A menudo en forma imperceptible, muchasactividades de nuestra vida cotidiana han ido cambiando gracias a la cruzadacontra el terrorismo. Viajar ahora esuna de las que menos se parece a lo que solía ser hace apenas un año.
La conversión de los vuelos comerciales en“misiles humanos”, y las pérdidas que esto ocasionó en la industria aeronáuticadurante el año 2001 (calculadas en más de 20 millardos de dólares solamente enEstados Unidos) obligó a la
Como la FAA aplica las mismas exigencias de susvuelos internos a todas las líneas con rutas desde o hacia los Estados Unidos,estos requisitos se han transformado de hecho en normas de carácterinternacional. En una suerte de efectocascada, todos los aeropuertos y líneas de Iberoamérica han tenido queadaptarse, pues de lo contrario no obtendrían la certificación que les permiteacceder al mercado norteamericano.
En Madrid y en La Paz, en Caracas y Sao Paulolos procedimientos deben ser más o menos los mismos: no se permite la permanencia de vehículos sin piloto en el áreaexterior a la entrada del terminal; elpasajero es vigilado por funcionarios –de civil y uniformados-, así como porcámaras de circuito cerrado; debe también someterse a cotejos biométricos (sila tecnología está disponible) y aguantar revisiones minuciosas a su humanidady sus haberes. El más insignificantecortauñas es tomado por “arma blanca”, aunque en los vuelos del 11 deseptiembre del 2001 utilizaron cuchillos de fibra para llevar a cabo lossecuestros.
Más aún: se incrementó en 50 por ciento elestimado promedio de permanencia en el proceso de revisión al pasajero y cotejoa sus documentos. El costo de laseguridad tarde o temprano será trasladado al usuario a través de impuestos, directoso indirectos. Basta con pensar, porejemplo, en que hace diez años una maleta sin elementos de seguridad era apenasla señal de un dueño desprevenido. Ahora, es necesario que el equipaje tenga candado y vaya recubierto poruna lámina plástica (que no paga ningún gobierno), pues de lo contrario elpasajero puede ser señalado de no hacer todo lo que está en sus manos paraprevenir tanto el transporte de drogas como el utilización de sus bienes paraactos terroristas.
En fin de cuentas, si anteriormente lasrevisiones intrusivas eran aplicables solamente en caso de una sospechacorrectamente fundamentada, ahora todos los viajeros somos, de antemano, unpoco sospechosos. Lo queramos o no, lacruzada contra el terrorismo tocó a nuestras puertas y también a nuestrosbolsillos. La mesa está servida paraque las organizaciones dedicadas a la defensa de los derechos individualesalcen su voz.
¿Cuál es el precio de la seguridad? Sin dudaalguna, el que cada uno de nosotros esté dispuesto a pagar. Desde hace seis meses, todos somos un pocomenos libres.
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