Estamos en vísperas de los juegos olímpicos. Junto al campeonato mundial de fútbol, es el evento deportivo de mayor importancia en todo el planeta. Y es definitivamente el que mayor historia y tradición tiene.
Se calcula que más de cinco millardos de personas podrán estar recibiendo información sobre estas olimpíadas. La gran mayoría con seguridad lo hará a través de los medios audiovisuales. Esto hace del evento una tribuna apetecida por los grupos terroristas y todo aquel que desee hacer llegar un mensaje impactante a la humanidad.
Desde los juegos de Munich, en 1972, impedir un ataque a las delegaciones y al público en general es un dolor de cabeza para los comités organizadores. En Atlanta 96 los estadounidenses tomaron previsiones sin precedentes, y a pesar de eso un sujeto plantó una bomba de fabricación casera en las adyacencias de uno de los estadios donde se desarrollaba el evento.
Estas olimpíadas representan una vuelta a las raíces de la magna competición deportiva. Pero también nos indican cómo ha variado la noción de soberanía, especialmente en los últimos tres años. Podemos decir que, por lo menos en materia de seguridad, este evento no será solamente griego sino también de otros 7 países (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Israel y España) y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.
Con el pasar de los meses, el gobierno helénico fue incrementando el gasto en seguridad. Los estimados actuales señalan que la inversión en esta materia llega a 1,5 millardos de dólares. El ministro de Orden Público de Grecia, George Floridis, escribió en The Washington Times, que se sustentarán “especialmente en el conocimiento americano para garantizar, tan lejos como sea humanamente posible, que las olimpíadas de 2004 serán inmunes a cualquier amenaza terrorista”.
Grecia es un país esencialmente abierto, con fronteras difíciles de controlar. Por esto han tenido que acudir a tecnologías de vigilancia militar como los aviones Awacs de la OTAN, así como a globos tipo zeppelín equipados con tecnologías nunca antes probadas para la detección de agentes químicos y radiológicos.
Pero han tenido que ir más allá, especialmente luego del fracaso de los primeros ejercicios en los que comprobaron los sencillo que sería para un terrorista suicida colocarse en medio de una muchedumbre o en una instalación de “infraestructura crítica” y accionar una bomba. El Comité Organizador solicitó entonces que fuerzas especiales estadounidenses y de la alianza atlántica fuesen emplazadas dentro del territorio griego, con la finalidad de mejorar la respuesta ante un atentado, una situación de rehenes o una evacuación de emergencia.
También han permitido –como sucedió por primera vez en el mundial de fútbol de Korea y Japón de 2002- que algunas delegaciones lleven sus propios equipos de custodia. Esto hubiera sido impensable un lustro atrás. El primero en solicitar esa facilidad fue el gobierno australiano. Luego llegaron las peticiones de España e Italia. Probablemente Estados Unidos e Israel llevan a sus vigilantes, sin que eso fuese del conocimiento público.
Los juegos olímpicos son o deben ser días festivos. La gente debe sentirse en libertad para ir de un lado a otro y disfrutar de su deporte favorito. La seguridad, en cambio, implica restricciones, controles de acceso, filtros, vigilancia, inteligencia y en momentos críticos el ejercicio mesurado de la fuerza. ¿Cuáles serían entonces las limitaciones impuestas a la actuación de los escoltas extranjeros? Este es un aspecto totalmente novedoso, que podría sentar un precedente en los dispositivos de protección para los grandes eventos internacionales. En un mundo globalizado, con un terrorismo transnacional, las soberanías se encogen.