Seguridad bancaria: ¿gasto o inversión?





A la hora de incorporarse a los esfuerzos de planificación, Seguridad debe, como todas las unidades del Banco, presentar su Plan Operativo


A la hora de incorporarse a los esfuerzos de planificación, Seguridad debe, como todas las unidades del Banco, presentar su Plan Operativo. En el mismo se debe fijar metas, y dosificar los logros en el tiempo. El banco siempre ha insistido en que para que la determinación de los logros sea real, necesitamos estimar nuestro esfuerzo en términos cuantificables. Pero además las estadísticas deben orientarnos hacia esas metas que, no son otra cosa, que los resultados de una buena estimación de nuestra capacidad actual, y de la que debemos obtener para hacerle frente a nuestros requerimientos futuros sobre la base de la experiencia.

Seguridad tiene fundamentalmente dos grandes funciones, como son las de PROTECCION, que significa esencialmente todo lo que implique prevención, y disminuya la improvisación e INVESTIGACION, que básicamente está destinada a aclarar la forma como los sucesos que afectan al banco, se han desarrollado, y en base a sus resultados, poder determinar con exactitud las responsabilidades, descubrir nuestras vulnerabilidades y fallas, y alimentar las estadísticas con cifras, que bien manejadas, orienten el esfuerzo preventivo.

De allí que, divorciar estas actividades, es absurdo. Lo que puede ocurrir, dentro de ciertos parámetros, se puede extraer de las estadísticas. Allí Investigaciones añadirá lo que de su trabajo sobre cada caso pueda enriquecer la experiencia. Protección, por su parte, además de su constante atención y vigilancia, estará en mejores condiciones de afinar sus medidas preventivas, en base a lo que las estadísticas le muestran como más probable.

Ambos esfuerzos se realizan al ritmo con que la actividad bancaria, como tarea fundamental de la institución, se desarrolla. No hay razón que justifique que el trabajo de esta importante fracción del conjunto (Seguridad) se realice con la apariencia de ser «otra cosa».

El alejamiento de estas dos actividades, genera en los que actúan sólo en una de ellas, la sensación de que la otra, es algo ajeno al interés general. Para el banco debe ser tan satisfactorio por ejemplo: tener una cartera saneada de créditos, como el que Seguridad haya frustrado diversos intentos de estafa.

Si Seguridad logra hacer cuantificables sus esfuerzos, podrá apreciarse con mayor claridad los beneficios de su tarea. Debe Seguridad saber estimar lo que en materia de recursos, humanos y materiales invierte útilmente en neutralizar amenazas y en recuperar pérdidas; y además debe saberlo hacer equilibrando el esfuerzo con los logros a obtenerse u obtenidos.

Normalmente en la confección de presupuestos de Seguridad, se hace presente el criterio de la imposibilidad de acertar en las cifras, dada la necesidad de hacerle frente a imprevistos. Los imprevistos son más frecuentes entre menos se hayan creado buenas estadísticas. No nos darán ellas la fecha y hora en que algo va a ocurrir. Pero si son bien manejadas, pueden preverse las tendencias, la frecuencia como pueden amenazarnos determinados hechos, los modus operandi que podrán ser aplicados, etc… De ese modo, disminuiremos el factor sorpresa, mejorando nuestra capacidad de reacción.

Precisamente, en eso de la capacidad de reacción, puede demostrarse nuestro criterio profesional. Si nuestras amenazas están bien estimadas, nuestra capacidad de reacción resultará lógicamente dosificada. Que esta última sea insuficiente, o que resulte exagerada, son síntomas de mala planificación. Y, aparte del fracaso que esto implica, los que analizan nuestras necesidades con criterio financiero, afianzan su temor en nuestros desaciertos y se animan a limitar nuestros presupuestos.

Para quienes viven abstraídos en el ambiente bancario «químicamente puro», es frecuente que se les forme un criterio de actividad «misteriosa», esa de Seguridad. A su alrededor se empieza a crear un matiz policial, que a algunas personas de Seguridad erradamente les gusta cultivar. Los que así proceden alimentan la tendencia a calificar de «gasto» a las erogaciones de Seguridad, en vez de considerarlas como «inversión».

