Repensar la autonomía (31 de marzo al 6 de abril 2006)

La universalización del delito nos ha llevado a meditar sobre la vigencia del concepto de soberanía, que ha sido uno de los principios fundamentales de las relaciones entre los estados. Ahora se habla de “soberanías limitadas”.
Los estados de avanzada han entendido que actividades como el terrorismo, la fabricación y el transporte de drogas, y la depredación ecológica requieren algo más que la simple cooperación entre las instituciones nacionales, tal y como fueron concebidas durante el siglo XX. En fin de cuentas, estas actividades no respetan fronteras.
En lo interno de cada país, los delincuentes también aprovechan lo que podríamos llamar los “puntos grises” donde el Estado no ejerce el debido control. Hablamos, por ejemplo, de las áreas fronterizas, escasamente resguardadas, así como las localidades donde se reconocen diversos grados de “autonomía”. En este sentido, los territorios indígenas en Estados Unidos son famosos por el contrabando y el lavado de dinero a través de los juegos de azar, amparados en el ejercicio de un dudoso derecho a la autodeterminación.
También es necesario meditar hasta qué punto la autonomía universitaria no se ha convertido en un factor que atenta contra la seguridad de la propia comunidad educativa. La autonomía, tal y como la vemos hoy en día, es el producto de importantes luchas que se desarrollaron tanto en el plano académico como en el político. Ciertamente, resulta difícil concebir a la vida universitaria sin la total libertad en cuanto al intercambio y confrontación de las ideas. De lo contrario, está condenada al estancamiento. Esto fue percibido, incluso, por el régimen chino, tan cuidadoso en cuanto a la represión de cualquier disidencia.
Pero la autonomía no sólo es aprovechada por docentes y alumnos. También es utilizada por delincuentes de todo tipo, quienes cada día perciben con mayor claridad los beneficios que depara contar con una suerte de “feudo” al que los agentes de los órganos de seguridad no pueden entrar, so pena de incurrir en la terrible violación a un territorio cuya autodeterminación está consagrada, incluso, en la Carta Magna.
Hace apenas tres décadas, el campus universitario era usado por guerrilleros de izquierda como un refugio, donde a menudo escondían también las armas con las que luego realizaban sus operaciones de hostigamiento a las autoridades. Pero la ciudadanía en cierta forma entendía que este era parte del precio que había que pagar para contar con ambientes universitarios totalmente libres.
Una vez superado el fenómeno guerrillero (salvo en los casos de Colombia y Perú), las universidades se han transformado en el escenario de terribles crímenes. En México, Venezuela, Colombia y Estados Unidos constantemente son reportados delitos contra la propiedad y las personas en el interior de los campus. Las víctimas por regla general son los propios integrantes de la comunidad docente, administrativa o estudiantil. Pero los hampones también utilizan las instalaciones universitarias para planificar y ejecutar sus acciones en las ciudades que circundan a la casa de estudios.
De manera que las universidades se han transformado en una especie de tierra sin ley. En Caracas, por ejemplo, la Universidad Central de Venezuela es azotada por ladrones de vehículos, vendedores de drogas e, incluso, secuestradores. Las policías no pueden entrar allí, pues consideran que incurrirían en una violación de la autonomía. El servicio de seguridad interno apenas tiene funcionarios para resguardar las alcabalas en los accesos a la casa de estudios. Puertas adentro, reina el caos.
En Colombia, la Universidad Nacional contrató a un grupo de consultores encabezado por Hugo Acero, para efectuar una auditoría de seguridad a las instalaciones de la sede bogotana. El experto reflexionó: «En muchos casos, cuando sucede un hecho delictivo generalmente no se llama a las autoridades de seguridad y justicia para que investiguen. ¿Por qué cuando a un estudiante, a un profesor o a un administrativo le roban la casa lo primero que hacen es llamar a las autoridades de seguridad y justicia y cuando esto sucede en la Universidad no se tiene el mismo comportamiento? Hay una concepción errada del tema de la autonomía universitaria y del tema de extraterritorialidad. Y para los delincuentes ese es el mejor escenario».
Lo primero, en todo caso, es reconocer que existe un problema delictivo serio adentro del territorio universitario. Luego, que las soluciones aplicadas hasta el momento no han sido adecuadas, en buena medida por factores ideológicos y políticos. Y por último que hace falta coraje para ponerle el cascabel al gato. Si en algún momento hubo que luchar para lograr la autonomía universitaria, en la actualidad es necesario reformularla para ganar de nuevo los espacios para el estudio en sana paz.

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