Solamente para personal que se ocupa de seguridad, esta palabra identifica a aquellas personas que sustituyen la presencia del estafador en las labores como el cobro doloso de cheques. En la estafa desempeñan un papel semejante al vendedor de drogas «al detal», en reemplazo del traficante.
Un vendedor de drogas, en la calle, es el vaso capilar en la circulación de la droga. Cuando se le detiene, se experimenta la impresión, de no haber hecho nada importante; pues el personaje, normalmente pobre y necesitado, realiza esa labor para satisfacer necesidades primarias y por su intermedio se llega a la base de una escalera que difícilmente nos conducirá a su tope, que es «lo que realmente nos interesa».
En el caso de las MULAS, la escalera suele ser más corta, y todos los que desempeñan ese papel usan infinidad de trucos para justificar su «ingenuidad». Pero aunque todos hemos sufrido alguna vez (por no decir muchas), el daño que estos hacen, nunca nos hemos puesto a pensar en ellos como amenaza real, y su casi infalible presencia en las estafas.
Esa manera de tratar el asunto los ha convertido en una coraza protectora de los estafadores, y a nosotros nos anula al razonar torpemente, limitándonos a comentar: » este es una pobre MULA».
Todo el que haya capturado infraganti a uno de estos individuos, ha oído el cuento tan gastado de; » yo sólo le estoy haciendo un favor a un señor, allá en la puerta, que estaba muy mortificado por haber olvidado su identificación, por lo cual no podía cobrar un cheque, estando urgido por el dinero para solucionar un grave problema familiar». Al preguntársele por «el señor», aseguran no conocerlo, y haber actuado sólo por «caridad», para ayudarlo en tan penosa situación.
Ese cuento, tan repetido, aun con algunas variaciones, produce reacciones diferentes, una de las cuales es la de interrogar al «caritativo», tratando de conocer quien realmente lo envió, y tratar de buscarlo en «la puerta», donde él decía lo había dejado; hasta enviarlo a la PTJ, donde por no haber consumado delito alguno, se deja en libertad. Cómo ya conocemos el inevitable desarrollo de este episodio, prácticamente nos limitamos a quitarle el cheque (Ojo!, si nos consta que es falso) y dejarlo ir comentando, ¡ este es una pobre MULA !.
Lo que nunca se piensa, es que hasta tanto a las MULAS, les siga yendo tan bien, los estafadores tendrán garantizada esa coraza de confidencialidad, conque cubren su delito. Las estafas cada día apuntan a montos más elevados. Una MULA que fracasa, les hace perder un bajo porcentaje del beneficio total calculado, la Mula pasa algunas incomodidades, pero el papel de encubridor no significa riesgos mayores, por grande que sea la estafa.
Como en el tráfico de drogas, el delito se diluye; el delincuente cabecilla, el autor intelectual, diluye también su riesgo, la estafa continúa en la esperanza de que a las otras MULAS les vaya mejor. Para las oficinas de los bancos que hayan capturado más MULAS, actuando en la misma estafa, queda la sensación de que sólo han evitado el cobro de los cheques que éstas portaban y que conviene de inmediato circularizar la alerta de la amenaza a todas las oficinas, para detener el proceso.
Toda esta historia, muy conocida por los Gerentes de Seguridad de los bancos, y por su personal de Investigaciones, se continúa repitiendo con la consecuente indefensión y la aceptación pasiva por parte de los bancos y de las policías, de la presencia impune de estos obreros del delito.
Luego, todos sabemos que las MULAS existen; que viven trabajando o esperando que las llamen; que son contratadas y reciben las misiones. Que son conocidas en el ambiente bancario y lógicamente en las Policías ante las que se han cursado las denuncias. Pero siguen actuando y su relativa impunidad los convierte en trabajadores del delito, a tal punto que, oyéndolos, pareciera que están convencidos de que realizan un trabajo honesto.
¿ Cómo actúan los estafadores?, ya lo sabemos; planean su estafa, buscan sus MULAS: ellos las conocen, las ubican y los citan para impartirle las instrucciones; no los reúnen, tratan de que no se conozcan entre sí, les suministran cédulas falsas, y les indican el día, la hora y las oficinas en que deben actuar. A las mulas con más experiencia les encomiendan varias oficinas, a las más novatas, solo una, cuando más dos. A las mejores les pagan un mayor porcentaje del cheque que cobran. La confianza en que no los delatarán viene de que lógicamente, el estafador es su fuente de ingresos, y como si fallan los riesgos son menores, conviene proteger a quien les dará otras oportunidades.
