanes.
Existen dos modelos de base del integrismo islámico: la corriente principal que es más bien piadosa y quietista y la corriente militante, que es de acción
Aquellos de la corriente principal del islamismo, la piadosa, buscan realizar sus objetivos en el cuadro de las reglas y reglamentos en vigor en sus respectivas sociedades. Habitualmente, ellos no se oponen a un cierto grado de pluralismo político, al funcionamiento en el seno del sistema y de la participación democrática, y ellos reconocen los derechos y los intereses de la minoría. Ellos son a menudo pragmáticos y no descartan la existencia de una economía de mercado. La corriente principal del islamismo corresponde a los Hermanos Musulmanes de Egipto y Jordania y ciertas secciones del Frente Islámico de Salvación (FIS) en Argelia, antes que éste haya sido privado de su victoria electoral y declarado ilegal y entrado en la clandestinidad.
El segundo grupo de personas que abrazan el concepto de un Estado Islámico está compuesto de islamistas revolucionarios, radicales y militantes, prontos a recurrir a la violencia para derrocar a los gobiernos establecidos. Esta tendencia, se puede encontrar en Egipto en ciertos elementos de las Organizaciones Islámicas (Jama’at Islamiyya) y de la Yihad Islámica (Jihad Islami). La amenaza que representa el integrismo islámico viene exclusivamente de este grupo de islamistas, que rechazan en general la idea del pluralismo político u otro, denigran la democracia porque no es islámica, y reprimen a las minorías religiosas, lingüísticas y étnicas. Ellos consideran normalmente las tácticas terroristas como una herramienta legítima, dentro del arsenal que disponen.
Las causas del “fundamentalismo” son culturales-religiosas, políticas y socioeconómicas, porque a menudo encontramos mezcladas tanto la fe, como la política. Pero, a partir de finales de los años 1960, una sucesión de crisis y fracasos desacreditó varios regímenes musulmanes y los modelos de inspiración occidental que proponían para formar las elites modernas. Como consecuencia de lo anterior, se desató una ola de protestas políticas, reformadoras y revolucionarias, y también una búsqueda de identidad. De allí nacieron la “Alternativa Islámica” y “El Islam es la Solución” como sloganes de los movimientos revolucionarios.
Para la mayoría de los militantes, el resurgimiento del Islam, es una reafirmación de la identidad cultural y religiosa, del respeto oficial de los ritos religiosos, de los valores familiares y de la moral. Según ellos, la instauración de una sociedad islámica exige una transformación personal y social que es muy importante para la llegada de un verdadero gobierno islámico. Para ser eficaz, este cambio debe venir de la base, por la aplicación de la ley islámica que transforme poco a poco la sociedad. Una importante minoría, sin embargo, estima que los gobiernos musulmanes son corruptos y se han alejado del Islam y ven en una revolución violenta a la vez el imperativo teológico y una necesidad política. Ellos consideran estas sociedades y sus dirigentes como infieles que deben ser eliminados. Es por eso que los revolucionarios islámicos creen que es necesario derrocar las elites políticas y religiosas oficiales, en las manos de quienes se encuentran concentrados todos los poderes y privilegios.
LOS PRECURSORES
Para comprender el fenómeno del fundamentalismo islámico es necesario analizar el pensamiento político y religioso de los tres principales teóricos del movimiento: 1) Hasan Al Banna, un profesor egipcio que fundó la Asociación de los Hermanos Musulmanes en 1928; 2) Sayyid Qutb, teórico egipcio que radicalizó el movimiento en los años 1960; y 3) Abu Ala Mawdudi, fundador en India, de la Jammat-e –Islami (asociación islámica) en 1941.
HASAN AL–BANNA (1906-1949)
Hasan Al-Banna nació en Al-Mahmudiyya, una pequeña ciudad en el Delta del Nilo en 1906 y murió asesinado por agentes del gobierno el 12 de febrero de 1949. Su padre era un hombre religioso que había estudiado en la universidad Al Azhar, y enseñaba el Corán en la mezquita local, fue autor de varias obras sobre jurisprudencia islámica y la enseñanza de la Sunna. Debido a la influencia religiosa de su padre, desde su infancia, participó en diversas sociedades islámicas, ingresando más tarde a la confraternidad sufí, llamada Tariqah Husafyyah, la cual enriqueció su religiosidad. En 1923, a la edad de 16 años, se trasladó a El Cairo para ingresar a la universidad de Dar al-Ulum, donde obtuvo el diploma de profesor. Durante los cuatro años que pasó en El Cairo, fue testigo del fermento político que vivía la capital egipcia en los años veinte, lo que aumentó su conciencia de la magnitud del colonialismo y la penetración de las ideas seculares y occidentales en su país. Al Banna, afirmaba que los males de la sociedad y el declive del mundo musulmán se debían al imperialismo europeo y a las elites musulmanas occidentalizadas, y creía que esto podía ser revertido sólo volviendo a las formas auténticas y tradicionales del Islam. Recomendaba a sus discípulos rechazar las ideas occidentales, y enfatizaba la necesidad de volver a los fundamentos y a la pureza original del Islam.
El contexto en el que se creó la Asociación de los Hermanos Musulmanes en 1928, era el de un gran desconcierto en el mundo musulmán, pues corresponde, al apogeo de la colonización europea y también a la desaparición del califato otomano de Estambul, abolido por Ataturk en 1924. La creación de los Hermanos Musulmanes fue una de las respuestas a este desconcierto. Frente a los partidos nacionalistas egipcios de la época, que reclamaban la independencia, la marcha de los ocupantes ingleses y una constitución democrática, los Hermanos les replicaban con una consigna que siempre ha sido de uso corriente en el movimiento islamista: “Nuestra Constitución es el Corán”. Con ello querían dar a entender que, no tenían ninguna necesidad de buscar en valores exógenos, europeos y, por tanto, particulares, puesto que la base del orden social ya se encontraba en el Corán que, en su opinión, era universal. Esta doctrina es común a todas las tendencias del movimiento islamista: la solución de los problemas políticos de los musulmanes reside en la instauración de un Estado islámico que aplique la sharia como, de acuerdo con la tradición, debía hacerlo el califa.
En pocos años, los Hermanos Musulmanes se convirtieron en gran un movimiento de masas, que aglutinaba a la pequeña burguesía urbana, campesinos, funcionarios y estudiantes; un grupo que estaba políticamente marginado y descontento. Al-Banna supo politizar esta religiosidad, mediante un activismo y una propaganda implacable, dotándola de una organización que reposaba sobre una vasta red social constituida alrededor de las mosqueas, las asociaciones de beneficencia islámicas y los grupos de vecinos. A esto se agrega, la constitución de escuelas, clínicas, talleres de formación profesional y otros servicios sociales orientados a la comunidad, pero dirigidos por miembros de la hermandad. Este tejido de organizaciones sociales fue la base de su éxito. A fines de los años 1930, la organización se había expandido por todo Egipto, gracias al liderazgo de Al Banna. “Desde su creación en 1928, los Hermanos Musulmanes habían agrupado una red de simpatizantes que contaba más de un millón de personas antes de la toma del poder por Nasser y sus camaradas, los Oficiales Libres.”
El rápido crecimiento de los años ’30, transformó a los Hermanos Musulmanes de un movimiento espiritual a una gran fuerza de reforma moral, activa en la escena política egipcia. Concomitante con esta transformación, aparecieron tendencias radicales en su seno, y apareció una rama paramilitar, que llevó a cabo diversos actos terroristas en contra los enemigos de la Hermandad. En 1948, al poco tiempo después que la Asociación enviara voluntarios para luchar en Palestina, se agudizaron los conflictos con la monarquía, debido a la popularidad que adquirieron los Hermanos Musulmanes entre las masas. Se corrieron rumores de que los Hermanos Musulmanes preparaban un complot contra el gobierno, lo que motivó que el Primer Ministro Nuqrashi Pasha, los pusiera al margen de la ley en diciembre de 1948. La represión fue violenta y muchos de sus miembros fueron perseguidos y encarcelados. Tres semanas más tarde, el Primer Ministro fue asesinado por un miembro de los Hermanos Musulmanes, lo que provocó la reacción de los servicios secretos del gobierno, que en febrero de 1949 asesinaron a tiros a Al Banna a la edad de 43 años.
Una vez que Gamal Abdel Nasser y los “oficiales libres” se tomaron el poder en julio de 1952, fueron aplaudidos por los Hermanos Musulmanes, que estimaban haber inspirado esta rebelión contra los opresores de Egipto. Pero la luna de miel entre los dos grupos fue de corta duración, por que en el curso de 1954, miles de militantes fueron arrestados, enviados a campos de concentración o exiliados. Esta fue una gran prueba, que tuvo una importancia determinante para el futuro del movimiento. La muerte es un arte decía Hasan Al Banna. El Corán ha ordenado amar la muerte más que la vida. La victoria puede llegar, solo si dominamos el arte de la muerte.
Para Hasan Al Banna el fracaso del nacionalismo liberal en Egipto quedaba reflejado en la creación de Israel y el desplazamiento posterior de millones de palestinos, así como en la persistencia de la ocupación británica, el desempleo masivo, la pobreza y la corrupción. Rechazaba la preferencia por la yihad espiritual (yihad mayor) a favor del militar (yihad menor). Puesto que los territorios musulmanes habían sido invadidos, afirmaba, todos los musulmanes debían repeler a los invasores, del mismo modo que era un imperativo islámico que los musulmanes se opusieran a los gobernantes que impidieran la instauración de gobiernos islámicos.
La popularidad de los Hermanos Musulmanes se acrecentó con la muerte de su líder y antes de la Segunda Guerra Mundial, ya se habían establecidos ramificaciones en 1944 en Siria, 1946 en Jordania y 1954 en Sudán. La influencia del movimiento se haría sentir luego en los países del Golfo y en países no árabes como Irán, Paquistán, Indonesia y Malasia.
ALA MAWDUDI (1903-1979)
Sayyid Abul A’la Mawdudi, nació en Deccan (Maharashta) India, el 25 de septiembre de 1903 en una familia de notables de profunda tradición religiosa, varios de sus ancestros fueron miembros de cofradías sufí. Fue educado en casa y más tarde concurrió al colegio Madrasah Furqaniyah, donde combinó sus estudios islámicos tradicionales con una moderna educación Occidental. Siguió estudios de pregrado en Danul Uloon, Hyderabad, pero debió abandonarlos, continuando éstos fuera del ámbito escolar y dedicándose luego al periodismo. A principios de 1920 ya conocía el idioma árabe, persa, inglés, aparte de su lengua madre, el urdu. Después se dedicó al periodismo, llegando a ser editor del periódico Taj, publicado en Jabalpore. En 1920 fue a Delhi para sumir como editor del periódico Muslim (1921-23), y más tarde trabajó en otro diario, al-Jam’iyat (1925-28), ambos pertenecientes a una organización de religiosos musulmanes. En esos mismos años participó en el movimiento Khilafat, asociado al Tahrik-e-Hijrat, los cuales se oponían a la ocupación británica de la India.
Durante la década de los ’30, escribió su primer libro “Al-Jihad fi al-Islam”, un tratado sobre la guerra y la paz, desde el punto de vista de la ley islámica. En 1933, ofició como editor del mensual Tarjuman al-Qur’an, desde donde comenzó a propagar sus ideas sobre el Islam y sobre la relación entre el Islam y su conflicto con Occidente. Se ocupó además del nacionalismo, señalando que en el contexto de India, éste significaba la destrucción de la identidad musulmana. Por esos mismos años, fue invitado por el poeta y filósofo Allana Muhammad Iqbal para dejar Hyderabad y establecerse en la parte Este del Punjab, en el distrito de Pathankot, para dedicarse esencialmente a la actividad académica y a la investigación en el centro “Darul-Islam”, dirigido por Allana Iqbal.
Alrededor del año 1940, Mawdudi fundó el Movimiento Jammat-e-Islami, del cual fue su líder hasta 1972, cuando debió retirarse por motivos de salud. Después de emigrar a Paquistán en 1947, Mawdudi concentró sus esfuerzos por establecer en ese país, un verdadero Estado y una sociedad islámica. La idea de implementar una sociedad islámica, lo llevó a criticar y a oponerse a las políticas seguidas por los gobiernos de Paquistán y acusarlos de fracasar en la transformación del país en un verdadero Estado islámico. Los gobernantes reaccionaron con severas medidas represivas y Mawdudi fue arrestado y colocado en prisión por largos períodos. En 1953 fue condenado a muerte por las autoridades, debido a la publicación de un panfleto contra el gobierno, pero logró escapar huyendo del país.
Mawdudi, fue un escritor muy prolífico y versátil, autor de más de 120 libros y ensayos, hizo más de 1000 discursos y artículos de prensa. Su obra principal, es una interpretación del Corán en idioma urdu. “Tafhim al-Qur’am”, un trabajo que le llevó 30 años en completarlo. Su importancia radica en que presenta el mensaje coránico en un lenguaje y un estilo simple, que llega a los corazones y las mentes de los hombres y mujeres mostrándole la relevancia del Corán en los problemas cotidianos, tanto en el pleno individual como societal.
Otra contribución importante de Mawdudi fue que sentó las bases culturales para la creación de un Estado islámico, definido en oposición al “nacionalismo musulmán”. A diferencia de los islamistas árabes, Mawdudi centró su actividad en el ámbito de la cultura local, escribiendo en urdu, la lengua escrita de los musulmanes del norte de India. Esta lengua que deriva del sánscrito, y que se escribe en caracteres árabes, fue declarada lengua nacional del Paquistán cuando se creó en 1947, simboliza también la identidad política del nacionalismo paquistaní, en oposición a la India que adoptó el hindi.
Entre 1956 y 1974, Mawdudi viajó por varios países ofreciendo conferencias en El Cairo, Damasco, Aman, Medina, Kuwait, Rabat, Estambul, Londres, NuevaYork y Toronto. En 1959-60, realizó un viaje a Arabia Saudita, Jordania, incluyendo Jerusalén, Siria y Egipto con el objeto de estudiar los lugares históricos y geográficos mencionados en el Corán. También fue invitado a ser parte del Comité Consultivo que preparó el proyecto que creaba la Universidad Islámica de Medina, ocupando más tarde un puesto en su Consejo Académico. La influencia de Mawdudi se ha extendido a todo el mundo islámico, siendo uno los escritores más leídos de nuestro tiempo Sus libros han sido traducidos a casi todos los idiomas más importantes árabe, inglés, francés, alemán, turco, persa, hindi, tamil, bengalí, etc. Murió en Buffalo, Estados Unidos a la edad de 76 años.
Kepel, dice que contrariamente a lo que ocurrió en Egipto, donde los Hermanos Musulmanes fueron eliminados por la represión nasseriana de 1954, el islamismo del subcontinente indio se desarrolló de forma continua desde los años treinta hasta la actualidad. Mientras se llevaban a cabo las persecuciones en El Cairo, el pensamiento islámico continuaba desarrollándose bajo la pluma de Mawdudi, quien tomó el relevo y siguió aportando conceptos para adaptar la ideología islamista a la nueva situación política que se había creado con la creación de Estados independientes no religiosos.
Un concepto importante que introdujo Mawdudi en el análisis político, fue el de “hakimiyya” o soberanía de Dios. No se trata de un concepto coránico, pero quiere significar que Dios es la fuente de toda autoridad. Trasladado al campo político, significa, por ejemplo, que la democracia reposa sobre un principio impío, porque su fuente de legitimidad política es la soberanía popular. Gracias a su influencia la primera constitución paquistaní, promulgada en 1956, se regía por principios islámicos.
Bajo su pluma, la religión se transformó en una ideología de lucha política. Para llevar a cabo la yihad, organizó “la vanguardia de la revolución islámica” con un partido creado en 1941, la Jamaat-e-Islami, que tenía muchas semejanzas con el modelo leninista, pues se inspiró en los partidos europeos de los años treinta. Aunque sus referencias explícitas se remitían a la “vanguardia” de los primeros musulmanes agrupados alrededor del Profeta, que durante la Hégira, en el año 622, se separaron de los habitantes idólatras de La Meca, y se dirigieron a Medina para crear el Estado islámico. Su partido tenía la misma función. Mawdudi fue el primero que, en el siglo XX, teorizó políticamente esta ruptura original que fundó el Islam y la transformó en una estrategia de acción.
A diferencia de Al Banna, que predicaba la islamización desde abajo, Mawdudi predicaba la islamización “desde arriba”, a través de un Estado en el que la soberanía se ejerciera en nombre de Alá y que aplicara la sharia. Para él, la política era un componente integral e inseparable de la fe islámica. En su opinión, los cinco pilares del Islam, no eran más que una formación, una preparación para la yihad, la lucha contra las criaturas de Alá que habían usurpado su soberanía.
Mawdudi, sostuvo que la yihad tenía dos caras, una defensiva y otra ofensiva al mismo tiempo. Ofensiva porque debía atacar los principios y la ideología rivales (no el territorio de los adversarios), y defensiva porque los musulmanes debían mantenerse en el poder para implantar su nueva ideología. Subrayaba además, que la yihad no era una guerra entre naciones que respondía a fines egoístas o materiales, sino “una lucha por la causa de Alá”, y por lo tanto, carecía por completo de motivaciones egoístas tales como la riqueza, renombre y fama, estaba encaminada a lograr el único fin, es decir, el establecimiento de un orden social justo y equitativo para toda la humanidad. La postura de Mawdudi sobre la naturaleza de la yihad fue desarrollada más tarde por otros pensadores islámicos como Sayyid Qutb de los Hermanos Musulmanes, y el ayatolá Jomeini en Irán.
Según Kepel, en la gestación del islamismo contemporáneo, la aportación de Mawdudi se debe al carácter pionero de la ruptura cultural, que fue el primero en teorizar, con los “nacionalistas musulmanes” y el mundo de los ulemas al mismo tiempo. Hacia finales de los años sesenta, la doble influencia de Qutb y Mawdudi preparó, en el mundo musulmán sunnita, la emergencia del movimiento islamista de la década siguiente.
John Esposito, observa varias coincidencias entre el pensamiento y la acción de Hasan Al-Banna y Mawdudi. Los Hermanos Musulmanes y las Jamaat-e-Islami se fundaron en 1928 y 1944 respectivamente, ambos dentro de sociedades musulmanas en crisis. Hasan al Banna, profesor, y Mawlana Mawdudi, periodista, eran hombres piadosos y cultos con antecedentes religiosos islámicos tradicionales y conocedores del pensamiento occidental. Ambos acusaban de los males de su sociedad y del declive del mundo musulmán al imperialismo europeo y a las elites musulmanas occidentalizadas. Los dos abogaban por la reforma moral y social, pero pronto se implicaron también en el activismo político y la oposición. Ambos postulaban una lucha (yihad) entre las fuerzas de Dios y Satán, el bien y el mal, la oscuridad o ignorancia (yahiliyya) y la luz. Ambos conceptualizaron su organización como una vanguardia, una comunidad justa que actuaría como un núcleo dinámico de la verdadera reforma islámica dentro de una sociedad más amplia. Aunque se apresuraron a denunciar el imperialismo y la amenaza de la cultura occidental, no obstante se dieron cuenta (como muchas organizaciones islámicas hoy en día) de que la difícil situación de los musulmanes era ante todo un problema musulmán. Para reconstruir la comunidad y compensar el equilibrio de poder entre Islam y Occidente se debe partir de un llamamiento (dawa) a todos los musulmanes para que regresen y recuperen su fe en toda la plenitud de su visión.
