Topografía de los riesgos







CAP. VII N° 2


TOPOGRAFIA DE LOS RIESGOS


Nota del Traductor:

En este artículo, publicado en Security Management, en su número de Noviembre de 1991, su autor Robert M. Figlio nos trata el problema de la determinación del índice de peligrosidad o delictivo de una área, a fin de poder opinar sobre la conveniencia o no, de ubicar en ella una determinada instalación, o de realizar en ella una necesaria actividad. La sección en la que él lo publica se titula «análisis de Seguridad» y el artículo lleva el nombre de «The Risk Where We Live». Su correcta traducción podría haber sido «El Riesgo en que Vivimos» Arbitrariamente lo he adulterado, para dar una idea global más clara de su tema. El artículo dice:

No hay duda de que el delito está presente en toda sociedad. La actividad delictiva es tan penetrante que algunos teóricos de la Sociología han llegado a afirmar que por varias razones al delito se le debe calificar de «normal».

No obstante, aun considerando que el delito pueda estar presente en forma casi irremediable, podemos observar que la distribución de su incidencia no es pareja en las áreas sociales. Las comunidades y las pequeñas áreas habitadas difieren en sus niveles delictivos. Este estudio del delito en relación a las poblaciones y a la gente que las habita se conoce como el examen del espacio ecológico del comportamiento delictivo.

En los albores del desarrollo de la Criminología los teóricos reconocían que en las áreas urbanas se presentaba una mayor rata de criminología que en los ambientes rurales. Por ejemplo, el gran teórico Louis Wirth aseguraba que la vida en los medios urbanos creaba «anomie», que es el sentido de ausencia de valores en una sociedad, y además alienación personal en los individuos. Otros han sugerido que los lugares afectan al sistema de valores personales y de ese modo se crea una propensión al delito.

Aun Tomas Jefferson, compartiendo esta manera de pensar declaró:

«Cuando se nos apila unos a otros en las ciudades grandes, nosotros nos volvemos corruptos, como en Europa, y empezamos a comernos uno al otro como pasa allá.»

No obstante, esta apreciación sobre la vida urbana no es compartida por todos, y nuestra experiencia nos ha demostrado que todas las áreas urbanas no son iguales, ni muestran los mismos niveles delictivos.

Tanto en estudios hechos hace poco, como en otros aun más recientes, se ha probado que hay diversidad, aun dentro de las mismas áreas urbanas, donde una vecindad (barrio, o sector) experimenta bajos niveles delictivos, en tanto que otras zonas de la misma ciudad se encuentran azotadas por la violencia contra las personas y contra sus bienes.

Nosotros ahora reconocemos que zonas suburbanas y aun rurales, varían considerablemente en su estructura física y social y en sus patrones delictivos.

La afirmación de que el delito está ligado a las características del lugar en que se comete, se conoce ahora como el enfoque «ecológico» del problema, y hay ya una larga historia tanto de teorías como de trabajos empíricos en la criminología, que vienen de la década de los años 20.

La metodología de la investigación ecológica originalmente envolvía el análisis de círculos concéntricos de patrones de delito. Otros enfoques ponían especial atención a los sectores del delito y a la desorganización social. Otros teóricos han establecido su campo en áreas como los motivos del delito y su distribución en el espacio.

Las investigaciones más recientes han cambiado el enfoque hacia la captación y descripción objetiva de la delincuencia en el espacio sin nexos ideológicos , ni ideas preconcebidas sobre donde el delito debe o no estar radicado.

Estas investigaciones no están tan ligadas a explicaciones teóricas, como a la distribución topográfica y a las características sociales de las vecindades, permitiendo interrelacionar estas variables, buscando la concordancia entre ellas para propósitos de predictibilidad. Ese estudio ha producido una inmensa cantidad de datos de carácter demográfico, social y criminológico, útil para el análisis de ciertas áreas suburbanas de determinadas ciudades.

Sin embargo, esta información es esencialmente descriptiva y no ofrece mayores ayudas para responder a preguntas como: ¿ Porqué la rata del crimen tiene tal nivel en tal lugar y no en otros ?

Desde la Segunda Guerra Mundial, la población de los EE.UU. se ha ido descentralizando en forma creciente en muchas dimensiones. El cambio del transporte ferroviario a las autopistas ha conducido a una suburbanización y ha variado radicalmente las estructuras económica y social de las ciudades y de las zonas intermedias.

