Julio Algañaraz. ROMA CORRESPONSAL
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Las cifras hablan claro de la ferocidad de la nueva guerra que ha estallado en la camorra, la mafia napolitana, tan grave que el ministro del Interior, Giuseppe Pisanu, la considera «una emergencia nacional». Con la muerte, ayer, de Giandoménico Pisco (22), herido a balazos el viernes en una emboscada, suman en el año 127 homicidios sólo en la provincia de Nápoles. En el centro de la guerra entre los clanes por el predominio en el tráfico de drogas y otras actividades criminales, el viejo barrio de Scampia, al norte de Nápoles, se convirtió en un infierno: desde el 1ø de noviembre son 30 los ametrallados, estrangulados, quemados dentro de coches o por el estallido de bombas incendiarias o explosivas.
Entre los 19 clanes o «familias» de la camorra que controlan la mayor parte de las actividades ilícitas en la difícil ciudad de Nápoles, que padece problemas sociales de tal magnitud que hace décadas fue bautizada «la Calcuta de Europa», hay un clima bélico que preocupa a las autoridades italianas. Mil quinientos policías, carabineros y otros cuerpos de seguridad del Estado nacional han sido enviados como refuerzo de los agentes del orden público que todos los días están en la primera línea de la lucha contra el crimen organizado.
Scampia es un barrio donde la camorra tiene hace años un poder que es simétrico a la ausencia del Estado. La gente vive muy mal en grandes monoblocks grises, donde sobran los desocupados y los jóvenes que eligen incorporarse a la camorra para salir de la miseria y la pobreza, seguros de que es mejor el «vivere pericolosamente» aunque la vida se acorte.
El barrio de Scampia ha sido rebautizado por sus mismos habitantes con otro nombre: Terzo Mondo, Tercer Mundo. Allí creció en los últimos años el poder indiscutido de Paolo Di Lauro, llamado «o millonario», rey del tráfico de estupefacientes. «O millonario» maneja montañas de dinero. Demasiado como para no despertar la avidez de los propios miembros de su clan. Un aguerrido grupo de descontentos decidió desplazarlo del poder. Son los llamados «escisionistas». El capo reaccionó con el máximo de violencia y puso un ejército a combatirlos.
La camorra existe desde hace siglos en Nápoles, desde los tiempos de la dominación española por parte de los Borbones. Su nombre viene de «morra», que quiere decir banda, clan. Como en las otras mafias del sur de Italia, los «hombres de honor» están juramentados, pero a diferencia de la cosa nostra siciliana, la camorra no tiene una organización jerarquizada y única, lo que obliga a continuas mediaciones inestables entre los «capos», que muchas veces concluyen en sangrientas guerras. Desde que se desarrolló el tráfico de drogas, el dinero se multiplicó «ad infinitum», haciendo crecer los niveles de violencia.
Este año que termina es un año de guerra, impulsada también por la falta de presencia del Estado en algunas zonas claves, como el barrio Terzo Mondo. Para al menos controlar la guerra, cientos de agentes de las fuerzas de seguridad recorren día y noche el barrio mientras los camorristas siguen matándose entre ellos con una soberbia armada sorprendente. La semana pasada, casi un millar de policías y carabineros, armados hasta los dientes y equipados con munición y armas de guerra, apoyados por blindados y helicópteros, entraron en los fortines de la camorra en Scampia.
Los policías fueron a las casas de los camorristas más conocidos y arrestaron a 58 de ellos: entre ellos, un hijo de Di Lauro (otros 22 fueron apresados el fin de semana), pero sobre todo coparon el búnker llamado «Lotto (lote) H» en vía Labriola.
Parece increíble pero allí el clan de Di Lauro «o millonario» había construido trincheras y barreras de cemento para proteger un abierto y floreciente mercado de la droga. El lugar recordaba la impunidad de los piratas en la isla caribeña de Tortugas en el siglo XIX. En la calle, para controlar a los autos había lomos de burro de cemento. Las veredas estaban circundadas por un perímetro de rejas de hierro en el corazón del Terzo Mondo, en la zona conocida como «Los siete edificios».
La policía no entraba en Scampia. A las órdenes del comisario Pasquale Errico, el Estado volvió a los arrabales del norte de Nápoles y destruyó todas las construcciones. Una parte del mercado de la droga estaba en manos de los «escisionistas», que combaten el predominio de Di Lauro. La policía secuestró un gran camión proveniente de España, gran centro de distribución de la droga, con 12 kilos de cocaína. Era para los «escisionistas», también llamados «los españoles».
La policía secuestró también el ómnibus «R5», que en la estación terminal de ferrocarril todas las noches se llenaba de drogadictos que eran llevados al mercado de «Los siete edificios». Pero la guerra continúa.