SAYYID QUTB (1906-1966)
Sayyid Qutb, nació el 9 de octubre de 1906 en Musha, una villa del Alto Egipto y murió ejecutado el 29 de agosto de 1966. Proviene de una familia de pequeños propietarios agrícolas. Desde pequeño tuvo una educación musulmana, se dice que a los 10 años ya recitaba de memoria el Corán. A los catorce entró a la Escuela Normal de Institutores de El Cairo donde obtuvo su título de profesor. Trabajó durante años como profesor en una escuela pública, desempeñándose luego como funcionario del Ministerio de Educación. Recibió una formación moderna, no hizo estudios de teología, pero en su juventud recibió la influencia del Islam reformista, lo que no le impedía ser receptivo a las ideas occidentales. Antes de dedicarse a la política, realizó una amplia actividad como hombre de letras, escribiendo para diversas revistas, publicó novelas, poemas y ensayos de crítica literaria. En 1948 escribe su primer libro, “La justicia social en el Islam”.
Entre 1949 y 1951 realizó un viaje a Estados Unidos, para un perfeccionarse en pedagogía, obteniendo el grado de Master en Educación en la Universidad de Colorado. Este viaje provocó brusco cambio en su vida que lo transformó de un admirador de Occidente en un profundo detractor de esta civilización. Lo que más le disgustó de la cultura norteamericana fue el materialismo, la permisividad y promiscuidad sexual, el uso del alcohol y el racismo, que experimentó en forma directa. Por otra parte, la pasantía de estudios, coincidió con dos hechos históricos que lo desalentaron profundamente: la fundación del Estado de Israel garantizado por los Estados Unidos y el comienzo de la guerra fría, que hizo que su país se alineara con Rusia y el nacionalismo laico, apartándose aún más de la perspectiva de establecer un Estado islámico. Fue tan grande su decepción, que a su llegada a Egipto se hizo miembro de los Hermanos Musulmanes, llegando a convertirse en uno de sus ideólogos más influyentes.
En julio de 1952, Gamal Abdel Nasser, apoyado por el grupo de los Oficiales Libres derrocó al Rey Faruk y se adueñó del poder. Los Hermanos Musulmanes que habían sido opositores de la monarquía, apoyaron el cambio de régimen pensando que éste podría favorecer su proyecto de instaurar un orden islámico, pero Nasser tenía en mente un proyecto político nacionalista, que entraba en abierta contradicción con el suyo, por lo que rápidamente entraron en conflicto. Los Hermanos Musulmanes, resolvieron enfrentar al gobierno nacionalista, y pasaron a la oposición. El fracaso de los Hermanos Musulmanes se debió al hecho de que el nasserismo naciente consiguió atraer a la pequeña burguesía urbana, a los estudiantes y a los campesinos que formaban el grueso de sus militantes y simpatizantes, proponiéndoles la posibilidad de un ascenso y una integración social tangibles desde el momento en que tomó el poder.
En el otoño de 1954 Nasser fue objeto de un intento de asesinato del que se culpó a los Hermanos Musulmanes. Su organización fue disuelta, sus miembros fueron detenidos o exiliados, y varios de sus dirigentes ahorcados. En esta ola de represión fue arrestado Sayyid Qutb, y su propio hermano Mohammed debió refugiarse en Arabia Saudita. Sayyid Qutb, pasó cerca de diez años en prisión y desde allí comenzó a redactar un libro con comentarios sobre el Corán, titulado “A la sombra del Corán”. Su intención era explicar el Corán por el Corán, sin comentarios filosóficos o históricos exteriores, Qutb quería volver al origen del pensamiento musulmán puro, le importaba rescatar la dimensión del Corán como experiencia de vida, el Islam como modo de vida integral.
En los meses que estuvo libre en 1964, publicó un libro titulado “Hitos” (Milestones), una colección de escritos radicales, donde llama a los musulmanes a la yihad y a luchar contra los falsos musulmanes (considerados como enemigos internos) y contra los enemigos del Islam. El libro fue prohibido por el gobierno y Qubt fue condenado a muerte por un tribunal militar, muriendo en la horca el 29 de agosto de 1966, convirtiéndose en otro mártir de la causa de Islam.
Debido a su pensamiento radical y militante, Sayyid Qutb es considerado como uno de los ideólogos más influyentes de los movimientos islámicos. John Esposito, escribe que es el padrino de los movimientos terroristas. El año 2003, el filósofo norteamericano Paul Berman escribió en el New York Times Magazine, un interesante artículo sobre Sayyid Qutb, donde se refiere a éste, como el “Filosofo de terror islámico”.
Qutb recibió mucha influencia de Al-Banna y de Mawdudi, de quienes tomo algunos conceptos adaptándolos para exhortar a los musulmanes a la acción. De Ibn Taymiyya, tomó la idea que las sociedades musulmanas se dividen en dos campos opuestos, las que están gobernadas por las fuerzas del bien y las gobernadas por las fuerzas del mal, el partido de Dios y el partido de Satán.
Uno de los conceptos claves de su obra, es la noción de “yahiliyya”. Este término significa “período de ignorancia”, que es el estado en que se encuentran todos los que todavía no han recibido el mensaje de Dios. Este era el estado en que se encontraban las sociedades preislámicas, antes de que apareciera el Profeta y diera a conocer su mensaje divino. Según Sayyid Qutb, el mundo actual se encuentra sumido en un estado de “yahiliyya”, del que sólo escapará, si es guiado por un pequeño grupo de verdaderos musulmanes, una vanguardia similar a4 la primera generación de musulmanes que acompaño a Mahoma, cuya formación procedía únicamente del Corán. De este grupo, los musulmanes deben extraer los conceptos que guiarán su vida, los principios de gobierno, los conceptos políticos y económicos y todos los que le servirán para lograr el objetivo de cambiar las prácticas de esta sociedad reñida con el Islam.
El totalitarismo teológico de Qutb proyecta una guerra muy larga, combatida en el nombre de Dios contra los impíos, incluyendo a los ulemas. Toda laicidad es juzgada como criminal. Toda libertad de no-creencia en Dios, es rechazada. Toda coexistencia religiosa es inconcebible, salvo como una táctica temporal. El Islam debe asegurarse el liderazgo total sobre la humanidad-“su objetivo es toda la tierra”. Se trata, nada menos que de instaurar un Estado islámico mundial, un reino planetario de la sharia.
LA IRRUPCION DEL ISLAMISMO
Existe consenso entre los especialistas en que el fenómeno islamista nació a fines de la década de los sesenta. William H. Lewis , lo mismo que Máximo Introvigne, , sostienen que el islamismo nació el año 1967, luego de la derrota sufrida por los musulmanes en la Guerra de los Seis Días. John Esposito , también asegura que surgió a finales de los ’60, siendo sus causas principales de tipo cultural-religiosas, políticas y socioeconómicas, pero a menudo, se pueden encontrar mezclados la fe y la política, con situaciones de injusticia social, a las que se agregan los prejuicios ligados a la identidad y a los valores culturales. Agrega, que a fines de los años 1960, hubo una sucesión de crisis y de fracasos en los gobiernos que habían adoptado modelos de desarrollo de inspiración occidental; lo que provocó una ola de protestas que desembocaron en proyectos reformistas y revolucionarios que alzaron la alternativa islámica como solución.
Oliver Roy , por su parte, afirma que la radicalización de los movimientos islámicos data de 1970, y que se desarrolló en dos niveles: por un lado los movimientos políticos islamistas que luchaban por la creación de un Estado Islámico, y por otro, los que trabajaban por la re-islamización de las poblaciones musulmanas, (tanto en los países musulmanes, como en la inmigración) y que adquirió una forma más predicativa y cultural que política.
Para Gilles Kepel , en cambio, el surgimiento del islamismo se debe a tres hechos importantes: en primer lugar, a la ideología islamista, cuya plataforma fue elaborada en los años ’60 por Sayyid Qutb en Egipto, Mawdudi en Paquistaní y Jomeini en Irán, que comenzó a conocerse y a suscitar interés un decenio más tarde, al otro día de la guerra árabe-israelí de octubre de 1973. En segundo lugar, al aumento vertiginoso del precio del petróleo que propulsó a las monarquías del Golfo en primera fila delante de la escena árabe e islámica, como un polo de concepción conservadora del Islam y de su rol en la sociedad; y finalmente por la toma del poder por los mullah en Irán en 1979, luego de la revolución que derrocó al Sha, esto aceleró la puesta en vitrina de los actores de la movida islámica sobre la escena política en la mayoría de los países musulmanes.
Otro de los especialistas en estudios islámicos, Bernard Lewis, dice que fue el fracaso de la modernidad que dio origen al islamismo moderno. En el campo militar, los gobiernos musulmanes, de Turquía, después Egipto e Irán, desplegaron varios esfuerzos para modernizar, es decir occidentalizar su armamento y equipamiento, llegando incluso a cambiar sus uniformes, por otros de estilo occidental. Jóvenes musulmanes fueron enviados a Occidente para estudiar el arte de la guerra, pero esto no impidió la humillante derrota de 5 estados y armadas árabes, que no pudieron impedir a medio millón de judíos crear en 1948 un nuevo Estado sobre las ruinas del mandato británico. A parte de unas pocas excepciones, las reformas económicas, tanto capitalistas, como socialistas no fueron exitosas en los países musulmanes. La combinación medio oriental de una débil productividad y de una fuerte tasa de natalidad, creó una mezcla inestable. Todo indica que los países árabes, en términos de creación de empleos, educación, tecnología y productividad, se sitúan aún lejos de los países occidentales. Los países árabes están por detrás de los últimos llegados a la modernidad occidental, como Corea, Taiwán o Singapur. Según la Banca Mundial, el salario medio anual de los países musulmanes en el año 2000, desde Marruecos a Bangladesh, era menos de la mitad del salario medio mundial y, en los ’90, el producto nacional bruto combinado de Jordania, Siria y Líbano, los tres países árabes que tienen fronteras con Israel, eran considerablemente inferiores a aquellos de Israel solo. Las cifras por habitante eran todavía peores. Según estadísticas de las Naciones Unidas, el producto interno bruto Israelí era tres veces y medio el del Líbano y Siria, doce veces aquel de Jordania, y tres veces y medio el de Egipto. Siendo el contraste con los países occidentales y con los países emergentes del Asia Oriental, todavía más desconcertante. La modernización política, no fue más exitosa que la modernización militar y económica. Muchos países islámicos han experimentado las instituciones democráticas occidentales, pero, a excepción de Turquía, no existe un solo país donde éstas hayan tenido éxito. Partidos y Parlamentos a la occidental han casi siempre sucumbido frente a la tiranías mantenidas por la represión y el adoctrinamiento. El único modelo europeo que ha funcionado, es la dictadura de partido único. El partido Bath, cuyas ramificaciones han reinado en Irak y en Siria durante decenios, conjugaron los peores aspectos de los modelos nazi y soviético. Ninguno de los líderes árabes ha querido someter su poder a la voluntad popular, al sufragio universal. Lewis, concluye diciendo: al observar todo esto no podemos estar sorprendidos de que muchos musulmanes concluyan que la modernidad ha sido un fracaso.
Wahabismo, Salafismo y Salafismo Yihadista.
Wahabismo
El Wahabismo es una doctrina religiosa integrista surgida en Arabia en el siglo XVIII, su fundador fue el predicador rigorista Mohammed Ibn Abd Al Wahhab (1703-1792). Se trata de una doctrina crítica de las influencias que han adulterado el Islam original. Los wahabistas condenan las prácticas de religiosidad popular como el culto a los santos, prohíben fumar tabaco y beber alcohol, la música es considerada una ofensa religiosa y la proximidad entre hombres y mujeres está estrictamente prohibida. El movimiento wahabista proclama la yihad contra los sunnitas y sobre todo contra los chiítas considerados herejes. Según Viviane Comero, “los wahabistas son considerados como actores del renacimiento árabe e islámico, en todo el mundo musulmán.”
Esta forma de fundamentalismo islámico tomó cuerpo en 1744 con la alianza entre Mohamed Ibn Abd Al Wahhab, y Mohamed Ibn Saud, un guerrero musulmán de la región de Najad. Por aquellos años la expansión del Islam se había estancado desde que los ejércitos otomanos habían sido detenidos a las puertas de Viena en 1683. En 1771, los otomanos estaban cediendo terreno al imperio ruso y la armada británica visitaba regularmente los puertos del Golfo Pérsico. En opinión de Wahab, esto se debía a que los ejércitos del Islam habían asimilado influencias corruptas de los extranjeros. El Islam estaba decayendo porque los musulmanes habían dejado de ser fieles a las ideas originarias del Corán. Había que purgar las nuevas influencias, especialmente las que parecían indicar algún tipo de politeísmo, como por ejemplo, la veneración de los santos. En nombre de un monoteísmo absoluto Wahab cometió lo que para muchos musulmanes era considerado un sacrilegio, destruyó las tumbas de los compañeros de Mahoma, que se habían convertido en objeto de veneración. Los excesos de Wahab llevaron a que fuera expulsado de todas las tribus, fue entonces cuando Ibn Saud, fundador de la dinastía Saudita, le tendió una mano concediéndole protección y abrigo. En 1774 los dos hombres llegaron a un acuerdo; Wahab le daría justificación religiosa a su yihad contra las tribus beduinas y a cambio de esto Ibn Saud se convertiría al wahabismo.
Con la ayuda de las predicas de Wahab, Ibn Saud extendió su poder a toda la región de Najad y más tarde a la costa este de Arabia, que estaba poblada de chiítas, para luego apoderarse de los lugares santos del Islam a comienzos del siglo XIX. En respuesta a ello, los otomanos, que administraban La Meca y Medina, enviaron al Virrey de Egipto para expulsar a los wahabistas, tras una cruenta lucha lograron retomar el control del país en 1818, reinstalándose en los lugares santos y ocupando Najad, el bastión de los wahabistas. El representante de los sauditas fue hecho prisionero por los egipcios y enviado a Estambul delante del Califa, que luego de exponerlo en público varios días terminó decapitándolo.
Durante el resto del siglo XIX, el país vivió una serie de guerras civiles, producto de las disputas de poder al interior de la dinastía saudita, que a veces se apoyaba en los otomanos y otras veces en los británicos para mantenerse en el poder. En 1902, Abdelazis Ibn Saud, con un puñado de hombres tomó por asalto la ciudad de Riad reconquistándola. Una vez en el poder, Abdelazis Ibn Saud, encargó a los wahabistas el mando de la justicia y de las finanzas de la ciudad. Enseguida se lanzó a la reconquista de Najad y de Hassa en el este. En 1924, los ejércitos wahabistas retomaron los lugares santos de Hedjaz, expulsando a su cherif Hussain con el beneplácito de los británicos. Más tarde invadieron las tres provincias del norte de Yemen: Jizane, Najrame y Assir, completando así en 1932 la total unificación de Arabia Saudita.
La originalidad de esta experiencia, dice Antoine Basbous, proviene del hecho que por primera vez, después de la aparición del Islam, esta doctrina toma cuerpo e instaura un Estado a su disposición. Hasta ese momento el islamismo no había podido encarnarse. El iman Ahmed bin Naval, muerto a fines del siglo VII, es considerado el padre doctrinal del islamismo. Pero fue hecho prisionero y torturado por años, sin poder aplicar su teoría. En el siglo XIV, el iman Ibn Taimiya retomó su doctrina, pero también fue hecho prisionero y torturado. Sólo a partir de 1744, cuando el islamismo fue retomado y desarrollado por Mohamed Ibn Al Wahhab pudo recién ser puesto en aplicación en un Estado concreto, en lo que hoy día se denomina Arabia Saudita.
Salafismo
Salafismo proviene de la palabra salaf, que significa predecesor o ancestro, por extensión designa a los compañeros de Mahoma y a las dos generaciones que le sucedieron. Esta distinción es considerada un criterio importante para la validez de los “hadits”, los dichos atribuidos al Profeta por la tradición, que constantemente se invocan para apoyar las interpretaciones del Corán.
El salafismo es un tipo de fundamentalismo islámico, derivado del wahabismo, que predica un retorno al camino de los ancestros, a los valores más auténticos del Islam, que para los musulmanes significa la sociedad ideal. Actualmente dos grandes partidos abrazan la doctrina salafista: los Hermanos Musulmanes en el Medio Oriente y el grupo Islámico (Jammat-e Islami) en Asia.
El salafismo nació a finales del siglo XIX, es una corriente cercana al wahabismo, al que se le asimila en su versión más conservadora. La principal divergencia entre las dos escuelas tiene que ver con la naturaleza del Estado islámico: el wahabismo se contenta con un dirigente local, un rey, por ejemplo, siempre que respete y haga respetar la sharia, mientras que el salafismo, espera volver al califato para el conjunto de los creyentes, aunque la mayor parte de ellos aceptan la idea de un emir local por algún tiempo.
“El salafismo exige a los creyentes un retorno a lo prístino, a lo puro, a la inalterada forma del Islam predicada por Mahoma y sus compañeros. Rechaza cualquier práctica (como los rituales sufíes), creencia (tales como el culto a los santos) o conducta (por ejemplo, aquellas basadas en la ley común) no directamente derivadas del Corán o de las cuales no existe precedente en los actos y dichos de Mahoma. Los pensadores salafistas rechazan la idea de que los musulmanes deben aceptar ciegamente la interpretación de los textos religiosos desarrollados por los teólogos a través de los siglos. Más bien, ellos insisten en el derecho que tienen los individuos para interpretar los textos por ellos mismos o ellas mismas, por medio de la práctica de la ijtihad (razonamiento independiente)”.
Salafismo Yihadista
El salafismo yihadista, nace en los años 1980, en los campos de Peshawar, en Paquistán, bajo la sombra de la guerra de Afganistán. “El salafismo yihadista” es la etiqueta que se aplica a veces a una nebulosa de “segunda generación” de los movimientos islamistas radicales que emergieron durante los años ’80 y cobraron influencia durante los ’90. La guerra de Afganistán (1980-89) sirvió como incubadora de esta explosiva mixtura de una perspectiva salafista y llamados a la violencia. El “salafismo yihadista” sigue una estricta, y literal interpretación del Islam, pero combinada con un énfasis en la yihad, entendida como guerra santa. Para ellos, la yihad se convierte en el primer instrumento a través del cual, el mensaje original del Islam puede convertirse en una realidad.