Como resultado nosotros necesitamos ahora observar los cambios en la población, las vecindades y asociar estas alteraciones con el comportamiento delictivo. Necesitamos además determinar la interrelación entre estas variables y su asociación.

En el trabajo realizado durante un seminario «ecología humana», Amos Hawley trató de identificar diversas poblaciones, precisando sus diferencias, y descubrir como estas áreas están interrelacionadas e interconectadas. Adicionalmente él trató de ligar los cambios en la población con el cambio social. Las comunidades, las vecindades y los grupos sociales que se interrelacionan y afectan unos a otros. Los cambios que se pro

ducen en un área que se relacionan con los ocurridos en otra.

Hoy, investigaciones hechas mediante métodos sofisticados, relacionan el delito con el examen de la geografía, entre otros conceptos, como el papel que juega el cambio en el uso de la tierra y el carácter de la vida social de las comunidades.

Las investigaciones han demostrado que los cambios en el uso de la tierra producen mutaciones en la población, los que a su vez producen luego cambios en la actividad delictiva del área. Además, el impacto resultante del delito puede ser destructivo para la vitalidad de la vecindad y amenazar la estructura social de un área.

El delito, las residencias (vivienda), la actividad comercial, están definitivamente relacionadas; lo demuestran los estudios más recientes. Los niveles delictivos juegan un papel muy importante en la toma de decisiones sobre dónde quiero vivir o dónde debo instalar mi negocio. Para mucha gente, esta consideración, entre otras, es a veces la más importante.

El tema en general se complica con nuevas investigaciones que demuestran que el delito no sólo está relacionado con las características del ambiente que él deteriora, sino también con el movimiento en el espacio de los delincuentes.

La realidad nos impone entonces que estudiemos los patrones del movimiento de la delincuencia, además de comprender las características de las oportunidades o factores de la víctima. Ya no podemos asumir simplísticamente la relación o similitud entre la víctima y los ambientes hostiles. Si el delincuente se moviliza, ampliará igualmente el alcance de sus fechorías.

El delito se relaciona con las características de la población, los factores físicos del ambiente, y los patrones de movimiento. La captación del conjunto de estos factores hace necesario un sofisticado y multiperspectivo enfoque que pueda ser desarrollado útilmente y resulte válido para crear estrategias profilácticas en el control y prevención del delito.

Estudios basados en un sondeo nacional de las víctimas de los delitos, enfocado hacia la personalización de la víctima, su edad, extensión de la urbanización, pobreza de la vecindad, composición racial, densidad estructural de la vecindad, muestran que la extensión del urbanismo, densidad de las viviendas, y la pobreza, son indicadores que permiten predecir los delitos contra las personas y contra la propiedad.

De manera muy interesante, la densidad de las viviendas está relacionada con el ambiente delictivo, tanto en las urbanizaciones como en áreas menos pobladas. Por supuesto que en las áreas urbanas, la pobreza agrava la acción de la densidad elevando el nivel delictivo.

Otros estudios llegan a que la declinación de la población del interior de las ciudades, las casas pobres abandonadas o vacías y población flotante, todos contribuyen como factores que estimulan la actividad delictiva, y esta relación existe igualmente en áreas del centro de las ciudades.

Estas características criminogénicas (generadoras del delito) de que se habla en las ciudades, parecieran estarse presentando y radicándose en áreas suburbanas en las últimas tres décadas.

Como consecuencia, aquella idea de que el delito decrecía a medida que se alejaba uno del centro de la ciudad, ya no es aplicable a muchas urbes. El crimen en las áreas suburbanas es de preocupante relevancia para las agencias encargadas de su control, y rivaliza con las cifras del centro de las metrópolis.

Los delincuentes que viven unos cerca de los otros, tienen la tendencia a viajar de acuerdo a patrones reconocibles, a lo largo de rutas afines, y para cometer delitos similares. O sea que existen corredores de movimiento para el delito y éstos son empíricamente definibles.

En una nota de las experiencias policiales, se comenta que la tendencia de los delitos a agruparse por tipo, dentro de un determinado espacio ha declinado. Los robos se difunden en un área mucho mayor de lo que era antes. Básicamente, las moradas de los delincuentes se han dispersado igualmente en áreas mas extensas, y claro, la dispersión de sus delitos se hace en áreas aun más vastas. En otras palabras los delincuentes son ahora más móviles.

