Dudan sobre efectividad de negociación con paramilitares

Las numerosas muertes que han ocurrido alrededor del proceso de negociación con los llamados paramilitares no sólo dejan dudas sobre el proceso mismo, sino sobre el papel que hoy juega la concentración en Santa Fe de Ralito, Córdoba. Todo indica que estamos aún muy lejos de dar pasos certeros hacia la consecución de acuerdos definitivos de paz y que, por lo pronto, lo que hay es más derramamiento de sangre.
La mejor forma de entender la concentración de los paramilitares es compararla con los procesos del M-19, el EPL, el PRT, el Quintín Lame y la Corriente de Renovación Socialista, hace ya década y media. El primer ejercicio fue el de Santo Domingo en el Departamento de Cauca en 1989, que surge de la necesidad de verificar el cese al fuego declarado por el M-19 bajo la comandancia de Carlos Pizarro. El raciocinio era muy claro: la guerrilla –como los paramilitares– es una fuerza irregular cuya característica principal es la movilidad y, en consecuencia, a diferencia de un Ejército regular, se caracteriza porque no se sabe a ciencia cierta dónde están sus efectivos. La emboscada, las minas antipersonal y el mimetismo con la población civil son afines a esta característica.
Cuando se requiere verificar, día a día, el cese al fuego con una organización de este tipo es entonces necesario localizar a su gente en un determinado lugar. En un país como Colombia, en donde hay diferentes tipos de criminalidad organizada, la sociedad requiere una garantía de que el cese al fuego es real y no una simple declaración de que quien lo declara, lo cumple. Es decir, es determinante saber dónde está el grupo armado que declara el cese al fuego, para ver que su decisión se cumpla. En otras palabras, la concentración es parte sustancial de la verificación de un acuerdo de cese al fuego.
Supuestamente, Santa Fe de Ralito cumple esta misión tal como lo ha manifestado en varias oportunidades el propio presidente Álvaro Uribe. En tal sentido, la comparación con la zona de distensión con las Farc no es pertinente porque lo del Caguán no formaba parte de un acuerdo de cese al fuego y era apenas un espacio para poder iniciar las negociaciones. La polémica en torno a esto último es otra discusión.
«El conflicto del Estado con los paramilitares, de la guerrilla con los paramilitares y de los paramilitares con los paramilitares continúa, como si el cese al fuego fuera sólo un saludo a la bandera.»
El problema surge cuando se analiza otra característica clave de una concentración. Si se trata de que se sepa dónde están los combatientes que cesan el fuego, es fundamental que todos estén. Las dos zonas de concentración del M-19 y las nueve del EPL cumplieron ese objetivo entre 1989 y 1990. El que no estaba allí, no estaba en el proceso. Y punto. No pasa lo mismo con Santa Fe de Ralito ni con la nueva zona de concentración que al parecer el Gobierno va a implementar en los Llanos Orientales, ya que no todos están, y los que no están, siguen en el proceso. De ser así, de suceder como sucede en estos casos que sólo los comandantes y unos pocos hombres se instalan en la zona, la concentración pierde su razón de ser.
La violencia que en estos días ha caracterizado al departamento de Meta no es exclusiva de éste ni de los Llanos Orientales. El conflicto del Estado con los paramilitares, de la guerrilla con los paramilitares y de los paramilitares con los paramilitares continúa, como si el cese al fuego fuera sólo un saludo a la bandera de la paz. Es evidente que desde el principio de este proceso el Gobierno ha sido incapaz de mostrarle a la sociedad para dónde va la negociación ni el porqué de los acuerdos que firma. Si todos los paramilitares –jefes y tropa– estuvieran concentrados en uno o varios lugares, la situación sería muy distinta. Por el contrario, lo que hoy ocurre es la existencia de un lugar, Santa Fe de Ralito, cuyo único propósito parece ser, por momentos, el de servir de refugio, de área donde los comandantes paramilitares pueden evadir la acción de la Justicia, ya que allí no operan las órdenes de captura.
El Alto Comisionado, Luis Carlos Restrepo, responderá a esta crítica con la afirmación de que todo proceso es gradual, que no hay libreto, que no hay partitura y que todo se va construyendo día a día (por cierto, Víctor G. Ricardo decía lo mismo). Pero no. El tema no es de gradualidad, sino de voluntad. El que está en el proceso, debe concentrarse. Sólo así es posible aislar a quienes están en el proceso, de quienes siguen en guerra.

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