En esto se basa la seguridad del estafador, y la MULA está protegida por la circunstancia de que la estafa no es delito sino a partir del momento en que mediante ella se logra despojar a alguno de sus bienes, es decir, que se consuma.
Por curiosidad presencié la entrevista entre uno de nuestros investigadores y una MULA. Quiero tratar de transcribirla a Uds., pues aunque todas aquellas personas a quien van destinadas estas líneas hayan tenido iguales y hasta más numerosas experiencias, creo que pocos nos hemos puesto a analizar su contenido. Usaré para el diálogo «I», para el Investigador y «M», para la MULA.
I: ¿ Por qué de dedica Ud. a esto ?.
M: Eso para mí es mi trabajo, como el suyo es el de interrogarme. De eso vivo yo.
I: ¿ Qué beneficios obtiene Ud. de ese «trabajo» ?
M: En el caso mío, me dan el 20 %, que, con este cheque, que era de Bs. 9.000.000,oo, me gano Bs. 1.800.000. En un trabajo que sólo me toma unos minutos. ¿ Le parece malo ?. Yo con eso le pago la Universidad de mi hijo y los colegios de mis hijas. Reservo unos 100.000 para un amigo que me saca los antecedentes de la PTJ, y ya sin ellos, le doy a un abogado Bs.300.000, para que me saque de la PTJ por Libertad Condicional o por Sometimiento a Juicio. Y me voy de nuevo a Mérida, donde vivo, tranquilo, hasta que me llamen para otro trabajo.
I: Yo te he visto ya varias veces. ¿ Trabajas siempre contra nuestro banco, o contra el Banco al que te manden ?
M: No, yo no elijo el banco, son ellos quienes lo deciden. Yo simplemente hago mi «trabajo», sin importarme el banco que me toque.
I: A cuántos bancos le han «dado».
M: A todos.
I: Y teniendo tanto tiempo en esa labor, ¿ cómo engañas a nuestros cajeros ?.
M: Pero, ¿ no me ve Ud. la pinta ?. Con este traje, mi celular mi portafolios, ¿ cree Ud. que yo despierto sospechas ? Aparte de eso, yo los trato con mucha cortesía. ( Fin del fragmento del diálogo)
Como podemos observar, el MULA habla con absoluto descaro. Su actitud obedece a la seguridad de que va a coronar su objetivo; a que, si le va mal, es problema de unos pocos días de incomodidad a lo que él ya se ha acostumbrado. Si le va bien, se ha ganado «honestamente con su trabajo», unos reales que a muchos otros les costaría más tiempo, menos comodidad y la verdad que el riesgo es muy bajo.
Es decir, que la habilidad del estafador y nuestra actitud, han convertido mentalmente a la MULA en un «honesto trabajador». El provecho es siempre superior a los riesgos. Y su compromiso con «la fuente», su «empresario», le asegura a aquél la confidencialidad. Para la MULA, delatar al estafador, es matar la gallina de huevos de oro.
Su truco es «su pinta y su cortesía»; nuestra vulnerabilidad es la ingenuidad y la falta de malicia. El atracador trata de infundir miedo, el estafador o su «obrero», infunde simpatía. En ambos casos se trata de un lubricante del delito.
¿ Qué podemos hacer ?. Las respuestas hasta ahora perecieran poderse resumir en la palabra NADA. Y mientras esta sea la respuesta que recibimos de quienes dicen saber, la verdad es que NADA se hará. Pero si la Asociación Bancaria de Venezuela, reúne periódicamente su Comité de Seguridad, que ha vivido este problema con tanta frecuencia. Si tiene además un Comité Legal, que está en condiciones de analizar el asunto y – poniéndose creativo -, busque alternativas, es muy probable que hallemos caminos hacia alguna solución más efectiva y menos derrotista que las actuales.
Creo por lo tanto necesario que la Asociación Bancaria debería unir los esfuerzos de estos dos comités, y hacerle frente al problema. La frecuencia y los montos crecientes de las estafas lo justifican plenamente.