Cada muerte tiene un simbolismo: la masacre de Patagones

No escapa a cualquiera de nosotros que estamos transitando una «época violenta», ni tampoco nos es indiferente la alarma social por los delitos violentos transmitidos al interior del hogar por los medios de comunicación. A los ojos del adolescente, el mundo exterior parece ejercer sobre él una presión de la que puede desear deshacerse con la misma violencia.
La violencia comportamental, que es la observada en este caso, puede ser dirigida contra el exterior o contra sí mismo. Acá sucedió la primera.
En este tipo de conducta homicida encontramos siempre la impulsividad como rasgo esencial, la inmadurez afectiva y una unidad familiar crónicamente disfuncional.
No es raro que el adolescente pueda ser portador de la agresividad de uno de sus padres frente al otro. El significado (sea en el caso de morir o matar), reviste el concepto de «desembarazarse» de algo.
Si bien ahora la violencia se da en todos los ámbitos, en este caso estamos frente a un trastorno concreto de personalidad de un adolescente. Más allá de toda la carga que implica esta edad, de la cuestión libidinal y hormonal que trae la adolescencia, este muchacho es el reflejo de toda una situación familiar que fue descargada en el ámbito escolar.
Uno puede pensar por qué lo hizo frente a esos compañeros, y quizá la bronca original no estaba frente a ellos ni frente a la escuela, pero fue el lugar elegido. Es un adolescente que, más allá de la crisis de su edad, está atravesando otro problema que seguramente surgirá de las pericias psiquiátricas que se le practiquen. Igual hay que graficarlo como asesino. La única diferencia es que siempre que se habla de homicida hay un trastorno de la personalidad, y por lo que aparenta este muchacho en esta primera etapa este trastorno no existe. No tiene detrás una carrera delictiva. Esto lo puede ayudar, ya que quizá con un tratamiento psiquiátrico y psicológico pueda ser recuperado porque las estructuras están lo suficientemente maleables como para modificarlas.
Claro que lo primero que hay que saber es cuál es el nucleo del trastorno. Me parece que la violencia estaba en la casa y ése fue el disparador de todo. No hay que olvidar que, además del arma homicida, también portaba un arma blanca, llevaba otro cargador aparte, y hay un momento en que cae en la cuenta de lo que está haciendo. Los psicólogos siempre tenemos como parámetro el juicio de la realidad; quien se sale de ese juicio está frente a un trastorno concreto. Y en este caso perdió el juicio. También se suman otros datos, como las frases que había escrito en el banco. Una decía algo así como «si alguien le encuentra sentido a la vida, díganmelo», lo que evidencia una pérdida de sentido y hasta una pérdida de la identidad. Todo esto sólo se puede conocer ingresando a lo intrincado de su psiquis. Cada asesino tiene estructuras mentales diferentes según las vivencias personales, como así también cada una de sus muertes tiene un simbolismo

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