Centralizados servicios de inteligencia de EE.UU.

Francis Scott Fitzgerald dijo que «la prueba de una inteligencia de primer orden es la capacidad de mantener al mismo tiempo en la mente dos ideas opuestas, y aun así conservar la habilidad de funcionar».
Esta prueba podría aplicar a la reforma del servicio de inteligencia que esta semana se aprobó en el Congreso de Estados Unidos y recibió el pasado viernes la rúbrica del presidente George W. Bush.
Sus nociones opuestas son que el sistema de espionaje debe modernizarse y centralizarse, y que necesita alentar una mayor competencia a partir de ideas audaces. Esperemos que el sistema de inteligencia retenga la capacidad de funcionar.
La Ley de Reforma del Servicio de Inteligencia constituyó sin lugar a dudas un éxito político para Bush. Durante un mes, los republicanos en la Cámara de Representantes la sostuvieron, exigiendo más controles de inmigración, y alegando que el proyecto podía impedir el flujo del servicio de inteligencia a los soldados en el campo de batalla.
La rebelión retó la autoridad de Bush en el Congreso y suscitó dudas acerca de su promesa poselectoral de procurar la cooperación bipartidista (el proyecto pudo haberse promulgado hace semanas con los votos de los demócratas, pero el presidente de la Cámara, Denis Hastert, se negó a someterlo a votación sin más respaldo de los republicanos).
Al apaciguar las preocupaciones acerca del Departamento de Defensa, Bush venció a algunos críticos republicanos y mejoró su propia credibilidad. Pero ¿mejorará el proyecto el servicio de inteligencia?
Estados Unidos tiene 15 agencias de inteligencia con un presupuesto de 40 millardos de dólares. Ha habido largas exhortaciones para una mayor coordinación, más recientemente de la comisión que investiga los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.
La recién firmada Ley atiende estos llamados al añadir dos fuerzas centralizadoras a la intrincada red de espionaje: un nuevo centro contra el terrorismo para «atar los cabos» y un director nacional de inteligencia.
Existe el centro contra el terrorismo. Fue establecido por mandato presidencial a mediados de este año. La nueva ley puede reducir un poco su flexibilidad. No obstante, los cambios mayores pudieran derivarse de la creación del cargo de director de inteligencia.
En teoría, un solo supervisor debería mejorar la rendición de cuentas y facilitar la movilización de recursos. Sin embargo, tal como lo esgrime George Tenet, ex director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), un director de inteligencia con tan sólo facultades generales de supervisión, más que fortalecer, podría debilitar la coordinación. Nadie, ni siquiera el presidente de Estados Unidos, prestará oídos a alguien que carezca de responsabilidad operativa directa.
La advertencia de Tenet pudiera sonar como alguien en defensa de un status quo que no funcionó. Con todo, el poder real del nuevo director no emanará de la ley, sino de los oídos del Presidente, y el éxito en las montoneras, especialmente con Donald Rumsfeld en el Pentágono. Dado que la concesión para obtener la aquiescencia republicana fue una línea en la ley, la cual estipula que el nuevo director «no abrogará las responsabilidades establecidas por los estatutos» del secretario de la Defensa u otros miembros del gabinete, no hay que esperar grandes cambios.
Sin embargo, la gran interrogante es si la mayor coordinación es, en todo caso, la solución a las recientes fallas en el servicio de inteligencia. La comisión que investiga los sucesos del 11 de septiembre de 2001 demostró que muchos de los problemas correspondieron a fallas humanas. Ciertamente hubo problemas organizativos en cuanto a la coordinación con la Oficina Federal de Investigación (FBI), pero ninguno era insuperable y, comoquiera que sea, el FBI está en proceso de reforma por separado (la nueva ley si acaso lo toca). Similarmente, las fallas de inteligencia en Irak fueron de «pensamiento en grupo» y no de estructura organizativa.
Quizá el nuevo director escuche más a otras agencias aparte de la CIA. No obstante, como lo plantea John Hamre, el rector del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, es probable que la mayor coordinación represente menos criterios opuestos, justo cuando se quiere dar ánimos a esas raras almas que enderezaron Irak. Acaso lo mejor que pueda decirse de esta nueva ley es que los servicios de inteligencia de Estados Unidos están tan escleróticos que es necesaria una conmoción: cualquier conmoción. Luego podrán formularse reformas más atinadas.
Traducción Conchita Delgado

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