El salafismo yihadista, es una ideología híbrida. En la época contemporánea, esta corriente ha otorgado la legitimación religiosa a regímenes socialmente conservadores, como aquellos de la mayor parte de las monarquías de la península arábica. No se habían colocado antes la cuestión de la yihad, porque los estados que la favorecen participaban como aliados de Estados Unidos, en un orden mundial que los favorecía. Ahora, en el cuadro de los campos afgano-paquistaníes, esta corriente ha reactivado y puesto en primer plano la teoría de la yihad, en relación con el otro movimiento presente en el lugar, aquel de los islamistas moderados, salidos de la matriz de los Hermanos Musulmanes. Para estos últimos, la yihad era una prioridad, pero la insertaban en un conjunto de actividades (trabajo social y caritativo, agitación estudiantil, participación en las elecciones, etc) más vasto y diferente. La hibridación entre estas dos corrientes produjo una nueva ideología, el”salafismo yihadista”, que mezcla la cerradura de espíritu absoluto, el conservadurismo moral, y la obediencia ciega a los textos sagrados, todas características del salafismo, con la prioridad dada a la yihad. En el contexto intelectual y el ambiente de preparación militar prevaleciente en los campos, la yihad fue comprendida en su dimensión más violenta y fanática, es decir, como una lucha armada sin cuartel contra los impíos, cuya definición es susceptible a alargase sin cesar. La yihad, se convirtió en un objeto de fascinación, la panacea de todos los males del mundo, la esencia misma del Islam.
Los mujahidines afganos, participaban globalmente de la misma mística de la yihad que los brigadistas internacionales exaltados salidos de los campos de entrenamiento. Estos individuos, condicionados para ver el mundo a través de la lectura literal de los textos sagrados, a los ojos de los cuales Mahoma, sus compañeros y sus sucesores inmediatos constituían el único modelo a imitar, y la epopeya de los primeros tiempos del Islam, el paradigma de toda la historia, se sentían vencedores del imperio soviético, de la misma manera, que los primeros musulmanes habían destruido el impero sassanida, abriendo a los caballeros de Alá las puertas del Oriente. Una vez hecho esto, los primeros califas pudieron llevar la guerra contra otro gran imperio ”impío”, que dominaba el mundo conocido: Bizancio. De la misma manera, los salafistas-yihadistas, estaban prontos al combate contra la Bizancio de nuestros tiempos: los Estados Unidos de América, y el Occidente en general.
LOS ARABES AFGANOS
Se llaman árabes afganos aquellos voluntarios que, en nombre del Islam, fueron a luchar en Afganistán contra el comunismo soviético a fines de los ’80. El llamamiento a la yihad en Afganistán, así como su puesta en marcha fueron iniciativas de redes religiosas islámicas transnacionales, como la Liga Islámica Mundial y otras organizaciones creadas ad hoc que se situaban en el movimiento “salafista” conservador, entre el wahabismo y los Hermanos Musulmanes. Más tarde la yihad afgana fue apoyada por Estados Unidos y por Arabia Saudita.
“Con el activo estímulo de la CIA y del ISI paquistaní (Inter Servicios de Inteligencia), quienes querían que la yihad se volviera una guerra global de todos los Estados musulmanes contra la Unión Soviética, unos 35 mil radicales de 40 países islámicos se unieron a la lucha en Afganistán entre 1982 y 1992. Decenas de miles más llegaron a estudiar en las madrasas paquistaníes. Con el tiempo, más de 100 mil musulmanes radicales extranjeros estuvieron directamente influenciados por la yihad afgana.
No existe acuerdo respecto al número total de voluntarios, ni tampoco de los países que provenían, pero según la prestigiosa revista Jane’s Intelligence Review, el número de voluntarios árabes que lucharon en Afganistán fue el siguiente: 5000 sauditas, 3000 yemenitas, 2000 egipcios, 2800 argelinos, 400 tunecinos, 370 iraquíes y 200 libios. Se sabe que Osama bin Laden, quien fue reclutador y combatiente en Afganistán, poseía un listado completo de los voluntarios afganos.
Steve Coll del Washington Post, señala que, en marzo de 1985, el presidente Reagan firmó la Directriz de Decisión de Seguridad Nacional 166…la cual autorizaba una escalada en el apoyo militar a los mujahidines, y dejaba claro que la guerra secreta afgana tenía una nueva meta: derrocar a las tropas soviéticas en Afganistán a través de acciones encubiertas y propiciar su retirada. El apoyo estadounidense comenzó con un dramático aumento en el suministro de armas-hasta llegar a 65 mil toneladas en 1987- así como un incesante fluir de especialistas de la CIA y del Pentágono a los cuarteles centrales secretos del ISI paquistaní para ayudar a planear las operaciones de los rebeldes afganos.”
La yihad afgana se convirtió pues, en la causa por excelencia de la movida islamista a través del mundo, en ella se identificaban todos los militantes islámicos, ya fueran ésos moderados o extremistas. Para Alain Roussillon, “ella suplantó, en el imaginario árabe, la causa Palestina y simboliza el pasaje del nacionalismo árabe al islamismo”. Para los “yihadistas” internacionales, el viaje a Peshawar era una posibilidad de iniciación y de contacto con las redes islamistas internacionales, además ofrecía la oportunidad sin igual de prepararse militarmente y luchar por una gran causa islámica. Muchos países árabes, como Egipto, por ejemplo, aprovecharon la oportunidad que le ofrecía la yihad internacional, para enviar al extranjero a los elementos islamistas más radicales y peligrosos del país, incluso algunos elementos que habían sido encarcelados después del asesinato del presidente Sadat, tras cumplir su condena, fueron liberados y enviados a Peshawar. Uno de los casos más conocidos es el del médico Ayman al Zawahiri, que estuvo detenido entre 1981 y 1984 y luego partió a Afganistán, convirtiéndose más tarde en el brazo derecho de Osama Bin Laden.
Una vez terminada la guerra contra los soviéticos en Afganistán, miles de combatientes islámicos entrenados y armados quedaron a la deriva, deambulando entre Afganistán y Paquistán y sin apoyo de Estados Unidos ni Arabia Saudita. Según Kepel, los cálculos políticos a corto plazo, que hicieron los gobiernos árabes que enviaron voluntarios a Afganistán para deshacerse de ellos, resultaron erróneos, pues la mayor parte de estos “yihadistas” extranjeros no murieron en los campos de batalla. Ellos se hicieron más aguerridos al contacto con sus formadores paquistaníes y, bajo la supervisión de la Agencia Central de Inteligencia, adquirieron las técnicas de punta en materia de combate, de iniciación a la manipulación de explosivos, de técnicas de guerrilla, de infiltración, de acción subversiva en general- entonces destinadas a ser empleadas contra los soviéticos. Más tarde, en los años 1990, ellos las pondrán en práctica en las acciones terroristas de gran envergadura, llevadas a cabo en contra de los mismos que les habían enseñado.
LA BASE SOCIAL DE APOYO DEL ISLAMISMO
La juventud urbana
La juventud urbana pobre, es una masa de gente que recién hace su aparición en los años ’70, como producto del éxodo rural. Representa entre el 40 al 65 % de la población según sea el país. Son jóvenes frustrados y descontentos que no tienen trabajo, que sueñan con consumir, con casarse, con tener una vivienda. Sueños imposibles de realizar, por que las estructuras estatales están al servicio de la burocracia y de los militares que se encuentra en el poder. Esta generación no conoció la colonización europea. Ellos quieren un cambio social radical, pero no tienen el capital financiero que les permita organizarse a largo plazo, no tienen tampoco el capital intelectual o cultural para producir una ideología movilizadora .
La pequeña burguesía
El segundo grupo social necesario para la existencia de un movimiento islamista es la pequeña burguesía piadosa, que en lo único que se parece a la juventud desheredada, es en lo que se refiere a su rechazo al poder actual. Kepel, señala que ella sufre por no tener acceso al sistema político. Esto es verdad en los países que se dicen socialistas, donde el poder pertenece a los militares, como en los países monárquicos donde el poder pertenece a algunas familias. En todas partes, la pequeña burguesía tiene bloqueado su ascenso al poder. Los mercados que ella ambiciona, están ocupados por algún familiar de la corona o por el hijo de algún general. Los negociantes del bazar o los pequeños empresarios, no son revolucionarios que deseen derrocar a las jerarquías sociales. Contrariamente a los desheredados, la pequeña burguesía piadosa no descenderá jamás a la calle para sembrar el desorden. En revancha, ella posee el dinero necesario para financiar un movimiento político. Para conquistar el poder a que aspira, ella tiene necesidad de los jóvenes desheredados, pero aquí se presenta un conflicto de intereses entre ésta y aquellos.
Los intelectuales
El tercer grupo es aquél que produce la ideología islamista: se trata de los intelectuales y los ingenieros barbudos que salen de las universidades del Estado, donde ellos aprendieron, al mismo tiempo que las técnicas modernas, los conceptos de igualdad, libertad, democracia, socialismo-valores subvertidos por las elites autoritarias en el poder que ellos reclaman. La juventud educada abandona este grupo vestido con los valores occidentales. En lugar de los discursos mentirosos de Occidente, los intelectuales buscan verdades de substitución del lado de los textos sagrados, que hasta ahora eran monopolio de los clérigos religiosos-los ulemas. Ellos no tienen ninguna cultura religiosa, éstos teólogos que van a dar nacimiento a los movimientos islamistas son autodidactas del Corán. “Para fabricar una ideología que les sirva, los jóvenes educados buscan a golpes de podadora, en la inmensidad del corpus musulmán. Ellos lo reducen, lo instrumentalizan, para encontrar allí, de que justificar el derrocamiento del poder y la edificación, sobre las ruinas del Estado perfecto, el Estado islámico.”
Oliver Roy, muestra que desde el punto de vista sociológico, los movimientos islamistas, son producto de la modernidad. Los militantes son raramente los clérigos, son más bien los jóvenes que han salido del sistema escolar moderno, poseen una formación universitaria científica más que literaria; provienen de familias recientemente urbanizadas o de clases medias pauperizadas. Los islamistas ven al Islam, como una religión y como una ideología. Ellos han hecho su formación política no en las escuelas religiosas, sino en los campus universitarios y en las escuelas normales, donde se ha codeado con los militantes marxistas, de los cuales han tomado prestados el lenguaje conceptual, en particular la idea de revolución, complementado por una terminología coránica. Apunta a que el acento está puesto en la organización, en un sentido que recuerda a la vez a los partidos de tipo leninistas y a las cofradías sufíes. Para ellos, la toma del poder permitirá reislamizar una sociedad corrompida por los valores occidentales, pero apropiándose de sus ciencias y de sus técnicas. Ellos no preconizan una vuelta a lo que había antes, como sostienen los fundamentalistas en sentido estricto, sino a una reapropiación de la sociedad y de la técnica moderna, pero a partir de lo político.
LAS GRANDES TENDENCIAS AL INTERIOR DEL MOVIMIENTO ISLAMISTA
Dentro de la nebulosa islamista, podemos encontrar diversos movimientos como los chiítas iraníes y los talibanes que conquistaron el poder por las armas; los Hermanos Musulmanes de Egipto, el Partido de la Prosperidad (Refah) de Turquía y el Frente Islámico de Salvación (FIS) de Argelia que aceptaron la competencia electoral. Hamas de Palestina, Hezbolá y la Yihad islámica continúan con la lucha armada. Todos comparten los mismos objetivos: islamizar la sociedad a partir de la toma del poder y la instauración de la ley islámica, sharia, pero difieren respecto a los medios para lograr el objetivo.
Barry Rubin ha creado una tipología de los movimientos islamistas.
En primer lugar, sitúa a los Movimientos Revolucionarios: aquellos que han empleado la lucha armada para derrocar a los gobiernos en Argelia, Egipto, Siria e Iraq.
En segundo lugar, los Movimientos de Liberación Nacional, estos persiguen un doble propósito, por un lado quieren establecer un Estado Islámico, y por otro, se pelean entre ellos por el liderazgo de la comunidad. Ejemplos, Hamas y la Yihad Islámica, que al mismo tiempo que lanzan ataques terroristas contra Israel para lograr su independencia, compiten por el apoyo popular con la Organización para la Liberación de Palestina (O.L.P.).
En tercer lugar, los Movimientos Reformistas: son partidos islámicos que han evitado la violencia y actúan como partidos legales en el Parlamento. Su actuación en el sistema legal les ha permitido tener influencia, aumentar sus adeptos y lograr cambios sustanciales en sus países. Ejemplo son Jordania, Marruecos, Kuwait, Turquía, Paquistán e Israel.
Olivier Roy, por su parte clasifica la forma de organización política que adoptan los movimientos islamistas en tres categorías:
1) El partido de tipo leninista: este se presenta como una vanguardia que mira a la conquista del poder y niega toda legitimidad a los otros partidos, este es el caso de Hezbolá afgano (Hizo-l-Islami afgan). Se trata de elementos extremistas, que tratan de cambiar la sociedad desde arriba, tomando el poder político y usándolo para establecer la sharia para hacer al pueblo más virtuoso y obediente.
2) El partido político de tipo occidental: este busca hacer adoptar su programa político dentro de un marco electoralista y multipartidista. Un ejemplo es el Partido de la Prosperidad de Turquía. Se trata de grupos pacíficos que quieren cambiar la sociedad, pero desde abajo y sin necesidad de medios autoritarios El objetivo es ofrecer a la población un modelo de cómo ser un buen musulmán, pero sin forzarlos a aceptar esta condición. De esta manera no tienen conflictos con los gobernantes donde viven.
3) La asociación religiosa militante. Esta persigue promover los valores islamistas para así modificar la sociedad y las mentalidades, creando movimientos asociativos y penetrando las elites, pero sin una pretensión política directa. Es el caso de los Hermanos Musulmanes egipcios, que insisten en la acción de masas, y la Jammat-e- Islami de Paquistán, más llevada a la infiltración de las elites, estos dos partidos presentan ocasionalmente candidatos a las elecciones.
Los movimientos terroristas islámicos se han inspirado en los principios de los movimientos socialistas revolucionarios y anarquistas del siglo XIX y en la izquierda revolucionaria europea de los años ‘70. Por ejemplo, el tema de la propaganda por la acción y el tema de que no hay inocentes en la lucha, y que se pueden matar a civiles, está tomado de los anarquistas franceses. La puesta en escena del asesinato de rehenes, por ejemplo, es calcada al asesinato del Primer Ministro italiano Aldo Moro, por las Brigadas Rojas en Italia en 1978. El rehén aparece con una venda en los ojos, arrodillado con un arma en la sien, se lee en voz alta el juicio, en el fondo aparece la bandera con las siglas de la organización y el lema. La escenificación, la matriz, el concepto, todo esto proviene de la ultraizquierda europea de los años sesenta y setenta. Esto puede deberse también al hecho que al interior de las redes islámicas hay muchos conversos de origen europeo que antes eran izquierdistas.
EL ISLAMISMO POLITICO EN LA DECADA DE 1980 y 1990
Irán
En la historia de Irán pueden distinguirse cuatro períodos históricos importantes. El primero, corresponde a la civilización de los elamitas, que se establecieron en el suroeste del país aproximadamente en el año 3000 A.C.. El segundo, comienza el año 550 A.C. con la victoria del persa Ciro el Grande sobre los medos y la fundación del imperio Aqueménida, este período se prolonga hasta la conquista de los árabes y la instalación del imperio Sasanida en el año 636 y 642 D.C. El tercero, empieza en el año 640 y se extiende hasta el 1502, se caracteriza por diversas dominaciones: árabes, turcos y mongoles. El cuarto período, coincide con la era moderna que arranca con la dinastía Safévida entre los años 1502 y 1736, continúa con los Qajars desde 1779 hasta el año 1925, luego la dinastía Pahlevi entre 1925 y 1979, y finalmente la República islámica, fundada por Jomeini en 1979.
En 1921 el general Reza Khan, un oficial cosaco, derrocó la monarquía Qajar y fundó su propia dinastía, la de los Pahlevi. En 1925 se hizo proclamar Sha, que en persa significa soberano de Persia. Bajo su reinado adoptó una política nacionalista y modernizante esforzándose por crear una institucionalidad laica, como la de Ataturk en Turquía.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Irán se declaró neutral, aún cuando Reza Khan estaba bajo la influencia de la Alemania de Hitler con la cual mantenía un nutrido comercio. “A finales de 1930 más de la mitad del comercio exterior iraní iba dirigido a Alemania, y ésta proporcionaba a Irán la mayoría de la maquinaria destinada al programa de industrialización”. En el curso de la guerra, los aliados querían utilizar el ferrocarril transiraní para transportar suministros de guerra desde Gran Bretaña hasta Rusia, pero Reza Kahn se negó a cooperar. En 1941 los británicos y rusos invadieron Irán ignorando su neutralidad y obligaron a Reza Kahn a abdicar a favor de su hijo. El joven Mohamed Reza Pahlevi, convertido en el nuevo Sha de Persia, les permitió utilizar el ferrocarril y mantener las tropas en Irán hasta el final de la guerra.
Reza Pahlevi, se transformó en un dictador manipulado por los británicos, cuyo reinado estuvo marcado por fuertes conflictos sociales. En abril de 1951, el Parlamento votó la nacionalización del petróleo. La compañía Anglo-Iraní debió cesar sus operaciones y como resultado Gran Bretaña boicoteó la compra de petróleo iraní. Reza Pahlevi se negó a cumplir el acuerdo de nacionalización por lo que fue destituido y reemplazado por el doctor Mohamed Mossadeq, un prestigioso político liberal que fuera director de la Escuela de Ciencias Políticas de Teherán. En 1953, Mossadeq nacionalizó el petróleo, pero el 22 de agosto del mismo año, el Sha de Persia huyó a Roma en busca de apoyo occidental. A la vuelta del autoexilio Reza Pahlevi derrocó a Mossadeq con un golpe de Estado apoyado por los servicios de inteligencia de Gran Bretaña y Estados Unidos, ambos interesados en las reservas petroleras del país.
De vuelta al poder y aprovechando las entradas de la renta petrolera, Reza Pahlevi emprendió un ambicioso plan de desarrollo social y modernización que llamó la “revolución blanca”. Una de las medidas más notables, fue la realización de una reforma agraria que permitió la redistribución de las tierras a los campesinos pobres, un tercio de la cual pertenecía clero chiíta. Concedió beneficios a los trabajadores de las refinerías de petróleo, amplió la cobertura escolar, liberalizó a la mujer y le concedió el derecho a voto. Sin embargo, los frutos de la modernización sólo alcanzaron para una pequeña parte de la población, la pequeña burguesía pro-occidental, y los parientes del gobernante, mientras que la clase media y las capas populares urbanas vivían en la precariedad sin tener acceso al consumo ni a la modernidad.
Gilles Kepel, dice que la rápida modernización del país, gracias a la inyección de petrodólares en la economía después de la explosión de los precios que siguió la guerra de octubre de 1973, desestabilizó a dos grupos sociales: las clases medias tradicionales, simbolizadas por los comerciantes del bazar, y la masa de jóvenes inmigrantes procedentes del campo atraídos por el dorado urbano, pero que vivían hacinados en los barrios de la periferia de Teherán. Al igual que en otros países musulmanes, a mediados de los años setenta, existía entre los comerciantes del bazar y en los barrios populares, una pequeña burguesía piadosa y una juventud urbana pobre que estaban marginados del poder, pero que gozaban del apoyo del clero chiíta, que al igual que ellos, no gozaba del reconocimiento ni la simpatía del gobernante.
