Pistolas eléctricas (17 al 24 de diciembre 2004)

Un nuevo tipo de armamento está siendo incorporado cada vez con mayor frecuencia al equipamiento de las policías preventivas. Se trata de las pistolas eléctricas o “tasers” (según su nomenclatura inglesa).
En torno a esta arma se ha generado una polémica, que ha llegado hasta las organizaciones internacionales de defensa de los derechos humanos. El fabricante de la pistola, Taser International, aseguró en su página oficial que este es un nuevo modelo de “artefacto no letal”, ideado por Jack Cover y comercializado mediante patente por los hermanos Rick y Tom Smith.
En 1994 el buró de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego de Estados Unidos (conocido por su acrónimo ATF) certificó que la primera versión de esta pistola no era un arma de fuego. Es, en fin de cuentas, una pistola de aire. Durante los 10 años que han transcurrido desde entonces, Taser International ha reconocido la venta total de más de 100 mil unidades del artefacto, cuyo costo promedio es de 1.800 dólares.
Existen 3 presentaciones o modelos de esta invención: el original, el M26 Avanzado y el X26, lanzado en 2003 con una configuración más ligera y con mayor poder de parada, de acuerdo con la información aportada por los fabricantes.
Un reportaje publicado en el portal Terra.com explicó el mecanismo de funcionamiento de las tasers: la fuente de poder viene dada por una pila de 26 vatios, que alimenta tanto al mecanismo de inducción eléctrica como a la mira láser incorporada en el diseño. Cuando el usuario escoge a su objetivo, acciona el gatillo y libera a dos pequeños arpones unidos al cuerpo del arma mediante hilos electroconductores. Los proyectiles viajan a una velocidad de 190 kilómetros por hora y tienen un alcance de 6,5 metros.
Una vez alcanzado el objetivo, la Taser envía por los cables una descarga de 50 mil voltios durante un máximo de 5 segundos. Esto supuestamente ocasiona la pérdida de control muscular en el cuerpo de la persona que fue apuntada, y en consecuencia su caída unida a un breve estado de atolondramiento. Debido a estas características, se cree que estas pistolas eléctricas pueden ser utilizadas en labores de policía preventiva, seguridad privada, control de adolescentes violentos y control del orden en las instalaciones penitenciarias.
La polémica ha surgido luego de la divulgación de un informe de Amnistía Internacional. Según el texto, los artefactos eléctricos han sido causantes directos o indirectos de la muerte de más de 70 personas en Estados Unidos y en Canadá.
«Las pistolas Taser han sido utilizadas por agentes de policía contra escolares indisciplinados, personas desarmadas que tenían perturbadas las facultades mentales o estaban drogadas, sospechosos que huían del lugar en que se había cometido un delito menor e individuos que discutían con la policía o que no cumplían inmediatamente sus órdenes», señaló el informe divulgado por la organización.
Al profundizar en la información, Amnistía Internacional aclaró que solamente se pudo comprobar desde el punto de vista forense la incidencia del uso de estas pistolas en cinco casos fatales. Esto implica que en los demás el efecto de la descarga eléctrica se vio incrementado en forma no deseada por factores intervinientes tales como cardiopatías y uso previo de drogas por parte del objetivo.
Esto coloca definitivamente a las tasers en el plano de las armas no letales. Como ciertos objetos contundentes o punzantes, deben ser utilizadas con prudencia y destreza para lograr el fin para el cual fueron diseñadas: anular a individuos que muestran una conducta violenta, pero que no representan un peligro evidente de muerte para el funcionario de seguridad.
El abuso en la utilización de estas pistolas es a todas luces reprochable. La organización pro derechos humanos señaló que los portadores del arma acuden a ella con demasiada facilidad, acaso conscientes de que la descarga de 50 mil voltios anulará al oponente sin matarlo. Pero en el caso de los agentes policiales está claro que antes de disparar esta pistola hay que cumplir con una serie de pasos previos, los cuales deben ser debidamente reglamentados. En este proceso usualmente se intenta una negociación verbal con la persona violenta, posteriormente se le muestra las armas (entre ellas la pistola eléctrica) y se le indica que de no deponer su actitud será necesario utilizarla contra él. Sólo después de esto se podrá desenfundar la Taser y dispararla.
¿Es mayor el riesgo de muerte al recibir una descarga de 50 mil voltios que al recibir el impacto de un rolo o de una peinilla? La respuesta pareciera ser afirmativa. No obstante, la propia Amnistía Internacional reconoció que no hay un estudio independiente que certifique esta apreciación. Frente a esta “duda razonable”, y tomando en cuenta el hecho de que las pistolas eléctricas tienen un auge aparentemente incontenible, la alternativa más pragmática pareciera ser la imposición de restricciones a su uso. La primera debería ser que el vendedor exija certificados de suficiencia, en cuanto a destreza e integridad psicológica, a aquellas personas a las que va a entregar el arma.
La Taser podría convertirse en una alternativa a la posesión de otras armas -esas sí letales- cuyo uso indiscriminado ha originado tantas tragedias en el medio doméstico.

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