Según el calendario occidental, estamos en tiempos de cuaresma. Son días asociados a la reflexión. Pero en la práctica la cuaresma es el tiempo que va entre el fin del carnaval y el inicio de la Semana Santa. La gente hace un alto en sus obligaciones cotidianas y se dispone a pasarla bien en sus lugares de esparcimiento.
Por tal razón, entre el carnaval y la Semana Santa se presentan numerosos accidentes de tránsito para engrosar las cifras de mortalidad en todos nuestros países. De acuerdo con datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), éste es uno de los 3 factores que más fallecimientos ocasiona entre Canadá y la Patagonia. Según este estudio, presentado en el año 2000, las naciones donde los accidentes de tránsito tienen la mayor incidencia dentro de las categorías de «muertes por causas externas» son El Salvador (32,8%), Estados Unidos (30%) y Venezuela (28,6%). Estas cifras, sin embargo, tienen un valor meramente referencial pues fueron recogidas en períodos distintos.
La misma organización emitió un criterio sobre la gravedad del problema representado por los accidentes de tránsito. A falta de un mejor indicador, se escogió el número de muertes por cada mil habitantes. Los resultados fueron agrupados en una escala de 5 niveles. Los países donde el problema es «muy alto» son Bahamas, Belice, Bolivia, El Salvador, Guatemala y el archipiélago Turcos y Caicos. Cabe destacar que entre estos seis nombres, tres corresponden a territorios insulares, donde la población es relativamente escasa.
En Antigua y Barbuda, Aruba, Bermuda, Brasil, Colombia, Cuba, República Dominicana, Panamá, Puerto Rico, Santa Lucía, San Kitts & Nevis, los Estados Unidos y Venezuela el asunto es de gravedad «alta». Granada, Guyana, Haití, Honduras, las Islas Vírgenes, San Vicente y las Granadinas figuran entre los territorios más seguros para la conducción vehicular.
Un estudio divulgado por el MERCOSUR indica que la mayor tasa de mortalidad debido a accidentes de tránsito se presenta en Uruguay (24,2 casos por 1000 habitantes). Luego figuran Argentina (23,5 por 1000) y Colombia (19,1 por 1000). El documento no incluye una muestra de todos los países del área, por carecer de la data necesaria.
Es difícil señalar cuál es el factor que marca la diferencia entre uno y otro país. La Asociación Médica Mundial, en su 42 Asamblea celebrada en Rancho Mirage (California, EEUU) en 1990, señaló que los accidentes de tránsito «se pueden disminuir por medio de la aplicación sistemática y generalizada de técnicas modernas en lo referente al diseño del vehículo y las carreteras, control de tránsito y regulaciones apropiadas. Sin duda, la educación pública tiene un rol significativo». La asociación reveló que en los países desarrollados, este factor absorbe el 10 por ciento de los recursos hospitalarios. Estamos hablando de medio millón de muertos y más de 15 millones de heridos en todo el mundo cada año. Uno de cada cuatro afectados son peatones. Luego de hacer algunas consideraciones en torno a las mejoras en la infraestructura vial, la agrupación hizo énfasis en la necesidad de «modificar los cambios de conducta, en especial a través de la educación».
Creemos que estos consejos se mantienen vigentes, trece años después. La forma de comportarse tras el volante es un indicador de nuestra conducta general en sociedad. Una persona que no observa las normas elementales para el manejo vehicular es propensa a tener la misma actitud cuando anda a pie. Puede, por lo tanto, ser considerada como potencialmente peligrosa para el resto de la comunidad.
Los estudios indican que las campañas de concientización deben ser dirigidos hacia los grupos de edad entre los 16 y los 25 años. Joseph Badger, experto en «accidentología» advirtió que «los conductores jóvenes a menudo juegan cuando están manejando, no tienen familiaridad con la experiencia de manejo, son menos aptos para manejar con seguridad después de unos pocos tragos, se distraen fácilmente conversando con otros en el interior del vehículo y, frecuentemente, operan vehículos con fallas».
Los choferes noveles ciertamente poseen mejores reflejos que los veteranos, pero según Badger esta condición no se transforma en una ventaja pues tienen una escasa percepción del riesgo que corren al conducir con tanto desenfado. «Su reacción puede ser más rápida que una bala, pero la necesidad de reaccionar -esto es su percepción- puede tomarles un tiempo desacostumbradamente largo mientras intentan encontrar la respuesta necesaria», indicó.
Es lo que llaman el Síndrome de Superman. El personaje de las tiras cómicas es indestructible. Pero en las calles nuestros jóvenes se desangran por su propia imprudencia.