Asociar el narcotráfico con Colombia ya es casi el perfecto estereotipo latinoamericano. Sin embargo, los últimos hechos han puesto en primer plano a otro país en plena guerra contra el crimen organizado: México.
La cifra de homicidios relacionados con el narcotráfico alcanzó en enero un promedio de 3,3 muertes al día.
El último botón de muestra es la presunta vinculación de un funcionario de la Presidencia, Nahum Acosta Lugo, con el cartel de Juárez, considerada la organización delictiva más peligrosa del país.
A pesar de los esfuerzos del gobierno de Vicente Fox para desarticular las redes de narcotráfico, su actividad aumenta tanto en el cultivo como en la producción y la distribución de drogas ilícitas, según los datos de varios organismos del gobierno, como el Centro de Inteligencia Antinarcóticos del Estado Mayor de la Secretaría de la Defensa Nacional.
México, segundo productor regional de marihuana, así como de amapola y sus derivados (heroína), es sobre todo una de las principales rutas del tráfico de cocaína colombiana hacia Estados Unidos, el principal consumidor del mundo.
Según estimaciones oficiales, entre 70 y 75% de la cocaína que llega a ese país pasa por la frontera mexicana.
El botín es muy grande como para pasar inadvertido: según la ONU, el narcotráfico mueve unos US$500.000 millones al año en el mundo.
Las cifras son relativas, pero se estima que sólo por el tráfico de cocaína, los carteles mexicanos se embolsan ganancias anuales del orden de US$70.000 millones, 30% de los cuales se quedan en el país para aceitar la maquinaria delictiva.
Estamos dando la madre de todas las batallas en contra del crimen organizado, el narcotráfico
Vicente Fox, presidente de México
Esto se traduce en niveles inusitados de violencia, protagonizada por más de 130 organizaciones criminales en México que operan en el tráfico de drogas, según José Luis Santiago Vasconcelos, subprocurador contra la Delincuencia Organizada de la Procuraduría General.
La Secretaría de Seguridad Pública mexicana informó que la cifra de homicidios relacionados con el narcotráfico alcanzó en enero un promedio de 3,3 muertes diarias.
En 2004, los asesinatos en esa categoría superaron los 900; las víctimas: policías, abogados, integrantes de las bandas criminales, entre otros.
Son apenas unos fríos números que demuestran la fuerza de las organizaciones criminales, su poderío económico y sus posibles nuevas ligas con grupos de poder, según palabras del periodista mexicano Javier Ibarrola.
«La ola de violencia que ha convertido a varios estados del norte en un sangriento campo de batalla, demuestra que el narcotráfico y sus asociados están más fuertes que nunca y dispuestos a apoderarse del país», señala Ibarrola en un artículo del semanario La Crítica, de Ciudad de México.
Los operativos contra el narcotráfico no hicieron mella en la actividad de los carteles.
«El Ejército continúa desplegando una fuerza de tarea de cerca de 30 mil elementos en todo el país para combatir el narcotráfico. Pero la destrucción de plantíos, centros de acopio y aseguramiento de grandes cargamentos de droga no parece suficiente».
Y agrega: «Sinaloa, Sonora, Tamaulipas, Durango, Nuevo León y Baja California son los escenarios en los que ha resurgido el ‘trabajo’ de las grandes organizaciones criminales, esto, desde luego, sin dejar fuera la propia capital del país, amenazada tanto por la violencia del narcotráfico como por el alto consumo de drogas, sobre todo en la juventud».
En efecto, siempre según cifras oficiales, el consumo de cocaína entre adolescentes ha aumentado 300% en los últimos cinco años.
Casi en el mismo período, desde la llegada al poder de Vicente Fox a fines de 2000, las autoridades detuvieron a cerca de 3.900 personas relacionadas al narcotráfico, incluyendo a varios jefes.
La cárcel no detuvo a los cabecillas del narcotráfico. Ahora el gobierno extremó la seguridad.
Asimismo, en esos cuatro años se decomisaron más de 360 toneladas de marihuana, 11 toneladas de cocaína, 444 kilogramos de heroína y más de siete millones de «pastillas psicotrópicas».
Según México, son los resultados más importantes de los últimos 14 años. Pero no todos están contentos.
A pesar de que el gobierno de Fox ha asestado fuertes golpes a los carteles de la droga, forzando su división y violentos enfrentamientos entre sí por el control de territorio, Washington entiende que esas victorias han tenido poco impacto en el flujo de drogas que ingresan desde México.
¿Plan México?
El pasado 21 de enero, y tras sendos disturbios en varias cárceles atribuídos a los carteles de la droga, el presidente Fox reafirmó su declaración de guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado.
El consumo de cocaína entre adolescentes mexicanos aumentó 300% en el último lustro.
También prometió reformar las prisiones mexicanas, incluso las de alta seguridad, desde donde los jefes del narcotráfico seguían manejando sus negocios y ordenando delitos.
«Estamos dando la madre de todas las batallas en contra del crimen organizado, el narcotráfico», declaró el mandatario, al tiempo de advertir que su gobierno «no tendrá más límite que el que la Constitución le marca» para combatir el crimen.
Cinco días después, un balde de agua fría: el embajador de EE.UU. en México reclamó en una carta lo que calificó como incapacidad de las autoridades mexicanas para frenar la violencia de los narcotraficantes.
En la misiva, sin precedentes, se indicaba que la violencia ponía en peligro a ciudadanos estadounidenses, especialmente en zonas de frontera, por lo que sugería a México considerar la posibilidad de pedir «más ayuda» a Washington.
Un posterior diálogo entre Fox y su homólogo estadounidense George W. Bush moderó el mensaje.
Sin embargo, algunos observadores locales interpretaron ese ofrecimiento de «ayuda» como una versión a la mexicana del controvertido «Plan Colombia», de colaboración entre Bogotá y Washington para el combate al narcotráfico.
Otros sugieren que la mejor alternativa para aplacar a las mafias sería despenalizar el uso de ciertas drogas y redoblar la lucha preventiva al consumo. Sin embargo, la primera ya fue descartada por el Ejecutivo mexicano.
En tanto, el «cáncer social» del narcotráfico sigue calando hondo en la sociedad mexicana.
Como dice Javier Ibarrola en La Crítica, «su enorme poderío económico ha penetrado en la columna vertebral del país».
La guerra, sin cuartel, sigue en pie.