No hay miedo mayor para un comerciante que laperspectiva de perder todas sus mercancías a manos de una turba. Contrario a los episodios de robo o asalto,queda en ellos la impresión de que la responsabilidad por este delito se hadiluido entre los integrantes de una multitud. O lo que es lo mismo: nadietiene la culpa.
Desde el año 2001, han sido reportados casos desaqueos en lugares tan disímiles como Nueva York, México, Buenos Aires,Arequipa y Caracas. De igual forma, losmotivos de cada suceso son diversos, y van desde una tragedia hasta disputas deorden político.
A pesar de su aspecto caótico, los saqueos enrealidad poseen una dinámica y una estructura. Al entenderlas, las autoridades están en capacidad de evitar que tomencuerpo y se conviertan en fenómenos incontrolables.
Los sucesos escenificados en Los Angeles cuandoun tribunal dejó en libertad a los agresores de Rodney King (abril de 1992)provocaron un intenso debate. Muchos sepreguntaban entonces si hubiera sido posible prevenir una situación que devastóbuena parte de esa ciudad. Losprofesores de leyes estadounidenses David Hadock y Daniel Polsby hicieron uninteresante aporte al publicar un ensayo titulado Entendiendo los motines.
En las primeras líneas, los académicosdesmontaron las explicaciones simplistas, que atribuyen los robos y destrozosgeneralizados a factores tales como la pobreza o el descontento social. Admitieron que en tales hipótesis “hay algode verdad, pero son evidentemente incompletas”. Lo cierto es que resulta imposible encontrar sociedades en lasque no existan pobres o descontentos. Aún así los saqueos son sólo fenómenos, y por lo tanto esencialmenteesporádicos. Son el producto de lamezcla de varios elementos en un lugar y un momento específicos:
“Cuando algo ocurre que ocasiona que un grannúmero de personas proclives al motin se agrupen espontáneamente en un lugarmientras que la policía no puede hacer lo mismo con la rapidez correspondiente,el costo de iniciar un motín comenzaría a decrecer dramáticamente, lo que nadiese figuraría antes del propio hecho”, señalan Hadock y Polsby.
Hay, entonces, una situación en la que se formaun grupo de manera aleatoria, mientras que en el mismo escenario la presenciade la autoridad no es lo suficientemente grande y disuasiva como para impedirque ese grupo inicie la violencia. Losacadémicos señalan que la multitud debe compartir “deseos y expectativas” contal intensidad que todos sus miembros sepan que si uno de ellos lanza unapiedra, “los demás lo seguirán”.
“Lo crucial, en la etapa de generación delmotín, no es que los participantes literalmente actúen en formasimultánea. Lo crucial es que lasofensas ocurran lo suficientemente rápido como para rebasar a la policía. Desdeel punto de vista del amotinado, su seguridad es una cuestión de cantidad”,apuntaro los académicos. En los casosde los saqueos presenciados en urbes tales como Caracas, Buenos Aires yAsunción, el factor común es la sensación de que la autoridad no existe. Una literal anarquía.
En el mes de abril de este año, según cifrasaportadas por el Ministerio de Interior y de Justicia venezolano, fuerondenunciados 224 episodios de saqueos a viviendas y comercios. La gran mayoría de los reportes se concentróentre los días 12 y 14, pero curiosamente hubo 13 denuncias entre los días 15 y24, cuando la situación política ya había sido controlada y el presidente HugoChávez había retomado el poder.
Desde la perspectiva de las aseguradoras, lamotivación del saqueo es vital. Si setrata de causas no asociadas a la política, es muy probable que el siniestrosea compensado. Pero en los casos reportadostras los alzamientos militares de 1992, y en los de este año, las aseguradorasvenezolanas anunciaron que no darían compensaciones por considerar que todoesto ocurrió en el marco de una usurpación ilegítima del poder. Este criterio obedece a cánonesinternacionales.
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