El misterio tiene además otro enemigo. Quien autoriza medios para adquirir equipos caros, servicios costosos, gastos de viaje, etc.. debe tener muy claro que lo solicitado está plenamente justificado. Una manera de lograrlo, es la de poder demostrar la evidente necesidad y los beneficios que su solución acarreará. Pero el enemigo al que me refiero, es la presencia del corrupto en Seguridad, que le saca provecho al misterio, para hacer solicitudes de inversiones injustificadas con propósitos oscuros.

La supervisión a que están sometidas las inversiones es una medida siempre conveniente, pero su rigor disminuirá a medida que la confianza crezca a base de una clara demostración de las verdaderas necesidades y de la ventaja que implica resolverlas. A la larga, ese es el ambiente que se va creando cuando las cosas son nítidamente manejadas. Y se sentirá una mayor autonomía para la toma de decisiones, como producto de la simplificación de los trámites.

Convendría mucho, jerarquizar los planes de Seguridad, de tal suerte que los niveles de supervisión, acordes con la responsabilidad de cada escalón, mantengan el control de lo que Seguridad realiza; no sólo para gerenciar la parte que le corresponde, sino para sentir su presencia y evaluarla. Por ausencia de esta información a los diversos niveles, sucede frecuentemente que en los más altos, se suele ignorar lo que hace Seguridad y cómo lo hace.

Las actividades de Seguridad, deben estar estrechamente ligadas a la política institucional; y si la jerarquización de sus problemas se hace y se distribuye verticalmente entre los componentes de la institución, la imagen de Seguridad dejará de ser la de una unidad de bajo rango, sin que por ello se atiborre a la alta gerencia de los problemas que deben ser manejados a niveles subalternos.

Uno de los lastres contra este esfuerzo, es consecuencia del origen muy corriente en las organizaciones de Seguridad Bancaria de personal procedente de los cuerpos policiales o militares. No siempre resulta exitosa su adaptación al tipo de seguridad que una institución financiera requiere. Poco a poco, una unidad de Protección o de Investigaciones, adquiere las características de una Comisaría. Y a veces puede resultar hasta complicado tratar de borrar el matiz policial del ambiente. Nexos sentimentales y lógicos con su organización de origen lo dificultan.

Esto es aun más difícil, dado que en las actividades de Seguridad Bancaria es imprescindible el contacto con los órganos de Seguridad del Estado, con los que por misión expresa, debemos llevar las mejores relaciones. Importante es por esta razón delimitar con precisión los linderos de ambas jurisdicciones.

Aunque en ambos ambientes se trabaje en favor de la seguridad, hay criterios que, aplicados en el uno o en el otro, difieren en el fondo, por ejemplo: hay discrepancia entre la actitud de un cuerpo policial y la de seguridad bancaria, en el caso de una amenaza de secuestro. A la hora de plantearse, a un cuerpo policial, éste tratará de detectar al delincuente y capturarlo; para Seguridad Bancaria, lo esencial es darle protección al funcionario amenazado. De no producirse un buen entendimiento, los objetivos resultarán divergentes y el resultado puede ser desastroso.

Algo similar sucede con la orden a los empleados de las oficinas de no ofrecer resistencia a la hora de un robo (atraco). Todas las medidas previstas son esencialmente preventivas: la alarma, las cámaras de CCTV (filmadoras), la recomendación de observar y memorizar lo que ocurra, etc… Pero los bancos, en su totalidad, le dan prioridad definitiva a la protección de su personal. La acción de los cuerpos policiales sigue lineamientos diferentes.

De estas discrepancias, posiblemente surja la dificultad que se genera en los bancos cuando, luego de ocurrido algo grave, se deja en manos de la Policía la investigación. El necesario conocimiento de muchos detalles, que enriquecerían nuestras experiencias, queda sólo en manos de esos organismos.

Lo mismo ocurre con las estafas. Una vez detectada una estafa, se hacen los esfuerzos por detenerla, reduciendo las pérdidas, si está ya está en marcha. O neutralizarla, frustrándola. Pero una vez denunciada, el cuerpo policial (PTJ) que la maneja, en cumplimiento de prescripciones legales (sumario), nos oculta los pormenores del proceso y raras veces llegamos a conocer detalles que nos serían muy útiles para nuestra labor preventiva.

Es necesario tratar de profundizar más en el conocimiento de estos delitos y no limitarse a abandonar en manos de los cuerpos policiales toda la labor investigativa, sin que podamos enterarnos de detalles importantes para nuestra planificación. Si las prescripciones legales del sumario nos lo impiden, nuestro interés deberá mantenerse hasta tanto sea posible conocer las interioridades del proceso.