No obstante, cabe observar que este proceso expansión, no ha sido general para todos los tipos de delito. Los atentados contra las personas tienden a producirse con mayor frecuencia en las proximidades de la residencia de la víctima. En cambio los robos tienden a estar influidos por la oportunidad y vulnerabilidades.

De importancia adicional en este sentido, especialmente del trabajo que nosotros hemos emprendido en el CAPIndex Inc(índice CAP), donde hemos hallado datos concernientes a la seguridad relativa de una vecindad. La forma como puede preverse la actividad delictiva no es una simple función de las características de esa vecindad, sino de las áreas sociales adyacentes y de su estructura física.

Como telón de fondo de todas estas discusiones se halla el tema muy común de la relación entre la estructura de la comunidad y su decaimiento con la desorganización puesta de manifiesto en la pérdida del control social y la elevación del índice delictivo.

Hay una fuerte relación entre la forma definible y medible de la descomposición social y el delito, también medible con los índices disponibles.

Estos indicadores son medidas cuidadosamente especificadas de demografía como características, condiciones y valor de la vivienda, movilidad de la población, cambios sociales de la vecindad, índice delictivo; todas ellas en relación a áreas de pequeña extensión.

La interrelación entre estas medidas, puede graficarse como se muestra en la lámina N° 1. Factorizando estas variables y aplicándoles las técnicas de regresión, que toman en cuenta los aspectos lineales o no lineales de su interrelación, con todo lo cual los riesgos de delito pueden llegarse a determinar con un alto grado de precisión.

El modelo dice esencialmente, que la desorganización social y el delito están interrelacionados como lo indica la flecha bidireccional, y que las variables en las «cajas» son indicadoras de esa relación.

Adicionalmente aplicando el modelo a los gráficos de área, es posible anticipar los «corredores del delito» que permiten la migración de un delincuente de un área hacia otra, tal como lo discutimos antes.

Este modelo ha sido ampliamente convalidado en todos los EE.UU. Y como resultado, es posible predeterminación de crímenes o delitos potenciales en, prácticamente, cualquier área geográfica del País.

Así que, esos delitos potenciales en cualquier localidad, en el futuro podrán ser predeterminados, simplemente con introducción de las proyecciones demográficas en este modelo.

Datos sumamente importantes que podrán usarse en los niveles de decisión de Seguridad, y así los planes estratégicos podrán ser generados de los modelos demo-geográficos como éste. Por ejemplo; el riesgo de delito de cualquier lugar en función de la localidad en la que se tiene previsto ubicar algo, puede ser determinado. Este índice local, resulta muy útil para establecer las necesidades de seguridad, sobre todo en lugares en los que la percepción, sobre la severidad de su índice delictivo sufra variaciones muy marcadas.

Este modo general de precisar los riesgos de los diferentes lugares dentro de un contexto común, que es el País, hace posible

la comparación racional y objetiva de la potencialidad del delito en áreas de gran extensión. Este tipo de información es posible llevarla a gráficos como el que incluimos con el Nro. 2.

Nosotros hemos adoptado una teoría abstracta sobre la distribución geográfica del delito y la interrelación que existe entre esta distribución y las características de la tendencia al crimen del ambiente, y de la graficación en el modelo, a base de estadísticas de la «geografía del crimen».

Nosotros hemos validado este modelo de relación estructural demográfica, características de la vecindad, movilidad de la población y del delito,

para producir una herramienta útil que nos permita determinar con una gran precisión los riesgos de actividades delictivas, para una amplia gama de delitos graves, en cualquier localidad de los EE.UU.

Esta aplicación muy vasta como herramienta de las perspectivas teóricas en el ambiente de los centros de decisión de seguridad representa el último grito y muy sofisticado del enfoque para buscar soluciones a la necesidad de prevenir el delito en una localidad específica.

Esta determinación es de suma importancia para la disuasión del delito y para su control. Nosotros tenemos ahora herramientas desarrolladas en base a largas tradiciones teóricas y validadas con una nutrida base de datos, para responder a esa necesidad satisfactoriamente.

N.T. Como vemos, allá, en los EE.UU. se han hecho grandes progresos sobre lo que ellos llaman la predictibilidad del delito. En artículos anteriores discutían sus autores sobre la responsabilidad de los bancos frente a los delitos cometidos en sus áreas de responsabilidad, frente a los reclamos de clientes que hubieran podido ser afectados.

