RON FOURNIER
Associated Press
WASHINGTON – Hace dos años, cuando el equipo de asesores del presidente George W. Bush le trazó su plan de campaña de reelección en un memorando secreto de una página que decía, «Guerra al terrorismo (Continuará)», el senador demócrata John Kerry votó a regañadientes para darle autoridad a Bush para la invasión a Irak.
Ambos tenía sus propias razones.
Bush sabía que la mejor garantía para evitar perder la Casa Blanca era lograr que los votantes se sintieran temerosos ante un cambio.
Kerry, por su parte, no quería aparecer como débil ante la lucha contra el terrorismo cuando se le decía al electorado que Irak era una amenaza inmediata.
Desde los primeros días de la campaña en el otoño del 2002, la guerra y el terror han proyectado candidatos imperfectos en una contienda que ha quebrado las normas: un gasto sin precedente, una negatividad sin fin, una intensa explotación del Internet y un tremendo interés de los votantes.
La contienda termina el martes de la misma manera en que comenzó: tremendamente reñida y llena de contradicciones. Por lo cual convendría hacer una cronología de cómo llegamos aquí.
Cinco meses después de ganar la aprobación del Congreso para entrar en guerra con Irak, Bush llevó al país a la guerra. Kerry y otros en el Congreso le habían instado a formar una sólida alianza y agotar todas las vías diplomáticas antes de invadir.
Otro candidato demócrata, el ex gobernador de Vermont Howard Dean, sigilosamente se hizo líder de la rama antibélica del partido.
El 1° de mayo del 2003, el presidente, vestido con un uniforme de combate, se paseó sobre la cubierta del portaaviones Abraham Lincoln para proclamar el fin de los combates principales en Irak. Un cartel de fondo que decía «Misión Cumplida» se ha convertido en una trágica ironía; 138 soldados habían muerto hasta entonces y 976 han muerto después.
Bush presentó sus documentos de reelección ante la Comisión Electoral federal 15 días más tarde. «El pueblo estadounidense decidirá si yo merezco o no un segundo término», dijo Bush.
Dos semanas después de ello, centenares de partidarios de Dean se reunieron simultáneamente en 259 lugares en 231 ciudades. Su sofisticada página web había enviado a curiosos y comprometidos a Meetup.com, que organizó las sesiones virtualmente sin cobrar.
Esa fue la primera de muchas innovaciones en la Internet por la campaña de Dean. Eventualmente, Dean colectó 50 millones de dólares, un récord para los demócratas.
Tratando de competir con Dean por el apoyo de los liberales, Kerry votó en el 2003 en contra de un paquete de 87.000 millones de dólares en fondos de reconstrucción para Irak y Afganistán, una posición que más tarde Bush llamó desleal a las tropas.
La campaña de Dean se desmoronó en enero bajo el peso de expectativas truncadas, múltiples errores y una serie de declaraciones de apoyo que dañaron su reputación de estar contra el establecimiento.
Eso abrió las puertas al auge de Kerry, que de ahí en adelante fue demasiado para la competencia dentro de su partido.
En la víspera de las elecciones, los sondeos tenían a Kerry con ventaja sobre Bush en materia de economía y otros asuntos internos. La mayoría de los encuestados decían que el país llevaba el camino equivocado.
Pero muchos esperaban otro ataque terrorista, y confiaban más en Bush para la defensa del país.