A principios del mes de junio, tres individuos interceptaron a un taxista que transitaba por la carrera 26 con calle 38, sector Quintalinda de Medellín. Los sujetos desplazaron al profesional del volante, lo maniataron y lo colocaron en el asiento trasero del automóvil. Luego, pasearon con él por todos los cajeros automáticos de bancos en los que tenía cuentas, y le quitaron todo el dinero que pudieron.
Este caso fue del conocimiento público debido a que algunos transeúntes se percataron de lo que sucedía, y avisaron a efectivos de la Policía Nacional. Tras efectuar una operación de búsqueda, encontraron al taxista y detuvieron in fraganti a los hampones. Pero la mayoría de los casos del llamado “paseo millonario” no son reportados a las autoridades, y pasan a engrosar la cifra negra que ha permitido un importante crecimiento de este delito.
Esta modalidad delictiva se parece al secuestro express, pero en ella los hampones mantiene a la víctima cautiva hasta que la despojan de los bienes y el dinero que tiene a su alcance inmediato. Los captores no solicitan rescate a terceros.
Se podría afirmar, sin embargo, que el “paseo millonario” tiene al menos dos modalidades. En la primera, la víctima es un individuo, mientras que en la otra son grupos de individuos. Esta última variante trae complicaciones para los delincuentes, pero de hecho ha sido reportada en Bogotá. El diario El Tiempo, por ejemplo, informó que a principios de junio los pasajeros de un autobús permanecieron cautivos durante tres horas a manos de una banda que los despojó de sus tarjetas de débito, teléfonos celulares y demás objetos de valor. El monto de lo robado en este caso fue calculado en dos millones de pesos.
La Encuestra Nacional de Victimización, elaborada con el auspicio de la Organización Panamericana de la Salud en Bogotá, Cali y Medellín en 2004, reveló que ya para esa fecha esta modalidad delictiva figuraba entre las principales preocupaciones de la ciudadanía, pero curiosamente afectaba no a los estratos más altos de la población sino a los medianos y bajos (4 al 6).
En la modalidad individual del paseo millonario, los delincuentes se percataron de que podían robar a varias personas en una misma jornada, haciéndose pasar por taxistas. Entonces, una vez que se han apoderado del vehículo hacen rondas por la ciudad y someten a cuantas personas pueden. Para que el automóvil no parezca ocupado, y pueda ser abordado por la víctima, los cómplices del conductor-ladrón se montan en él con posterioridad. Para ello, el piloto simula una falla, y se detiene para hacer una supuesta revisión. Pero en realidad lo que hace es permitir el accionar de sus compinches.
Debido a sus características, en el “paseo millonario” se da un concierto de delitos que van desde el robo hasta el porte ilícito de armas, pasando además por el agavillamiento (concierto para delinquir) y las posibles lesiones que le ocasionen a la víctima en el proceso de sometimiento. Un tribunal de Bogotá condenó a dos individuos capturados in fraganti en esta actividad a 24 años de prisión.
En el “paseo millonario” es posible que la víctima sea sometida al influjo de algún hipnótico como la escopolamina, conocida también con el nombre de burundanta, que reduce la resistencia de la víctima y facilita el trabajo de robo. A veces, si la persona robada es mujer, también puede ocurrir una violación.
Aunque las autoridades colombianas no han tomado en cuenta al “paseo millonario” en sus estadísticas, Citibank ya ofrecen un seguro a sus clientes, para reponerles los montos sustraídos de sus cuentas en esa entidad bancaria si son víctimas de esta modalidad delictiva.
Acá, como sucede en otros casos, juega un papel importante el criterio de oportunidad. El uso del taxi parece ser un factor a tomar en consideración. Tanto que en los últimos días los delincuentes han interferido las señales de radiocomunicación de los taxistas, para conocer hacia dónde pueden orientar su búsqueda de nuevas víctimas. Aún así, el ciudadano puede reducir sus riesgos solicitando por teléfono el servicio de líneas reconocidas, y no tomando el primer carro que se cruce en la calle.
Igualmente, las personas que andan solas son más vulnerables, y por lo tanto más atractivas para los delincuentes. Pero si la premura y la necesidad nos obligan a tomar un taxi, es bueno asomarse por la ventana delantera, y durante un breve proceso de regateo analizar bien el aspecto del conductor y los objetos que lleva consigo. Si la persona que está al volante no transmite buena impresión, es mejor esperar el siguiente taxi.
Si por desgracia se es víctima de un “paseo millonario”, lo más importante es no ofrecer resistencia a los hampones; no establecer enlace visual con ninguno de ellos y no “engancharse” por vía de afecto o rechazo. De manera que el robo parezca más bien una transacción, y todo finalice cuanto antes. Aunque parezca un lugar común, en estas circunstancias lo primordial es conservar la vida.