Desde Washington,
Escribe LUIS F. JIMENEZ*
«La OEA será lo que los Estados miembros quieren que sea.» La frase del primer Secretario General, Alberto Lleras Camargo, nos arroja a estados cada vez más profundos de perplejidad. Quienes hemos dedicado parte importante de nuestra vida profesional a servir en su Secretaría General sentimos que hechos bochornosos como la salida de Miguel Ángel Rodríguez -¡con las esposas puestas!- hacen crecer la frustración con la que abandonamos la institución.
En este ambiente de confusión, de búsqueda tan fácil como falsa de «culpables», de flagrantes contradicciones entre los dichos y los hechos y de desperdicio de necesarios recursos tiene lugar la búsqueda de un nuevo Secretario General.
Todo parece indicar que la situación ha llegado a un punto en el cual los Estados y las personas que tengan aspiraciones deben considerar con extremo detenimiento la seriedad que implica cargar hoy con la Secretaría General, más allá del sueldo y pensión en dólares, la residencia en Washington, los gastos de representación y las obsecuencias y falsos halagos que acompañan al cargo. Toccata y fuga de Miguel Ángel Rodríguez
La llegada de Rodríguez a la Secretaría General en setiembre representó el cumplimiento de una antigua y justificada aspiración de Costa Rica y de los países de América Central, frustrada diez años atrás cuando Estados Unidos impuso a César Gaviria en un acto de presiones diplomáticas sin precedentes en el organismo hemisférico. Costa Rica es un ejemplo de democracia y derechos humanos y un verdadero modelo de desarrollo social. Hoy agrega a esas cualidades la de ser un ejemplo de lucha contra la corrupción, con los ex presidentes Rodríguez y Calderón acusados de delitos cometidos en el ejercicio de sus funciones y privados de su libertad por esas razones.
A esta altura de los acontecimientos, muchos nos preguntamos cómo fue posible que Miguel Ángel Rodríguez fuera elegido por unanimidad cuando tenía semejantes esqueletos en el ropero. ¿Dónde estaban los diplomáticos de los Estados miembros que prestaron servicios en San José y que no sabían que sus respectivos Estados estaban votando por una persona tan vulnerable? Los Estados tenían la obligación de conocer esa información, sin mencionar la responsabilidad del gobierno de la propia Costa Rica.
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Una institución plagada de frustraciones, confusión y con una economía cuyo 60 % financia Washington.
PLATA Y MEZQUINDADES
En su fugaz paso por la Secretaría General, Miguel Ángel Rodríguez «descubrió» que la OEA tiene un importante déficit que él tenía que resolver. Chocolate por la noticia. Los Estados miembros saben perfectamente bien que hace más de diez años que no reajustan sus contribuciones y que la inflación ha evaporado una alta proporción de su presupuesto.
Los Estados miembros saben perfectamente bien, asimismo, que no van a incrementar sus contribuciones que fueron establecidas a través de fórmulas elaboradas en la década de los años 50, teniendo en cuenta sus respectivas poblaciones, PBI y otras variables. Y no van a revisar esas fórmulas, a pesar de estar completamente desactualizadas, porque resulta cómodo que Estados Unidos aporte casi el 60% del presupuesto; argumentan también que sus poblaciones sufren situaciones de extrema pobreza y que no pueden dedicar escasos recursos para financiar a burócratas dorados que no se sabe muy bien qué hacen.
Los Estados miembros saben perfectamente bien que no saben cómo definir lo que quieren y que arrojan a la Organización en tantas direcciones como intereses coyunturales y estructurales tienen (desde el apoyo a presidentes en problemas, hasta el desarrollo del turismo en El Caribe, pasando por la democracia y los derechos humanos, el desarrollo sostenible, la paz y la seguridad, etc.) sin proporcionarle los recursos necesarios.
Los Estados miembros saben perfectamente bien, por fin, que eligen a los secretarios generales sobre la base de consideraciones que nada tienen que ver con su conocimiento de la Organización, con su formación diplomática, con su capacidad de administrar organismos multilaterales tan complejos como la OEA y con su compromiso con los valores esenciales que informan su Carta.
EL CHIVO EMISARIO
El chivo emisario del estado de negación en que han caído los Estados miembros es el personal de la Secretaría General. En un proceso de atrición -que representa un suicidio lento- la Secretaría General ha ido reduciendo su personal para absorber sus restricciones presupuestales. La reconocida ineptitud administrativa de secretarios generales como Baena Soares o Gaviria -tolerada sin mayores problemas por el principal contribuyente en la medida en que apoyaran las posiciones políticas que le interesaran- trajo como consecuencia una completa falta de liderazgo, favoritismos (en el caso del último alcanzó niveles grotescos), caos y desmoralización del personal.
