Fénix (EU), (EFE).- El uso de pistolas eléctricas por parte de la policía para controlar a escolares revoltosos se está generalizando en Estados Unidos, pese a que los grupos defensores de derechos humanos han denunciado sus consecuencias mortales.
El Ayuntamiento de la ciudad de Tempe, en Arizona, votará este jueves sobre la asignación de 180.000 dólares para comprar 170 pistolas eléctricas que se darán a los policías para dominar a estudiantes conflictivos.
Las pistolas eléctricas -conocidas en inglés como «tasers»- son instrumentos que producen descargas de hasta 50 mil voltios por unos cinco segundos, y que en años recientes se han sumado al arsenal policial en centenares de ciudades de Estados Unidos.
Por lo menos cinco distritos policiales en la región del Valle, en Arizona, ya equiparon con estos instrumentos a los policías que patrullan las escuelas intermedias y secundarias, y si el Concejo Municipal de Tempe, unos 30 kilómetros al este de Fénix, aprueba la compra, nueve agentes policiales de la localidad tendrán esa arma.
El sargento Mike Horn, que supervisa el programa de recursos policiales en Tempe, dijo al diario «The Arizona Republic» que «especialmente cuando hay que lidiar con niños, cuantas más opciones uno brinde para los agentes, en lugar de que deban emplear fuerza letal, son ventajosas para todos».
Los agentes en los programas de «recursos policiales» son los que están a disposición de las escuelas públicas para manejar incidentes en los predios escolares y que involucran a alumnos.
En los distritos escolares de Phoenix Union, Gilbert, Chandler, Mesa y Glendale, estos agentes a veces usan uniforme y habitualmente portan por lo menos un arma de fuego, un tubo de aerosol con gas lacrimógeno, un bastón y esposas.
El fabricante de las pistolas, Taser International, de Scottsdale (Arizona), indica que más de 5.500 organismos policiales en todo el país han adquirido sus armas eléctricas.
Los instrumentos de Taser tienen diferentes modelos, pero, normalmente, incluyen una mira con rayo láser que ayuda a apuntar con precisión y una batería que provee los 26 vatios de energía que transmiten una descarga de alto voltaje.
Todo el proceso, desde el momento en que el usuario activa el gatillo que dispara dos dardos parecidos a pequeños arpones a más de 190 kilómetros por hora a una distancia de 6,5 metros, hasta el choque eléctrico demora un cuarto de segundo.
La descarga, que dura 5 segundos, puede penetrar a través de 5 centímetros de ropa y, debido a que interfiere con las señales cerebrales a los músculos, hace que hasta un hombre robusto abandone toda resistencia física.
En octubre, la policía de Miami empleó este instrumento contra un niño de 6 años que amenazaba con cortarse con un trozo de vidrio. Un mes más tarde, otro policía empleó una pistola eléctrica contra una niña de 12 años que había faltado a la escuela y escapaba de los agentes.
Los grupos de derechos humanos han criticado el empleo de estas armas eléctricas, y un estudio de la Unión de Libertades Civiles indica que el uso de éstas ha resultado en un creciente número de muertes, de tres en 2001 a 16 en 2003.
La firma fabricante reconoce que por lo menos 44 personas han muerto después que se dispararon los arpones -sujetos con alambres- desde los «tasers», pero la compañía sostiene que esas muertes se debieron a otras causas, como el uso de drogas o enfermedades cardiacas.