La sucesión de hechos o de intentos delictivos aparte de la atención que se les preste, y de la forma como se registren, tienen un valor individual, porque cada uno de ellos implica una vulnerabilidad que el delincuente ha descubierto, y que nosotros, pese a nuestra constante labor de prevención, no habíamos detectado. Luego, quien haga la investigación, debe poner atención a las circunstancias que permitieron el delito, o provocaron un gran atractivo a los delincuentes para perpetrarlo. Si la gente de Investigaciones determina estos detalles y no los comunica a Prevención, se rompe el ciclo lógico de la Seguridad.

Toda vulnerabilidad no cubierta, es una falla de Protección. Y si el número de vulnerabilidades conocidas es muy elevada, se impone que las jerarquicemos, en función de los criterios como: la que puede causar mayores daños, la más probable, la más difícil de neutralizar, etc..

Con esta información Protección podrá hacer un empleo más razonable de sus recursos, tendrá un criterio más claro de sus posibilidades y podrá hacer una estimación más precisa de sus necesidades.

Juegan un papel importantísimo en estos análisis, los factores TIEMPO y ESPACIO. Cada espacio tiene una dosis de exigencia en materia de protección. En un mismo recinto puede haber espacios más exigentes que otros. La combinación del empleo de la vigilancia y de los medios electrónicos con que se la complemente, debe obedecer a la respuesta más adecuada para dar la protección necesaria y oportuna a cada local del recinto a proteger.

La adopción de los tipos de lentes, el alcance de los mismos en el CCTV, y su nitidez, sumados a una correcta iluminación, nos permiten economizar vigilantes. Siempre y cuando no se abuse de la tecnología y se suprima en forma desmedida el factor humano irremplazable en ciertas misiones.

El costo de la vigilancia es permanente, y se suele incrementar en sus tarifas. La capacidad para la prestación de cada uno de los servicios que se le encomienden es limitada. Los medios técnicos con que se apoya este esfuerzo, son a veces costosos, pero se adquieren una sola vez, y si se los mantiene adecuadamente, significan una economía evidente y duradera.

El factor TIEMPO hace sentir su importancia cuando ante una amenaza estimamos con la mayor aproximación posible, cuándo ésta puede hacerse real. Eso nos permitirá calcular el lapso disponible entre el momento de su detección y la aplicación de nuestra reacción, para que ésta sea oportuna. El tiempo necesario para reaccionar, nos orientará sobre la distancia (espacio) a la que debemos hacer la detección, para dar el tiempo que necesita el personal o los medios con que debemos responder.

No hay que olvidar que ante cierto tipo de amenaza, nuestra reacción puede ser pasiva, limitando la activa a los efectivos policiales que nos deban apoyar. Y entones el tiempo que estos medios requieren para presentarse deben estar en nuestros cálculos.

De allí la importancia del buen funcionamiento de las alarmas de las oficinas, a la hora de un robo (atraco). Siempre existirá la duda entre si conviene que la policía llegue cuando los delincuentes se hallen aun en el recinto de la oficina, en el momento en que la abandonan o después. Entre estas tres situaciones la ideal es la segunda, pues en la primera corremos el riesgo de actitudes peligrosas con el personal y hasta de la toma de rehenes. Y en el tercer caso, que es el más frecuente, la huida de los delincuentes es de difícil seguimiento efectivo.

Manejando estos criterios, combinándolos adecuadamente, a la hora de presentar un presupuesto, Seguridad podrá demostrar su interés en la economía, que puede hacerse sin deteriorar la Capacidad de Reacción. Claro está, que todas las previsiones de este orden, deben estar centralizadas en unidades como nuestra Sala de Control; en la que monitores, cámaras grabadoras y filmadoras, y los medios de comunicación necesarios y adecuados, hacen del conjunto un gran recurso coherente y adaptable a la mayoría de las situaciones.

La realidad de estas situaciones relativamente corrientes en Seguridad, debe ser conocida por la gerencia de la que dependamos. Proceder de otra manera, genera cortes en el presupuesto de Seguridad, que normalmente se realizan cuantitativamente, sin detenerse a hacer apreciaciones cualitativas. Porque en ello influye el desconocimiento de quienes toman esas decisiones de los problemas de Seguridad por un lado, y por el otro, la falta de contacto entre Seguridad y su Gerencia superior, para mantenerla enterada de los esfuerzos con que Seguridad estimando razonablemente sus necesidades, se incorpora al empeño económico general de la empresa.

