En las instituciones militares los ascensossimbolizan uno de los premios más preciados. En tiempos de guerra son una retribución a la valentía y la efectividaden el combate, mientras que en la paz buscan exaltar a los militares de mayorcalificación en el cumplimiento de las tareas que el Estado les asigna.
Los ascensos, como casi todos los procesos dela organización castrense, están sometidos a reglamentación. A menudo las normas sobre la promoción delos profesionales de armas parten de las constituciones de los propiospaíses. Una de las más recientes fueelaborada en España. La importancia de la materia queda en evidencia cuando nospercatamos de que la legislación fue emitida por la Corona. El Real Decreto1064 del año 2001 señala que los ascensos intentan asegurar que “los ejércitos dispongan de los mejoresprofesionales en los empleos más elevados de cada escala, con las aptitudes yedades adecuadas, para conseguir la máxima eficacia de las Fuerzas Armadas, asícomo del personal capacitado para desempeñar los cometidos de los diferentespuestos de la organización militar”.
En los países con largas tradiciones democráticas pareciera innecesarioque los ascensos sean sometidos a un control externo. Los procesos de evaluación y selección de los profesionalesmilitares que serán elevados de grado parten y finalizan en los cuarteles. Pero en los países que carecen deinstituciones democráticas fuertes y consolidadas, o donde la estabilidad delsistema de libertades está amenazada, es conveniente que los ascensos seanrevisados por entidades externas a las fuerzas armadas, especialmente en lo querespecta a los grados superiores de la escala militar.
En los casos de Argentina y Colombia, por ejemplo, la cámara del Senadodesigna comisiones de experimentados parlamentarios para revisar y aprobar laslistas enviadas por el Ejecutivo referidas a los oficiales que aspiran a lasjerarquías superiores a coronel y capitán de navío, quienes por ende ocuparántarde o temprano los mandos clave de las respectivas fuerzas. El ejercicio del control político sobre losascensos ha impedido que tales posiciones sean ocupadas por militares señaladosde violaciones a los derechos humanos.
Este control externo puede molestar a los profesionales de armas,especialmente en los países de escasa trayectoria democrática. En Venezuela, donde este sistema no ocupa nisiquiera un tercio de la historia republicana, un grupo de militares logró accederal poder por vía eleccionaria. Duranteuna apresurada Asamblea Constituyente Hugo Chávez y sus seguidores lograroneliminar todas las normas de vigilancia externa en cuanto a los ascensosmilitares. El resultado: las denuncias que antaño se hacían conrespecto a la influencia nociva de los partidos en cuanto a este procesose transformaron en señalamientos hacia el Presidente y su círculo íntimo,quien escoge a voluntad los nombres de quienes ocuparán la cúpula castrense.
En las sociedades modernas los militares no son más que empleados delEstado. Son funcionarios y por lo tantodeben estar sometidos a vigilancia, más aún si vemos que junto a los policíasestán destinados a hacer cumplir las normas, a menudo mediante laadministración legal de la violencia. Estas son misiones extraordinariamente delicadas, tanto en tiempos depaz como en guerra. Como señala elprofesor de la Universidad de Harvard Peter Feaver tantas responsabilidadespueden hacerle entender erróneamente a los militares que ellos pueden tutelar ala sociedad.
Esta es apenas una de las razones por las cuales los representantes delos poderes públicos deben cerciorarse de que las fuerzas armadas estarándirigidas por militares aptos, no solo porque posean habilidades(profesionalismo) fuera de lo común sino también por la forma comopiensan. La ausencia de controlesexternos tarde o temprano hace creer a los mandos castrenses y al jefe delgobierno que poseen un brazo armado para imponer su voluntad sobre el resto dela población.
Sobre este punto Latinoamérica tiene una larga y dolorosaexperiencia. No permitamos que serepita.
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