El descontento que acabó con el régimen del Sha, venía acumulándose desde hacía tiempo y se debió a varias causas: en primer lugar, su conflicto con el clero chiíta, debido a la expropiación de sus tierras, sumado a la expulsión del ayatollah Ruhollah Jomeini en 1964 por denunciar la capitulación de Reza Pahlevi ante los Estados Unidos, a cambio de un préstamo de $ 200 millones de dólares, que recibió por concederle derechos de extraterritorialidad al personal americano que trabajaba en Irán. En segundo lugar, la crisis económica y la inflación, consumieron el dinero obtenido por el aumento del precio del petróleo con motivo del primer shock petrolero. Esta riqueza significó quintuplicar el PIB iraní entre 1972 y 1977, permitiendo al Sha llevar a cabo su ambicioso proceso de modernización para convertir en pocos años a Irán en la quinta potencia mundial. La desigual repartición de la riqueza y la corrupción que invadía la administración del Estado sumados a la incapacidad del régimen para permitir formas legítimas de descontento político y la represión aumentaron el descontento popular. Otro elemento que aceleró la caída del Shah, fue su política pro-occidental y la férrea alianza con los norteamericanos, los iraníes, que son un pueblo muy nacionalista, odiaban a los norteamericanos que habían depuesto el gobierno nacionalista de Mossadeq en 1953. Con los excedentes del petróleo, el Sha había comprado armas a Estados Unidos y a Europa y poseía el quinto ejército más moderno del mundo, los americanos lo habían convertido en el “Gendarme del Golfo” y colaboraba como un títere de su política exterior en su lucha contra el avance del comunismo, pero las medidas más resistidas fueron la prohibición a las mujeres de usar el velo (chador), la persecución del clero musulmán, la represión al movimiento obrero y la persecución de los opositores, por parte de la temida policía secreta Savak.
El 8 de septiembre de 1978, conocido como el “viernes negro”, se realizaron protestas masivas y disturbios en varios sectores de la capital. Fue impuesta la ley marcial y el ejército reprimió duramente a los manifestantes, muchos de los cuales fueron asesinados. El día 9 de septiembre, los trabajadores de la refinería petrolera de Teherán convocaron a una huelga general para protestar por la masacre del día anterior y exigir el fin de la ley marcial. Al día siguiente, la huelga se extendió a otros centros como Shiraz, Thariz, Abdan e Isfahan, plegándose todos los trabajadores petroleros a la huelga. Las reivindicaciones económicas rápidamente se transformaron en peticiones políticas, pidiendo la salida del Sha. Pronto se agregaron nuevos sectores a la lucha: el sector público, los profesores, los médicos, el transporte, los ferroviarios, los aeropuertos, y el sector bancario. Las huelgas paralizaron el país por treinta y tres días, hasta que finalmente, el 16 de enero de 1979, el Sha y su familia huyeron de Irán ante la caótica situación política.
La tesis de Kepel , es que el encadenamiento que condujo a la abdicación del Sha y a la proclamación de la República islámica, fue el resultado de una alianza entre intelectuales islamistas, la burguesía piadosa y la juventud urbana pobre, mientras duró el proceso revolucionario. El carácter único de la revolución iraní residió en su capacidad de aglutinar a las clases sociales diferentes, incluso antagónicas para conseguir la conquista del poder, y en convertir el discurso político islamista en el instrumento por excelencia de esta movilización, en detrimento de cualquier otra ideología que compitiera con él. Las diferencias sociales sólo aparecieron después del derrocamiento del antiguo régimen; los antiguos aliados fueron destruidos uno tras otro por el grupo que resultó vencedor: la burguesía piadosa.
Fred Halliday, sostiene que “El éxito de Jomeini a la hora de liderar y organizar un movimiento político de masas se centró en un conjunto de objetivos simples y de gran resonancia: la expulsión del Sha y el fin de la influencia occidental en el país, en particular la norteamericana. A pesar de que en apariencia, Irán experimentó un retorno al pasado y que su revolución era “tradicional”, fue en algunos aspectos moderna, en realidad la revolución social más moderna que se haya visto nunca. No tuvo lugar entre el campesinado sino entre las clases medias y pobres urbanas y consiguió sus objetivos no principalmente a través de la violencia sino a través de medios políticos como la protesta masiva y la huelga general política. La paradoja de la revolución iraní es que fue al mismo tiempo la más tradicional y la más moderna de las revoluciones sociales.”
La revolución de febrero de 1979
Desde la partida del Sha, el 16 de enero hasta el arribo del Jomeini el 1 de febrero hubo un vacío de poder, en el cual ninguno de los actores políticos, incluso los militares, fueron capaces de presentar un proyecto político y movilizar las masas. Las clases medias aunque fueron las primeras en salir de la apatía política en que se hallaban, demostraron, sin embargo, que eran incapaces de encabezar la resistencia contra el monarca, les faltaba un partido capaz de movilizar a la muchedumbre con unas consignas que resultaran comprensibles para las masas populares, las capas recién urbanizadas o los bazaris. A los dirigentes del Frente Nacional les faltaba el carisma que les hubiera permitido aliarse con otras clases sociales. Por su parte, los movimientos marxistas eran demasiado débiles, diezmados por la represión o alejados por el exilio. Estas insuficiencias dejaron el campo libre para que tomara el poder la fracción del clero encabezada por Jomeini.
Sin embargo, cuando Jomeini regresó de su exilio parisino el 1 de febrero de 1979, la batalla contra el Sha ya estaba ganada. El Estado se había desintegrado y el poder estaba en las calles. A pesar de que Jomeini no había jugado ningún papel en el derrocamiento del Sha, había personas que querían darle un papel dominante debido a su gran influencia moral y política. A su llegada del exilio, le esperaban en Teherán unas 10 millones de personas diseminadas en el camino entre el aeropuerto y el cementerio de Behechté Zahra donde pronunció su primer discurso. Ocho días más tarde, en la ciudad santa de Qom, pronunció un discurso ideológico-religioso, donde expuso las grandes orientaciones de la futura República islámica.
Uno de los puntos más controvertidos del pensamiento político de Jomeini, es la noción de “velayat-e-faqih”, que significa el gobierno de los expertos religiosos. Este principio, que después adquirió rango constitucional, se basa en la idea de que en ausencia del doceavo imán oculto en el año 874, que sólo regresará al final de los tiempos, el personaje más idóneo para asegurar los poderes espirituales y temporales de la nación es el faqhi, el religioso más sabio, o un grupo de religiosos, si es que no hay algún candidato que pueda ocupar el puesto.
Esta teoría, que sanciona la instauración de una teocracia musulmana en Irán, fue incorporada en la Constitución publicada el 4 de octubre de 1979 y adoptada en referéndum en 3 de diciembre de ese año. Pero, la mayoría del clero no estaba de acuerdo con las concepciones revolucionarias de Jomeini que quería sustituir el imperio Pahlevi por una teocracia (velayat-e-faqih) en la que el poder supremo lo detentaría un faqih, un religioso especializado en la ley islámica tras el cual se traslucía el propio Jomeini. La mayor parte de los clérigos, alineados tras el ayatolá Shari’at-Madari, se oponían a él. Se contentaban con reclamar la mayor autonomía posible, el control de las escuelas, obras sociales y recursos financieros frente a las instituciones del Estado, pero no tenían ninguna ambición por controlar un poder que, teológicamente, se consideraba impuro, hasta el regreso del imán oculto, del Mesias que llenaría de luz y justicia las tinieblas y la iniquidad del mundo.
Contra todas estas previsiones y augurios, el ayatolá Ruhollá Jomeini se hizo proclamar Guía Supremo de la Revolución, cargo que ocupó hasta el fin de sus días. El Guía Supremo es el Jefe de Estado y Jefe supremo del régimen. Lo designa una Asamblea de expertos compuesta por 80 religiosos. El Guía Supremo, con apoyo el Consejo de Discernimiento, fija las orientaciones del régimen. El interviene en el proceso legislativo del país, que controla por medio del Consejo de los Guardianes de la Constitución. El Guía de la revolución, dirige igualmente el poder judicial, pues él designa a las más altas autoridades de la justicia. Detenta los poderes militares y de la policía, además de controlar una poderosa guardia pretoriana, los Pasdaran o Guardias de la Revolución, compuesta por milicianos que están a su servicio exclusivo.
Aparte de las ideas religiosas, en el pensamiento político de Jomeini se pueden encontrar también componentes marxistas y tercermundistas. El profesor M.R. Djalili, en una entrevista a Religioscope, señala que Jomeini tomó en primer lugar el discurso anti-occidental de los marxistas, de los tercermundistas e incluso de los socialistas iraníes. En segundo lugar, asumió la herencia del nacionalismo militante para el retorno de la soberanía sobre los recursos. Estas ideas las adopta porque concitan la unanimidad de la población iraní. En tercer lugar, existe en Jomeini una tendencia a culpabilizar a otros países del declive del mundo musulmán y de Irán en particular. Al comienzo, responsabiliza a Gran Bretaña, luego a los Estados Unidos e incluso a la Unión Soviética. Hay entonces, un discurso anti-imperialista que se tiñe de tercermundismo, que era el discurso de moda en los años sesenta.
La política exterior de Irán y el terrorismo
Desde los primeros años del régimen islámico, las autoridades iraníes usaron el terrorismo ya sea como medio de propaganda armada o para castigar a los enemigos de la revolución. La exportación de la revolución es vista por los defensores de la ideología islámica, como el principal objetivo de la política exterior iraní. Las agencias encargadas de este trabajo son el Ministerio de Inteligencia, el Ministerio de Relaciones Exteriores y los Guardianes de la Revolución. Varias otras organizaciones, como centros culturales, y mezquitas sirven como infraestructura para el reclutamiento y para la cobertura de las actividades terroristas.
La violencia política, como veremos más adelante, ha sido utilizada contra los enemigos internos y externos y también contra los iraníes opositores que viven exiliados en Occidente. Los blancos principales han sido los Estados Unidos, país denominado el “Gran Satán” por Jomeini y el “Pequeño Satán”, que corresponde a Europa e Israel. Otro enemigo de Irán y su política exterior es Arabia Saudita con el que mantiene una soterrada lucha por la hegemonía del movimiento islámico internacional, donde se enfrentaban chiítas contra sunnitas.
Una de las primeras muestras de hostilidad contra Occidente y contra Estados Unidos en particular, se registró a los pocos meses del triunfo de la revolución, cuando unos quinientos partidarios de Jomeini tomaron por asalto la embajada de Estados Unidos en Teherán, en represalia por la admisión del Sha en territorio americano, donde seguía un tratamiento contra el cáncer. Los asaltantes tomaron prisioneros a 52 ciudadanos norteamericanos que fueron tenidos como rehenes por espacio de 444 días. El Presidente Jimmy Carter, lanzó una operación comando para salvar a los rehenes, pero el tentativo fracasó por el desperfecto en uno de los helicópteros que transportaban a los marines que habían aterrizado en el desierto de Tabas.
Otra manifestación de terrorismo internacional, fue la condena a muerte proferida por Jomeini, en febrero de 1989, contra el escritor británico de origen indio, Salman Rushdie, autor del libro “Los Versos Satánicos”, acusado de blasfemia contra el Profeta. Los iraníes ofrecieron una recompensa por su cabeza y trataron de impedir la distribución del libro en otros países. Producto de esto, el 11 de julio de 1993, fue asesinado Hitushi Igrashi, el traductor del libro al japonés y el 11 de octubre de 1993, fue gravemente herido en Noruega, William Negraad, el editor de los “Versos Satánicos” en ese país.
Al grupo islámico pro-iraní libanés Hezbolá, creado, financiado y entrenado militarmente por Irán, se le acusa de diversos actos terroristas, como el ataque a la Embajada americana en Beirut, el 18 de abril de 1983, que cual dejó un saldo de 63 muertos y 120 heridos. El 23 de octubre de 1983, un coche bomba lanzado contra las barracas del ejército americano y francés en Beirut, provocaron la muerte de 242 soldados americanos y 58 franceses. En la misma década de los ’80, los activistas de Hezbolá perpetraron diversos raptos de ciudadanos occidentales que luego fueron canjeados por dinero o prisioneros. Otros atentados, atribuidos a Hezbolá, fueron las bombas contra la Embajada de Israel en Argentina en 1992, y la destrucción de la Asociación Mutualista Israelita de Argentina (AMIA) en julio de 1994 que dejó 86 muertos y cerca de 300 heridos.
En lo que respecta a los opositores, desde que el régimen islámico llegó al poder en 1979, comenzó una acción sistemática para eliminarlos en el interior y exterior del país, para ello realizó un considerable esfuerzo de inteligencia para vigilar y eliminar a los elementos considerados como un peligro para el régimen.
En agosto de 1991, fue asesinado en Paris, el ex-Primer Ministro iraní, Shapur Baktiar. La investigación del incidente condujo al arresto de tres iraníes, incluyendo un diplomático, quienes probablemente pertenecían al departamento de inteligencia iraní. El 17 de septiembre de 1992, fueron liquidados cuatro dirigentes del Partido Democrático Kurdo de Irán, en el restaurante Mikonos de Berlin, una operación realizada por un equipo compuesto por miembros de Hezbolá y la inteligencia iraní. En abril de 1997, la Corte de Justicia alemana, concluyó que el gobierno iraní estaba directamente implicado en esos asesinatos. Durante los años 1979 y 1996, cerca de 70 líderes y activistas de la oposición han sido asesinados por agentes iraníes o por agentes delegados. En los primeros 11 años de la revolución, 1979-1990, fueron asesinados 30 activistas de la oposición iraní, mientras que durante los años 1991-1996, fueron asesinados 40 opositores, más del 65 % de ellos fueron eliminados durante el gobierno de Rafsanjani. Entre 1991 y 1996 se realizaron 4 ataques en Alemania, 4 en Francia y 8 en Turquía.
La victoria de Irán sobre Irak en la guerra de 1980-1989, y la desintegración de Unión Soviética, que dio nacimiento a nuevas repúblicas musulmanas, fortalecieron la posición de Irán como poder regional, dando un nuevo impulso a su estrategia exterior, adoptando ahora la causa palestina como nuevo referente de lucha.
Luego de ganar la Guerra del Golfo, Estados Unidos inició un proceso de negociación entre Israel y Palestina, para poner orden y pacificar el Medio Oriente. Con este motivo se inauguró la Conferencia de Madrid en octubre de 1991. Esta Conferencia, fue percibida como una amenaza para los intereses ideológicos y estratégicos de Irán, pues el reconocimiento del Estado de Israel por parte de los países árabes moderados, significaba darle ventajas estratégicas, políticas y económicas al Estado judío, al mismo tiempo que debilitaba la posición de Irán en la región. Como respuesta a esta amenaza, Irán convocó una Conferencia en Teherán donde se reunieron varias de las organizaciones terroristas que eran hostiles a Israel y al proceso de paz. En esa reunión se decidió el apoyo a la Resistencia Palestina a nivel humanitario, financiero, político y militar, estableciendo un comité especial bajo la dirección del vicepresidente de Irán, para implementar la decisión. La materialización de este apoyo incluía el envío de armas a Hezbolá a través de Siria o por vuelos directos a Beirut, asimismo el apoyo financiero y entrenamiento militar en campos iraníes o en campos controlados por Hezbolá en el Líbano, para el grupo palestino Hamas y para la Jihad Islámica palestina. La demostración más clara de este compromiso con la causa Palestina, fue la captura por parte de las autoridades marítimas judías, del barco “Karina A”, el 3 de enero del año 2002 cerca de Gaza, en cuyo interior se encontraban 50 toneladas de armas de procedencia iraní dirigidas a la Autoridad Palestina.
Desde 1992, Irán mantiene estrechas relaciones con el grupo Hamas, que se ha caracterizado por boicotear el proceso de paz mediante la colocación de bombas y por las activistas suicidas en territorio judío. El grupo Hamas, es además una criatura política creada para debilitar la hegemonía que mantiene la OLP, que es una organización laica, al interior del movimiento palestino. Hamas recibe financiamiento y preparación militar en los campos que poseen Hezbolá y los Guardianes de la Revolución en el sur del Líbano y en Irán. Los ataques terroristas suicidas perpetrados por Hamas y la Yihad Islámica entre marzo y abril de 1996 tuvieron como resultado la paralización del proceso de paz y la caída del gobierno de Simón Peres en Israel.
El sistema político iraní se ha visto enfrentado en los últimos años a una feroz lucha entre sectores conservadores y reformistas. Los primeros, se niegan a entregar la tutela religiosa que tienen sobre el poder político, según la doctrina “velayat e-faqhi”, entronizada por Jomeini. Mientras que los otros, quieren una mayor separación entre la esfera religión y la esfera política. Desgraciadamente para ellos, la contienda se definió a favor de los conservadores con la elección de Mahmoud Ahmadinejad, al cargo de Presidente de Irán. El sector político conservador, propone adoptar el “modelo chino” de desarrollo, abierto a la tecnología occidental, pero cerrado a nivel de las ideas. Según F.Khosrokhavar, Irán se ha convertido en una sociedad post-islámica.
La política nuclear desarrollada por Irán tiene muy preocupados a los Estados Unidos, porque se prevé que en pocos años el país islámico estaría en condiciones de construir un artefacto atómico y amenazar a Israel . El gobierno iraní ha recibido diversas presiones para detener su programa nuclear, pero Mahamoud Ahmadinejad insiste en continuar con su programa, desafiando abiertamente a Estados Unidos y a la comunidad internacional. Incluso, ha llamado a aniquilar al Estado de Israel. Pero, la tensión con occidente no termina allí, la reciente victoria del grupo terrorista Hamas, en las elecciones del Consejo Legislativo Palestino del 25 de enero 2006, que ponen un grado de incertidumbre sobre el futuro proceso de paz en la región, han sido recibidas con mucho entusiasmo por los iraníes que incluso le han ofrecido ayuda financiera. Por último, la llegada al poder de Mahamoud Ahmadinejad, considerado un miembro del ala radical del fundamentalismo islámico, hace pensar que Irán podría seguir apoyando y financiando ataques terroristas contra Occidente, sobre todo si se le impide desarrollar su programa nuclear.
Argelia
Argelia conquistó su independencia de Francia en 1962 en un clima de guerra civil e intensas luchas por el poder. Desde su independencia el país ha estado gobernado por el Frente de Liberación Nacional (FLN), partido único, laico y de orientación marxista, que se ha mantenido en el poder gracias al apoyo del ejército, sus logros y la riqueza heredada del petróleo.
Durante la primera década de independencia, Argelia fue un paradigma de convivencia entre una sociedad moderna y plural y una tradición islámica a la que no renunciaba, todo ello reforzado por los avances sociales: emancipación de la mujer, derechos de los trabajadores, escolarización, universal y asistencia sanitaria, precios populares para los productos básicos de consumo y construcción de infraestructuras urbanas. En poco más de una década, en 1988, Argelia era un país a punto de la quiebra económica que se vio obligado a negociar una deuda externa y aplicar un programa de ajuste estructural que originó un rápido deterioro de las condiciones de vida de la población.
El FLN fue incapaz de resolver la crisis económica provocada por la baja del precio del petróleo. Según James Phillips, la crisis económica vino sólo a profundizar la crisis social que ya vivía el país, como resultado del rápido crecimiento de la población y la disminución de los niveles de vida. Argelia pasó de una población de 10 millones de habitantes en 1962, a 28,5 millones en los noventa, con una tasa de aumento de la población del orden del 3 por ciento anual. Los campesinos que abandonaron los campos, debido a los desaciertos de la política agrícola del gobierno, se agolparon en las ciudades de la costa en busca de las escasas viviendas y trabajo. Otro problema grave fue la falta de empleo. Se calcula que el desempleo alcanzaba al 25 por ciento de la población, siendo los más afectados los jóvenes. La falta de alimentos se hizo crónica, los precios subieron y la infraestructura del gobierno terminó por colapsar. El estándar de vida disminuyó como consecuencia de la crisis internacional del precio del petróleo, haciendo bajar el consumo per capita en 18 por ciento entre 1985 y 1992.