Hay un temor que se produce ante ciertas situaciones que crean en seguridad los amantes del misterio. Quienes no están acostumbrados a trabajar en cuestiones de seguridad, creen que éstas siempre revisten caracteres de secreto, de confidencialidad y prefieren abstenerse de intervenir en esta suerte de problemas.

Es verdad que durante ciertas etapas de un proceso de seguridad se debe usar al máximo la discreción; pero superada esa etapa, es mejor que se conozcan, tanto los éxitos como los fracasos, que suelen señalar siempre experiencias aprovechables.

Y la otra razón por la que existe ese temor es, que si los asuntos de Seguridad no se manejan con todo el profesionalismo deseado, ese amor al misterio, puede ser un simple artificio para deshonestidades inadmisibles, en cualquier ambiente de la empresa, pero por sobre todo, en Seguridad. Es por eso que Seguridad debe ser clarísima en sus exposiciones, sobre todo con su gerente superior inmediato y con todo aquel que para decidir necesite conocer la legitimidad de un esfuerzo, y quien debe tener respuestas precisas, y bien justificadas.

El inevitable contacto con la delincuencia, hace permeable al personal de Seguridad con fallas morales y significa una vulnerabilidad que sólo se neutraliza al hacer una buena selección, y además, realizar la verificación periódica de los datos iniciales por si algún deterioro se ha producido. Esta es una labor muy importante en la protección de la imagen externa del banco y especialmente la interna de Seguridad.

En cuanto a nuestra Capacidad de Reacción diríamos que es el indispensable complemento de la Prevención. Toda actividad preventiva no tiene mayor valor, si cuando se detecta alguna amenaza no estamos en capacidad de reaccionar eficazmente. Dosificar nuestra reacción es sumamente importante, pues es allí donde se mide nuestra economía de medios. Una reacción desmedida, nos puede traer consecuencias peores que el mal que quisimos evitar. Una reacción tímidamente inferior a la que debemos tener, pone en duda la eficacia de nuestras medidas de previsión.

De nuevo las nociones claras de tiempo y espacio dominan nuestra conducta. Una amenaza tiene como características a los probables agresores, a su estilo y modus operandi usuales, a las características del objetivo que pretenden, a la dirección de donde se puede esperar, y al lapso que nos separa del momento adecuado para que actúen. Con esos detalles sobre cualquier amenaza, los responsables de los medios de detección oportuna y de los medios de reacción, tienen las informaciones que sobre espacio y tiempo se necesitan.

En la asignación de estos recursos jugará un papel importante igualmente, la gravedad del daño que pudiera causarnos el agresor y las características misma de la agresión esperada. Si es violenta, si es moderada..etc… Nuestra misión será en forma permanente, asegurarnos de tener las medidas preventivas adecuadamente establecidas, un buen sistema de detección entre ellas, y por supuesto, nuestra capacidad de reacción inmediata.

Con esas precauciones, debemos disminuir el factor sorpresa que potencia considerablemente cualquier agresión. Aquí si aparece el fulano secreto como necesidad. Las medidas preventivas no pueden mantenerse normalmente en forma de dramática alerta. A la larga el personal se fastidia y se va perdiendo la atención que el caso merece. Pero quien planea atacarnos se ocupará seguramente de cerciorarse de si éstas existen, dónde y cómo. Si ellas son muy evidentes pospondrá su acción hasta que ellas se hayan disipado.

Aquí se enfrentan otros criterios. O las medidas preventivas jugaron su papel disuasivo, o alguien dentro de nosotros alertó a los delincuentes. Si la acción fue suprimida por parte del agresor, debemos estar seguros hasta donde se pueda, de que no se trata de una simple postergación para mejor momento. El mejor momento somos nosotros quienes lo podemos crear. Nos hemos evitado una sorpresa, pero no debemos bajar la guardia hasta que la amenaza no se haya realmente esfumado. Si poseemos el único blanco, que ellos buscan atacar, se volverán a organizar. Si lo que buscan lo tienen cualquier otro banco, cambiarán de objetivo, seleccionando un banco menos precavido. Los hemos disuadido.

 

 


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