Nos hablaban de procesos legales contra los bancos por negligencia en las medidas de seguridad que debieran haberse previsto para evitar lo ocurrido. Es probable que los estudios realizados sobre este tema hayan sido el resultado de presiones de ese género.

Nuestra actitud, al analizar el caso de los robos (atracos), es criticable, si al resultar víctimas de uno de ellos, nos limitamos a tratarlo como un caso aislado, y terminadas las formalidades de rigor, lo pasamos a «caso cerrado».

Si tenemos una determinada cantidad de oficinas. Si cada una de ellas existe desde hace ya un determinado número de años. Si de todas ellas solo un grupo muy limitado ha sido objeto de robo. Y si algunas de ellas lo han sido varias veces, el conjunto de los robos ocurridos nos presenta un cuadro digno de ser estudiado.

Es posible que no tengamos que usar técnicas sofisticadas para analizar este fenómeno, y que de la aplicación de las más simples, ya podríamos obtener un orden decreciente de la vulnerabilidad de nuestras oficinas, al ordenarlas de la más a la menos atracada. Lo cual nos animaría razonablemente a hacer una estimación de las fallas existentes y a tratar de subsanarlas en un orden lógico.

Y en el tiempo, con las fechas de esos robos, podríamos hacer el análisis sobre el día del mes, de la semana, el mes mismo en que han ocurrido, para sacar de allí algunas conclusiones útiles para prever un delito normalmente tan traumático, que aparte del daño material que nos hace, deteriora la imagen del Banco y en particular el de la Seguridad.

De la lectura del artículo, podemos observar cuántos otros organismos, aparte de los bancos, intervienen en el análisis de los problemas, y en particular la forma como la Policía colabora con su información estadística. Lo cual debe llamarnos la atención sobre la necesidad de compartir con ellos nuestro esfuerzo.

Sabemos que entre nosotros no hay un clima favorable a este empeño, pero dentro de lo que yo llamaría nuestra profesionalización, esa será una tendencia inevitable y de mucho provecho para todos. Una de las ideas que podría ser de gran utilidad en el logro de este objetivo, es la de realizar seminarios en los que se discutieran temas como los que nos preocupan (robos, estafas, secuestros, etc..) y en los que participaran personas de los órganos policiales. En ambientes como éstos, semi-académicos, todos tendríamos la oportunidad de aportar ideas y discutirlas con beneficios para el conjunto. Allí estaría nuestra experiencia y la de ellos al servicio de todos.

Hasta tanto no lleguemos a mejorar las relaciones profesionales entre los Organos de Seguridad del Estado y la Seguridad Bancaria cada uno, andando por su lado y quejándose de los demás, estaremos limitando mucho la calidad de nuestros servicios.

El tema del artículo, tiene gran aplicación a la selección de lugares para ubicar nuevas oficinas o dependencias del Banco, que se realiza aun en los EE.UU., con poca atención a la opinión de Seguridad y mucha a la de Mercadeo. Pero ahora hay otra actividad cuya intensidad aumenta, que es la de los Cajeros Automáticos. En ella la aplicación de esas técnicas es aun más frecuente, pues ellos son muchos, muy dispersos y requieren gran atención.

Las grandes amenazas contra ellos vienen principalmente de tres fuentes cuyo control y neutralización nos interesa a todos por igual. Los delincuentes, los empleados deshonestos, y los vándalos. Sin embargo ha costado mucho convencer a los propietarios de cajeros, de la necesidad de actuar coordinadamente. Los delincuentes se benefician de nuestra necedad y, o no son reprimidos, o lo son aisladamente por algún banco que se toma esporádicamente esta iniciativa.

Solo cuando la acción de ellos se torne insoportable, posiblemente nos convenceremos de la necesidad de pensar en algo más lógico. ¿ Estaremos actuando profesionalmente ?

Es posible que algunos delincuentes se hayan especializado en determinada marca de cajeros. Y si un banco tiene solo esa marca, tendrá la impresión de que ellos actúan contra él. Apartando las marcas y sus posibles vulnerabilidades, a ningún delincuente le interesa perjudicar en especial a determinado banco. Ellos solo buscan beneficiarse con el producto de su delito, llámese como se llame el banco víctima. Seamos al menos tan vivos como ellos.


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