Aunque al comienzo se trataba de protestas espontáneas contra las medidas de austeridad impuestas por el régimen, éstas alcanzaron posteriormente un matiz político e islámico y se expandieron de la capital a otras ciudades. El malestar social fue capitalizado por el Frente Islámico de Salvación (FIS), movimiento islámico financiado por Arabia Saudita e inspirado en los Hermanos Musulmanes egipcios. Este grupo es un producto de la reislamización de la juventud y de las clases intelectuales que iniciaron los profesores de árabe extranjeros reclutados por el gobierno argelino en los años ’70, en el marco de un programa de arabización. Sin embargo, las raíces históricas del islamismo argelino datan de 1931 con la aparición del “Movimiento de los Ulemas”, una organización que predicaba en las mezquitas y enseñaba el árabe como medio para afirmar su identidad nacional contra el colonialismo francés.
Las protestas lideradas por el FIS, que fue legalizado en 1989, lograron arrancar algunas medidas de democratización como el reconocimiento de los partidos políticos y las primeras elecciones pluralistas de la historia del país. Las elecciones municipales realizadas en junio de 1990 dieron una contundente victoria al FIS que obtuvo el 40 % de los votos. Luego, en las legislativas de diciembre de 1991 el FIS estuvo a punto de conquistar la mayoría en el parlamento. El 11 de enero de 1992 los resultados de la primera vuelta de las legislativas fueron anulados, el Ejército rechazó la victoria del partido confesional e instauró el Estado de Sitio. El 16 de enero los militares derrocaron al presidente Chadli Benyedid, reemplazándolo por un Alto Comité de Estado (ACE), bajo la dirección del héroe de la independencia Mohamed Budiaf. El 4 de marzo se produjo la ilegalización del FIS y el 29 de julio, Budiaf fue asesinado. Tras su muerte fue elegido nuevo presidente de la república, Alí Kaki, miembro del ACE. Este nombró a Belaid Abdelsalam, como nuevo jefe de gobierno, quien a su vez declaró la guerra total al FIS, encarcelando inmediatamente a sus líderes Abassi Madani y Alí Benhadj.
“De 1992 a 1997, unos enfrentamientos de una violencia y de un salvajismo inusitados dividieron al país y causaron más de cien mil muertos, después del golpe de Estado que interrumpió las elecciones legislativas que iban a dar la victoria al Frente Islámico de Salvación, en enero de 1993. Al margen del combate entre el ejército argelino y los militantes que se atrincheraron en los barrios populares o se fueron al maquis, la guerra apresuró el proceso de fragmentación del movimiento surgido del FIS, enfrentando de una forma cada vez más clara a la burguesía piadosa con la juventud urbana pobre.”
La guerra civil argelina escaló dramáticamente en 1993 con la aparición del Grupo Islámico Armado (GIA), una de las organizaciones terroristas más violentas de Argelia, comparable a los Khmer Rojos de Camboya y Sendero Luminoso de Perú por su crueldad contra la población civil acusada de cooperar con el gobierno. El GIA fue creado en 1993 por un grupo de argelinos veteranos de la guerra de Afganistán, al cual se unieron antiguos miembros del Movimiento Islámico Armado que había dirigido Mustafá Buyali entre 1982 y 1987 y disidentes del desaparecido FIS. Es difícil determinar la estructura y los efectivos del GIA, puesto que está compuesto de una multitud de pequeños grupos más o menos autónomos entre ellos, controlados por un “emir”. Se calcula que cuenta con más de diez mil efectivos. Al interior del GIA existen dos corrientes principales: la corriente salafista con su líder Mansuri Meliani, partidario de la yihad, la revolución islámica mundial y los “jazaristas” que buscan el poder en Argelia. Los salafistas predican la purificación religiosa, y desean instaurar un califato islámico. Los miembros del GIA también hacen una distinción entre quienes apoyan la “yihad” y los que se oponen a ella. Dentro de los oponentes se incluyen los no-combatientes, que son considerados como un obstáculo para la lucha, en esta categoría se encuentran los periodistas, académicos, profesores y varios líderes de la sociedad civil, incluso artistas y cantantes.
En julio de 1994, un puñado de militantes escapados a la represión creó el Ejército Islámico de Salvación (EIS), brazo armado del FIS, que estableció su centro de operaciones en los macizos montañosos del Este y al Oeste del país cerca de la frontera con Marruecos. Su jefe, el emir Madani Mezrag contrario a la estrategia de extermino de la población y al asesinato de extranjeros practicados por el GIA, considera a este grupo como una secta desviada que altera el sentido de la yihad al masacrar a los civiles. El Ejército Islámico de Salvación (EIS) inició una lucha de guerrillas contra el gobierno argelino, realizando actos de sabotaje, manifestaciones y atentados contra la policía y los militares. Luego de años de combate, debilitado y castigado por el ejército y las fuerzas de seguridad, el movimiento renunció públicamente a la lucha armada y declaró una tregua unilateral en 1997, la cual no fue aceptada por el gobierno.
Entre 1993 y 1997 el GIA lanzó una serie de atentados con bombas, actos de sabotaje y asesinatos contra un amplio espectro de blancos civiles y militares, incluyendo a los líderes de la oposición laica, periodistas, artistas, académicos y extranjeros. El GIA, bajo la dirección del emir Djamel Zituni, cuyas tropas estaban compuestas mayoritariamente por ex-veteranos de Afganistán, adolescentes desempleados y por algunos marginales reislamizados, exportó la guerra a Francia. El 26 de diciembre de 1994 un comando terrorista secuestró un avión de Air France en el aeropuerto de Argelia, con 232 personas a bordo, dos franceses y un vietnamita fueron ejecutados, antes que un grupo de intervención francés tomara por asalto el Airbus de Air France en Marsella, poniendo fin al secuestro, tras abatir a los cuatro miembros del comando terrorista. El 11 de julio de 1995, el imán Sahraoui, de la mezquita de Paris, un ex dirigente del FIS y exiliado en Francia, fue ametrallado en una calle de Paris. El 25 de julio, una bomba explotó en la estación del metro Saint Michel, en plena capital, dejando un balance de 8 muertos y 150 heridos. Por otra parte, el 27 de marzo de 1996, siete monjes trapenses del monasterio de “Tibehirine” a 80 kilometros de Argel, fueron secuestrados y después decapitados por un grupo armado, cuya operación fue reivindicada por el emir Djamel Zituni.
Kepel dice, que los veintidós meses que Djamel Zituni estuvo a la cabeza del GIA inclinaron la yihad argelina al fracaso, que consumó su sucesor Antar Zuabri, octavo y último emir del GIA, cuyo emirato se caracterizó por una ola de matanzas de civiles entre finales de agosto y septiembre de 1997 en las villas de Rais, Beni Mesus y Benthala donde varios centenares de personas fueron asesinadas. Zuabri emitió un comunicado en septiembre, en el que reivindicaba las matanzas y las justificaba declarando “impíos” a todos los argelinos que no se alineaban en su grupo, inclinándose por el takfir, la excomunión de la sociedad. Esto ratificaba la derivación sectaria del grupo que poco a poco se había alejado de toda base social, incluso de la juventud urbana pobre entre la que había encontrado sus primeros apoyos.
Las políticas seguidas por Zuabri, llevaron al rompimiento de la unidad del movimiento islamista argelino y marcaron el fracaso de la yihad, pues la ya debilitada organización del GIA se dividió. Por lo menos diez fracciones abandonaron el GIA y se plegaron al llamado al cese del fuego que hiciera el Ejército Islámico de Salvación (EIS) en 1997. Otros disidentes trataron de apropiarse del nombre del grupo dejando de lado a Zuabri. Hassan Hattab, emir del GIA en la segunda región, se levantó como alternativa a Zuabri, manifestando su desacuerdo por el apoyo a los ataques contra civiles, porque ello no estaba permitido en el Corán ni en la Sunna. Hattab continuo la violencia, pero limitando sus ataques contra la población. Su estrategia recibió el apoyo de otros importantes líderes salafistas, entre ellos Osama Bin Laden.
En mayo 1998, Hassan Hattab abandonó el GIA y creó el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), proclamando su decisión de continuar con la yihad y declarando la guerra contra las fuerzas del gobierno y el Ejército Islámico de Salvación (EIS), por haber aceptado la tregua y depuesto sus armas. No obstante la aparición de otros grupos terroristas islámicos, lo cierto es que la desintegración del GIA y la tregua unilateral del Ejército Islámico de Salvación (EIS), marcan la decadencia y el fracaso del islamismo radical en Argelia.
En enero de 1995, la Liga Argelina para la Defensa de los Derechos Humanos (LADDH) y otras siete organizaciones políticas, entre las que se contaban el FLN, FIS, Parti des Travailleurs, y el Mouvement pour la Démocratie en Argelia (MDA) reunidos en la Comunidad de San Egidio de Roma, formaron una plataforma para buscar una solución política a la crisis argelina. Entre sus demandas estaba la restauración del Estado argelino, soberano democrático y social, en el marco de los principios del Islam; el rechazo de la violencia para acceder o mantener el poder; el respeto y la promoción de los derechos humanos; el respeto de la alternancia política a través del sufragio universal; la consagración del multipartidismo; la libertad y respeto de las confesiones religiosas y la liberación de los responsables del FIS, pero la plataforma fue rechazada por el general Liamin Zeroual, elegido presidente de la república en las elecciones de octubre de 1994.
No pudiendo frenar la violencia, el 11 de septiembre de 1998, Zerual convocó a elecciones anticipadas. Los comicios se celebraron el 15 de abril de 1999, y tras la renuncia de los seis candidatos opositores, el candidato oficialista, Abdelaziz Buteflika, ex canciller argelino, fue nombrado presidente. Una de las primeras medidas de Buteflika fue un llamado a la reconciliación nacional y para ello convocó a un referéndum nacional para aprobar la llamada “Ley de Concordia Civil”, que prometía una amnistía y una reducción de las penas para los rebeldes que se rindieran antes del 13 de enero del año 2004. La ley obtuvo una aplastante mayoría siendo adoptada en julio de 1999. El 5 de enero del año 2004 se disolvió el Ejército Islámico de Salvación y con esta medida el número de víctimas atribuidas al conflicto disminuyó sustancialmente.
No se puede decir que la violencia política haya acabado en Argelia, porque todavía existen grupos islamistas que realizan actos de terrorismo, pero hay dos cosas que señalar, en primer lugar, que el terrorismo islámico fracasó en Argelia y en segundo lugar, que el camino hacia la reconciliación y la paz parece ser irreversible.
Egipto
En Egipto, la ideología islamista aparece ligada a la figura de Hassan Al-Banna que creó el poderoso movimiento de los Hermanos Musulmanes en 1928. En un comienzo se trataba de un movimiento de reforma espiritual, pero pronto éstos comenzaron a mezclarse en la escena política.
El periodista Eric Rouleau, señala que la confraternidad de los Hermanos Musulmanes, ha seguido en su historia política caminos contrastados, algunas veces ha sido partidaria de la violencia, otras veces ha deseado la legalidad; ha combatido al régimen y también ha colaborado con él para luchar contra el enemigo común, ya fueran los comunistas (en la época de la monarquía), los nasseristas de izquierda (en la época de Sadat), o los soviéticos en Afganistán (bajo la presidencia de Hosni Mubarak); a veces perseguidos, otras veces tolerados, pero siempre han sido prohibidos desde hace medio siglo.
Durante la década de los sesenta los Hermanos Musulmanes fueron poco activos en política debido a la fuerte represión que habían sufrido, pero las dificultades del gobierno hicieron reaparecer el fantasma de los Hermanos Musulmanes sobre la escena pública. Se les acusó de urdir un nuevo complot contra el presidente Nasser y con este motivo se desató una fuerte represión que culminó con la ejecución del principal ideólogo del movimiento islamista, Sayyid Qutb que se encontraba en prisión.
Algunos analistas sospechan que todos estos atentados fueron inventados por los organismos de seguridad del gobierno para desviar la atención de sus problemas económicos y sociales internos y para acabar con los Hermanos Musulmanes, el único movimiento político capaz de desafiar el poder autocrático de Nasser.
A la muerte de Nasser en 1970, le sucedió un compañero de armas, Anuar Sadat, pero éste imprimió un nuevo curso a la política egipcia. En relaciones exteriores, se alejó del bloque soviético e inició un acercamiento hacia los Estados Unidos. En política interior, persiguió las tendencias radicales existentes en el seno del partido e incluso arrestó al Comité Ejecutivo y a numerosos ministros y cuadros de la Unión Socialista Arabe, partido creado por Nasser. Hizo aprobar una nueva Constitución, el 9 de septiembre de 1971, en la cual se aumentaban los poderes del Ejecutivo. Introdujo el pluralismo político y liberó a miles de Hermanos Musulmanes encarcelados por su antecesor. Con este gesto, Sadat buscaba recuperar el apoyo de los sectores islámicos y a la vez contrapesar la influencia del nasserismo y de la izquierda marxista en la política egipcia.
“La apuesta de Sadat consistía en alentar la emergencia de un movimiento islamista que consideraba socialmente conservador, y que le apoyaba políticamente, como contrapartida de una autonomía cultural e ideológica bastante amplia de la intelligentsia islamista, y de un mayor acceso de la burguesía piadosa a determinados sectores de la economía privatizada. Sadat, pertenecía a este tipo de islamistas que se consideraban capaces de encauzar la irrupción de grupos radicales que pretendían subvertir el orden social.”
Con el fin de reactivar la economía, adopto una política de apertura neoliberal, invitando a compañías extranjeras a invertir en el sector petrolero, en viviendas, turismo y otros proyectos. Además, autorizó a las empresas nacionales para hacer joint ventures con capitales extranjeros. Gracias a estos incentivos se instalaron numerosos bancos con capitales europeos. A finales de 1976, Sadat solicitó un crédito al Banco Mundial, pero éste exigió como condición, el término de la política gubernamental de subsidio a los alimentos. En junio de 1977, el gobierno suspendió los subsidios a los artículos de primera necesidad, como la harina, azúcar, arroz y el combustible. Estas medidas de ajuste, encontraron una fuerte oposición entre las clases bajas y los estudiantes que reaccionaron con una gran protesta en las calles de la capital, los días 18 y 19 de enero de 1978. El gobierno debió utilizar al ejército para reprimir a las masas e introdujo medidas de excepción para restringir la acción política, culpando a la izquierda como responsable de los desórdenes. Durante esta crisis, los Hermanos Musulmanes, optaron por una línea pacífica, pero el descontento fue capitalizado por los movimientos islamistas radicales, tales como Takfir wa Hijra, Gama’at Islamiyya y Yihad Islámica, como veremos más adelante.
En 1973, en un calculado gesto de audacia, Egipto y Siria atacaron por sorpresa a Israel, en la llamada Guerra del Kippur. Esta operación militar permitió a las tropas egipcias atravesar el Canal de Suez e instalarse en territorio enemigo, pero el triunfo fue efímero, pues el ejército israelí reconquistó rápidamente el territorio ocupado. Sin embargo, esta operación militar, tenía como finalidad política colocar a Sadat en una posición de fuerza para relanzar las conversaciones de paz con Israel. De esta manera, lo que fue una derrota militar, se convirtió en una victoria política, coronada con los Acuerdos de Paz de Camp David, firmados por Carter, Begin y Sadat en Washington el 26 de marzo de 1979.
Sin embargo, Anuar Sadat no fue capaz de frenar las revueltas contra la política de apertura económica y su poder fue desafiado por numerosos grupos extremistas. En 1977, hizo su aparición el grupo Takfir Wal Hijra, líderado por Shukri Mustafa, quien seguía las ideas de Sayyid Qutb. Al comienzo, fueron tolerados por las autoridades políticas y religiosas, pero luego se los acusó de ser fanáticos religiosos, pues eran partidarios del “takfir”, la excomunión contra todo musulmán acusado de haber pecado. El grupo comenzó a hostigar a musulmanes y no musulmanes, llegando a enfrentamiento armados con grupos musulmanes rivales. Acusados de asesinar al jeque Dhahabi, ulema de la Universidad Al-Azar, fueron arrestados, y su jefe condenado a muerte en 1997. De esta manera culminó la corta historia de esta organización islamista.
Las Gama’at Islamiyya o Asociaciones Islámicas, fueron creadas en los ’70 por militantes islamistas que se encontraban encarcelados, a los que se unieron algunos estudiantes universitarios. Se inspiraban en las ideas de Sayyid Qutb, y eran partidarios de la yihad y pensaban que ésta debía extenderse a toda la sociedad. Su guía espiritual era el jeque Omar Abdel Rahman, un jeque ciego, con estudios religiosos en la universidad Al Azar, actualmente detenido en los Estados Unidos. A partir de 1992, las acciones de las Gama’at Islamiyya se hicieron más violentas, debido a la influencia de los islamistas “Afganos” que regresaban al país, luego de haber luchado contra los soviéticos en Afganistán. Sus militantes, aparte de hostigar a la minoría cristiana copta, comenzaron a matar sistemáticamente a turistas extranjeros y a miembros de la fuerzas de seguridad. En julio de 1992, asesinaron al escritor laico Farag Foda porque se oponía a la aplicación de la sharia. En 1997, realizaron un atentado de Luxor, donde murieron 58 turistas extranjeros y cuatro egipcios.
Otro grupo terrorista, la Yihad Egipcia, fue creada a comienzos de los años ’70 por Abdelsalam Faraj, quien proclamó la yihad contra el presidente Sadat, acusándolo de ser un apóstata del Islam, que se alimentaba en las mesas del imperialismo y del sionismo. Esto bastó para que sus seguidores asesinaran a Sadat durante un desfile militar que conmemoraba la travesía del Canal de Suez, el 6 de octubre de 1981. Pensaban que esta acción revolucionaria iba a radicalizar a las masas, que se alzarían contra el gobierno impío, para derrocarlo y establecer un Estado islámico. Se les acusa también de haber asesinado al Ministro del Interior Hassan Al-Alfi en agosto de 1993, y al Primer Ministro Atef Sedky, en noviembre de 1993. El nuevo Ministro del Interior, el General Zaki Badr, reprimió violentamente a este grupo, colocando a 8.000 de sus activistas en prisión, aunque su infraestructura no fue destruida, las detenciones hicieron que el grupo frenara temporalmente sus actividades al interior de Egipto en 1993, pero sus miembros han continuado la lucha en otros países como Albania, Azerbaijan y Europa.
