El mundo ha visto con asombro cómo de la nochea la mañana los planteles educativos de los países desarrollados se hantransformado en el escenario de hechos violentos, en los que a menudo salen arelucir pistolas, revólveres y hasta fusiles de asalto.
Un primer análisis nos indica que talesincidentes pueden tener un carácter endógeno o exógeno, según sea el origen desus actores. A veces, la escuela no esmás que el escenario de una disputa generada en las calles, en horariosdistintos al de la actividad académica. Tal fue el caso del primer episodio de violencia escolar con arma defuego reportado en Suecia, hace tres años: dos zagaletones intentaron cobrar una deuda de drogas atacando en lasafueras de un plantel al hermano del deudor, un alumno de 16 años.
En el otro extremo figuran los estudiantes queintentan dirimir por métodos no pacíficos sus diferencias con otrosrepresentantes de la comunidad educativa, generalmente maestros o compañeros declase.
La violencia escolar siempre ha existido, tantoentre alumnos como entre éstos y los maestros. No está lejos el tiempo en el que se consideraba adecuado propinarlepequeños golpes al que no aprendía sus lecciones, en el entendido de que “laletra con sangre entra”.
Pero los episodios de Columbine y Jonesboro, enlos que estudiantes supuestamente apacibles la emprendieron a tiros contra lacomunidad educativa, en lo que parecían ser arrestos de ira, indican que algose ha salido de control. Expertos en lamateria, como Mike Nelson (Keys to Safer School) y Bo Munthe (Suecia)han observado que tales incidentes son la consecuencia de un proceso en el quehay una espiral de agresiones, combinada con un escaso interés de autoridadesdistintas a las de la propia comunidad educativa.
Antes de Columbine, existía la posibilidad decallar hechos que en otros contextos hubiesen sido denunciados. La cercanía entre la víctima y el victimarioconstituye un elementos disuasivo, que impide el conocimiento público de lassituaciones. Investigacionesposteriores a un incidente con arma de fuego en Austin, Texas, determinaron que54 estudiantes tenían conocimiento sobre la presencia de una pistola en elplantel, antes de que fuese accionada por accidente.
Informaciones como esta constituyen indicios deque la situación es más grave de lo que parece ser. En términos criminológicos, este fenómeno se traduce en lallamada “cifra negra”: la estadísticade hechos denunciados no se compagina con la situación real. Algo muy frecuente en los casos deviolación. La “cifra negra”generalmente surge cuando las víctimas dejan de hacer las denuncias ante lasautoridades competentes, ya sea por factores tales como la desconfianza, el miedo,la vergüenza e incluso el cansancio.
Son muchas las consideraciones que se puedenhacer en torno a la violencia escolar. Por ejemplo, no es descabellado preguntarse si los alumnos se aprovechande su estado de minoridad para arremeter contra sus compañeros. O si la violencia en los planteles es apenasun pálido reflejo de lo que viene gestándose en el resto de la sociedad,magnificado por el asombro de los medios de comunicación.
Lo cierto es que el problema está allí. En este caso, como decían los antiguosescolásticos sobre Dios, que no lo percibamos no quiere decir que noexista. Se impone la aplicación deestrategias preventivas. No esperemosque nuestros hijos mueran para tomar cartas en el asunto.
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