En Perú la explosión de una camionetapreviamente robada dejó 9 muertos y más de 30 heridos. En Colombia, gracias a un estado de anomiaque pareciera apoderarse de todos los rincones de ese país, 17 municipiosquedan sin luz debido a que la guerrilla la emprende contra las torres detransmisión. En Venezuela el uso de petardos prohibidos deja un policía heridodurante una marcha de protesta contra el gobierno central.
Todos estos hechos tienen algo en común: forman parte de tácticas terroristas. Igualmente, se parecen en que podrían serevitados si los mecanismos de control social fuesen aplicados en la fasepreparatoria, para propiciar la detección oportuna de los pequeños delitos ofaltas que sientan las bases para el éxito de una operación que busca generarpánico entre la población o entre los agentes del Estado.
En 1982, James Wilson y George Kellingpublicaron en
“En el nivel de la comunidad, el desorden y elcrimen están inextricablemente unidos en una especie de secuencia dedesarrollo. Sicólogos sociales yagentes de policía tienden a estar de acuerdo en que si la ventana de unedificio es rota y es dejada sin reparar, todo el resto de las ventanas prontoestarán rotas. Esto es cierto tanto en los vecindarios acomodados como en loshumildes”, explicaron en aquella oportunidad.
En honor a la verdad, Wilson y Kelling no sepropusieron la meta de diseñar un plan antiterrorista, sino un método paragenerar una sensación de seguridad en las comunidades, mediante el control porparte de la autoridad de aquellas conductas que, si bien no constituyendelitos, son faltas cuya repetición va generando un ambiente de violacióngeneral a la norma, abonando así el terreno para la acción de los delincuentes.
Pero cabe destacar que, en los casos recientesde Perú y Venezuela, los hechos terroristas son más difíciles de detectar en sufase de gestación debido a la ausencia de una política de control de lasfaltas. El vehículo que estalló enLima, a pocos metros de la embajada de Estados Unidos, no sólo había sidorobado sino que fue abandonado en el estacionamiento donde posteriormente volóen pedazos. La policía preventiva, segúnlos vecinos, había disminuido considerablemente su presencia en los últimosmeses. La escena, por lo tanto, estaballena de factores que facilitaron la explosión.
En el caso venezolano, los explosivos arrojadoscontra los policías fueron de uso común durante el mes de diciembre. Poseen una carga de pólvora negra que es eltercio de la que contiene una dinamita. Convenientemente dispuestos, pueden hacer mucho daño. Sin embargo, lasautoridades hicieron caso omiso del particular, y le dieron una herramienta alos elementos que desean crear intranquilidad en la población.
Es poco probable que la aplicación de la teoríade las ventanas rotas hubiese impedido la ejecución de ataques de la magnitudde los vistos el 11 de septiembre del 2001. No obstante, la generación de un entorno seguro podría permitir a losagentes del Estado, e incluso a las propias comunidades, la oportuna detecciónde anomalías y evitar así males mayores.
El problema con la prevención –y la estrategiade las ventanas rotas es netamente preventiva- es que no rinde frutos políticosen el corto plazo. Sus beneficios,además, no se ven como podríamos ver por ejemplo a un delincuente detenido enuna de las razzias a las que estamos acostumbrados en Latinoamérica. Precisamente, lo que prevenimos es lo que nosucede. Darse golpes de pecho paradecir que no queremos el terrorismo es una cosa. Otra es actuar para que los buenos deseos pasen al plano de larealidad.
Links de interés