Aparte de ciertas divergencias ideológicas relacionadas con la doctrina y la táctica, todas estas organizaciones terroristas adoptan las mismas ideas revolucionarias: 1) El takfir o la excomunión de aquellos Estados, regímenes o sociedades no islámicas; 2) el llamado a la yihad o guerra santa, para cambiar por la fuerza a los regímenes no islámicos o aquellos que se hayan apartado del Islam; y 3) el establecimiento de una sociedad islámica conforme a los principios del verdadero Islam, es decir, con la instauración de la sharia. Lo otro que tienen en común, es que todas ellas se inspiran en los escritos de Ibn Taymiyya, Al-Mawdudi y sobre todo de Sayyid Qtb, quien es considerado el principal inspirador del pensamiento islamista egipcio.
A la muerte de Sadat, le sucedió otro militar, Hosni Mubarak, un oficial sin el carisma de sus predecesores, pero muy pragmático. Consciente del peligro que representaban los islamistas, eligió negociar con ellos, dejando que continuara la islamización de la vida social y universitaria. Pero la multiplicación de los actos terroristas a partir de 1988, lo obligó a reprimir los movimientos activistas. La represión, hizo que por lo menos uno de los grupos terroristas, la Gama’at Islamiyya abandonara el camino de los atentados. Después del fracaso de la lucha armada entre 1992 y 1997, los dirigentes de la Gama’at hicieron un llamado desde la cárcel, para un cese unilateral de la violencia contra el Estado y en seguida solicitaron permiso para establecerse como partido político, pero esta demanda fue rechazada por el gobierno.
Dos factores han contribuido a debilitar la corriente terrorista: la inmensa impopularidad de sus actos criminales, incluso al interior de la corriente pro-islamista y la severidad de la represión. El Estado de Urgencia, se encuentra en vigencia desde hace treinta años. El acordonamiento y las operaciones de rastrillo en las localidades de reputación islamista, la destrucción de las viviendas habitadas por presuntos miembros de organizaciones terroristas. Una ley de excepción antiterrorista que fija el periodo de prisión preventiva en seis meses, renovables y prevé duras penas de prisión por la simple posesión de publicaciones o panfletos de las organizaciones clandestinas, son sólo algunas de las medidas implementadas por Mubarak para acabar con el terrorismo.
Kepel, sostiene que el caso egipcio a finales de la década de los setenta, fue la primera ilustración del fracaso político que sufrieron los islamistas, cuando sus tres componentes: la pequeña burguesía piadosa, los estudiantes y los intelectuales estaban desunidos. Estos hechos, también expresan el punto muerto en que se encontraba un régimen que, con la esperanza de mantener el orden social, quiso aliarse con la burguesía piadosa y utilizar a la intelectualidad islamista “moderada”, permitiendo que ésta controlara la moral y la cultura, y dejando que la primera tuviera acceso a la economía privatizada. Porque, después del viaje de Sadat a Jerusalén y de la paz con Israel, las orientaciones del Estado egipcio, se enfrentaron con los valores esenciales de este movimiento, incluso el de los grupos más moderados: la hostilidad respecto a los judíos en general y el Estado hebreo en particular. El régimen cayó pues en su propia trampa: el discurso de la intelectualidad islamista, que era bien recibido porque atacaba a la izquierda, se convirtió en un factor de inestabilidad al aglutinar y radicalizar la oposición. El componente burgués del movimiento, aunque no se implicó en la vía del enfrentamiento, fue desbordado por grupos de jóvenes urbanos pobres y estudiantes partidarios de la yihad.
Turquía
Turquía es un país de larga tradición islámica, aunque oficialmente es uno de los pocos países musulmanes que se rige por principios laicos en el terreno político. Hasta finales de la Primera Guerra Mundial, el país estuvo bajo el dominio de los Otomanos, que crearon un gran Imperio musulmán que duró casi siete siglos, desde el año 1281 hasta 1924. El Imperio acabó por que los Otomanos, que habían participado como aliados de Alemania, fueron derrotados en la Primera Guerra Mundial. Los turcos fueron obligados a capitular, sufriendo la ocupación de las potencias vencedoras de Francia e Inglaterra y debieron ceder sus provincias árabes.
Como consecuencia de la derrota, el país quedó sumido en un profundo caos político y militar, esta situación fue aprovechada por sus vecinos para invadirlo. Los Armenios invadieron el este y los griegos ocuparon Anatolia occidental. Luego de dos años de lucha, las fuerzas turcas al mando del oficial nacionalista, Mustafá Kemal, liberaron el país y expulsaron a todos los ocupantes extranjeros. Concluida la paz, Mustafa Kemal puso fin a la monarquía otomana y suprimió el sultanato. Más tarde fundó su propio partido, el Partido Republicano del Pueblo (PRP), e instauró la república, de la cual se convirtió en su primer presidente. Inmediatamente fijó la capital en Ankara, como símbolo de la ruptura con el pasado otomano ligado a la región de Anatolia.
Como parte de su proyecto de desmantelamiento del pasado islámico, Mustafa Kemal, abolió en 1924 el califato y la sharia. Después en 1925, cerró las escuelas coránicas y prohibió las poderosas confraternidades sufí, también clausuró los monasterios, procediendo de esta manera a la secularización completa del nuevo estado turco. En 1926 se les permitió a las mujeres el derecho a voto. La referencia al Islam en la constitución fue abolida en 1928 y ese mismo año, se adoptó el latín como alfabeto y se prohibieron las vestimentas musulmanas tradicionales. El objetivo era la completa separación del ámbito religioso y del político. Desde 1946 hasta 1950 el proceso de secularización del Estado, iniciado por el Partido Republicano del Pueblo (PRP), provocó la ira de las elites tradicionales locales, los campesinos y el clero que debieron deshacerse de sus funciones en la educación y la justicia, a beneficio del Estado.
Los movimientos políticos islamistas reaparecieron al mismo tiempo que la fundación de la República laica en 1923, pero no lograron concitar el apoyo de la población debido a la represión establecida por las autoridades. En general, los grupos islamistas se mantuvieron sumergidos durante el gobierno de partido único entre 1923 y 1946. Con la transición al sistema multipartidista en 1946, los grupos islamistas pudieron formar alianzas -a veces abiertas y a veces encubiertas- con el Partido Democrático. Cuando el Partido Democrático ganó las elecciones de 1959, éste suavizó las políticas seculares y con el establecimiento de las libertades civiles en la Constitución de 1961, los grupos islamistas comenzaron a operar legalmente.
El primer partido islamista turco, el Partido del Orden Nacional, fue fundado por el ingeniero Necmettin Erbakan el 26 de enero de 1970, su ideología era cercana a la de los Hermanos Musulmanes egipcios, pero tuvo corta vida, porque fue prohibido por el Consejo Constitucional luego del golpe de Estado de marzo de 1971, por infracción al carácter laico de la República. Este partido es el predecesor de otros tres partidos islámicos, desde su fundación ha resistido diversas persecuciones y ha sido prohibido muchas veces.
Renació en octubre de 1972, con el nombre de Partido de Salvación Nacional (Milli Selamet Partisi), obteniendo el 12 % de los votos en las elecciones legislativas de octubre de 1973. Esta mayoría relativa, le permitió al PSN llegar por primera vez al gobierno entre 1974 y 1978, en una coalición con el Partido Republicano del Pueblo, de tendencia socialdemócrata, dirigido por Ecevit y el Partido de la Justicia de Suleimán Demirel. Su líder Necmettin Erbakan, fue viceprimer ministro de Ecevit y luego de Demirel. “Los ministros que pertenecían al partido lucharon, en el marco de sus atribuciones, contra la “occidentalización”, censurando las películas que consideraban “obscenas”, restringiendo la venta de cerveza y abriendo salas de oración en sus administraciones.” El Partido de Salvación Nacional fue disuelto en abril de 1981 y se privó de sus derechos cívicos a sus dirigentes.
El tercer partido islamista, fue el Partido de la Prosperidad (Refah), creado en julio de 1983, que reúne a sectores de la pequeña burguesía piadosa y a intelectuales islamistas. Este partido se opone a la integración de Turquía en la Unión Europea y fomenta una integración más estrecha con los países musulmanes. Participó por primera vez en las elecciones municipales de 1984 obteniendo el 4,8 % de los votos. En las legislativas de 1987 alcanzó el 7,2 % de los sufragios. Su audiencia ha crecido de manera constante. En las municipales de 1994 obtuvo mayoría en las ciudades principales de Turquía: Estambul, Ankara, Konya, Kaysery, Erzurum y Diyarbakir. Pero su mayor éxito lo consiguió en las legislativas de diciembre 1995, donde obtuvo el 21,4 % de los votos, controlando 158 de los 550 escaños del parlamento, convirtiéndose en el principal partido del país. El Refah, formó una coalición de gobierno con un partido de derecha, el Partido de la Justa Vía de Tansu Ciller, convirtiendo a su jefe Necmettin Erbakan en Primer Ministro, el primero islámico de la historia de la república laica de Turquía. Con en fin de reposicionar a su país en el mundo musulmán, Erbakan efectuó una visita a la vecina Irán y luego viajó a Libia. En abril de 1997, esta coalición de gobierno cayó, bajo la presión del estamento militar. El Refah fue prohibido en enero de 1998 por la Corte Constitucional y luego disuelto. A Erbakan se le prohibió toda actividad política por un período de cinco años. No obstante, los dirigentes del Refah crearon un nuevo referente político el 17 de diciembre de 1997, el “Partido de la Virtud” (Fazilet Party), dirigido por Recai Kutan, al cual se unieron los 33 diputados que tenía el Refah. Este partido fue también prohibido por la Corte Constitucional en el año 2001.
El movimiento islamista turco es de origen rural y provinciano y surgió en la provincia de Anatolia. En sus inicios estuvo compuesto por el clero sunnita, desplazado y empobrecido por la secularización del Estado y por los comerciantes y artesanos del bazar. La expansión demográfica y la emigración del campo a la ciudad en los años cincuenta, hicieron cambiar la composición social del movimiento islamista, se le incorporaron jóvenes estudiantes urbanizados, trabajadores sin calificación profesional, funcionarios del Estado y desempleados.
En Turquía, la violencia terrorista no ha alcanzado los niveles de otras naciones, como Argelia o Egipto, sin embargo, existe y es un peligro para la seguridad nacional. Para la inteligencia militar turca, las mayores amenazas provienen del separatismo nacionalista del Partido de los Trabajadores Turco (PKK) y de grupos islamistas financiados por ciertas naciones islámicas, que no nombra, pero está claro que se refiere al vecino Irán. El golpe militar de 1980, acabó con un largo periodo de violencia terrorista perpetrada por grupos de extrema izquierda y de extrema derecha, pero el movimiento islamista sobrevivió y aumentó su importancia en ese mismo período.
Según, Ely Karmon, la actividad terrorista y subversiva islámica comenzó en Turquía en los años 1960. En dos ocasiones, 1967 y luego en 1973, los líderes del “Partido de Liberación Islámico”, fueron detenidos por pretender crear un Estado y una Constitución Islámica para Turquía. Más tarde, en 1980, apareció el grupo de la “Yihad Islámica”, como amenaza terrorista real, luego que realizara una serie de asesinatos a diplomáticos de Jordania, Arabia Saudita e Iraq. En 1991, la “Yihad Islámica”, asumió la responsabilidad por la muerte de un sargento del ejército americano y por las heridas provocadas a un diplomático egipcio, como protesta por la Conferencia de Paz para el Medio Oriente, que se realizaba en Madrid. Por años, se pensó que estos atentados, habían sido obra de un grupo chiíta libanés, hasta que se descubrió que en Turquía, también existía una rama de este grupo terrorista.
Un informe del Servicio Nacional de Inteligencia (MIT), y otro de la Dirección General de Seguridad de la Policía turca, fechado en octubre de 1991, menciona no menos de diez organizaciones islámicas activas en el país. Ejército Islámico de Liberación Turco (IKO); Frente Islámico de Liberación Turco (TIK-C); Luchadores de la Revolución Islámica (IDAM); Unión de la Liberación Islámica Turca (TIKB); Ejército de Liberación de la Sharia Mundial (DSKO); Escuadra de Vengadores del Frente de la Sharia Hermandad Universal (EKC-SIM); Partido del Frente Islámico de Liberación (IKP-C); Luchadores Turcos de la Guerra Islámica Universal de Liberación (EIK-TM); Ejército Turco de Luchadores Islámicos (IMO); y Comandos Turcos de la Venganza de la Sharia (TSIK).
En el oeste del país, opera el Movimiento Islámico (Islami Hareket), llamado también, “Resistencia Islámica”, que es considerado como representante ideológico del grupo Hezbolá de Irán. En el sur, este grupo se difundió bajo el nombre de Hezbolá, y luego paso a denominarse Hezbolá-Contra, y dirigió su lucha principalmente contra las actividades del PKK, considerado enemigo del Islam. Se les acusa de liquidar entre 1991 y 1993 a una docena de personas entre activistas del PKK, periodistas, intelectuales y políticos. En reiteradas ocasiones, el gobierno turco ha protestado contra su vecino Irán, por tratar de desestabilizar el país con sus grupos islamistas. La política de apoyo a las actividades terroristas por parte de Irán, se inscribe en la lógica de exportar su modelo de revolución islámica chiíta, a otro país musulmán. Pero, en este caso, no se trata de cualquier país, sino de la moderna Turquía, que además de ser su rival y vecino, es símbolo del secularismo y los valores laicos.
Entre los atentados más importantes perpetrados por las organizaciones islamistas radicales, entre enero de 1990 y enero de 1993, se destacan las siguientes: el asesinato del profesor de Derecho Constitucional Muammer Aksoy, ocurrido en Ankara el 31 enero 1991; el asesinato del periodista del cotidiano “Hurriyet”, Centin Emec, el 7 de marzo de 1990 en Estambul, Emec había publicado artículos criticando el movimiento islamista en Turquía y sus lazos con países extranjeros. El asesinato en abril de 1990, del escritor Turan Dursun, que había escrito sobre los peligros del integrismo islámico, y el profesor Bahriye Mcok, autor de un informe sobre la laicidad y el integrismo; el asesinato de un conocido periodista, laico y liberal Ugur Mumco, del cotidiano “Cumhuriyet”, ocurrido el 24 de enero de 1993. Numerosas organizaciones reivindicaron estas operaciones: la organización del Movimiento Islámico (IHO), se atribuyó el asesinato de Turan Dursun, del periodista Bahriye Mcok y del otro periodista Ugur Munco, mientras que la organización de la Venganza Islámica (IIO), en el caso del profesor Aksoy y la organización de Comandos Islámicos turcos en el caso del periodista Centin Emec.
Según Galal Moawad, existen cuatro factores en el panorama político turco que hacen difícil la trasformación de Turquía en una república islámica. En primer lugar, las masas turcas guardan todavía en la memoria, la violencia que ha conducido a diferentes golpes de estado, esto los puede disuadir de apoyar la violencia islámica, En segundo lugar, el Ejército, es considerado como la institución más poderosa del Estado, es una fuerza disuasión contra el tentativo de desatar una “revolución islámica”. Además, el Ejército, se considera como el último defensor y el principal garante de la independencia, de constitución, de la democracia y de la república laica; Tercero, la modernización al estilo occidental de Turquía, hace difícil cualquier paso hacia el pasado, y Cuarto, el débil peligro que representa una revolución islámica al estilo iraní, teniendo en cuenta la superioridad demográfica de los sunnitas, el fraccionamiento de los grupos que se reclaman islámicos y la ausencia de un comandante carismático fuerte y capaz de unificarlos.
III. EL FRACASO DEL ISLAMISMO
La tesis del fracaso del Islam: Olivier Roy
La aparición del libro de Olivier Roy, “El Fracaso del Islam Político” en 1992 desató una polémica de proporciones entre los estudiosos del Islam. Todos se preguntaban, cómo un especialista podía hablar de fracaso del islamismo, cuando estábamos en presencia una reislamización de las sociedades occidentales y en el Medio Oriente los partidos islamistas lograban cosechar varios éxitos electorales y el terrorismo islámico parecía invencible. Sin embargo, el autor insistía en su diagnóstico pesimista: el islamismo fracasó porque no fue capaz de tomar el poder en Medio Oriente y su lugar fue ocupado por el neofundamentalismo islámico o salafismo que llegó a penetrar las comunidades islámicas de Occidente.
Roy sostiene que en primer lugar, se trata de un fracaso intelectual. El pensamiento islamista descansa sobre una aporía primera que destruyó aquello que tenía de novedoso: la existencia de una sociedad política islámica es una condición necesaria para que el creyente pueda acceder plenamente a la virtud, pero por otra parte, una sociedad de este tipo funciona sólo por la virtud de aquellos que la componen, comenzando por sus dirigentes. En resumen, el desarrollo del pensamiento islamista, que es político por excelencia, viene a desinteresarse de todo aquello que hace la política (instituciones, instancias, autonomía de una esfera separada del orden de lo privado), lo ven solo como un instrumento de moralización y llegan así, por otro camino, a la percepción tradicional de los ulemas y los reformistas. A los ojos de quienes, es suficiente que los musulmanes sean virtuosos para que la sociedad sea justa e islámica.
En segundo lugar, afirma que el islamismo es un fracaso histórico. Ni Irán ni en las zonas liberadas de Afganistán se ha creado una nueva sociedad. La “economía islamista” no es más que retórica. El fracaso del islamismo no quiere decir que los partidos como el FIS argelino no puedan llegar al poder, sino solamente que éstos no inventarán ninguna sociedad nueva. Después de la revolución llegará un orden moral. El modelo islámico es para los ricos de Arabia Saudita, la renta más la sharia y para los pobres de Paquistán, Sudán y Argelia será mañana, el desempleo más la sharia.
En tercer lugar, dice que el Islam político no es más que una apuesta geoestratégica, un fenómeno de sociedad. En todo el mundo musulmán, los estados-naciones resisten fácilmente a los llamados a la unidad y al reagrupamiento de la comunidad islámica. Ciertas tensiones Norte-Sur serán por mucho tiempo la cuestión clave y alimentarán un resentimiento que tomará fácilmente los colores del Islam, pero la revolución islámica estará detrás de nosotros.
En cuarto lugar, señala la crisis permanente en que viven los países musulmanes. La crisis, es la debilidad de la legitimidad de los regímenes, de los Estados, incluso de la idea de nación. Es la permanencia de regímenes autocráticos y el peso de la segmentación tribal, étnica o religiosa. Es el crecimiento demográfico, la pauperización de las clases medias, el desempleo de los educados, la llegada de las masas populares ciudadanas, pero mal urbanizadas. La crisis son también los modelos: laicismo, marxismo, nacionalismo. Da allí la ilusión del “retorno del Islam”.
La crisis del Estado en los países musulmanes no es por tanto una consecuencia de la cultura política islámica, porque desde Zaire hasta Filipinas, encontramos el patrimonialismo, que es un tipo de régimen donde se confunden el sector público con el privado. También encontramos la segmentación, la débil demanda democrática, la no integración de la sociedad en una lógica de Estado. Estos son los síndromes de la crisis de los Estados en todos los países del Tercer mundo. El Islam no es la “causa”. Podrá ser una respuesta? Nosotros pensamos, dice, que el paréntesis islámico ha cerrado la puerta: la de la revolución y el Estado islámico. Lo único que queda es la retórica.
Es necesario señalar que las tesis del fracaso del islamismo de Olivier Roy, ya habían aparecido anteriormente en un artículo de la revista Esprit en 1990. En ese escrito, el autor afirmaba que el detonante de este revés había sido el fracaso de la revolución iraní, precipitada por la guerra contra Irak entre 1980 y 1989.