En la Secretaría General de hoy pocos son los que piensan hacer carrera y funciona más para pagar favores políticos a los Estados -que después critican a la Secretaría General- o como onerosa academia de formación profesional de personal joven que después de un breve paso por ella se ubica en organismos internacionales «serios». Buena parte de sus funcionarios subsisten sólo para recibir su sueldo a fin de mes o para ver crecer su Fondo de Jubilaciones; los importantes valores por los que deberían estar trabajando van quedando cada vez más bajo en la estrategia de supervivencia a los que los ha arrojado la destrucción institucional resultante de la miopía de los países y del desinterés, cinismo e ineptitud de sus más altas autoridades.
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* El autor es abogado y radica en Washington DC. Durante 21 años trabajó en la OEA como especialista de la Secretaría Ejecutiva de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y abogado principal de la Subsecretaría de Asuntos Jurídicos. Fue cuatro veces presidente de la asociación del Personal de la OEA.
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La Danza de Candidatos
La intrincada red de aspirantes a la secretaría general es signo de la crisis.
A pesar de su extrema postración, la Secretaría General de la OEA sigue despertando los apetitos de personas, países y regiones. De allí que varios sean los candidatos que se mencionan. Los centroamericanos insisten en que les sigue tocando el turno a ellos y se menciona a varios candidatos, entre ellos al ex presidente Francisco Flores de El Salvador, candidato que postula desde tiempo atrás, que saltó a la fama cuando confrontó verbalmente a Fidel Castro en una Cumbre y cuyo gobierno reconoció al fugaz Pedro Carmona Estanga, luego del golpe de Estado en Venezuela, acto que el gobierno del Comandante Presidente no olvida.
También se menciona a Ernesto Leal, quien fuera canciller de doña Violeta Barrios de Chamorro y que manejó admirablemente bien la transición en materia de relaciones exteriores luego de la debacle electoral sandinista; ha sido Secretario General del Sistema de Integración Centroamericano, es Secretario de la Presidencia para Asuntos de Integración y es una persona de impecables antecedentes personales, profesionales y políticos (que, obviamente, hoy hay que chequear más que nunca). En el sur, se reitera el nombre de Didier Operti que lleva más de diez años de canciller de Uruguay y que ha sido presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, embajador ante la OEA (puesto clave cuando su jefe y canciller Gros Espiel maniobraba para limpiar a Fujimori después del 5 de abril de 1992) y funcionario de su Secretaría General. Dos posibles candidatos chilenos -Miguel Ángel Insulza y Soledad Alvear- parecen haber abandonado sus pretensiones, quizá frente a la posición de Bolivia sobre la situación diplomática que los afecta. Se habla, también, de la Ministra de Relaciones Exteriores paraguaya, Leila Rachid de Cowles, de muy escasos antecedentes diplomáticos. También se ha mencionado al argentino Jorge Taiana, actual Viceministro de Relaciones Exteriores y que tuviera un fugaz y gris período como Secretario Ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por insistencia de su entonces padrino Carlos Menem ante su amigo César Gaviria.
En el Perú se ha mencionado insistentemente al canciller Manuel Rodríguez Cuadros, que fue embajador ante la OEA en el Gobierno de Transición y que cuenta con reconocidas dotes diplomáticas, y al propio ex presidente Valentín Paniagua, candidatura impulsada con entusiasmo por los partidarios de Alan García.
El CARICOM guarda un conspicuo silencio a pesar de contar con una votación decisiva (13 votos) y estar en tensiones con Estados Unidos por el tema de Haití, que previsiblemente volverá a ocupar las primeras planas en un futuro cercano.
Según la Carta de la OEA, al quedar vacante la Secretaría General, asume esas funciones el Secretario General Adjunto hasta que una Asamblea General designe al nuevo Secretario. No hay fecha aún para esa elección y se especula que podría llevarse a cabo en el mes de junio de 2005, durante la Asamblea General ordinaria de la OEA, oportunidad en la que toca elegir también al nuevo Secretario General Adjunto. Hasta entonces deberá quedar al frente de la Secretaría General Luigi Einaudi, que luce como el ejemplo viviente del dicho anglosajón: «cuídate de tus deseos, porque los dioses, para castigarte, te los podrían conceder.» (LJ)