Durante las últimas dos semanas, Bolivia hapadecido el recrudecimiento de una crisis cíclica: los cultivadores de coca, liderados por un sindicalista de origenindígena, obstaculizaron las principales vías de la zona conocida como Trópicode Cochabamba, y protagonizaron enfrentamientos con la fuerza pública. Hasta este momento, las escaramuzascontinúan. No obstante, estos hechoshan transcurrido en un segundo plano dentro de la agenda de la opinión públicainternacional, por ahora más preocupada por los cambios políticos registradosen Argentina y la estabilización el diálogo entre el gobierno colombiano y lasguerrilla de ese país.
Desde esta tribuna, sin embargo, queremosllamar a atención en torno a lo que viene ocurriendo en el paísaltiplánico. De esta experiencia puedenextraer lecciones el resto de los países latinoamericanos que todavía no hanentrado de lleno en el circuito de la producción de cultivos ilícitos.
Hace 20 años, Bolivia no era conocida comoproductora de coca. Había y hay pequeñosenclaves aledaños a la capital (La Paz), conocidos como los Yungas, donde estearbusto crece en forma casi agreste desde tiempos precolombinos. La hoja ha sido utilizada esencialmente porlos pobladores locales para hacer infusiones o para masticarla cruda enbolitas, lo que se conoce como acuyicar en el dialecto aymara.
La mama coca no representaba unaindustria para los bolivianos, más inclinados a otro tipo de quehaceres como elde la minería. Al norte, en Colombia,la industria de la droga estaba en proceso de conversión. El auge de lamarihuana, conocido como “bonanza marimbera” cedía el paso a la cocaína, cuyoprecio en el mercado estadounidense era diez veces mayor al de la cannabissativa, y mucho más fácil de transportar que ésta.
Ante la creciente demanda del alcaloide, losincipientes carteles se vieron en la necesidad de acudir a países vecinos paraobtener suficiente materia prima. Colombia, para ese momento, no había entrado en la cadena del cultivoilícito de la coca. Desde Bolivia, yespecialmente Perú, se encargaron de industrializar la producción del arbusto eincluso hacerle el primer procesamiento para su transformación en pasta base.
Los gobiernos de Lima y La Paz no reaccionarona tiempo. En algunas oportunidades,incluso, sus administradores de turno auspiciaron las siembras ilegales, con lajustificación de que se trataba de un paliativo al impacto social que entoncestuvieron tanto el declive de los precios internacionales de sus productos deexportación tradicionales como la necesidad de saldar la deuda externa.
En torno a la producción de coca surgió todo unmodo de vida en el Trópico de Cochabamba. Los cálculos del gobierno boliviano indican que aproximadamente 60 milfamilias llegaron a vivir de esta actividad, al punto que individuos dedicadosa la minería eventualmente migraron desde los alrededores de La Paz hacia elChapare. El precio de mercado de lahoja de un saco de hoja de coca es 15 veces mayor que su equivalente en peso deplátanos o piñas, y no requiere ni la mitad del trabajo que pide el cultivo detales frutos.
Esta base social pronto tuvo una expresiónpolítica. Los cocaleros de Bolivia hansido determinantes en la elección de alcaldes, concejales y diputados, tal ycomo ocurre en ciertas regiones de Colombia y Perú. Este lobby se encarga de obstaculizar la aprobación o la puestaen práctica de iniciativas que afecten a sus intereses, que también son enbuena parte los intereses de la industria de la droga.
Sólo una combinación de presiones y programas decolaboración procedentes del exterior –principalmente la Comunidad Europea yEstados Unidos- ha hecho que Bolivia avance hacia la superación del ciclococa-cocaína. Han sido aproximadamentediez años de ensayo y error, de éxitos y fracasos. Bolivia es, después de Colombia, el mayor receptor de ayudaforánea destinada a la promoción de cultivos alternativos. Allí el Estado tuvo que asumir –aunque enforma tardía- el compromiso de enfrentar la industria de la droga. Este año, deberá cumplir con la promesa de“cero coca” fuera de las 12 mil hectáreas permitidas en las Yungas. Pero la demanda de drogas en Nueva York,Miami y las calles del Viejo Continente mantiene su crecimiento. Las consecuencias se sienten hoy en lascalles de Cochabamba.
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