“El fracaso del modelo revolucionario, es en primer lugar, el fracaso de la revolución iraní, que lo simbolizan dos fechas: septiembre 1980 y junio 1989. La guerra contra Irak ha definitivamente identificado la revolución iraní con el chiísmo y el nacionalismo iraní, pero las masas árabes se han alejado de ese modelo. La exportación de la revolución se ha limitado, de una manera parcial, a los ghettos chiítas del Líbano y de Afganistán. Por otra parte, conduciendo una lucha contra los extremistas islamistas, los países árabes conservadores han aprobado, confirmándola la reislamización y se han ocupado de manipular los grupos fundamentalistas sunnitas no revolucionarios como los Hermanos Musulmanes o wahabistas, con fines de su política exterior.”
A esta debacle había que agregar el efecto desmovilizador que tuvo para el movimiento islámico en general, y para Irán y el chiísmo en particular, la muerte del ayatolá Jomeini en junio de 1989. Esta desaparición dejó a Irán y al movimiento islámico sin uno de sus jefes más carismáticos.
Según O. Roy, la influencia del islamismo es más superficial de lo que parece. Porque la sharia, se ha puesto en práctica solamente en los países más conservadores como Arabia Saudita, Paquistaní y Sudán. Frente a la contestación islamista, los regímenes existentes han hecho prueba de estabilidad y los dirigentes han conocido un período de gran longevidad política. Durante la década de los ’80, desde Marruecos hasta Paquistán, con la excepción de Líbano, Sudán y Afganistán, no se ha visto desaparecer a ningún jefe de Estado porque se ha instalado un gobierno islámico, los que han quitado la escena política lo han hecho por la usura biológica o por la muerte, como Bourgiba, Jomeinyy Zia Ul –Haqq, todos los otros: Hasan II, Chadli, Kadafi, Mubarak, Husein de Jordania, Assad de Siria, Fahd de Arabia Saudita, Sadm Husein de Irak, Jabber de Kuwait, Qabous de Omán, Abdala Salih de Yemen del Norte han permanecido en sus puestos a lo largo de toda la década.
La revolución iraní que era el símbolo de la primera revolución islámica triunfante de la época moderna, se perdió entre las luchas de palacio y la crisis económica. Por otro lado, el activismo de los Hermanos Musulmanes y otros grupos islámicos no lograron obtener ningún cambio de régimen en los países árabes. Los grupos extremistas sunnitas son marginales y los grupos chiítas se convirtieron en peones de las estrategias de Estados como Siria e Irán que los manipularon y utilizaron como mano de obra terrorista.
El terrorismo islamista que hasta 1981, al momento del asesinato de Sadat, era un problema esencialmente de política interior, se internacionaliza. Los grupos islamistas encuentran ”padrinos” en países como Irán, Siria, Libia e Iraq que los utilizan como mano de obra en una estrategia de desestabilización de los Estados conservadores y en la lucha contra la influencia occidental.
“La movida extremista de comienzos de los ochenta se debilitó y desacreditó por el pasaje al terrorismo contra los hombres de Estado y dignatarios en los países sunnitas (Egipto) y por su transformación en brazo armado de los servicios secretos y facciones sirias o iraníes, en el Líbano y esotros lugares.”
El fracaso del islamismo y el triunfo del neofundamentalismo
Cuando Olivier Roy habla del fracaso del islamismo , se refiere al proyecto político que considera que la islamización de la sociedad debe pasar por la instauración de un Estado islámico regido por la sharia o ley islámica, este modelo ha fracasado por tres motivos:
En primer lugar, al islamismo le falta un modelo teórico. Los textos fundadores de Abul Ala Mawdudi, Hassan al Banna, Sayyid Qutb, Mustafa al Siba’y, Alí Chariati, Ruhollah Jomeini, Baqer al Sadr, Morteza Motahhari, son todos anteriores a 1978, hoy día no hay producción teórica en el Islam, en todas las lenguas de la umma sólo se encuentran artículos, prédicas, glosas empobrecidas y citaciones de autores canónicos.
En segundo lugar, está pobre de conceptos, estos giran en un círculo vicioso, para los islamistas, solo puede existir una sociedad islámica a través de la política, pero las instituciones políticas solamente funcionan si los que las habitan son virtuosos, pero la virtud solo puede existir y generalizarse solo si existe una sociedad islámica y este no es el caso todavía. Nos damos vuelta sobre lo mismo.
En Tercer lugar, el islamismo está falto de acción, una acción exitosa habría podido hacer olvidar la pobreza de los discursos, pero la revolución islámica de Irán, se encuentra sumida en la crisis económica y las luchas de las fracciones. En Afganistán, las zonas liberadas están destrozadas por conflictos clánicos y étnicos, por lo tanto, tampoco ofrecen un modelo de lo que debería ser una sociedad islámica. La Argelia del FIS lo único que hará será poner un velo (chador) sobre la Argelia del FLN.
La imposibilidad del Estado islámico
A excepción de la revolución iraní que desarrolló una Constitución compleja y eficaz, la reflexión islamista sobre las instituciones políticas, es bastante pobre, si se piensa que el islamismo es una ideología política. Los islamistas están de acuerdo en que el poder político es indispensable para la instauración de una sociedad islámica, pero el problema es que el Islam no puede aportar los conceptos y categorías modernas necesarias para la elaboración de una política islámica autónoma.
No existe en el corpus político del Islam, un concepto de Estado territorializado, éste es reemplazado por el concepto de “umma” o comunidad universal de creyentes. En el Islam, tampoco existe una separación entre la esfera de la religión y la esfera de la política, como en la cultura política occidental. Esto imposibilita la aparición de una instancia autónoma de la política en el espacio de la cultura islámica. Por otra parte, en la concepción islámica tradicional, ni el pueblo, ni el parlamento, ni el soberano pueden ser fuentes de la ley. La soberanía pertenece sólo a Dios, por lo tanto la ley ya está hecha y se encuentra en el Corán, que es un libro de origen divino, que no ha sido escrito ni pensado por ningún ser humano. Olivier Roy, dice que cualquiera que sea la instancia humana colocada para realizar el sistema político islámico bajo la forma de un Estado, no poseerá ninguna soberanía real en el sentido jurídico y político del término, porque sus poderes están limitados y circunscritos por una ley suprema que el hombre no puede modificar ni interferir.
El imaginario político islámico
Existe un imaginario político islámico que es recurrente en los ulemas, en los reformitas, se encuentra en los textos salafistas y entre el pensamiento de los islamistas modernos. Este imaginario político es el de la primera comunidad de creyentes, en los tiempos del Profeta y los cuatro califas. Independientemente de su realidad histórica, este modelo ofrece a los militantes del Islam político el ideal de una sociedad musulmana. En este paradigma de la comunidad original, que rechaza toda segmentación interna en étnias y tribus, el Estado no es jamás pensado en términos de estado-nación territorializado, el poder ideal se ejerce sobre el conjunto de la umma, la comunidad de fieles.
En el pensamiento islamista, el concepto de Estado islámico está marcado por una contradicción fundamental ligada al ideal de la virtud: en el islamismo subyace la idea que el emir (jefe) debe ser el hombre más virtuoso, el más musulmán de los hombres. Esta idea de que la capacidad del hombre político esta ligada a su convicción religiosa y a su moralidad, borra completamente las lógicas propiamente políticas. Todos sabemos que son las lógicas políticas las que hacen a los líderes políticos y no la religión. No porque un hombre es considerado santo debe detentar el poder. Esta es la aporía del pensamiento islamista, respecto a la construcción del Estado islámico.
A estas dificultades internas para construir un Estado islámico, se deben agregar, los obstáculos que ha puesto la cultura occidental para su desarrollo. Según O. Roy, “ha existido un proceso histórico de construcción de Estados, desde antes de la colonización. En el siglo XIX, Marruecos, Egipto, Irán y el Imperio Otomano comenzaron una transformación desde arriba del Estado, sobre el modelo del despotismo ilustrado, a partir de un ejército y de la construcción de un sector estatal moderno (escuelas, universidades, etc). Es exacto decir también, que a partir de ese momento Europa no ha cesado de romperle las alas a estos Estados, que de todas maneras estaban mal enraizados. Las operaciones militares (Egipto en 1840, Irán en 1907, golpe contra Mossadeg en 1953), el endeudamiento creciente, el establecimiento y trazado arbitrario de las fronteras (desde 1918), han roto para siempre las posibilidades de construcción de Estados estables.” Continúa diciendo que, desde Disraelí hasta Bush, pasando por Clemenceau y Kissinger, la preocupación de Occidente no ha sido jamás aquella de jugar la carta de la modernización política del Medio Oriente.
El neofundamentalismo
El neofundamentalismo es una rama ideológicamente conservadora del islamismo, políticamente radical y profundamente antioccidental. Al neofundamentalismo no le interesa la instalación de un Estado islámico, pero sí la implantación de la sharia.
Tres elementos que caracterizan a estos grupos:
Primero. Los neofundamentalistas combinan la yihad política y militante contra Occidente con una definición muy conservadora del Islam, muy cercana a las enseñanzas del wahabismo saudita. En ningún terreno, este conservadurismo es más notorio que en su actitud frente a la mujer, los neofundamentalistas quieren eliminar toda presencia femenina de la vida pública. Se oponen a la música, a las artes y a todo tipo de entretención. Contrariamente a los islamistas, ellos no tienen una agenda política ni social. Son herederos de la tradición conservadora sunnita del fundamentalismo, están obsesionados por el peligro de perder la pureza del Islam, mediante la influencia de otras religiones. Son partidarios de la interpretación de la sharia como único criterio para la existencia de un Estado y sociedad islámico.
Segundo. El neofundamentalismo es un movimiento supranacional. Una rápida mirada a los militantes de Bin Laden, muertos o arrestados entre 1993 y 2001, muestra que ellos son principalmente gentes desarraigadas, poseen educación occidental, han roto con sus familias, así como con sus países de origen. Viven en un mundo globalizado. Tienen contactos internacionales, pero están profundamente ligados a sus comunidades locales.
Tercero. Mientras los islamistas se deben adaptar al estado-nación, los fundamentalistas personifican la crisis del estado-nación, están divididos entre las solidaridades infraestatales y la globalización. El nivel estatal es evitado e incluso ignorado. Los Talibanes, por ejemplo, no estaban preocupados por el estado-nación, cambiaron la denominación oficial del país, por un Estado Islámico” o un “Emirato”.
Esta nueva rama de fundamentalismo supranacional, es más producto de la globalización contemporánea que del pasado islámico. A menudo sus militantes emplean dos idiomas para comunicarse: inglés y árabe. Viajan frecuentemente en avión, estudian, se capacitan y trabajan en diferentes países. Se comunican por Internet y teléfonos celulares. Prefieren referirse a ellos mismos como “musulmanes” y no como ciudadanos de un país específico. A menudo son inmigrantes que se encuentran desarraigadas de sus países de origen. Su comportamiento es una de las paradojas de la globalización, pues pertenecen a modernas redes internacionales y profesan formas tradicionales, incluso arcaicas de religión.
Los militantes neofundamentalistas
Los militantes neofundamentalistas, son personas que anteriormente militaban en grupos islámicos, pero que renunciaron a la acción violenta y se convirtieron en partidarios de una conquista pacífica (desde abajo) del poder. Se trata de intelectuales desclasados, con estudios científicos, pero autodidactas en materia de religión y en política. Provienen a menudo, de las madrasas paquistaníes o de centros de formación islámica financiadas por Arabia Saudita, donde salen formados en técnicas avanzadas de predicación militante (dawa’at). La predicación apunta a obtener de los individuos un retorno a la práctica del Islam en la vida cotidiana, todo esto acompañado con una socialización desde la base, en espacios de reencuentro, clubes, préstamo de libros, cursos para los niños, así como cooperativas, transportes comunes alternativos y otras obras sociales. Estos neofundamentalistas predican el formalismo y la escritura y luchan contra el Islam de los filósofos. Para ellos la reforma de la sociedad, pasa por la reforma de las costumbres, gracias a la implementación de la sharia y no por el cambio de las formas de poder. De nada, sirve hacer leyes si los musulmanes no se vuelven individualmente a la práctica del verdadero Islam.
El modelo iraní no tuvo impacto en los medios inmigrados, a parte del reclutamiento de algunos exaltados. El modelo iraní que colocaba a la cabeza de sus reivindicaciones la revolución islámica, supone la existencia anterior de una sociedad mayoritariamente islámica, mientras que el neofundamentalismo, dado que trabaja sobre la vida cotidiana y las relaciones sociales elementales, puede perfectamente adaptarse a un Estado no musulmán, donde los musulmanes sean minoritarios como en Occidente.
La estrategia de los espacios islamizados
Los neofundamentalistas tratan de organizar en las sociedades donde viven, sobre todo en los países de emigración, algunos espacios, gobernados por principios islámicos. Roy señala que esta contra-sociedad no proporciona, como en las zonas liberadas por las guerrillas marxistas, la imagen de un contra-Estado, sino más bien la realización de un “hombre (o mujer) nuevo”, de un “born-again muslim”. La segunda etapa, es obtener del Estado el reconocimiento de estos espacios, y la tercera, es la extensión al conjunto de la sociedad de los principios sobre los cuales ellos se rigen. Para ello, una vez seleccionado un terreno favorable, se comienzan a imponer medidas parciales por la presión local, después se negocia con el Estado el reconocimiento y la generalización del hecho consumado. En estos espacios las mujeres son obligadas a portar el velo, el alcohol es prohibido, la convivencia entre hombres y mujeres está prohibida, hay un esfuerzo para promover la moralización de la sociedad, luchando contra la pornografía, el juego, los cafés, a veces la música, la droga y la delincuencia. Otro eje de lucha es la exigencia de adaptación de la vida cotidiana a la práctica del Islam. Uno de los terrenos prioritarios es la adaptación del sistema escolar al Islam con la prohibición de enseñanzas impías, separados de los hombres de las mujeres y arabización. En resumen se trata de realizar una microsociedad auténticamente musulmana, dentro de una sociedad que no lo es o por lo menos todavía.
El neofundamentalismo islámico se funda sobre una construcción imaginaria, aquella de la umma que es un espacio desterritorializado, a diferencia de los islamistas cuyo objetivo era la construcción de un Estado islámico, los neofundamentalistas son indiferentes frente al Estado territorial. Al neofundamentalista le interesa más la implantación de la sharia que construir un Estado nacional. El punto de anclaje del neofundamentalismo es el individuo, que se sitúa fuera del medio nacional o tribal. El militante neofundamentalista salido de la inmigración, es un musulmán abstracto, apartado de toda “acabiyya” y de toda cultura nacional, de la cual solo conserva la lengua materna, aunque maneja a la perfección el inglés, francés y otras lenguas europeas. Se trata de un hombre desarraigado, desculturizado, apolítico y en crisis de identidad. El imaginario universalista musulmán, encuentra su realización en la periferia del mundo musulmán, en un espacio que escapa al Estado, porque es internacional y cosmopolita. Así como el islamista era producto de la modernización, el neofundamentalista es producto de la globalización.
Los movimientos más universalistas que están en el mundo musulmán, como la Jama’at ut-Tabligh, de Paquistán se desinteresan precisamente de la política para concentrarse en la difusión de un modelo universal de comportamiento humano, la imitación del profeta, que incluye no solamente las creencias, sino también las vestimentas, los gestos, las posturas, el ritmo de la vida cotidiana, el contenido de las conversaciones, y que excluye todo aquello que es “cultural”, todo lo que reenvía a la diversidad de culturas y de civilizaciones, pero también excluye simplemente la historia. El modelo que se encuentra desarrollado en los textos de los “hadits”, es un modelo perfectamente transportable desde una cultura a otra, porque, llevado hasta el final, este modelo expulsa la cultura, para hacer de la religión solamente un código. La sistematización del código, hace la cultura inútil. El imaginario vehiculado por el sentimiento de pertenencia a la umma tiene por vector al hombre y no al Estado”.
Los movimientos activos en la inmigración musulmana en Europa son redes multinacionales, que se establecen a partir de las nuevas generaciones de jóvenes reislamizados. Los militantes internacionalistas se reclutan entre los jóvenes pertenecientes a la segunda generación de la inmigración y entre los intelectuales o predicadores que circulan en todo el planeta. Olivier Roy, dice que estas redes terroristas islamistas contemporáneas son más herederas del terrorista venezolano Carlos o de Acción Directa y no del mítico Saladin. Afirma que, ésta yihad en nombre de la umma, viene de los márgenes, de los arrabales del Islam, donde se reencuentran desarraigos y exclusiones. El grupo de conjurados funciona según un modelo de secta, en torno a un personaje carismático, y no como un grupo de agitación y propaganda eficaz, se trata de personas que prolongan en la acción política la anomia y el individualismo de su vida interior, pero sueñan con “movilizar” las masas musulmanas alrededor de grandes causas como Afganistán, Bosnia, Cachemira, Filipinas o Palestina.
La religión juega un papel muy importante para éstos jóvenes inmigrantes desarraigados y desculturizados, porque les ofrece un código y les permite encontrar una identidad cuando no existen referentes culturales. La religión es “constructivista”, en el sentido en que les permite aprender a ser musulmán, ellos pueden exhibir los signos de la religiosidad, que son las pruebas de su propia existencia, como el velo, barba, la vestimenta, etc. Aunque las marcas religiosas son puramente formales, les permiten a los jóvenes la recomposición de una comunidad imaginaria. Pero, la recreación de una umma imaginaria supone un “otro”, y este otro es el cristiano, el occidental, que asedian al musulmán. Serán fantasías de las cruzadas, dice el autor, pero es cierto, pero es exacto que los musulmanes están insertos en una cultura occidental, que es percibida como agresiva. La agresión cultural se ha convertido en un tema recurrente. Sin embargo, esta “agresión” no corresponde a ninguna estrategia de los países en cuestión, sino al hecho de la dominación de un modelo cultural y de la desculturación de los ambientes musulmanes inmigrados, esta dominación comporta necesariamente una cierta esquizofrenia. La comunidad que busca un código, una definición, es aquella que es minoría, dominada: son los musulmanes de la India, inmigrados en Europa.
La tesis del declive del islamismo. Gilles Kepel
Diez años después que Olivier Roy publicara sus tesis sobre el fracaso del islamismo, otro francés, el profesor Gilles Kepel viene planteando en libros, artículos y entrevistas, su propia tesis del declive del movimiento islamista. Aparentemente ésta tesis es falsa, y los últimos atentados no hacen más que desmentirla, pero para el autor, el terrorismo lejos de constituir una victoria política, es un síntoma del fracaso y la desesperación en que se encuentra sumido el movimiento islamista después de treinta años de lucha. Aparte de conquistar el poder en Irán y tenerlo por un breve espacio de tiempo en Afganistán y Sudán, no se han logrado nuevas victorias. El fracaso de la guerra se extendió también a Bosnia, Argelia y Egipto. Según Kepel, se ha llegado al final de un ciclo histórico que comenzó a fines de los sesenta y que se aceleró en los noventa. No obstante ello, el autor es optimista y cree que el fracaso abrirá el camino al pluralismo y a la democracia en los países musulmanes. Estas controvertidas tesis se encuentran expuestas en el libro: “La Yihad. Expansión y declive del islamismo.” La obra, producto de cinco años de investigación, analiza en detalle el fenómeno islamista, desde sus orígenes hasta su ocaso a finales del siglo XX.
