Agencias Télam, DyN y Especial
Carmen de Patagones. Los chicos del primer año de la escuela Malvinas Argentinas entraron al aula como todos los días, después de asistir al izamiento de la bandera, y se sentaron a esperar al profesor. Era una mañana serena en una ciudad serena, Carmen de Patagones, al sur de la provincia de Buenos Aires.
“Hoy va a ser un buen día”, dicen que dijo uno de los chicos del grupo de alumnos de 15 años. Ese mismo chico, identificado como Rafael S. (alias “Juniors”), pasó entonces al frente, se paró de espaldas al pizarrón, sacó una pistola de los bolsillos de su campera verde y comenzó a disparar, mientras sus compañeros se tiraban desesperados al piso.
Primero apuntó a las paredes del aula y luego, cuando sus 29 compañeros le recriminaron la acción, enfiló el cañón contra ellos. De ese infierno inesperado que se desató en el aula, quedaron tres chicos muertos (Sandra Núñez, Evangelina Miranda y Federico Ponce) y otros cinco heridos, uno de ellos hasta anoche en gravísimo estado.
De los heridos, había algunos graves, sometidos a operaciones. Algunos de los chicos recibieron hasta tres balazos en sus cuerpos.
Fue una masacre sin precedentes en la memoria de las tragedias argentinas, y que no sólo estremeció de dolor a las poblaciones de Carmen e Patagones y su vecina Viedma ( Río Negro) sino que incluso fue reflejada por los medios de comunicación de casi todo el planeta. La escuela está ubicada en pleno centro de la ciudad de Carmen de Patagones.
Rafael S. disparó 13 balas, un cargador completo de la pistola nueve milímetros que había tomado de su padre, un suboficial de la Prefectura Naval.
Rafael, tras disparar en el aula, salió a las galerías y siguió accionando el arma hasta que se descargó y quedó parado, sin hablar.
Mientras la escuela quedaba envuelta en el pánico y en el caos, con alumnos corriendo despavoridos por los pasillos y los patios, llegaron la policía, ambulancias, bomberos y los familiares de los alumnos.
El agresor fue inmediatamente detenido y trasladado primero a la comisaría de Patagones y luego hacia Bahía Blanca.
El comisario de Patagones, Carlos Diego, dijo que el chico también tenía en su poder un arma blanca y llevaba un cargador adicional. Confirmó que el precoz asesino estaba en “estado de shock” y que en ningún momento habló o dio explicaciones del acto que había cometido.
Los padres del agresor también estaban consternados y no podían explicar la conducta del chico, mientras los familiares de las víctimas se encontraban acongojados sin poder entender lo que había ocurrido.
Los compañeros de las aulas contiguas salieron al patio al oír los impactos, creyendo que estaban haciendo estallar petardos hasta que comenzaron a ver que del aula del primer año del polimodal “B” salían chicos ensangrentados y pidiendo auxilio.
Los cadáveres de las tres víctimas recién fueron retirados del aula una hora después de ocurridos los asesinatos, mientras que los heridos fueron trasladados a distintos centros asistenciales.