El peso de una mentira

La invasión a Irak es sin duda el hecho que mayor peso tiene en el futuro inmediato de las relaciones internacionales. Ya está claro que la incursión de las tropas aliadas se sustentó en una mentira esencial: que el régimen de Bagdad tenía en su poder armas de destrucción masiva, lo que en consecuencia representaba una amenaza para la seguridad internacional.
Esta falsedad no necesariamente hace injusta la invasión. Había razones de sobra para ir en contra de Hussein. Tantas como personas había eliminado el dictador en forma sistemática en su afán de permanecer en el poder. En la búsqueda de bombas y misiles, los soldados de la coalición han encontrado los vestigios de lo que fue un régimen oprobioso: más de 3 mil cadáveres lanzados a fosas comunes cerca de Basora y Hilla. Las organizaciones no gubernamentales de derechos humanos están documentando el mayor número posible de muertes, pues paradójicamente serán éstas las que servirán para condenar a Hussein en un tribunal ad-hoc, no las supuestas bombas atómicas o los ficticios laboratorios para la fabricación de gases letales.
La razón ?humanitaria? ha ido cobrando importancia en la medida en que se aleja la posibilidad de encontrar las armas. Llama la atención cómo los voceros de Washington han modificado en forma lenta pero persistente sus versiones acerca de los motivos que los llevaron a declarar la guerra contra Saddam Hussein. Todavía está fresco el recuerdo del canciller Collin Powell cuando mostraba fotos ante la Organización de Naciones Unidas en las que, aseguraba, estaban los enclaves donde ensamblaban los temidos instrumentos de exterminio.
10 meses despúes el jefe del grupo de inspectores de armas estadounidense David Kay renunció alegando que los informes de inteligencia utilizados para declarar la guerra eran ?imprecisos y errados?. Ante esta realidad abrumadora, el presidente estadounidense huye hacia adelante y señala que el mundo es ?un lugar más seguro y la gente de Irak es libre?. Pero ni una palabra de las armas.
¿Será presa Bush de la mentira que erigió como bandera desde el principio de este conflicto? Como en el ajedrez, antes que el rey están los peones y alfiles. El director de la Agencia Central de Inteligencia George Tennet está en la mira. Ya el presidente estadounidense nombró a los miembros de una comisión independiente cuya principal misión será estudiar las posibles fallas de inteligencia en la fase previa a la declaración de guerra.
Pero el resultado de esta investigación será dado a conocer en 2005. Para ese momento habrán pasado las elecciones, y quizá el interés de los estadounidenses ?volátil por naturaleza- esté puesto en otros asuntos más domésticos. O quizá en la siguiente guerra.

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