Según Kepel, el movimiento islamista ha pasado por tres fases de desarrollo. La primera, denominada fase islamista, comienza a finales de 1960 y dura hasta 1979. Se caracteriza por el surgimiento de la ideología islamista, cuya plataforma fue elaborada en los años sesenta por autores como Sayyid Qutb en Egipto, Mawdudi en Paquistán y Jomeini en Irán. La guerra árabe-israelí de octubre de 1973, es uno de los hitos que marca el inicio de esta fase.
La segunda, llamada fase de expansión, comienza en 1980 y acaba a fines de los ’90. Se caracteriza por una expansión fulgurante del islamismo y, al mismo tiempo, por la agudización de las contradicciones y conflictos al interior del movimiento islamista. El símbolo de este período es la revolución islámica de Irán de 1979. A escala internacional, la década estuvo dominada por la rivalidad encarnizada entre la monarquía saudita y la República islámica de Irán. Los iraníes chiítas, querían exportar su revolución llevada a cabo siguiendo el modelo de las revoluciones francesa y rusa, mientras que los sauditas se oponían, exportando el wahabismo y llevando a cabo una política de contención inspirada en la política americana contra los soviéticos durante la guerra fría. De este período data la guerra de los mujahidin afganos, contra la invasión soviética, apoyados financieramente por Arabia Saudita y militarmente por Estados Unidos. Según el autor, el islamismo con la promesa de restablecer la sociedad justa de los primeros tiempos del Islam, el Estado instaurado por el profeta en Medina, encarnaba una utopía muy atractiva, por cuanto se oponía a los regímenes desgastados por la corrupción, la quiebra económica y moral, el autoritarismo y la supresión de las libertades públicas, una realidad que era común en el mundo musulmán de esa época. Al final de esta fase, comienzan a aparecer los conflictos y el terrorismo que terminarán por derrumbar la unidad del movimiento islamista.
La tercera fase, corresponde a la era post-islamista. Comienza en 1990 y todavía está en curso. Se caracteriza por el agotamiento de la ideología y de la movilización islamista. Kepel dice que contrariamente a las expectativas de unos y a los temores de otros, en la última década del siglo veinte no se mantuvieron las promesas de los años ’80. Los acontecimientos del momento propulsaron a primera línea del escenario internacional a grupos tan extremistas como el GIA argelino, los talibanes afganos y probablemente a Osama Bin Laden. En París y en Nueva York, tuvieron lugar espectaculares atentados perpetrados por militantes islamistas. Sin embargo, el islamismo, como amalgama de grupos sociales diferentes aunados por una ideología común, empezaba a desmembrarse precipitando el declive del conjunto. El elemento detonador de este proceso de declive fue la Guerra del Golfo, la invasión de Kuwait por el ejército de Sadam Husein en agosto de 1990.
No se pueden entender a cabalidad las tesis de Gilles Kepel, si no se mencionan los actores, los grupos y clases sociales que participan en el movimiento islamista, y cual es el papel que éstos jugaron en las distintas fases de desarrollo del movimiento. Para convertirse en fuerza política y llegar al gobierno, los movimientos islámicos debían cumplir con una condición difícil de alcanzar: construir una alianza política entre tres grupos socioculturales con objetivos diferentes. La juventud urbana pobre; la pequeña burguesía piadosa y los intelectuales, que producían la ideología islamista.
El éxito del movimiento islamista dependía de la viabilidad de ésta alianza estratégica. Pero sólo Jomeini, gracias a su habilidad, fue el único líder que logró juntar estos tres grupos, al menos por el tiempo necesario para concluir con éxito la revolución y la consolidación de su poder. En los otros países, la alianza entre la juventud urbana pobre y la pequeña burguesía religiosa, se deshizo rápidamente. El terrorismo apoyado por la juventud urbana pobre sembró el pánico entre la pequeña burguesía piadosa que rápidamente abandonó la alianza. La gran movida de los dirigentes al poder en Argelia, Egipto y Jordania, consistió en recuperar a la burguesía religiosa haciéndola participar en el poder, marginando de esta manera a los grupos extremistas provenientes de la juventud urbana pobre.
Según Kepel, tres son los factores que mejor explican el fracaso del movimiento islamista :
1) el agotamiento de la utopía por el paso del tiempo, y el ejercicio del poder;
2) el conflicto entre sus diversos componentes; y
3) la cuestión de la democracia.
Respecto del agotamiento de la utopía islamista por la usura del tiempo y el ejercicio del poder, el autor cita como ejemplo, el fracaso del proyecto político de la República islámica de Irán. Después de ocho años de guerra contra Irak, un único grupo social, el de los comerciantes del bazar y de los negocios vinculados al poder político-religioso, confiscaron la República islámica en detrimento de las antiguas elites de la época del Sha, pero sobre todo de la juventud pobre, que fue impelida a manifestarse entre las bayonetas del ejército imperial y, mas tarde, acabada la revolución, martirizada en masa en los campos de minas iraquíes.
En aquellos países en los que se habían hecho del poder, como en Afganistán y Sudán, los islamistas fracasaron en la primera prueba porque no fueron capaces de resolver los conflictos internos de forma serena y democrática. Allí donde el simpatizante islamista sólo veía enfrentamientos personales, se ocultaba el antagonismo social entre las clases medias y la juventud urbana pobre. “El espectáculo de los militantes que, una vez en el poder, se incriminaban unos a otros y se asesinaban entre sí era dolorosamente elocuente, porque ponía claramente en entredicho el magisterio moral que pretendían detentar y arruinaba años, incluso siglos de campañas de propagación de la fe. Lo peor es que sus divergencias no se basaban en cuestiones religiosas sino que tenían que ver con la gloria y el poder”, esto lo afirmaba Abdel Wad al Effendi en un periódico de la diáspora musulmana en Londres.
Respecto de la cuestión de la democracia, señala que una vez llegados al poder, los militantes islamistas ignoraron la práctica democrática, aún cuando ésta era predicada por Hasan Al Banna, el fundador de los Hermanos Musulmanes, quien decía que la democracia parlamentaria era lo más parecido al Islam.
En la segunda mitad de la década los intelectuales islamistas más lúcidos empezaron a percibir que la ideología política del movimiento les conducía a un punto muerto. Este se manifestó de diversas formas: una violencia incontrolada en Argelia y Egipto, o ineficaz en Palestina; la conquista del poder seguida del hundimiento político y económico del país en Sudán y Afganistán; la guerra civil intraconfesional en Paquistán; la cooptación por parte de una dictadura y el desgaste de la credibilidad moral en Malasia de Mahathir y la Indonesia de Suharto; la incapacidad para gestionar las coerciones del poder en una coalición gubernamental en Turquía y Jordania, sin olvidar el fracaso del régimen iraní, a la medida de las gigantescas expectativas que había provocado la revolución en el conjunto del mundo musulmán.
Dice que con esta debacle de trasfondo, es como hay que interpretar la nueva orientación de los militantes o antiguos militantes islamistas, que en nombre de la democracia y los derechos humanos, buscan ahora un terreno de entendimiento, pero con las clases medias laicas e incluso cristianas como en los Estados multiconfesionales. El proyecto político de creación de un Estado islámico o de la aplicación estricta de la sharia, actualmente está siendo abandonado.
Un ejemplo de este viraje político se encuentra en Líbano, donde el grupo terrorista chiíta Hezbolá, luego de varios fracasos, se transformó en un partido de masas, participando en las elecciones. En Egipto, los Hermanos Musulmanes crearon el partido centrista y democrático denominado Al Wasat en 1995 con el que participaron en las elecciones. En Indonesia y en Marruecos, los islamistas participan, cuando se les autoriza, en las asambleas políticas junto a otos miembros elegidos.
En este cambio de siglo y de milenio, afirma Kepel, deberían integrar los grupos sociales que habían mantenido al margen desde las independencias y favorecer el surgimiento de untito de democracia musulmana, y tendrán que aprender a aunar de una forma inédita la cultura, la religión y la modernidad tanto política como económica.
Fitna
En un libro reciente, “Fitna. Guerra en el Corazón del Islam” (2004) , Gilles Kepel, sostiene que la escalada terrorista internacional inaugurada con los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, marca el fracaso de la estrategia islamista y anuncian el peligro de la “fitna”, la guerra civil al interior de la comunidad musulmana.
La historia de las sociedades musulmanas, dice Kepel, ha estado atravesada por la tensión entre dos polos opuestos que han marcado el flujo y reflujo de la civilización nacida del Islam; estos dos polos son la yihad y la fitna. La yihad, designa el esfuerzo requerido a cada creyente para extender el ámbito y profundizar la influencia de la norma religiosa, para regular tanto las pasiones individuales como la organización social o incluso el orden del mundo, para someter a la humanidad reacia a las leyes intangibles del Corán. Cuando este esfuerzo llega al paroxismo se expresa en la guerra santa, bien sea de conquista o de defensa. La fitna, tiene una connotación negativa, significa sedición, la guerra en el corazón del Islam, una fuerza centrífuga que lleva consigo el desmantelamiento de la comunidad, su implosión y su ruina, allí donde la yihad, por el contrario, sublima las tensiones internas y las proyecta al exterior. Es una amenaza permanente para la continuidad de la sociedad musulmana que atormenta la conciencia de los ulemas y los doctores de al Ley, instándolos a la precaución y a la prudencia.
El autor, señala que los fracasos de la yihad impulsada por los islamistas en países como Egipto, Argelia y Bosnia, llevaron a los ideólogos de Al Qaeda, y en especial al médico egipcio Ayman al Zawahiri, brazo derecho de Osama Bin Laden, a efectuar una revolución estratégica que daba prioridad a la lucha internacional y a sus efectos mediáticos por sobre las guerrillas locales aplastadas por la represión. Según esta perspectiva, la falta de adhesión popular a su proyecto político y la incapacidad de los islamistas para movilizar los apoyos necesarios para el derrocamiento de los regímenes vigentes para instaurar un Estado islámico, podrían resolverse mediante los ataques espectaculares a objetivos americanos, judíos y occidentales. El año 1996, fue el año bisagra en que se tomaron las decisiones para el cambio estratégico que llevó a la acción del 11 de septiembre de 2001.
Ante el fracaso local, no quedaba otra vía que el terrorismo internacional, así por lo menos lo entendió Ayman al Zawahiri ideólogo de Al Qaeda, quien consideraba que los golpes espectaculares asestados al “enemigo lejano” harían temblar al “enemigo próximo”, es decir los dirigentes de los Estados del mundo musulmán. Las tesis de Zawahiri se encuentran en un texto titulado: “Caballeros bajo la bandera del Profeta” , difundido en Internet y más tarde publicado en un periódico londinense en diciembre del año 2001.
Si el 11 de septiembre de 2001 fue para los terroristas, la expresión de una yihad que atacaba lo más íntimo del impío enemigo occidental, el inicio de la última guerra secular que terminaría con la conquista de Europa, primero, y de América, después con la sumisión final de Occidente al Islam. Para Gilles Kepel, sin embargo, este acto terrorista fue el que inauguró la era de la fitna, el desorden y la devastación en el seno de las moradas del Islam.
“No sólo el régimen de los talibanes y el de Sadam Husein han sido destruidos por el ejército americano, cuyas tropas acampan a sus anchas desde Bagdad a Kabul, sino que la guerra que tendría que haber llevado a “quemar las manos” del Occidente infiel, tal como proclamaba Ayman al Zawahiri, al invertir la tendencia al declive de los movimientos islamistas que habían sido incapaces de tomar el poder durante los años noventa, por ahora sólo ha provocado la ruina y la destrucción en Medio Oriente”.
En una entrevista para el diario francés “Liberation”, el 24 de octubre de 2004, Kepel sostiene que actualmente la guerra civil que se lleva a cabo en Irak, representa el verdadero punto de quiebre entre la yihad y la fitna, hasta el momento no se sabe bien cual de los dos polos ganará la partida. De todas maneras, dice que, el resultado de la guerra de Irak será decisivo para el futuro de Occidente y sobre todo para Europa.
En la misma entrevista, acusa a la impericia de los dirigentes norteamericanos el punto muerto en que se halla la guerra de Irak, “Además del desorden que han llevado las armas, que no deja entrever una victoria rápida para Estados Unidos y menos aún un éxito duradero de los adeptos a la yihad, el hecho más destacado después del 11 septiembre y del encadenamiento de sus consecuencias es la paralización de un proyecto social y político movilizador que afecta hoy al Oriente Medio”
IV. CONCLUSIONES
La cuestión del fundamentalismo islámico, ha sido objeto de muchos estudios y discusiones después del 11 de septiembre de 2001. El término fundamentalista que fue aplicado por primera vez al protestantismo por Curtis Lee Laws, se ha difundido y ahora lo encontramos instalado en las tres grandes religiones monoteístas.
El fundamentalismo islámico de comienzos de los años ochenta que tenía como objetivos, la aplicación de la ley islámica; la restauración del califato; la creación de un Estado islámico y la islamización del mundo entero, es un proyecto político fracasado, porque en ninguna parte se ha podido establecer este ideario, a excepción de Irán, como señalamos anteriormente. Creemos que este resultado adverso se debe a la opción por la violencia y el terrorismo, que ahuyentó a las clases medias piadosas del proyecto fundamentalista y también a la falta un partido político en condición de capitalizar el descontento y ofrecer un proyecto político viable. Este escenario negativo, ha obligado a algunos grupos terroristas a renunciar a la lucha armada e integrarse al juego político tradicional, como es el caso de los Hermanos Musulmanes en Egipto, Hezbolá en Líbano y últimamente Hamas en Palestina. Otros grupos, sobre todo aquellos ligados a Al Qaeda, continuarán todavía su lucha contra el capitalismo a nivel global, pero están condenados al fracaso debido a las pérdidas sufridas y al cambio generacional que se avecina. Esto no significa, por cierto, que el terrorismo vaya a terminarse.
Si se admite la tesis del fracaso del terrorismo islámico, tres son los escenarios que se podrían presentar: 1) abandono del terrorismo y adopción de la democracia; 2) continuar con las monarquías y gobiernos militares que tenían antes; y 3) aparición de la guerra civil o fitna al interior del mundo islámico.
Primer escenario. ¿Es posible instaurar la democracia en los países musulmanes ?. Para los más tradicionalistas, no existe ninguna posibilidad, porque el Islam se contradice con la democracia. Un sistema como el democrático, que predica que la soberanía procede del hombre, está en abierta contradicción con el Islam que sostiene que la soberanía proviene de Dios. Para los optimistas, sin embargo, el Islam contiene conceptos que no se han identificado ahora con las instituciones democráticas, pero que pueden ser claves para el desarrollo de una futura democracia islámica, estos conceptos son: consultación (shura), consenso (ijma), e independencia de juicio interpretativo (ijtihad).
Olivier Roy, dice que el obstáculo para la democracia en los países árabes no es la religión, sino la política autoritaria ejercida por los gobiernos implantados en esa región, que a excepción de las monarquías, han copiado a las dictaduras europeas de los años veinte. Algunos países, como Siria, Irak y Egipto, han seguido el camino del socialismo tercermundista de los años ‘50, con partido único, culto a la personalidad del líder y nacionalismo exacerbado. En otros. Como Sudán, Argelia, Libia, se han instalado gobiernos militares, que han llegado al poder con el apoyo de los servicios de inteligencia nacionales y extranjeros, y han estatizado la economía. Según el autor, muchos países musulmanes están más cerca de Mussolini que del ayatoláh Jomeini y otros, más cerca de Castro y la mafia que del Corán y Saladin.
Algunos islamistas liberales piensan que en los países árabes se puede instaurar una forma de democracia pactada, del tipo practicada en varios países latinoamericanos durante la transición de la dictadura militar a la democracia. Este es un tipo de democracia que los sociólogos llaman de “inclusión parcial”, construida sobre la base de ciertas reglas de competencia política que incluyen el derecho a voto y un sistema electoral que minimiza la influencia de los partidos extremistas en favor de los sectores más tradicionales de origen rural. Otra solución, es la propuesta por los iraníes, aquella de copiar el “modelo chino” que consiste en una amplia apertura económica, pero con un cierre en lo que atañe a los valores.
Segundo escenario. La continuidad de los gobiernos anteriores es el escenario más probable, pero a condición de que éstos realicen ciertos cambios y concesiones a los sectores excluidos del poder: la clase media, los intelectuales, las clases populares, los jóvenes y las mujeres. Estos cambios deberían orientarse hacia una mayor participación política y una mejor distribución del ingreso, porque luego de la fiebre revolucionaria que inundó el Medio Oriente muchas cosas cambiaron en esos países. Los fundamentalistas islámicos fracasaron a nivel político, es cierto, pero obtuvieron grandes logros a nivel social y cultural, creando una amplia red de asociaciones voluntarias de tipo cultural, como consultorios médicos, escuelas, mezquitas de barrio, hasta bancos populares que prestan dinero sin interés. Los islamistas organizaron la sociedad civil en ausencia del Estado, obteniendo con ello un enorme capital político y social que puede ser utilizado como base para negociar una apertura política y una mayor participación de los sectores medios y populares en los gobiernos.
Tercer escenario. La guerra civil. Según Kepel, el 11 de septiembre de 2001 inauguró la era de la fitna, del desorden y de la devastación en el seno de las moradas del Islam. No sólo el régimen de los Talibanes y el de Sadam Husein han sido destruidos por el ejército americano, sino que la guerra que tendría que haber derrotado al Occidente infiel, hasta ahora ha solo provocado la ruina y la destrucción del Medio Oriente. Los ulemas han perdido el control del desencadenamiento de la yihad y no tienen los medios para advertir a los fieles del advenimiento de la fitna, han sido sobrepasados por los activitas. El problema ahora es si Irak es la nueva tierra de la yihad o de la fitna, porque a parte de la guerra contra el ejército de ocupación americano, se está librando en Irak una guerra entre los grupos chiítas y sunnitas apoyados por salafistas provenientes de varios países árabes.
Cualquiera de estos escenarios debe tener en cuenta el atraso económico, la desigualdad social y el fuerte aumento de la tasa de natalidad de los países árabes . A esto, habría que agregar el déficit de la democracia. La región árabe ha quedado, por el momento, rezagada del resto del mundo, en lo que concierne al conocimiento, el mercado y la democracia. Sin embargo, cuenta con recursos naturales, económicos y amplias capacidades humanas que pueden hacer cambiar esta situación en el futuro.
En cuanto al tema del terrorismo islámico, creemos que es un fenómeno político no tiene solución, mientras persistan las causas estructurales que lo producen: pobreza, falta de educación y oportunidades. En el plano político hay que combatir y desacreditar la ideología política mesiánica que inspira a los grupos terroristas. Esta lucha se da a nivel de las ideas y para ello es necesario debatir y confrontarse públicamente, para demostrar las bondades y oportunidades que ofrece la democracia como sistema político. Para ello, es necesario que los medios de información en vez de magnificar las hazañas terroristas, las denuncien y condenen con mucha fuerza, en cualquiera de sus formas y en cualquier lugar del mundo.

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